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Falleció Ramona Bustamante
La lucha continúa
Por | Fotografía: Gentileza Carlos Julio
Foto: Ramona Bustamante se convirtió en el mayor símbolo de la resistencia al despojo y la enajenación de tierras en Córdoba.
Murió de pie, luchando, resistiendo, a sus 95 años y en su campo del paraje Las Maravillas, cerca de Sebastián Elcano, en el norte profundo de Córdoba. Fue un símbolo de la lucha campesina en la provincia.
Publicada el en Crónicas

No fui muy cercano de "la Ramona", pero estuve muchas veces con ella. Y siempre tuve claro que no iba a “apoyarla”, sino todo lo contrario: iba a aprender dignidad, a tomar clases de conciencia, a cargarme de espíritu de lucha. Gracias a eso, conocí a muchas y muchos compañeros de las distintas organizaciones campesinas de la provincia de Córdoba. Esas y esos que no van de vez en cuando, como lo hacía yo, sino que son del campo, que son campo, o que eran de la ciudad pero se fueron a vivir al campo para aunar fuerzas contra la injusticia, contra la avaricia, contra el envenenamiento, contra el desmonte, contra la pérdida de soberanía alimentaria.

Las primeras notas sobre el caso de la Ramona las hice a principios de los 2000, en La Voz del Interior. Siempre hay algún resquicio para publicar algo decente, incluso en los medios hegemónicos, o los había por lo menos hace 20 años. Me permitieron denunciar a los productores de Oncativo que querían y aún quieren apropiarse de esas 150 hectáreas de monte, seguramente para desmontar y extender el desierto verde de soja que ya existe del otro lado de la calle. A la Ramona la engañaron desde siempre, y la ley siempre está del lado del más fuerte. A la ley a veces no le importa la justicia.

Con esa ley en la mano, y con la complicidad de políticos, jueces y policías, la desalojaron de su rancho en el 2003 y resistió siete meses en una toldería improvisada sobre la calle. Hasta que volvió a ocupar lo que es suyo desde que nació ahí mismo.

Festival de dignidad

Pasaron los inviernos y los veranos, y cuando se cumplieron 10 años del desalojo y la resistencia, con varios y varias compañeras campesinas, entre ellos, organizamos una movida grande en el Festival Nacional de Cosquín. Me pidieron que la subiera al escenario mayor con el Raly Barrionuevo. Esa misma noche también estuvo con León Gieco, que se hizo eco y aceptó leer un pequeño texto que le escribimos. Y también hubo movida en la otra plaza, la San Martín de Cosquín, donde están los artesanos. Ahí improvisamos un escenario y fue un festival por la Ramona y por los miles de campesinos y campesinas que viven el mismo tormento. Estuvieron los grandes cantores populares, los que están siempre con el pueblo: el misionero Joselo Schuap, el chaqueño Lucas Segovia y el enorme Ramón Ayala. Pedro Solans, director del Diario de Carlos Paz, le dio toda la difusión que pudo. Y todo eso repercutió mediáticamente en el país entero, lo que buscábamos.

Después de eso, la cuestión se tranquilizó durante años, hasta que a principios de este 2021 y aprovechando la pandemia, los coyotes asquerosos, los que se devoran nuestra tierra, volvieron a la carga. Una jueza de Deán Funes ordenó un nuevo desalojo para la Ramona, que ya no tenía 77 años sino 94. Pero siguió firme como un algarrobo, dándonos clases de dignidad cada vez que íbamos a “apoyarla”.

Fuimos varias veces este otoño, buscábamos también visibilizar el problema, que no es sólo de la Ramona, sino de toda una sociedad. Por eso apelé a dos amigos que primero son hombres comprometidos con su tiempo y con su gente, y luego, jugadores de fútbol: Juan Cruz Komar, defensor y capitán de Talleres, y Gerónimo Tomasetti, mediocampista de Belgrano. Salió en todos lados, hasta en el diario Olé de Buenos Aires. Lo que buscábamos.

Y también fui con el Grupo Angelelli, curas, ex curas, laicos y laicas que intentan seguir aquello del obispo mártir: con un oído en el Evangelio y otro en el pueblo. Se juntaron cara a cara la Ramona, próxima a cumplir 95 años y el Quito Mariani, con sus 93, pero la misma dignidad, el mismo amor, la misma conciencia universal. El Quito le regaló su cirio pascual, y en una misa campesina con pan casero y vino en vaso de plástico, le dijo que esa era la luz de la resistencia. Y fue más allá: “Si vuelven a venir esos vivos que quieren echarla de su tierra, deles con esto un ciriazo pascual”. Todas y todos los que estaban ahí se rieron e hicieron chistes, pero el Quito se lo decía en serio. Y yo pensé en ese Jesús que sacó a latigazos a los mercaderes del templo, en ese Jesús que dijo que había venido a traer división, ese Jesús que dijo que es más fácil que entre un camello por el ojo de una aguja a que entre un rico en el Reino de los Cielos. El problema no es ser rico, sino que la riqueza de algunos se construya sobre la pobreza de tantos. El problema es la desigualdad, la injusticia. Y ahí estaban esos dos seres de luz, con casi 200 años entre los dos, enseñándonos dignidad, justicia, amor y lucha.

Ese día celebramos por adelantado el cumpleaños 95 de la Ramona, con guitarreros de la zona, con cultura de verdad, la que sale de la tierra, y algunos cabritos. Y con un vino, el corazón se abre. Como decía otro grande, Julián Zini: “Compadre que tiene el vino que usté al tomar, comienza a sentirse hombre y empieza hablar. Hablar de lo que más quiere, de su verdad, y es como se despertara la realidad”.

Entonces, mi amigo Germán Pez, uno de los que estuvo siempre al lado de la Ramona y de su familia, recordó la historia de lucha y resistencia de la Ramona, y aquellos días de principios de los 2000, desde las primeras notas hasta el acampe del 2003 resistiendo a la barbarie y el desalojo. Y recordó que, en aquella lucha, con frío y con calor, con amarguras y alegrías, pero siempre con sueños y con esperanza, él tenía en sus brazos a su hijita recién nacida. Esa bebita es Gemma, que hoy tiene 18 años y que estaba ahí con nosotros en este abril, con otro vaso de vino en la mano celebrando la vida de la Ramona.

Gemma nació con la lucha de la Ramona. La Ramona murió de pie y luchando. Enseñándonos amor, dignidad. Por eso, habrá miles de Ramonas, porque hay miles de Gemmas.

Mariano Saravia
- Periodista y escritor -