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#ElParoAgrario
Día de la dependencia nacional
Por | Fotografía: Gentileza Telam
Foto: Patricia Bullrich encabezó la protesta agropecuaria contra el gobierno nacional.
Las nuevas protestas agrarias en el Día de la Patria ocultan una voracidad económica que atenta contra la independencia. Por qué las patronales agropecuarias profundizan la dependencia en América Latina.
Publicada el en Reflexiones

El 9 de Julio, sobre la Ruta 9, camino a la ciudad de San Nicolás, el autodenominado “campo” protestó contra “el rumbo económico, político y social del gobierno”. La presencia de la presidenta del primer partido de CEO’s, Patricia Bullrich, cristaliza el carácter político de quienes sostienen la dependencia económica del país con los centros financieros del capitalismo. Mientras el pueblo argentino registra el más bajo nivel histórico de consumo de carne, los empresarios del agro pampeano reclaman reducir sus impuestos.

En uno de los clásicos de la sociología latinoamericana llamado “Dialéctica de la dependencia”, Rui Mauro Marini expone el rol que tuvo la región en el desarrollo del capitalismo global: ayudó a que la industria en Europa se revolucione y se generen las condiciones para una Nueva División del Trabajo, donde nos tocaría ser la exportadora de alimentos. “La participación de América Latina en el mercado mundial contribuirá a que el eje de la acumulación de la economía industrial se desplace de la producción de plusvalía absoluta a la de plusvalía relativa” (página 114).

El capitalismo posee dos tipos de herramientas para conseguir plusvalor: el capital variable y el capital constante. El primero podría decirse que son los brazos del obrero, mientras el segundo la maquinaria y las materias primas que se utilizan para la producción. La particularidad del capital variable es que está compuesto por una mercancía cuya particularidad ya se encargó de desarrollar Marx a lo largo de su obra “El Capital”, y es que la fuerza de trabajo necesita de alimentos para reproducirse. Al haber mayor alimento en una sociedad, éste se abarata a la par de los niveles salariales necesarios para que el obrero reponga su fuerza de trabajo. En este abaratamiento de la clase obrera europea, el modelo agroexportador que se construyó en nuestras sociedades dependientes cumplió un rol central: nuestra región fue objeto de deseo de las potencias imperialistas porque la conquista permitió destrabar las contradicciones del capitalismo.

La independencia política creó países nuevos que gravitaron en los intereses de Inglaterra, que introdujo con los trenes y los frigoríficos las bases del modelo agroexportador.

Dos aportes fundamentales hace el libro de Marini: el primero es que la industrialización latinoamericana no está ligada al consumo de sus masas, sino a las exigencias del mercado internacional. El segundo que nuestro Estado, afectado por el intercambio desigual que es la norma de nuestra intervención en el mercado mundial, trata de paliar esta situación con lo que el autor brasileño llama la “superexplotación” del trabajo (es decir, cuando al trabajador se le remunera aun menos de lo que necesita para sobrevivir).

El “campo argentino”, el mayor generador de divisas, funciona hoy como el eslabón central para explicar el fortalecimiento de nuestra dependencia económica y cristaliza actualmente estos aportes de Marini. Por ejemplo, la profundización de la pobreza está ligada a una creciente suba de la canasta básica, vía dolarización de los alimentos.

El caso de la carne demuestra que la producción latinoamericana carece de una circulación latinoamericana, ya que la demanda china es el principal destinatario de nuestras exportaciones cárnicas, desabasteciendo el mercado interno y generando contracciones en el consumo popular cuyas consecuencias aún no podemos dimensionar, ya que del promedio general (43kg de carne anual, según CICra) falta desagregar cuánto consumen los que menos tienen.

Por otro lado, la superexplotación se deja ver en los trabajadores que el agronegocio invisibiliza. En la obra “Los números rojos de la economía verde”, Villulla, Fernández y Capdevielle analizan el proceso de concentración del campo en los últimos diez años. La tendencia en este tipo de economía es que los salarios casi nunca superan la canasta básica y que, para poder sobrevivir, los trabajadores realizan acuerdos informales con sus patrones cuyas consecuencias siempre conllevan la prolongación de la jornada de trabajo.

El agronegocio agudiza la dependencia latinoamericana y las contradicciones internas. Expulsión de trabajadores rurales, incorporación de paquetes tecnológicos que dañan la salud y el medioambiente, circulación de las riquezas que siempre desembocan en guaridas fiscales, pérdida del potencial del país para producir lo que consumimos y la generación de ámbitos privilegiados de acumulación de parte del Estado para las empresas.

 Estos son algunos de los elementos que tenemos que poner en juego para pensar y resignificar un 9 de Julio teñido por una derecha agraria que busca enriquecerse aún más, por un lado;  y un gobierno nacional y popular dubitativo en afectar los grandes intereses que nos atan a las relaciones de dependencia con el mercado internacional.

Federico Vaca Narvaja
- Estudiante de Sociología -