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El secuestro de Gabriel
Por | Fotografía: Ilustración de Lilen Zavala
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La madrugada del once de junio de 1976, cuatro hombres armados secuestraron al militante del Partido Comunista Gabriel Braunstein, en pleno centro de Río Cuarto. La causa se tramita en Córdoba, en la fiscalía de Graciela López de Filoñuk.
Publicada el en Crónicas

El reloj arañaba las cero horas del viernes once de junio de 1976. El invierno anticipaba su llegada a Río Cuarto. Era una noche fría y la calle estaba deshabitada, como en estas horas de pandemia. Mientras un incipiente rocío bañaba la ciudad, un Peugeot y un Fiat que circulaban por calle Alberdi doblaron en la intersección con Vélez Sarsfield, dejando como único testigo el chirrido del caucho frenando casi a mitad de cuadra. Allí estaba la estación de servicio General Mosconi, propiedad de Gabriel Braunstein Maiden, militante del Partido Comunista e integrante de la “Multisectorial por la Paz”, conformada después de una serie de atentados en la ciudad, cuya autoría se adjudicó la Alianza Anticomunista Argentina desplegando una bandera argentina con esas iniciales en la Plaza Mójica.

Braunstein había nacido en Moisés Ville, provincia de Sante Fe, en 1922. Su familia tuvo una clara inclinación política: su padre y sus dos hermanos era militantes radicales, su madre y sus dos hermanas del Partido Comunista. Llegó a Río Cuarto en 1959 junto a su familia y adhirió al sentimiento de las mujeres, sumándose a las filas del PC.

Esa medianoche del once de junio, de los dos autos que frenaron con furia en la puerta de la estación de servicio (hoy una playa de estacionamiento) descendieron cuatro hombres. Caminaron unos metros hasta el sector de estacionamiento y encontraron a Nicolás Muñoz, empleado de la estación de servicio, que salía a atenderlos. Se presentaron como policías. Le dijeron que dormirían en Río Cuarto y necesitaban dejar sus autos a resguardo. Muñoz les dijo que había lugar y los acompañó hasta la zona de los surtidores para que ingresaran los vehículos, hasta que vio que dos armas le apuntaban con discreción. Dos de los hombres lo llevaron a la oficina central de la estación de servicio, mientras otros dos subían las escaleras rumbo a la casa de Braunstein Maiden. Una vez adentro, redujeron al militante comunista con armas de alto calibre y maniataron a Isabel Bonacci -su compañera- y Josefa de Galimberti, una amiga de la pareja.

Intento ponerme en los zapatos de Gabriel Braunstein por un momento. Intento narrar desde su perspectiva esos 18 minutos que duró todo, pero me resulta imposible; seguramente fueron 18 minutos de terror, de sentir que lo apuntaban, de escuchar los gritos de su compañera, de saber que lo llevaban hacia un destino incierto y terrible.

Contar una historia implica ser parte del cuerpo del otro, pensarse y sentirse ese otro. Pero no puedo hacerme carne en alguien cuya única certeza era que, a partir de ese instante, tenía los días, las horas, los minutos contados. Nadie te permite mirar el reloj, pero se escucha el asfixiante avance de los segundos, el tic-tac que te lleva la vida.

Los cuatro hombres armados dejaron maniatados en la cocina a Muñoz, Bonacci y Galimberti. Les dijeron que aguardaran porque buscarían testigos para certificar que no habían encontrado armas en la casa. Dieciocho minutos después de haber frenado sus autos rojos, en la puerta de la estación de servicio, Víctor Hugo Pariani entró a la zona de los surtidores para cargar nafta. A punta de pistola lo llevaron y lo ataron junto al resto. Era evidente que no buscaban testigos.

A Gabriel Braunstein, de 54 años, le vendaron los ojos antes de meterlo en uno de los vehículos.  Arrancaron apurados pero sigilosos, amparados en la impunidad de la noche, hasta perderse en el horizonte oscuro y frío de junio.

*** 

Fanny Braunstein inició la búsqueda afanosa de su hermano. Entre 1977 y 1979 soportó largas y tediosas reuniones con autoridades policiales, militares y eclesiásticas y presentó tres recursos de Habeas Corpus, uno en Río Cuarto y dos en Buenos Aires. Pero nada. A Gabriel se lo había tragado la tierra.

Mucho tiempo después, en 2009, los organismos de Derechos Humanos de la ciudad elaboraban una reseña biográfica de Braunstein. Se reabrían los juicios por delitos de Lesa Humanidad en el país y ante la ausencia de familiares directos, había que reclamar por la desaparición de Gabriel. En la causa consta que, el día antes de su secuestro, Braunstein pasó por la delegación local de la Policía Federal para hacer los trámites del pasaporte. En esa dependencia había policías que luego serían denunciados por su participación en la represión ilegal.

A principios del año 2010, el municipio presentó un informe ante la Justicia Federal en el que apuntaba a Luciano Benjamín Menéndez, jefe del Tercer Cuerpo del Ejército, como máximo responsable de la desaparición de Braunstein. La denuncia se hacía extensiva a toda la cadena de mando. Después de esa presentación, realizada ante el juez federal Carlos Ochoa en Río Cuarto, se descubrió que existía una denuncia anterior, presentada en Córdoba por el Partido Comunista. Ambas causas se acumularon en la fiscalía de Graciela López de Filoñuk.

***

La Prensa. En 1976 el medio gráfico más importante de la ciudad era el diario La Calle. En sintonía con las directivas de la época, sus crónicas reflejaban la represión, los asesinatos y los secuestros con la óptica impuesta por el régimen: se referían a “extremistas” o “subversivos”, “abatidos” casi siempre en “enfrentamientos”, en los que -esto no parecía llamar la atención- las fuerzas armadas nunca registraban bajas. Sobreactuación o consonancia ideológica, el diario aprovechaba cada ocasión para reivindicar a las Fuerzas Armadas y condenar a la “subversión apátrida”.

El caso de Gabriel Braunstein Maiden insumió apenas un poco de tinta en la edición de La Calle del 12 de junio de ese año, el día posterior a su secuestro. La noticia fue presentada como un robo común, ya que faltaron algunos elementos de la casa. El diario omitió informar que Braunstein era militante del PC y de la Multisectorial por la Paz y se limitó a reseñar en cambio que era “el dueño de la estación de servicio General Mosconi”.

La noticia tampoco informaba que los cuatro hombres se habían presentado como miembros de la Policía, aunque destacaba que “las autoridades policiales `habrían` sido alertadas escasos instantes después (…) y pese a la premura con que actuaron, ordenándose incluso un cierre de rutas y control de vehículos, hasta las últimas horas de ayer no se habían producido novedades”.

La Calle no hizo ningún seguimiento de la noticia.

Gabriel Braunstein Maiden continúa desaparecido.

Esteban Viu
- Comunicador Social -