En 1983 la Universidad de Mar del Plata convocó al Primer Encuentro de Federalismo en Televisión, organizado por Juan Palmegiani y Cristina Botinelli, dos periodistas del Canal 10 de esa localidad. Allí acudieron representantes de canales de televisión del interior durante dos años consecutivos a mostrar sus producciones. El tercer encuentro, en 1985, se realizó en la Universidad de Tucumán. Ocurrieron entonces dos cosas relevantes. La primera fue que quienes venían asistiendo a los encuentros decidieron institucionalizar el espacio con la creación de “Argentina en Comunicación”, una agrupación que comenzó a trabajar por la federalización de la comunicación, especialmente en el ámbito televisivo[i]. El segundo hecho relevante fue la organización de la muestra “La TV que no vemos”, que consistió en la emisión de algunas producciones provinciales en los canales 9 de La Rioja, 10 de Tucumán y 4 de La Plata. Según publicaciones de la época, se pudieron ver producciones de ficción de Tucumán, como la adaptación de la historieta Cabo Savino, reportajes sobre la selva misionera hechos en esa provincia, y documentales sobre la guerra del Paraguay y el fusilamiento de Dorrego, realizados en el interior de la provincia de Buenos Aires. Era la primera vez que circulaban entre provincias contenidos producidos por equipos que no eran de Capital Federal.
Otros esfuerzos por visibilizar el interior desde las provincias continuaron desde ese mismo núcleo conformado por periodistas, académicos y organizaciones sindicales. Varios de los integrantes de Argentina en Comunicación eran miembros de canales de televisión de los gobiernos provinciales, y conformaron la AMEC: Asociación de Medios Estatales de Comunicación. Desde allí impulsaron la creación de un Noticiero Federal en ATC, que marca un antecedente notable en la televisión argentina.
Arturo Cavallo, quien fuera el principal productor de noticias de ATC, recuerda que estaba realizado “con conductores rotativos de provincias gobernadas por el peronismo” y que “pese al descrédito que se heredó en el canal producto de la gestión militar, éramos regularmente citados como fuente de información por medios de alcance nacional como Clarín”[ii]. En 1988 se realizó en ATC un encuentro para debatir una posible reforma de la Ley de Radiodifusión. Allí el investigador de la Universidad de Comahue, Andrés Dimitriu, se refirió con disgusto a aquella experiencia: “Una muestra de la esquizofrenia que vivimos se hace patente en ATC: por la mañana el Noticiero Federal y por la tarde el Noticiero Nacional”. Lo nacional era Buenos Aires, y las provincias parecían seguir siendo una entidad que estaba simbólicamente definida en algún otro lugar.
Pero el proyecto del Noticiero Federal duró poco. Martín García, uno de sus impulsores, explica que “se aborta porque el radicalismo que conduce Canal 7 no acepta un productor periodístico designado por los canales de TV de las provincias gobernadas por el peronismo, que trabaje junto al productor designado por el gobierno nacional”[iii].
El productor peronista era el propio García, que junto con Rafael Follonier –por entonces representante de Canal 3 de La Pampa– ofreció una conferencia de prensa frente al canal para informar sobre las diferencias políticas que impidieron darle continuidad al espacio.
Durante la campaña para las elecciones presidenciales de 1989, varios de los peronistas que habían sido desairados por la conducción de Canal 7 se unieron en el Espacio Audiovisual Nacional, que condujeron el propio García y Luís Durán, consultor político y asesor de Carlos Menem en la campaña presidencial del ´89. Formaron parte de ese grupo el realizador tucumano Eduardo Vallejo, el músico Chango Farías Gómez, el periodista Eduardo Blaustein y el cineasta e investigador Octavio Getino. Varios de ellos fueron funcionarios en la primera etapa de gobierno menemista. Sin embargo, se alejaron al poco tiempo, al ver que el perfil que se imprimió a las políticas vinculadas a los medios de comunicación y las industrias culturales estaba lejos de la visión más igualitaria y popular por la que habían pujado durante la década que terminaba.
En la Argentina neoliberal no había lugar para aquellas organizaciones, que rápidamente se disolvieron. Y aunque no tuvieron mayor éxito, también hubo iniciativas vinculadas al sector privado. Entre 1994 y 1996 funcionó el Canal Federal, una señal de cable con base en Capital Federal que emitió algunos contenidos producidos en las provincias, y tenía bases en San Juan y Santa Fe. En 1996 Julio Maharbiz fundó Argentinísima Satelital, una señal dedicada al folclore, el tango y la música popular. Desde 2009 el canal empezó a agregar producciones informativas, entre ellas un Noticiero Federal de una hora diaria que hasta hoy se nutre de material enviado desde las provincias. El canal, sin embargo, nunca llegó a estar entre los más vistos ni a marcar agenda.
Legislación y políticas públicas
El debate crítico sobre el sistema de medios no se recuperó seriamente hasta el 2003, cuando empezó a conformarse la Coalición por una Radiodifusión Democrática, que elaboraría los 21 Puntos por el Derecho a la Comunicación en los que se basó la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual en 2009, que expresaba algunos avances en términos de federalización.
Los objetivos de la ley están expresados en el artículo 3, y el segundo de ellos es “la promoción del federalismo y la Integración Regional Latinoamericana”. Los artículos 15 y 16 refieren a la creación del Consejo Federal de Comunicación Audiovisual, integrado por representantes del Estado, las universidades nacionales, las organizaciones sociales y un miembro referente del campo de la comunicación por cada provincia, para asesorar al gobierno en temas de políticas, concursos y eventos. El artículo 89 establece niveles mínimos indispensables de producción local: 30% para los canales de televisión abierta, más un cupo entre el 30% y 10% de producciones independientes, según la cantidad de población del lugar donde funciona el canal. Para las radios el mínimo es de un 50% de producción propia. En ambos casos se debe incluir informativos locales. Además, se reservan para los Estados provinciales una frecuencia de radio AM y una señal de televisión abierta, una frecuencia de FM para los gobiernos municipales, y una señal de televisión para las universidades nacionales.
El título X de la ley, sobre determinación de políticas públicas, establece en su artículo 153 que estas deberán “promover el desarrollo de la actividad con una orientación federal, que considere y estimule la producción local de las provincias y regiones del país”. Fue a partir del enunciado de este artículo, que se motorizaron algunas de las políticas más innovadoras en pos de la federalización de la comunicación. A partir de ahí, tres actores promovieron políticas relacionadas con la federalización de la comunicación: el Ministerio de Planificación Federal, la Secretaría de Políticas Universitarias (SPU), y el Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales (Incaa), con distintos resultados y grados de articulación.
Desde el Ministerio de Planificación Federal se lanzó en 2010 el Programa Polos Tecnológicos Audiovisuales, con el objetivo de instalar y fortalecer las capacidades para la producción de contenidos para la televisión digital, haciendo base en las universidades. Se dividió al país en nueve polos[iv] cada uno con una universidad pública con la misión de articular entre las organizaciones sociales, las productoras audiovisuales independientes y los canales locales para avanzar en la producción de contenidos. El programa tuvo resultados diferentes en cada polo, debido a las complejidades particulares de cada región. A pesar de ello, se lograron producir algunos programas que comenzaron a verse a partir de 2013 en las pantallas provinciales. Magazines, programas periodísticos y algunas ficciones con hincapié en la cultura local ya han sido emitidos, casi siempre en las propias provincias de origen.
Con miras a fortalecer los medios de las universidades, en 2014 la SPU creó 400 nuevos cargos para los medios universitarios e incluyó 500 mil pesos anuales para cada presupuesto destinado a la producción de contenidos audiovisuales y radiales. Algunos ellos fueron emitidos en las pantallas de los medios públicos de Buenos Aires y distribuidos por emisoras universitarias de todo el país.
El Incaa lanzó concursos para películas y series de televisión de documental y ficción con cupos por región, que han aumentado las posibilidades de los realizadores locales de financiar y visibilizar sus proyectos.
Los contenidos producidos en el marco de estas políticas de financiamiento comenzaron a reunirse en el Banco Audiovisual de Contenidos Universales Argentinos (Bacua) donde estuvieron disponibles como material de libre acceso y distribución gratuita para los canales de televisión de todo el país. Hacia mediados de la década pasada, el Bacua contaba con más de 700 producciones, que sumaban 3.000 horas de contenidos generados en distintos puntos del país y permitieron la creación de 1.200 nuevos empleos en el sector.[v]
Durante este período también se creó una Asociación de Televisoras púbicas que desarrollaron algunos contenidos como el Panorama Argentino, que reunía noticias y reportajes diarios emitidos en las distintas provincias. Se difundió por Canal 7, pero no llegó a perdurar.
Y podemos hacer párrafo aparte para el Instituto Nacional de la Música, creado en 2012 para el fomento y la promoción de la actividad musical en el territorio, que ha ayudado a la consolidación de más de 3.000 proyectos de músicos solistas y bandas de todo el país, con una clara perspectiva federal[vi].
¿Qué falló?
La llegada del macrismo en 2015 significó un retroceso en materia del derecho a la comunicación en general y a la federalización en particular. Se vaciaron los medios públicos, se redujo y en muchos casos se suprimió la producción de contenidos locales en las sedes provinciales de Radio Nacional, se redujeron los fomentos y hubo retrasos en el pago de los que estaban vigentes, se restringió el acceso al Bacua y se disolvió el Consejo Federal de Comunicación Audiovisual. Se reguló a favor de los grandes grupos concentrados. Se organizaron algunos foros semipúblicos para discutir una nueva ley de comunicaciones que se prometió al momento de derogar parcialmente la ley vigente, y que nunca se concretó.
Pero lo cierto es que hasta ese año en que comenzó el desguace, aún con legislación y políticas públicas que apostaban a la federalización, se presentaron muchos obstáculos y no se terminó de aprovechar la oportunidad. ¿Qué aspectos fallaron?
En primer lugar, hubo falta de coordinación entre los agentes del Estado, superposición de roles, tareas y ejecución de programas.
En segundo lugar, la capacidad de respuesta de las organizaciones sociales y medios sin fines de lucro fue muy dispar en el territorio: la cantidad y calidad de las producciones varió mucho entre provincias, y ciertas organizaciones con más rodaje y experiencia en gestión concentraron fondos de fomento en desmedro de otras menos preparadas[vii].
En tercer lugar, pesó la resistencia de los medios concentrados locales: algunos se negaron a ceder espacio en sus pantallas para poner las producciones generadas a través de las políticas públicas, y el Estado no pudo –o no quiso– exigir que se cumplieran las cuotas de producción local, propia e independiente. Además, en algunas provincias el lobby empresarial local en Buenos Aires –esquivando los gobiernos provinciales y las delegaciones locales de Afsca– logró evitar la licitación de nuevas señales de televisión o la asignación de licencias para medios públicos provinciales, municipales y/o universitarios.
Hoy estamos en un nuevo contexto, donde se vuelve necesario repensar la pregunta a la luz de esta experiencia: ¿Qué significa federalizar la comunicación?
Podemos decir que es un trabajo en dos niveles.
Primero se necesita aumentar la capacidad de producción en las provincias. En esa tarea la distribución equitativa de pauta oficial es una línea, pero es sólo una parte. Esto deberá complementarse con otros subsidios y capacitaciones pensados estratégicamente y con un conocimiento cabal de las realidades locales y sus dinámicas particulares. Las provincias son heterogéneas y presentan hacia su interior distintos niveles de concentración y luchas internas de poder. En casi todos los casos hay grandes empresas concentradas asociadas directa o indirectamente a los Estados provinciales, que no siempre son defensores o garantes del pluralismo y la diversidad.
Por otra parte, las experiencias con los medios privados que han intentado crecer desde las provincias nos muestran evidencias que es necesario tener presentes. La asociación de canales de las provincias en la privatización de Canal 11-Telefé en la década del 90 y el crecimiento del Grupo Uno desde Mendoza hacia el control de medios gráficos, audiovisuales y servicios de telecomunicaciones en varias provincias, coinciden en un punto: su expansión, transitoria o sostenida desde la escala subnacional a la nacional, ha sido en términos de negocios, mas no en términos culturales. Ninguno ha llegado –ni se ha propuesto –visibilizar la diversidad de las provincias en la escala nacional. Distinto ha sido el caso de Cadena 3, que desde Córdoba se ha extendido a 14 repetidoras en todo el país e incluso es una radio muy escuchada en Buenos Aires, irradiando su propia agenda, cultura y sonoridad. No profundizaremos aquí en su línea editorial liberal y fundamentalmente de derecha, porque ese es otro tema.
En este contexto y frente a esta experiencia, son los medios públicos, sin fines de lucro y las organizaciones sociales asociadas con las productoras independientes las que pueden aportar más seriamente a la producción y difusión de contenidos para federalizar la comunicación.
Esto nos lleva al segundo aspecto: la necesidad de garantizar circulación, difusión y visibilización en todo el país de los contenidos producidos en las provincias. Porque no alcanza con producir. Las 3.000 horas de contenidos del Bacua son la muestra de ello. Hay que producir y difundir, hace falta marketing y generar conversación entre las audiencias sobre los contenidos producidos. Como hace Netflix con algunos contenidos líderes de sus plataformas o como han logrado hacerlo algunos grandes tanques del cine nacional. Es necesario que se escriban artículos y se difundan noticias sobre los contenidos provinciales en los medios nacionales más importantes, hace falta que se discuta sobre ellos en las redes sociales.
Hoy navegamos el presente aturdidos por un futuro que parece que llega más rápido de lo que podemos digerirlo. Pensamos la comunicación y los medios en la incertidumbre que nos presentan las nuevas tecnologías y sus efectos en la producción y consumo de bienes culturales. Es necesario recuperar allí la discusión sobre el federalismo, que parece una discusión del pasado, pero que necesita refrescarse y plantear nuevas ideas. Fortalecer la capacidad de producción simbólica descentralizada desde la diversidad del territorio nacional es uno de los caminos para garantizar la comunicación como un derecho humano.
En las provincias, donde los mercados son pequeños y la capacidad productiva está reducida, el Estado debe fomentar para dinamizar. La experiencia se ha hecho parciamente hasta ahí, pero ahora debe retomarse, fortalecerse y avanzar a una siguiente etapa. Una vez se produzca más y mejor en las provincias: ¿Cómo construimos nuevos circuitos de difusión y visibilización de esos contenidos? ¿Cómo articular esfuerzos con el sector privado más allá de las resistencias locales? ¿Se puede pensar en cuotas de pantalla para contenidos federales en los grandes medios públicos y privados de alcance nacional? ¿Se puede pensar en una plataforma de contenidos federales –como fuera el Bacua o es Contar– pero que dé más lugar y visibilidad a los contenidos de las provincias? ¿Cómo volver a los contenidos locales deseables e interesantes para las audiencias de todo el país? ¿Cómo hacerlos relevantes en un contexto de exceso de oferta de contenidos informativos y de entretenimiento? Estas preguntas, que no tienen respuesta aquí y ahora, quizás puedan ser un estímulo para imaginar el futuro.
Notas:
[i] Entre los socios fundadores de la organización se encontraban Martín García, Osvaldo Nemirovsci, Victor Schajovitsch, Sergio Fernández Novoa, Esteban Falcón y Eva Piwowarski, nombres que más adelante cobrarán un protagonismo notorio, durante el período del gobierno kirchnerista.
[ii] Post en la cuenta de Facebook de Arturo Cavallo del 28 de octubre de 2014. Consultado el 13 de enero de 2014.
[iii] García, Martín (2004) “El peronismo y su relación con los medios de comunicación”. Revista Peronistas. http://lacorameco.com.ar/imagenes/Martin_Garcia__Peronismo_y_medios_de_comunicacion.pdf
[iv] El Polo Centro, con cabecera en la Universidad Nacional de Villa María; Cuyo, con cabecera en la Universidad Nacional de Cuyo; Litoral, con cabecera en la UNER; Metropolitano, con cabecera en el Iuna; NEA, con cabecera en la Universidad Nacional de Misiones; NOA, con cabecera en la Universidad Nacional de Jujuy en conjunto con la Universidad Nacional de Tucumán; Patagonia Norte, con cabecera en la Universidad Nacional de Río Negro y la Universidad Nacional de Comahue; Patagonia Sur, con cabecera en la Universidad Nacional de la Patagonia Austral y a la Universidad Nacional Patagonia San Juan Bosco; y provincia de Buenos Aires, con cabecera en la Universidad Nacional del Centro.
[v] Todo el material del Bacua y sus cifras pueden verse en www.catalogo.bacua.gob.ar
[vi] https://www.inamu.musica.ar/
[vii] Como ejemplo puede tomarse esta investigación sobre el fomento audiovisual en el noroeste argentino, que muestra el modo muy diferente en que las organizaciones aprovecharon estas políticas en las provincias que componen la región. https://revistas.usc.es/index.php/ricd/article/view/4356