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#Coronavirus
Y en el mejor momento… un gol en contra
Por | Fotografía: Telam
Foto: La imprevision oficial puso en riesgo a los jubilados en medio de la pandemia.
El grosero error del gobierno de no haber organizado el cobro de jubilaciones y ayuda social no debe correr el eje del debate de fondo en tiempos de coronavirus: el Estado presente es la única alternativa a la destrucción del sistema de salud de los gobiernos neoliberales.
Publicada el en Reflexiones

Las imágenes que empezaron a circular desde la madrugada del viernes generaron en la sociedad enojo con el gobierno y la sensación de que todo el esfuerzo colectivo fue en vano. “Yo creo que hacen esto porque nos quieren matar a los ancianos”, dice una mujer en televisión. Otra comenta: “El sistema está mal, estamos hace horas haciendo la fila y muchos nos vamos a ir sin la plata”. “Lo que paso hoy es de una inmoralidad sin precedentes”, exclama un periodista, siempre listo para la sentencia fácil. Son relatos que emergen como consecuencia de un error político garrafal de los cuadros técnicos del Estado.

Haber permitido la conglomeración de tanta gente sin una planificación previa nos hace preguntar sobre el conocimiento de la realidad argentina de los titulares de ANSES, el Banco Central y de la comunicación oficial del gobierno. Porque desconocieron el trabajo informal enorme y en aumento que dejó Macri, desconocieron el problema de la tercera edad con las nuevas tecnologías, la falta de bancarización de la población y, sobre todo, la dinámica popular de las calles.

Las consecuencias de este error que parece ilógico no solo se verán reflejadas en la salud de la población, ahora más expuesta que antes, sino también en la política. Paradójicamente, este error del Estado se da en un contexto en el que se ponen en duda las posturas liberales que proclaman la ineficiencia del Estado por sobre el libre mercado, justo cuando Argentina mostraba el contraste más claro con países gobernados por neoliberales como Ecuador, Brasil o Chile. Ahora queda esperar que el índice de contagios no se dispare, aunque lo lógico sería que el panorama se agrave luego del inexplicable aglomeramiento de jubilados frente a los bancos.

Doblemente paradójico resulta que, quienes fueron expuestos en forma irresponsable al virus fueron los destinatarios de las políticas económicas de un Estado presente, que asume un rol activo ante la emergencia económica, social y sanitaria. Porque las colas eran para cobrar el ingreso familiar de emergencia, los bonos extra a las jubilaciones, las AUH y las AUE, todas políticas estatales para contener a la población de riesgo que, por inoperancia de algunos, fueron expuestos innecesariamente al virus.

La cancha ya está bastante inclinada como para cometer semejantes errores. Los medios hegemónicos, agazapados desde las lejanas PASO para desestabilizar al Frente de Todos, cambiaron su postura radical sobre la cuarentena: si hasta el jueves a la noche eran claros detractores de la cuarentena y su efectividad real, en las primeras horas del viernes la pusieron en pedestal sagrado y se horrorizaron ante el quiebre de la misma. La doble vara es tan obscena que evidencia el rechazo al armisticio propuesto por Alberto Fernández. ¿O alguien realmente imagina a los periodistas que el viernes vociferaron contra el gobierno utilizando el mismo tono ante un gobierno neoliberal? Cuando Macri era presidente, cerró el Ministerio de Salud, pero esas voces hoy tan críticas y despiadadas no solo no cuestionaron la medida, sino que algunos hasta la justificaron en la necesidad de achicar el Estado. Había que ahorrar.  

Es imperativo reducir las asimetrías mediáticas para generar consensos reales en la población. Gobernar es un acto humano, que incluye errores. Un gobierno honesto los asume y trabaja para superarlos. Lo que debería importar, con el diario del lunes, es retomar la discusión sobre el rol del Estado. Evitar un eventual fortalecimiento del discurso neoliberal que se valga de un error -garrafal, pero error, al fin y al cabo- para volver con el latiguillo de la ineficiencia del Estado.

Lejos de un debate honesto, los medios hegemónicos ya salieron a buscar culpables. Y es previsible que sigan martillando el sentido común con el discurso de la anti política, tan funcional a la oposición para hacer política. Una eventual disparada de contagios de coronavirus -que ojalá no suceda, aunque sería un milagro después de las imágenes que se vieron el viernes- incentivará una comparación trágica con los países neoliberales que desmantelaron sus sistemas de salud y hoy pagan con miles de muertes esas decisiones.

Hay que mantener el debate en sus ejes: no somos lo mismo que esos gobiernos que no tienen ni cómo levantar a sus muertos de las calles. Quienes nos dejaron sin Ministerio de Salud fueron los neoliberales.

Tenemos que aprender del tremendo error cometido para demostrar que no somos lo mismo. Debemos resolver de una buena vez cómo terminar con las filas interminables que hacen nuestros jubilados a la intemperie, a veces con frío, otras con calor, sin hidratación ni baños públicos. Hay que obligar a los bancos a colaborar -no solo en la excepcionalidad de la emergencia- en la descentralización y eficientización del pago a jubilados; planificar, junto a universidades y empresas de tecnología, la educación digital de la tercera edad; avanzar en la bancarización de la población.

Estas medidas -entre muchas otras- son más necesarias que la eventual renuncia de un funcionario. Porque la política muchas veces se equivoca, pero es la única que va a resolver los problemas de una sociedad.

Hay que evitar caer en la trampa que plantea que todos los políticos son iguales y no sirven para nada, porque ese argumento, repiqueteado por los medios hegemónicos, es el lenguaje de los grupos económicos concentrados.

Ellos, los dueños del poder real, les piden a los políticos se bajen el sueldo mientras viajan al exterior, burlan la cuarentena, despiden trabajadores o aumentan los precios en medio de la pandemia.

Son ellos, no los políticos, los que consideran que la gente común -incluidos los jubilados que ahora dicen defender- son tan descartables como un barbijo en tiempos de cuarentena.

Federico Vaca Narvaja
- Estudiante de Sociología -