“Los que creen que el deporte no tiene nada que ver con la política,
o no saben nada de deporte o no saben nada de política”.
Ezequiel Fernández Moores
El puntapié inicial se dio el 17 de marzo de 2018, en la canchita de fútbol de lo que fue el campo de concentración de La Perla. Aquel día un grupo de exfutbolistas, reforzados con el excampeón mundial de boxeo Santos “Falucho” Laciar, participó de un “picado” bajo el lema “Cuidemos la memoria, construyamos más democracia”. Entre tantos nombres ilustres se destacó la presencia de Miguel Ángel Oviedo, exjugador de Talleres y uno de los 22 integrantes del seleccionado argentino que ganó el Mundial ’78.
Al evento asistieron también sobrevivientes del que fue uno de los centros clandestinos de detención, tortura y exterminio más grande del país durante la última dictadura militar (1976-1983). Al término del partido el exbasquetbolista Medardo Ligorria, por entonces titular de la Agencia Córdoba Deportes, anunció que los siete años más oscuros de la historia argentina quedarían reflejados en el museo que se armaba en el hall central del rebautizado Estadio Kempes, uno de los tres escenarios que los militares hicieron construir para la XI Copa de la Fifa junto al Malvinas Argentinas de Mendoza y al José María Minella de Mar del Plata.
Del dicho al hecho, un buen trecho hubo que transitar. El Museo del Kempes fue inaugurado el 30 de agosto de 2018 y su Espacio para la Memoria dio a luz el 24 de marzo de 2019, aunque recién adquirió el carácter de permanente a principios del año pasado. Las restricciones impuestas por la pandemia de coronavirus demoraron su exhibición pública por casi 12 meses. El largo paréntesis sin visitas se extendió hasta la reapertura del pasado 8 de marzo, dos semanas antes de la conmemoración del 45º aniversario del último golpe cívico-militar-eclesiástico.
“Hay toda una pared dedicada al tema del deporte y memoria. Está ubicada junto a algunas fotos que documentan todo el proceso de construcción del estadio, teniendo en cuenta que éste se levantó en aquel momento oscuro de nuestro país”, cuenta el periodista e historiador Gustavo Farías, encargado del museo. “La idea es explicar el contexto histórico en el que se realizó este estadio y también reflejar algunas historias que tienen que ver con lo que sucedió en aquellos años y contárselas a los visitantes”, puntualiza.
Palco sin honor
“Señoras… Señores. Hoy es un día de júbilo para nuestro país, la Nación Argentina. Dos circunstancias concurren a ese efecto: la iniciación de un evento deportivo en escala internacional como lo es este Campeonato Mundial de Fútbol ’78. Por otro lado, la amistosa visita de miles de mujeres y hombres procedentes de las más diversas regiones de la Tierra que nos honran hoy con su visita con la sola condición de su buena voluntad en un clima de afecto y de respeto recíproco. Y es justamente la confrontación en el campo deportivo y la amistad en el campo de relaciones humanas que nos permiten afirmar que es posible, aún hoy en nuestros días, la convivencia en unidad y en la diversidad. Única forma para construir la paz. Por ello pido a Dios, Nuestro Señor, que este evento sea realmente una contribución para afirmar la paz, esa paz que todos deseamos para todo el mundo y para todos los hombres del mundo. Esa paz dentro de cuyo marco el hombre pueda realizarse plenamente con dignidad y en libertad”.
El discurso que con marcado tono marcial pronunció el dictador Jorge Rafael Videla el primero de junio de 1978 en la cancha de River Plate, antes del 0-0 entre Alemania y Polonia que inauguró la Copa del Mundo que se disputó en cinco ciudades argentinas, es uno de los documentos a los que los visitantes pueden acceder en el Espacio para la Memoria del Museo del Kempes.
También se pueden encontrar una muestra de fotos y artículos periodísticos que reflejan los principales acontecimientos de aquella época vinculados al evento deportivo que el régimen genocida utilizó como parte de su estrategia de propaganda. “Ese material es la evidencia de que existía una presión muy grande sobre los medios, que hablaban de júbilo y de fiesta mientras los militares estaban torturando y matando gente”, destaca Farías.
Entre las imágenes sobresalen las que documentan la presencia de Videla en el primer partido oficial que se jugó en el viejo “Estadio Polideportivo Ciudad de Córdoba”: Perú 3-Escocia 1, el 3 de junio de 1978. “Esa es la fecha que figura en la plaqueta oficial que aún permanece al borde del campo de juego, cuando en realidad el estadio tuvo su estreno el 16 de mayo con un encuentro amistoso entre el seleccionado argentino y el combinado de la Liga Cordobesa de Fútbol”, cuenta el responsable del museo. “Tiene que ver con que, por disposición de la dictadura, Videla debía inaugurar personalmente todas las obras que se hacían”, puntualiza.
Los registros de aquella tarde muestran al entonces teniente general Videla compartiendo el palco de autoridades con los otros integrantes de la Junta Militar: el almirante Emilio Massera y el brigadier Orlando Agosti. La postal se completa con otros nefastos personajes de aquella época: el gobernador cordobés Carlos Chasseing; el jefe del Tercer Cuerpo de Ejército Luciano Benjamín Menéndez; el titular del Ente Autárquico Mundial ’78 Antonio Merlo; y el presidente de la Fifa Joao Havelange.
El mensaje oculto
Hay dos momentos destacados de la historia que forman parte del tour de la memoria que realizan los asistentes al Museo del Kempes. El primero de ellos tiene que ver con “La Gran Revancha”, el partido que los seleccionados de Argentina y Holanda jugaron el 22 de mayo de 1979 en Berna, Suiza, como parte de los festejos por el 75º aniversario de la Fifa.
En el desquite de la final del Mundial ’78, el equipo dirigido por César Luis Menotti –con Diego Maradona ya integrado a su cuerpo estable- contó con el aliento de un nutrido grupo de compatriotas en el que los exiliados eran mayoría. Fueron estos quienes enarbolaron en las tribunas consignas en contra de la dictadura, entre las que sobresalió un cartel con la leyenda “Videla asesino”. Aquel episodio se hizo más visible a partir de la decisión de los popes de Canal 7 –la emisora encargada de la televisación del encuentro para todo el país- de mandar a tapar el incómodo mensaje con un sobreimpreso que anunciaba un programa especial para esa noche: “Hoy 22 hs. Les Luthiers”. Lo curioso fue que el anuncio empezó a moverse al compás de las gambetas que las cámaras hacían en su afán de capturar los movimientos de los futbolistas y el destino de la pelota. El entrenador Ángel Cappa fue uno de los que integró aquella barra argentina en el exilio.
El otro instante que se recuerda especialmente en el Espacio para la Memoria del Kempes tiene que ver un descubrimiento que hace algunos hizo David Forrest, un profesor de la Universidad de Sheffield y colaborador del diario inglés The Guardian. ¿Por qué los postes de los arcos tienen en sus bases el color negro?, ¿Por qué, en todo caso, no están pintados de celeste y blanco? Eran las preguntas que el catedrático escocés se hacía a sus 10 años mientras miraba los partidos del Mundial ’78 y seguía con particular interés la actuación del equipo de su país, que pasó por el torneo sin pena ni gloria y con un doping positivo, y que en el país de la gaita y el kilt recuerdan como “El seleccionado de los excesos”.
Durante un viaje a Argentina Forrest pudo responder aquella inquietud que con el paso del tiempo se había convertido en obsesión. Un ocasional encuentro con un mozo de un bar, que resulto ser uno de los encargados del mantenimiento del estadio Monumental durante el desarrollo de la Copa, le reveló que el color elegido respondió a la decisión de homenajear a los desaparecidos. A la vieja costumbre castrense de uniformar todas las cosas se puede atribuir que el detalle haya sido copiado en las otras canchas. El propio Farías fue quien, revisando los depósitos del viejo “Chateau”, encontró los arcos originales que se usaron en el estadio cordobés y pidió que sean puestos en custodia y reparo hasta poder asignarles un destino.
Cuna de Campeones
Más allá de lo vinculado al Mundial ’78, que incluye camisetas que se utilizaron en ese certamen, el Museo del Kempes ofrece un minucioso repaso a la historia deportiva de Córdoba, alguna vez definida con gran acierto como “Cuna de Campeones”. En el espacio pueden encontrarse 200 artículos en exhibición, aunque la cantidad de piezas es mucho mayor.
“Periódicamente vamos cambiando lo que se muestra en el salón”, destaca Farías. “Durante la cuarentena hemos sumado mucho material y todo lo que hay es original. Desde la primera foto del equipo de fútbol de Belgrano, que fue sacada en 1906, hasta la camiseta “7” de Denver Nuggets de Facundo Campazzo, que nos llegó días atrás”, puntualiza.
¿Algunas de las “perlitas” que pueden encontrarse en la recorrida? Tres medallas de Miguel Delavalle, el primer futbolista cordobés que integró el seleccionado argentino; un botín que utilizó Daniel Willington en su época de jugador de Talleres; la presea dorada que Pedro Bustos conquistó en el Mundial de básquetbol de 1950; el Chevrolet que Oscar Cabalén manejó en su primera carrera; los guantes con los que Juan Domingo “Martillo” Roldán noqueó a Frank Fletcher en el Caesar`s Palace de Las Vegas; un libro que el gobierno de Adolf Hitler entregó a los competidores de los Juegos Olímpicos de Berlín 1936 que perteneció al atleta Luis Oliva y que tiene la rúbrica del velocista estadounidense Jesse Owens; dos camisetas del Napoli que Diego Maradona le regaló a Oscar Dertycia cuando el delantero cordobés jugó en Fiorentina; y pertenencias de muchos otras figuras de nuestra provincia, como el tenista David Nalbandian, la nadadora Georgina Bardach, el basquetbolista Marcelo Milanesio y los futbolistas Mario Kempes, José Luis Cuciuffo y Paulo Dybala.
“Antes de la pandemia teníamos un promedio de 200 visitas por semana. Esa cifra ahora bajó bastante, porque no están viniendo los contingentes escolares”, destaca Farías. Y señala como el pico de asistencia las siete mil personas que asistieron al Kempes en La Noche de los Museos de 2019.
El espacio está abierto de lunes a viernes, de 9 a 13.30 y de 14.30 a 19. La entrada tiene un valor de $150 para mayores y $100 para menores y es sin costo para jubilados, personas con discapacidad y estudiantes. Los miércoles el acceso es libre y gratuito para todo público. La visita incluye un recorrido por las dependencias del estadio, los vestuarios y el campo de juego.
Entre los visitantes foráneos que suelen acercarse al lugar se destacan los austríacos, que consideran al Estadio Córdoba como un escenario mítico, ya que el seleccionado de ese país logró un histórico triunfo ante Alemania (3-2) en la segunda fase de la Copa del Mundo del ’78. Días atrás estuvieron presentes dos representantes del gobierno de Austria: Federico Scherzer, cónsul en Córdoba, y Lisa Butzenlechner, ministra consejera de la embajada argentina. A la emoción de recorrer el césped donde el mítico delantero Johann Krankl y sus compañeros vencieron por primera y única vez en los mundiales a su clásico adversario, los funcionarios se llevaron un regalo inesperado: tres butacas originales del estadio que pasarán a formar parte del mobiliario de la Plaza Córdoba, el paseo público que en Viena recuerda el “Milagro”, como allá le llaman, de hace 43 años.