Las sociedades se construyen desde las definiciones que cada ciudadano crea en su interior. La fuente de estímulo de los últimos veinte años fue siempre en una sola dirección: el consumo. Un consumo que terminó deshumanizando a la sociedad.
Desde que comenzó la pandemia, el miedo a perder todo en unas semanas muestra la fragilidad y vulnerabilidad del sistema, que incluye tanto al micro emprendedor como a la empresa multinacional. Nadie se salva solo. Ni los Estados populares ni las economías de mercado. Todos han caído en el tobogán de la recesión.
¿Cuál es la salida? Dependerá de cada uno de nosotros. De la cultura ciudadana y el respeto al otro. Llegará la vacuna, pero no será el remedio definitivo, sino apenas una herramienta. Porque hoy es el Covid 19, pero mañana será otro virus, y pasado otro.
La pandemia ha puesto en evidencia que la especie humana tendrá que desarrollar nuevas capacidades para la supervivencia. Para combatir –y convivir- con nuevas pestes, debemos apostar a la cultura y la educación de nuestras comunidades.
El planeta se regenera y la especie humana deberá evolucionar hacia otro sistema de vida, que respete el medio ambiente y propugne una economía sustentable, sin pobres, indigentes ni aglomeraciones urbanas. Se necesitará de Estados responsables que se comprometan con una administración racional de los recursos para enfrentar la “nueva normalidad”. Pretender volver a lo conocido es una utopía.
El otro día me preguntaron en la fila del banco (guardando la distancia social):
- ¿Qué promoción de viajes tienes?
Y me di cuenta de que, pese a la gravedad de la pandemia que vivimos, algunos todavía no entendieron nada.