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Denuncian abuso policial en San Luis
Más muertos en comisarías que por el coronavirus
Foto: En Villa Mercedes, el intendente decretó un insólito toque de queda a partir de las 20.
Villa Mercedes, la segunda ciudad de San Luis, impuso un virtual toque de queda desde las 20. Además de inconstitucional, la medida potencia el abuso policial. En esa ciudad y en otra localidad próxima, ya hubo dos casos de extraños “suicidios” en comisarías.
Publicada el en Crónicas

Son las 19,58 del lunes 13 de abril. Por la ventana veo pasar unos pocos autos y motos que circulan a una velocidad más elevada de lo normal, con prisa. De los árboles se desprenden las primeras hojas amarillas, que caen con la lentitud del tiempo en cuarentena. El vacío de las calles y la ligereza del tránsito recuerdan las horas previas de Navidad, que vacían las arterias de asfalto para la rápida circulación de los que siempre llegan tarde. Miro de nuevo la hora y, antes de que mis ojos lleguen al celular, un sonido agudo e intenso comienza a brotar de alguna parte, como un grito tímido que se transforma en un pedido de auxilio desaforado.  Me aturde y me produce una especie de escalofrío en el cuerpo. Intuyo que es porque uno genera un registro previo que asocia el sonido atronador de las sirenas con alguna catástrofe inminente o situaciones de excepcionalidad.

Pero son los Bomberos Voluntarios y Defensa Civil los encargados de hacer sonar las sirenas, que sirven como “alerta de recordatorio” para que nadie salga de sus casas a partir de las 20, excepto trabajadores de rubros autorizados. Desde el 13 de abril, todos los días a la misma hora, suenan las sirenas y los móviles de Control de Tránsito de la Municipalidad, que, junto a patrulleros de la policía provincial, salen a recorrer las calles.

Villa Mercedes es la única ciudad de la provincia que decidió adoptar la drástica medida.

Desde esa fecha y con precisión de relojería suiza, todos los días a las 20,05 una camioneta de Tránsito pasa a toda velocidad por el frente de mi casa, haciendo sonar sus sirenas y tiñendo de naranja por algunos segundos el frente de las casas del barrio.

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“Escuchar las sirenas me produce angustia, porque hay sensibilidades que todavía están flotando en nuestro país. Y me parece que es un método con poco tacto, porque nos dicen todo el tiempo que buscan bajar el pánico o el miedo, pero ponen sirenas para que no salgamos de nuestras casas”, me dice una amiga en un audio de WhatsApp, después de preguntarle cómo vive la situación.   

El virtual toque de queda surgió después que la policía de la provincia detuviera a 40 personas en una fiesta clandestina. La idea, según el gobierno municipal, es evitar que las personas circulen luego de las 20. Una explicación poco convincente puesto que a las 20 todos los locales cierran y, antes de la medida, toda persona que fuera encontrada en la calle después de ese horario y no estuviese dentro de las categorías exceptuadas, era demorada. En la provincia y en cualquier parte del país.

“Es una medida equivalente a un toque de queda, que otorga una relevancia inusitada al control por las fuerzas de seguridad, con todo lo que ello significa para la historia reciente de nuestro país, poniendo en evidencia que quienes toman estas medidas represivas, punitivistas y disciplinarias, suponen que serían las más adecuadas para la prevención de una situación de emergencia sanitaria”, dice la Carta Abierta que firmaron en conjunto diferentes  organizaciones y partidos políticos de la ciudad. El comunicado, dirigido al intendente Maximiliano Frontera, circuló por redes sociales y WhatsApp y estaba firmado por el Frente de Todos, el PC, Estudiantes de la Universidad Nacional de Villa Mercedes, la Comisión Organizadora de la marcha del orgullo disidente y Artistas Independientes VM, entre otras organizaciones

Las palabras del comunicado no son exageradas. San Luis tiene más muertos en comisarias que por coronavirus desde que comenzó la cuarentena.

El domingo cinco de abril a la mañana, Florencia Magalí Morales, de Santa Rosa del Conlara (localidad ubicada al norte de la provincia), salió de su casa en bici para hacer las compras del día. En el trayecto, un patrullero la frenó para constatar su número de DNI (los terminados en números pares salen lunes, miércoles, viernes y domingo, y los impares los días restantes). Como era domingo y su número final de documento era impar, la demoraron. El lunes 6 de abril, a las dos de la madrugada, la policía del lugar les comunicó a sus familiares que la habían encontrado ahorcada en la celda, con el cordón del buzo que tenía puesto. La autopsia determinó como causal de fallecimiento “asfixia mecánica”.

Sin embargo, el informe del forense Gustavo Lafourcade Durán no daba detalles de cómo se encontraba el cuerpo.  Santiago Calderón Salomón, abogado de la familia Morales, al notar la irregularidad pidió una ampliación de la autopsia. En el nuevo informe aparecieron lesiones que no habían sido incluidas en el primer documento: hematomas en la muñeca y el antebrazo izquierdo, además de escoriaciones debajo de las rótulas de las rodillas. Salomón dijo que son heridas “compatibles con autodefensa”.

Otro de los puntos que genera sospechas es la manipulación del cuerpo de Florencia. El oficial de Criminalística, Ramón Cardetti, y el médico que llegó a la comisaria, encontraron el cadáver en el piso. “Nadie lo vio colgado. Si lo estuvo, tenemos que saber quién lo movió”, le dijo Lafourcade Duran al sitio web El Chorrillero (https://elchorrillero.com/nota/2020/04/30/204153-muerte-en-una-comisaria-el-cuerpo-de-florencia-morales-tenia-lesiones-compatibles-con-autodefensa/amp/)

El otro caso fue en la ciudad del toque de queda. El viernes 24 de abril, Franco Gastón Maranguello fue detenido en la entrada del barrio 960 Viviendas, cerca de las 19. El informe policial dice que a Franco, de 16 años, le secuestraron dos cuchillos y estaba sin DNI en la vía pública, por lo que decidieron trasladarlo a la Comisaria del Menor. A las 22,45 llegó a la comisaría su mamá, Sandra Bravo, que recién salía de trabajar. “Cuando estoy firmando los papeles para retirarlo, empiezo a ver que entran y salen varios policías de la parte de las celdas. Me tuvieron hasta las tres de la mañana sin decirme nada, yo veía mucho revuelo, incluso llegó la ambulancia de la morguera. Hasta que una psicóloga me dijo que a mi hijo lo habían encontrado ahorcado con su remera”, recuerda la madre del menor, con la voz entrecortada. Fue la pareja de su hijo quien entró a reconocer el cuerpo, que estaba en una celda oscura, fría y llena de charcos de agua. “Franco no tenía las zapatillas y algunos policías alumbraban con la linterna de sus celulares para que mi nuera reconociera el cuerpo”, agrega Sandra.

La autopsia indicó que la causa de la muerte fue “asfixia por ahorcamiento” y que el cuerpo no presentaba signos de violencia, pero la versión de la familia es opuesta. “A mi hijo recién lo pude ver a las seis de la mañana, en la morgue del hospital. Tenía moretones en la cabeza, en la oreja izquierda y en los brazos. Él no estaba así cuando lo detuvieron, estoy segura”, asegura la madre. Y agrega un dato en el que no puede dejar de pensar: “A mi nuera le dijeron que se había orinado y defecado, pero el jean que nos entregaron no estaba sucio. No sabemos si estaba vestido o sin ropa cuando pasó eso, y las zapatillas no me las dieron nunca”.

“Hace cinco meses mi hijo tuvo un intento de suicidio, fue después que falleciera su abuela, todos estábamos muy mal. Yo quiero saber si fue un suicidio o no, pero en cualquiera de los casos la responsabilidad es de la policía. Lo tiraron al fondo, a oscuras como un perro. Las personas que ingresan ahí son menores, por lo tanto tienen que tener toda la vigilancia posible, esos lugares no están adaptados para que estén demasiado tiempo. Pero las sospechas no me las saca nadie, voy a seguir hasta el final porque no creo que mi hijo se haya ahorcado con una remera manga corta. Hace unos días, la policía agarró a otro chico del barrio con síndrome de Down y lo dejó todo golpeado, la cara destruida. Y su madre tiene miedo de hacer la denuncia porque después vienen al barrio a buscar venganza”, dice Sandra al final de la entrevista telefónica.

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Mientras termino de escribir esta nota, la sirena vuelve a sonar, una vez más, una noche más. Me levanto del escritorio y abro la ventana para ver el rally de la camioneta de Tránsito de la Municipalidad. Siempre adivino su llegada porque la sirena se escucha con anticipación y se observan los destellos naranjas. Pero esta vez el resplandor que llega es azulado y el sonido de la sirena apenas diferente. La camioneta fue remplazada por un patrullero de la policía provincial, un Ford Focus último modelo, que traslada a dos uniformados con barbijos. Miran de un lado a otro, soberbios, como si disfrutaran del inesperado teatro de operaciones que los convierte en dueños de nuestras anchas calles.  

Esteban Viu
- Comunicador Social -