Foto: \"Los Algarrobos\", organización comunitaria campesina del norte de Córdoba.
Fernando Castro Schule es ingeniero agrónomo, egresado de la Universidad Nacional de Córdoba. Integra la agrupación “Los Algarrobos”, del departamento Tulumba, al norte de la provincia. En diálogo con El Sur, relata cómo es la experiencia de las organizaciones campesinas comunitarias y su expansión hacia el resto de la provincia y el país.
Fernando Castro Schule es cordobés. Se recibió de ingeniero agrónomo en la Universidad Nacional de Córdoba, pero al poco tiempo se radicó en el norte, cerca de San José de La Dormida, en el norte provincial. Allí se convirtió en uno de los fundadores de la organización campesina “Los Algarrobos”, en el cordón serrano del Departamento Tulumba. “Empezamos conociendo a las familias del norte en 2008, visitando y proponiendo una forma de organización. Es una zona conocida como el Chaco serrano, con mucha población campesina que se dedica a la ganadería mixta de cabras, vacas y ovejas”, recuerda. Con altibajos, la organización se fijó como prioridades la atención de la salud comunitaria a través de promotoras locales que priorizaron el diagnóstico a través del contacto con los campesinos y campesinas del lugar. “Uno no deja de ser optimista: las organizaciones de base tienen una condición móvil, flexible, por momentos tenemos una impronta alentadora y a veces decae la participación, producto de la coyuntura y la dinámica propia de quienes las integramos. Son procesos colectivos, pero también personales”, admite Schule.
- ¿Cómo los recibieron los campesinos?
- En esas conversaciones en las que buscábamos saber cómo era la situación de la salud de los pobladores surgían relatos increíbles, nos decían por ejemplo: “el puma me come las ovejas”. Era una realidad que no habíamos visto en los libros. Pero lo cierto es que esta situación también afectaba su salud. No tener caminos, tener que bordear un río porque el nuevo dueño del campo alambró todo y cortó el paso, es una situación que también incide en la salud de los campesinos. De esas conversaciones surgieron situaciones que nos llevaron a plantear el cumplimiento de las leyes existentes como la servidumbre de paso. Entonces trajimos máquinas, abrimos caminos y avanzamos. Fueron pequeños logros de la organización que nos dieron envión para ir por más.
- ¿Qué otras situaciones tuvieron que enfrentar?
- La gran sequía de los años 2009 y 2010, que en esta zona era impensada, mostró que ninguna de las viviendas rurales tenían sistemas de recolección y cosecha de agua de lluvia en los techos, porque no hacía falta con el río que tenemos. Cuando compartir las lagunas para los animales no alcanzó, tuvimos que tramitar la provisión de agua en el municipio. Pronto convirtieron una necesidad en un contrato: “te doy agua, pero acordate para las elecciones”, nos decían. Era el viejo manejo clientelar de la vieja política pedorra, que se hizo siempre con el pueblo pobre. Entonces avanzamos en pensar cómo hacer para tener nuestra propia agua. Presentamos proyectos, solicitudes y después de mucho trabajo comunitario, hoy tenemos cinco perforaciones comunitarias de agua potable que abastecen redes familiares. En medio de la sequía logramos resolver esta necesidad y dejar de rogar por agua en el municipio. Y lo logramos caminando y golpeando la ventanilla de la Municipalidad, que claramente no querían resolver el problema.
- Se convirtieron en intermediarios…
- En ese momento frenamos la pelota y nos dimos cuenta que estábamos ocupando el lugar que había dejado vacante el Estado en su repliegue neoliberal de los años ´90. Es la realidad de la mayoría del entorno rural y de los cinturones hortícolas de Córdoba capital, Río Cuarto, Almafuerte, de cualquier ciudad pujante que tiene en los márgenes a la población empobrecida que no tiene luz, agua, caminos ni transporte. Desde ahí fuimos consolidando estas comunidades de base a través de gestiones de obras comunitarias, donde los compañeros juntan la guita por mes para pagar las boletas sin presupuesto externo. Luego avanzamos en lo productivo, con agua para los animales. Aportamos a la diversificación productiva, porque ya nos podíamos quedar habitando los campos. La apicultura entró por un tubo, por el potencial ecológico que tiene, porque las abejas en las sierras se desarrollan muy bien, libres de agroquímicos, con un bosque nativo rico en especies que les da un calendario floral bastante amplio. Hoy somos veinte apicultores que nos animamos a trabajar con abejas y esta diversificación de la producción es un norte, la idea es producir de todo un poco.
- ¿Qué otras necesidades detectaron?
- Inicialmente detectamos que la salud era una de las primeras necesidades en la comunidad y avanzamos en la gestión de recursos durante tres años. Hoy en el puesto de La Cañada tenemos un lugar destinado a las reuniones comunitarias. A partir de esa experiencia fuimos conociendo el laburo los familiares, vecinos, otras comunidades de la zona y empezamos a conocer sus experiencias y necesidades. Ese es un trabajo de traducción que hacemos las organizaciones: interpretar y buscar colectivamente posibles soluciones. Después fuimos construyendo el nombre y en una asamblea donde estábamos participando todos, nos dimos a la tarea de generar una identidad propia como organización. Nos llamamos “Campesinos Organizados de Tulumba - Los Algarrobos”, ese fue el nombre de la organización de base. Esa organización fue participando provincialmente en otros espacios, integramos el “Movimiento Campesino de Córdoba” en un primer momento, luego continuamos nuestro camino solos y en 2015 empezamos a retomar contacto con compañeros de otras organizaciones, concretamente con Lautaro Leveratto del “Movimiento de Pequeños Productores” de La Plata, y desde ahí nos pusimos a pensar la forma de sumarnos a la organización nacional “Movimiento de Trabajadores Excluidos” (MTE). En el medio de ese proceso fuimos tendiendo puentes con otras organizaciones de nuestra provincia, por ejemplo con productores de Traslasierra.
- Irradiaron la experiencia campesina…
- Si, empezamos a contagiar estas articulaciones a otras provincias, coincidiendo en un método de armar organizaciones de base, participativas, llegamos a compañeros de Misiones, al sur y oeste de Buenos Aires, La Pampa, Santa Fe, dimos forma a esa rama rural dentro de lo que es el organigrama del MTE y que actualmente es un espacio consolidado a nivel nacional. Básicamente nos nutrimos de la experiencia de la militancia estudiantil y la articulación con las organizaciones campesinas. En su momento aprendimos un método de trabajo del “Movimiento Campesino de Santiago del Estero” (MoCaSE), que a su vez traía una forma de organización del “Movimiento Sem Terra” (MST) de Brasil. Las organizaciones campesinas históricamente tenemos una forma similar de organización: el asambleísmo, la horizontalidad, la forma en que se toman decisiones, empoderar a los compañeros para que asuman roles militantes.
- ¿Los potencia participar en instancias provinciales y nacionales?
- Si, de hecho promovemos organizarse, porque nadie se salva sólo. La necesidad de trabajar colectivamente, comunitariamente, también la reproducimos hacia afuera. Entendemos que para no quedarnos en una experiencia de laboratorio como organización de base tenemos que buscar una proyección territorial más amplia. Y si bien ese salto genera incomodidades, porque te saca de tu sitio de confort, es necesario pensar más allá de 50 kilómetros a la redonda, tener un espacio provincial, que después se fue integrando a lo nacional. Nos da la certeza de que no estamos solos, no es una experiencia de campesinos aislados si no que se ve en otros lugares, en otras realidades provinciales. Promover ese convencimiento entre los compañeros está bueno, porque no es una idea que no los lleve a ningún lado. Y después está también todo el aprendizaje que se da en la articulación: intercambiar formas de resolver problemáticas similares, estrategias, la contención política e ideológica.
- ¿Identifican rasgos comunes en lo nacional?
- Funcionamos con gestiones externas, con financiamiento externo; es difícil pensar que los compañeros campesinos puedan sacar plata de su bolsillo para generar una estructura financiera que vaya más allá de la subsistencia. Una coincidencia nacional de nuestras organizaciones es la debilidad estructural por la ausencia histórica del Estado en infraestructura, condiciones dignas de vida, acceso a la salud, a la educación. Esa falta de condiciones, en un hilo de 60 años, representó el éxodo de la población rural hacia las grandes ciudades. Nosotros estamos a 120 kilómetros de la capital, pero todas las familias de acá tienen integrantes que se fueron a vivir a Córdoba o a Buenos Aires. Ese éxodo se da en todos los territorios campesinos, se van buscando mejores condiciones de vida, algo tan elemental como el agua potable o un laburo. Es paradójica esta situación, porque nuestros territorios siempre fueron ricos en términos productivos, con recursos genuinos, pero están empobrecidos por la ausencia del Estado en inversiones de infraestructura de todo tipo, empezando por los caminos, que están Y aquí nadie tiene una Amarok o una Hilux para ir al pueblo.
- ¿Cómo caracterizan al sector campesino en relación a la agroindustria?
- Cuando uno piensa en qué políticas se deberían aplicar, sale de la necesidad puntual del territorio que habita. Pensar una política es pensar en integrar distintas zonas. Nuestra zona está ecológicamente protegida del agronegocio, por no ser tierras agrícolas. El efecto que generó el agronegocio en todos los territorios campesinos fue muy acelerado debido a la ausencia del Estado en la titulación de tierras. La fragilidad histórica en la posesión de las tierras deriva en desigualdad extrema al momento de defender su lugar. Esto termina en desalojos y profundiza el éxodo, porque hay desalojos bulliciosos y desalojos silenciosos que también se fueron dando. Si bien nuestra organización tiene la característica de campesinos de sierra y por lo tanto no se produjo esa tensión frontal con el agronegocio, la generación excesiva de renta después se transforma en la especulación inmobiliaria: vienen y construyen edificios y circuitos exclusivos que nos excluyen. Acá la tierra tiene poco valor y eso es tentador para los que tienen mucho dinero. Sabemos que la tierra es un bien que no se devalúa, entonces el agronegocio no entra directamente en la producción, sino que en base a la renta: especulan con la compra de tierras porque en algún lado quieren invertir.
- ¿Qué políticas necesitan para el sector?
- El saneamiento de títulos. Se avanzó en la Ley de Protección de Pueblos Originarios[1] con el relevamiento hecho, pero no hay una política similar hacia los territorios campesinos. Después está la infraestructura social de la vida rural, lo podemos ver en fotos satelitales: cómo están cuadriculadas las zonas agrícolas en términos de rutas, energía eléctrica, gas natural, servicios de transporte, vías de comunicación, acceso a internet. Las inversiones que hace el Estado para desarrollar ciertos sectores productivos no existen en nuestros territorios. No creemos que sea una ausencia por desconocimiento, como un gobernador dijo alguna vez que había descubierto el norte de Córdoba. Esta realidad es planificada: la desatención de estos territorios empobrecidos implica que personas sean oferentes de mano de obra barata porque evidentemente los exiliados de acá no aspiran a cargos gerenciales, sino que terminan en las obras, trabajando por dos mangos de forma irregular. Eso nutre al sistema capitalista: mano de obra barata y territorios liberados para las leyes del mercado.
- ¿No llegan programas sociales?
- Aparecieron programas de vivienda como la erradicación de casas rancho, pero no atendía las otras necesidades de la vivienda rural: el acceso a la vivienda rural, la electricidad, agua potable, es decir, políticas integrales que desarrollen estos territorios de compañeros organizados en condiciones de igualdad frente al mercado. Los productores venden al mercado los frutos de su labor, sin electricidad para moler maíz y darle mayor peso a tu ternero, lo venden con menos kilos y eso también es castigado por el intermediario, que se queja porque el ternero es flaco, el camino está destruido y es lejos. Eso es desigualdad ante el mercado. No hay políticas de contención de la población más que la oferta histórica para el norte de Córdoba, que es brindar aspirantes a policía para la provincia.
- Después de años de organización ¿Pueden visualizar resultados?
- Bastantes, la infraestructura intrapredial, por ejemplo, era un punto débil porque muchos animales se perdían o se morían debido a las malas condiciones de los corrales; cuando había temporada de lluvias las cabras se lastimaban las patas porque no tenían un piso firme donde pisar, o no salían para no mojarse y no comían. Hoy los compañeros tienen corrales de cabras con piso de cemento, con techo de chapa para soportar el invierno, por lo que mejoramos las condiciones de producción: trabajan más cómodos, los animales están más cómodos y entonces producís mejor. Incorporando esta tecnología la temporada pasada no se les murió ningún cabrito, tuvo alto impacto, mejoramos un poco los ingresos. En esta zona no había balanza para pesar los animales, entonces el intermediario te lo pesaba a ojo y si lo querías pesar tenías que ir hasta La Dormida o Deán Funes y ahí negociabas, pero si el animal ya está cargado en el carro y te dice en Deán Funes que está muy liviano ¿en qué lo traes de regreso? Compramos tres balanzas para instalar en las mangas de los corrales, entonces los compañeros cuando venden sus animales pueden pesarlos y venderlos por lo que valen. Obviamente el intermediario se enojó un poco, pero entendió que era lo justo, en este sentido decimos que la organización anda pisando callos por todos lados, pero no los de los compañeros.
- ¿Qué pasa con el maíz?
- El maíz representa un insumo clave, nosotros hacíamos compras comunitarias de maíz por camión y embolsábamos. Con el dinero para comprar 30 kilos en bolsa, comprábamos 50 kilos a granel. Hasta que nos animamos a instalar pequeños silos comunitarios. Ya no teníamos las bolsas en casa por las ratas, los chanchos que se escapan al galpón o por los gorgojos, los silos comunitarios nos permitieron mantener la calidad del maíz en lugares limpios y administrados por los mismos compañeros. Así como le pisamos el callo al poder político con el agua, reemplazamos al intermediario que vende maíz en camioneta por los campos a un precio elevado. Era un asalto a mano armada el precio del maíz por no tener posibilidad de ir al pueblo a comprar.
- La organización reditúa en beneficios concretos…
- Con la herramienta de la organización comunitaria logramos producir más, mejorar las condiciones de esa producción, generar insumos para otras producciones, abastecimiento propio para las comunidades y comercialización directa. Son logros parciales, obviamente falta mucho y no nos quedamos en este punto, pero la organización creció en cantidad de participantes: hoy somos nueve comunidades de base que formamos este local del MTE, “Los Algarrobos” del MTE. Esto también nos permite visualizar que aquellos cinco locos que se juntaban atrás de un sueño tienen ahora un puesto comunitario, el silo, la maquinaria comunitaria, la obra de agua, la base organizativa que les permite ser parte de las decisiones que se toman y apropiarse de la organización. Los saberes productivos que tenemos ahora son irremplazables y ya no nos pensamos tranqueras adentro, sino que salimos con una propuesta de comercialización frente al mercado.
[1] http://servicios.infoleg.gob.ar/infolegInternet/anexos/120000-124999/122499/norma.htm
Yael Ardiles
- Estudiante de Ciencia Política. -