#COPAAMERICA2021
Jugar por Derecha
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Jair Bolsonaro la vio picando en el área y no quiso perderse la chance de gritarles un gol en la cara a los críticos de su gestión política y sanitaria. Con un socio a su medida, “el Mesías” intentó colgarse otra medalla.
Publicada el en Reflexiones

Pelé, la Copa del Mundo y el dictador Emilio Garrastazu Médici, en el mismo lodo y celebrando ante una multitud enfervorizada. La imagen impacta más que cualquiera de los goles de Edson Arantes Do Nascimento, “O Rei”, en el documental de Netflix que refleja la vida y obra futbolística del astro brasileño.  

“Yo solo quería jugar y hacer feliz a la gente”, declara el veterano ídolo del Santos para defenderse de las críticas. “El fútbol continuó igual. Al menos para mí, no hubo diferencias”, sostiene Pelé en otro tramo de la película. No son pocos -inclusive excompañeros del seleccionado verdeamarelho- los que endilgan haber sido, en el mejor de los casos, funcional a un gobierno ilegítimo. Uno de los más largos de la historia de Sudamérica.

“Su comportamiento fue como el de un negro sumiso, que acepta todo. No contesta, no critica, no juzga”, testimonia el exmediocampista Paulo Cézar Lima, otro de los jugadores brasileños que hace 51 años levantó por última vez el trofeo Jules Rimet, el que el perro Pickles había rescatado durante el Mundial inglés y tres ladrones de joyas fundieron en Brasil años después.   

Juego de poderes

El nefasto Médici no sólo se colgó la medalla de los campeones de México ’70. Algunos meses antes había condecorado a Pelé por su gol número 1.000, el que le convirtió al argentino Edgardo “Gato” Andrada, servicio disfrazado de arquero en la oscura noche de Argentina entre 1976 y 1983.  

Dos meses y medio antes del primero de los Mundiales que se disputó en tierras aztecas, el dictador brasileño impulsó desde el Palacio del Planalto otro golpe de Estado, en este caso al seleccionador del equipo nacional.  

“Joao Sin Miedo” le decían a Joao Alves Jobin Saldanha, un exjugador de Botafogo que había hecho una fugaz experiencia como DT antes de encauzar su pasión por el fútbol hacia el lado del periodismo. Desde sus columnas del “Jornal Do Brasil”, Saldanha se convirtió en uno de los críticos más acérrimos del representativo brasileño, sobre todo después del fracaso del Scratch en el Mundial de Inglaterra ’66.

Por entonces, Joao Havelange, el traficante de armas y exwaterpolista olímpico que en aquellos años manejaba los destinos de la Confederación Brasileña de Fútbol (CBF) no daba en la tecla con la elección del nuevo estratega. En los 23 partidos siguientes a la XIII Copa de la Fifa, Brasil tuvo siete entrenadores diferentes hasta que el dirigente decidió cortar por lo sano. Le dio el buzo a Saldanha, con el claro objetivo de silenciar los cuestionamientos más férreos que le llegaban al seleccionado nacional.  

Desde su nueva trinchera, “Joao Sin Miedo” le hizo honor a su apodo. Recuperando la esencia del jogo bonito, el equipo brasileño ganó 14 de 17 partidos y logró la clasificación para México ’70 con una campaña inmaculada. Afuera de la cancha, el periodista devenido en estratega no se quedaba atrás: aprovechaba cada gira para visibilizar las torturas, las muertes y los presos políticos que acumulaba el gobierno de su país.

El otro Golpe

Cuentan que Havelange –al fin y al cabo un gran equilibrista- hacía malabares para sostener al técnico que lo sacaba del ojo de la tormenta pero al mismo tiempo incomodaba cada vez más al régimen golpista. El directivo necesitaba el éxito deportivo para apuntalar las ambiciones que lo llevarían a convertirse en el dueño de la pelota entre 1974 y 1998.

Fue el propio Havelange, ya investido como mandamás de la Fifa, quien le dio el último guiño al Mundial ’78 y hasta le cedió la copa y el protagonismo a otro dictador, Jorge Rafael Videla, en la ceremonia de premiación al seleccionado dueño de casa que dirigió César Luis Menotti.  

El fervor popular que generó aquel resurgimiento futbolístico de Brasil a mediados de los ’60 le permitió a Saldanha, un reconocido militante del Partido Comunista, sostenerse en el banquillo mucho más que cualquiera de sus antecesores. No fueron sus ideas políticas las que motivaron su desplazamiento, sino la negativa de convocar al jugador favorito de Médici: el delantero del Atlético Mineiro Dadá Maravilha. “Si el presidente quiere poner jugadores en mi equipo, yo tengo algunas sugerencias para hacerle respecto a su gabinete”, declaró durante una entrevista. Fue su sentencia.  

Pelé también hizo lo suyo, descontento porque era tratado como uno más del plantel y hasta lo habían dejado sentado en el banco de suplentes en un amistoso frente a Bélgica. Pocos días después de ese partido, Havelange anunció el despido de Saldanha y su reemplazo por Mario Lobo Zagallo, quien para la historia oficial quedó como el artífice del tricampeonato mundial de La Canarinha y el hacedor de un equipo que revolucionó al fútbol con la legendaria delantera de “los cinco dieces”: Pelé, Jairzinho, Tostao, Rivelino y Gerson.  

Tiempos modernos  

“Comunista” le dijeron al DT de Brasil, y no precisamente medio siglo atrás. Fue la semana pasada, luego de que Adenor Leonardo Bacchi, Tité,  admitiera ante la prensa el malestar de sus dirigidos por la disputa de la Copa América en el país que ocupa el tercer lugar en el ranking mundial de la pandemia, con 17 millones de contagiados y 475 mil muertos.  

Del ejército de trolls que comandan los adherentes al presidente Jair Bolsonaro surgieron un montón de mensajes bajo el hashtag #ForaTité. Los mensajes recordaron la negativa del entrenador a visitar Planalto un par de años atrás, luego de la obtención de la última edición de la Copa América. Y le reprocharon una vieja foto junto a Luiz Inácio “Lula” Da Silva de sus tiempos de conductor del Corinthians, el equipo favorito del líder del Partido de los Trabajadores.

“Es un hipócrita. La gente no le escuchó decir nada cuando el torneo se iba a hacer en Argentina”, escribió en sus redes sociales Flavio Bolsonaro, senador nacional e hijo del primer mandatario, en abierta crítica al seleccionador.  

Tité lleva más de medio centenar de partidos en el banco de Brasil, desde que sustituyó a Dunga y se hizo cargo del equipo en medio de una complicada clasificación mundialista cinco años atrás. No sólo logró reencauzar el camino hacia el Mundial de Rusia 2018, donde Bélgica le frenó el impulso en cuartos de final. Ganó un torneo continental, lidera con puntaje ideal la clasificación para Qatar 2002 y, tal como lo había hecho Saldanha en su momento, recuperó el respeto hacia su selección. 

Aún así Tité estuvo en la cuerda floja en los últimos días. Fue el propio "Mesías" Bolsonaro quien impulsó su destitución y la designación como sucesor de Renato Gaúcho, ex DT de Gremio de Porto Alegre y uno de sus más fervorosos votantes en las últimas elecciones generales.

El exdelantero, que fue compañero de Dadá Maravilha (aquel preferido de Médici) en la consagración del equipo tricolor de Río Grande Do Sul en la Copa Libertadores de América de 1983, tiene un diálogo permanente con Bolsonaro. Hace las veces de asesor deportivo ad honorem desde que la llegada del virus al que el propio presidente rebautizó como “gripezinha”.   

“Siga, siga”

La movida del cambio de técnico tenía el apoyo del titular de la Confederación Brasileña de Fútbol Rogério Caboclo, quien cayó por su propio peso antes de poder voltear a Tité. Fue apartado de su cargo luego de que se dieran a luz algunos detalles de la denuncia por acoso que le realizó una empleada de la entidad que regentea al fútbol de Brasil.  

Su reemplazante en el cargo, Antonio Carlos Nunes de Lima, eligió patear la pelota alto, fuerte y al menos lejos de la Copa América. "Tité es un amigo y estoy muy conforme con su trabajo. Además estamos ganando las eliminatorias y, como dice el refrán, no se cambia cuando un equipo gana", aseguró el militar retirado al que todos llaman "Coronel Nunes" y que fue parte de la dictadura que gobernó a los brasileños entre 1964 y 1985.  

Nunes ya sabe de qué se trata. Ocupó el sillón presidencial de la CBF entre 2017 y 2019, luego de que la Fifa suspendiera de por vida a Marco Polo del Nero, un septuagenario abogado que alardeaba de su condición de playboy y que en los ’60 había integrado el grupo de extrema derecha Comando de Caza a los Comunistas (CCC). Del Nero quedó involucrado en el escándalo de las millonarias coimas e intercambios de favores conocido como Fifa Gate, que ya se había llevado puestos a sus antecesores Ricardo Teixeira y José María Marín, y también al otrora intocable Havelange. Lindos nenes. 

Empecinado en mostrar que “nada pasa”, Bolsonaro encontró un aliado en Alejandro Domínguez, el titular de la Conmebol. Para el capo del fútbol sudamericano -hijo de Osvaldo Domínguez Dibb, ex presidente de Olimpia y exsenador del Partido Colorado con estrechos vínculos con el dictador paraguayo Alfredo Stroessner- la pandemia tampoco juega. Igual que los balazos de goma y los gases lacrimógenos que la policía colombiana arrojaba a manifestantes mientras se disputaban los partidos de los torneos de clubes del continente. Varios equipos argentinos lo padecieron.

La Copa América le garantiza a la Conmebol un ingreso de 200 millones de dólares de la TV y los patrocinantes, y Domínguez no se lo quiere perder. El hombre sabe de negocios. Es licenciado en administración de empresas y al posgrado lo hace como Presidente de Finanzas de la Fifa, una de las multinacionales que más dinero factura en el universo. La jugada está clarita. El show debe continuar. Aunque al fútbol lo hagan pelota.

Hugo Caric
- Periodista -