Los Macarrón lo hicieron de nuevo, decididos a llevar al plano mediático lo que temen podría ser una condena a cadena perpetua en tribunales. Esta vez fue Facundo, el hijo del imputado Marcelo Macarrón. Eligió el fin de semana en que se celebró el día del padre. Y apeló a un periodista conocido, al que supo confiarle varias “primicias” cuando estuvo imputado por el homicidio de su madre, Nora Dalmasso. En una “entrevista exclusiva” con Infobae, Facundo Macarrón, en su triple condición de ex imputado, hijo de la víctima y del único acusado del crimen, cuestionó al Poder Judicial de Río Cuarto y acusó al fiscal Javier Di Santo de haber actuado en base a prejuicios morales y sexuales.
Facundo no rompió el silencio por primera vez, como plantea falsamente la nota de Infobae, que no ahorra elogios al joven diplomático. Solo suma un nuevo capítulo a la estrategia planteada por los abogados de su padre, Marcelo Brito y Gustavo Libeau, de llevar al plano mediático lo que presumen será una parada extremadamente difícil en tribunales, cuando el traumatólogo deba enfrentar un jurado popular que deberá decidir si es o no el autor intelectual del homicidio de su esposa, como planteó en el pedido de elevación a juicio el fiscal Luis Pizarro.
Desde su nuevo lugar en el mundo, a trece años de su imputación y casi 14 del crimen de su madre, Facundo se presenta como víctima de una conspiración judicial contra su familia, que tuvo a dos de sus tres miembros acusados por el crimen de Nora Dalmasso. Una familia de tres miembros que en rigor suma igual cantidad de imputaciones, ya que su padre fue acusado primero como autor material y luego -cambio de fiscal mediante- como autor intelectual del crimen.
La “persecución”
“Facundo contó que no podría haber seguido en pie de no haber sido por el apoyo de su familia, fundamentalmente su hermana, su padre, sus abuelos y sus tíos, la contención de su pareja y sus grandes amigos. “Además del acompañamiento de la facultad y un invalorable apoyo psicológico y de mis excelentes abogados, hoy no hubiera podido seguir adelante, enfrentando ahora la acusación contra mi papá y la persecución que no terminamos de padecer como familia”. Lo que vivió como una persecución mediática y judicial le dejó una herida profunda. Mantiene un perfil bajo, prefiere no decir en qué ciudad vive en la actualidad y casi no hay fotos suyas recientes”, reseña el periodista, conmovido por la historia de vida del ex imputado que responde sus preguntas por mail. En la nota, sin embargo, se publica la misma foto que Facundo y su hermana habían enviado al diario La Voz del Interior en noviembre del año pasado. En la imagen aparecen Facundo, Valentina y Marcelo junto a “Nené” Grassi, la madre de Nora, que nunca ocultó sus sospechas sobre la presunta participación de su yerno en el crimen.
Por segunda vez en menos de un año y a casi 14 del crimen que debería juzgarse este año Facundo Macarrón se exhibe sin pudor en los medios de comunicación. El hijo de la mujer asesinada en su vivienda de Villa Golf la madrugada del 25 de noviembre de 2006 contesta por mail las preguntas del periodista Rodolfo Palacios, avezado cronista policial y autor de memorables reseñas de asesinos célebres como Arquímedes Puccio, Ángel Robledo Puch y Ricardo “Conchita” Barreda.
Con tanta experiencia en casos policiales, es extraño que Palacios haya omitido en su "entrevista" que Facundo Macarrón no fue la única víctima (procesal) del caso Dalmasso, aunque su imputación ciertamente haya sido tremenda. Y para poner en contexto la historia, es importante recordar que el enrevesado proceso judicial también tuvo como imputados a Rafael Magnasco y Gastón Zárate. El primero, caso único en el mundo, acusado de mantener una relación sexual con la víctima; el segundo, de haberla violado. Y a pesar de que la prueba genética excluía a Zárate de la escena del crimen, permaneció imputado “por las dudas” junto a Facundo Macarrón durante... ¡cinco años!. Son algunas de las tantas perlitas del cordobesismo judicial que siempre denunció esta revista: mantener varios años imputadas a dos personas que no se conocían entre sí, acusadas de asesinar a la misma mujer de maneras diferentes. Un despropósito. Uno más entre tantos cometidos por el vergonzoso Poder Judicial riocuartense.
Nada dice Palacios -ni su entrevistado- del diferente trato del Poder Judicial de Río Cuarto a los imputados según su condición social. A Facundo y a Magnasco, vecinos de barrios residenciales de la ciudad, los imputaron por “sospecha leve” y nunca los detuvieron; a Gastón Zárate, pintor de brocha gorda en el humilde Quintitas Golf, lo encarcelaron por los dichos de un testigo con problemas madurativos (su coeficiente intelectual equivalía al de un niño). Y de no ser por la espontánea pueblada protagonizada por miles de riocuartenses indignados -el “perejilazo”-, Zárate posiblemente hubiera sido condenado. O peor aún, “suicidado” en alguna oscura comisaría o en la cárcel local.
Tampoco menciona Facundo que, a fines del año pasado, a días de dar otra “exclusiva” -esta vez al diario La Voz del Interior-, él y su hermana Valentina cobraron la friolera de 240.000 pesos de indemnización, en cumplimiento de la sentencia que el Poder Judicial del cordobesismo impuso a este periodista, al que Facundo demandó por daño moral en 2007 junto a su padre y su hermana.
Es curioso: la Justicia del cordobesismo consideró que el “daño moral” sufrido por la familia Macarrón fue ocasionado por esta revista por describir las mismas irregularidades procesales que ahora, 13 años después, denuncia Facundo. Entre otras cosas, que su imputación respondió a la pésima instrucción de un fiscal complaciente, dubitativo, prejuicioso y amigo del poder.
Es oportuno recordar que Javier Di Santo fue apartado del caso Dalmasso no por las críticas extemporáneas de Facundo Macarrón, sino por la presentación que este periodista hizo como coordinador del Observatorio de Derechos Humanos de la UNRC. En esa presentación se demostró, entre otras cosas, que en los últimos dos años el único movimiento procesal de Di Santo había sido ordenar un juego de fotocopias del expediente… ¡a pedido de la defensa”. Ni Facundo, ni Valentina, ni Marcelo, ni sus abogados parecían inquietos por el grosero cajoneo del expediente.
En su cobertura del caso, esta revista reseñó que Di Santo acusó a un funcionario del gobierno provincial de haber sido “amante” de la víctima en base a rumores y chimentos y que la acusación era tan endeble que en la requisitoria fiscal ni siquiera se mencionaba que la hubiera asesinado. Y que el mismo fiscal acusó a un perejil de violar y asesinar a Nora Dalmasso en base a prejuicios sociales y la inconfesable presión del vocero y abogado del viudo, Daniel Lacase. El mismo que, como sabríamos después, pagaba de su pecunio la estadía de la comisión policial enviada desde la capital provincial para cerrar el caso inculpando a un perejil.
Homofobia
“Mi imputación también tuvo una clara motivación desde el peor de los prejuicios que lamentablemente al día de hoy subsiste en algunos despachos de los tribunales: como un acto de homofobia, pensar que por mi sexualidad ‘había algo raro'. Si no era yo, era mi ambiente gay, con supuesta tendencia hacia el delito. Fácil de explicar en una sociedad que para ese entonces no era tan abierta o comprensiva como es hoy”, acusa Facundo en Infobae. Y realmente fue así: esa fue la hipótesis -a todas luces fallida- del fiscal Di Santo.
Lo que Facundo omite es que fue su tía Silvia Macarrón quien salió a cruzar la hipótesis del fiscal y reveló su homosexualidad al aire en Canal 13 de Río Cuarto. Lo hizo durante una entrevista en estudios, en vivo, con la periodista Vanina Cacace. Y su intención era desacreditar la hipótesis fiscal sobre el supuesto enfrentamiento entre Nora y Facundo por la inclinación sexual del primero. Fue la mentira de la tía Silvia, que no le sirvió para revertir la imputación, la que expuso la intimidad de Facundo ante miles de televidentes, que pronto se convirtieron en millones.
Esta revista, como lo hicieron todos los medios de comunicación del país, publicó que el fiscal Di Santo imputó a Facundo Macarrón por abuso sexual y homicidio en base a una hipótesis vinculada a su condición de homosexual, por entonces reprimida y ocultada a su familia. Y más allá de sus prejuicios sexuales, el fiscal incluyó en su acusación la prueba más contundente que aún hoy tiene la causa: el ADN recogido en la escena del crimen y el cuerpo de la víctima.
La historia es conocida: el Ceprocor determinó que esas pruebas genéticas pertenecían al “linaje Macarrón” y el FBI, cinco años después, les puso nombre propio. Fue la misma prueba genética que introdujo a Facundo en la causa la que lo liberó. Apenas leyó el expediente, el nuevo fiscal del caso, Daniel Miralles, imputó por la autoría del crimen al verdadero donante del ADN: el viudo Marcelo Macarrón.
Facundo Macarrón tenía 19 años y era estudiante de Derecho en la Universidad Católica de Córdoba cuando fue imputado como supuesto autor del crimen de su madre. Hoy tiene 32, es abogado, se especializó en Francia y Estados Unidos y logró que la Cancillería argentina -durante la gestión del inefable Jorge Faurie- abriera las puertas de su carrera diplomática en un destino inmejorable: la embajada argentina en El Cairo, Egipto.
El flamante diplomático recuerda con amargura sus tiempos de imputado y hoy sale a defender la inocencia de su padre, único acusado por el crimen de su madre. “Más allá de destruir mi juventud -insistió Facundo en Infobae-, lo que hizo el fiscal Di Santo y el aparato judicial que lo respaldó fue intentar matarme socialmente. No les alcanzó con dejar impune el crimen de mi madre, quisieron matar a su hijo no solo por facilismo en resolver la causa sino por una marcada y explícita homofobia institucionalizada al menos en la fiscalía de este fiscal. Fue tal la cobardía de la justicia, que me tuvieron más de 5 años dependiendo de un análisis genético que se hiciera en el exterior, sin dejarme salir de la provincia al principio y luego del país, sin poder continuar normalmente con mis estudios ni con mi proyecto de vida. Nunca los escuché pedir disculpas, ni creo que les interese hacerlo”.
Matar al mensajero
Facundo tuvo -y tiene- todas las herramientas institucionales para denunciar esta situación. Que, como abogado, conoce perfectamente. Pero no hizo nada. Cuando fue desincriminado de la causa, anunció que se constituiría en querellante. No lo hizo. Tampoco pidió el juicio político del fiscal Di Santo. Ni lo denunció por homofobia al INADI. En cambio, acompañó la demanda por daño moral que me hizo su padre. Y cobró la jugosa indemnización que la corporación judicial me obligó a pagar, pese a que la sentencia no está firme porque apelamos a la Corte Suprema de Justicia de la Nación. Era más fácil matar al mensajero que dar la pelea en tribunales.
“Defenderme de una hipótesis tan ridícula como macabra -insistió Facundo en Infobae-, que el fiscal mantenía a la par con otras totalmente distintas, no fue difícil no solo porque caía por su propio peso, sino porque siempre tuve en claro quién era yo: eso quedó demostrado en las más de 9 horas de declaración indagatoria de esa fría noche, donde hubo más bien un cuestionamiento hacia el fiscal y el mamarracho de investigación que estaba haciendo, y un pedido de justicia por mi mamá. Lo difícil fue sobrellevar esos años imputado y recuperar mi vida. En eso el profesionalismo y la calidez humana de mi psicóloga y de los abogados Marcelo Brito y Gustavo Liebau, que me tomaron como a un hijo, fueron determinantes para ayudarme a reencauzar mi vida”.
Brito y Libeau son los mismos abogados que demandaron a esta revista para silenciarla y ahora reclaman honorarios exorbitantes, pese a que su demanda se fue desinflando en las distintas instancias recursivas hasta excluir a Marcelo Macarrón del beneficio indemnizatorio. Ni el rancio espíritu de cuerpo del Tribunal Superior de Justicia alcanzó para avalar el descaro de cuatro magistrados de Río Cuarto -la jueza Rita Frayre de Barbero y tres camaristas-, que ordenaron en su momento indemnizar a quien hoy es el único imputado por el crimen de Nora Dalmasso.
“Por encima de todo -le escribió Facundo a Palacios- me ayudaron los valores con los que mi mamá y mi papá nos criaron a mí y a mi hermana: el amor, la humildad, resiliencia ante la vida y perseverancia en lograr lo que nos planteamos. Nunca fuimos una familia disfuncional como trataron de marcarnos, sino totalmente normal y marcada por una desgracia que hoy sigue impune. El hecho de pensar que hoy logré recibirme y dedicarme a la vocación que siempre compartí con mi mamá me reconforta y me da fuerzas para salir adelante, luchando contra la injusticia”.
No fue una desgracia, Facundo. Ni fue deceso, muerte o fallecimiento, como escribieron tus abogados en la demanda que me hicieron y en todas y cada una de sus ampliaciones. Fue un crimen alevoso y cobarde. Un homicidio premeditado, limpio, sin forzamiento de ventanas o cerraduras, cometido por el asesino con sus propias manos y el cinto de la bata de la víctima.
“Lo más fácil y sin importar cual es la verdad es ir en contra de la familia (hubo tristes episodios de la historia judicial argentina, como los crímenes de María Marta García Belsunce y Natalia Fraticcelli), y si no pudieron conmigo van por mi padre, contra quien, si después de dos años no pueden armarle una causa como autor material, entonces se la arman como autor intelectual. Probar lo abstracto es siempre más fácil, aunque no existan pruebas las pueden inventar. Ojalá esta triste saga termine de una vez y nos dejen, como familia, llorar a mi madre en paz”, concluyó el joven diplomático en su generoso reportaje en Infobae.
Eso pide hoy Facundo Macarrón: que lo dejen llorar a su madre. Y que dejen -dejemos- en paz a su familia. No pide Justicia. Nunca lo hizo. Ni él, ni su familia.
El crimen de Nora Dalmasso sigue impune.