No son tiempos fáciles para nadie. Tampoco para la dirigencia política. En medio de una pandemia que provocó una catástrofe sanitaria y económica en todo el mundo, Río Cuarto se prepara para votar a quienes deberán continuar el combate contra el virus y gobernar la ciudad de la pospandemia, que llegaría recién el año próximo, cuando la ciencia logre fabricar la esperada vacuna que allane el camino de vuelta a la normalidad.
Luego de dos obligadas postergaciones motivadas por la pandemia, la Junta Electoral Municipal puso en marcha esta semana el nuevo cronograma electoral, que debería culminar el 29 de noviembre con la elección del nuevo intendente, 19 concejales y cuatro tribunos de cuentas.
Repuesto Gabriel Abrile de su convalecencia en Córdoba -donde estuvo internado por haberse contagiado de coronavirus-, los ocho postulantes a la intendencia de Río Cuarto se aprestan a retomar una campaña proselitista que debieron interrumpir en dos oportunidades y que nadie les garantiza que esta vez llegue a su fin. Son, por capricho del destino y efecto de la pandemia, protagonistas involuntarios de la campaña electoral más larga de la historia de la ciudad. ¿Cómo afectó esta situación a cada uno? ¿Cómo seducirán a un electorado que no tiene hoy entre sus prioridades elegir al próximo intendente?
La campaña requerirá mucha imaginación y estará condicionada por la evolución de los contagios de coronavirus en la ciudad. Hasta ahora, la mayoría de los candidatos han optado por volcar sus propuestas en las redes sociales, pero ninguno parece haber logrado perforar la apatía de una sociedad que se debate entre la preocupación, el hartazgo y la incertidumbre ante la prolongación indefinida de una situación angustiante.
Uno de los más perjudicados por la de pandemia es el intendente -con mandato prorrogado por un acuerdo político- Juan Manuel Llamosas. En marzo, las encuestas le adjudicaban al candidato de Hacemos por Córdoba una abultada diferencia. Por aquél entonces el eje de la campaña pasaba por la evaluación de su gestión y la obra pública realizada. Pero la irrupción del coronavirus desgastó su figura por acompañar las políticas de restricción en una ciudad que estuvo casi cien días sin contagios. La oposición le reprochó falta de liderazgo y fortaleza política para tomar decisiones por fuera del COE.
Pese a la aparente caída del intendente en la consideración popular, tampoco la oposición parece haber logrado achicar las diferencias. El candidato de Juntos por Río Cuarto, Gabriel Abrile, lleva casi un año de campaña sin lograr articular al menos una idea que le permita posicionarse como una opción real de poder en la ciudad. Fue tan mala su performance comunicacional en estos meses que incluso se especula que una campaña tan mal hecha -con errores de ortografía y plagios groseros- en realidad fue la forma de instalar a un candidato todavía desconocido para las grandes mayorías. Para posicionarse como opositor al peronismo, el médico Abrile -que además es jefe de terapia intensiva en Rio Cuarto- participó alegremente de las marchas anticuarentena, con el previsible epílogo de su internación en un hospital privado… de la ciudad de Córdoba.
Pablo Carrizo, el fundador del partido Respeto, fue la vedette de las últimas elecciones y el trabajo político de sus concejales y tribunos parecía encaminarlo a consolidar su presencia en el escenario político de la ciudad. Su carisma y su prédica anti política invitaban a soñar con ampliar la adhesión del electorado que reniega de los políticos tradicionales. En tiempos de pandemia, ¿quién mejor que él para capitalizar el descontento social? Sin embargo, su divorcio con el ala feminista del partido y la denuncia de su ex compañera por violencia de género lo obligaron a reinventarse. Hoy su mayor preocupación es que la campaña electoral no lo encuentre sentado en el banquillo de los acusados, aunque el timorato Poder Judicial de Río Cuarto haya dejado clara su intención de no perjudicar su carrera política.
Completan la grilla. en representación de un espacio progresista, el candidato de Riocuartenses por la Ciudad, Eduardo Scoppa -el radical díscolo que supo abrevar en las filas del ARI de Elisa Carrió hasta que la verborrágica diputada se alió con Maurizio Macri-; la candidata del Frente de Izquierda Guadalupe Fantín; y la postulante de Respeto, Lucía De Carlos, que se presenta como la contracara de Carrizo y apuesta a retener al menos el voto feminista del espacio.
Por la derecha tradicional se presentan Mario Lamberghini (Partido Libertario) y Marcelo Ljubich, de la tradicional Unión de Centro Democrático (UCeDé), que no parecen mover el amperímetro con sus previsibles propuestas de recortar el gasto público, a contramano de lo que exige la crisis sanitaria que transita el país y el mundo.
Los comicios en Río Cuarto serán el primer test electoral en una ciudad importante desde que Alberto Fernández asumió la presidencia y su resultado tendrá una inevitable proyección nacional. También será la primera elección en pandemia y como tal se convertirá en caso testigo con vistas a los comicios legislativas de medio término, previstos para octubre del año próximo.
El protocolo aprobado por la Junta Electoral Municipal para el día de la elección prevé la ampliación de la cantidad de centros de votación (se pasarán de 32 a 49 escuelas), la reubicación de los votantes para que no deban trasladarse más de diez cuadras de su domicilio, la restricción en la cantidad de electores por mesa y el uso estricto de las medidas sanitarias vigentes: uso de tapabocas, distancia social y desinfección permanente de los centros de votación. Si estas medidas alcanzan para que la gente se arriesgue a concurrir a las urnas para elegir a sus representantes se develará recién el 29 de noviembre, aunque los pronósticos tampoco son demasiado alentadores.