Foto: Ronald Morris pasó de la producción tradicional a la orgánica y se encamina hacia la biodinámica.
Pese a la acendrada tendencia al monocultivo, una alternativa más saludable crece en el alto valle de Río Negro: la producción orgánica, sin agroquímicos. En diálogo con El Sur, el productor Ronald Morris explica cómo cambió su forma de producir y cuáles son las ventajas del cultivo biodinámico de alimentos.
Ronald Morris es productor de peras y manzanas orgánicas del valle de Río Negro, en la ciudad de General Roca, donde lleva más de veinte años en el oficio. En diálogo con El Sur, cuenta los secretos de una forma de producción que se viene consolidando en el sur. En su caso, la producción saludable de peras y manzanas, demuestra cómo se puede producir con calidad respetando la ecología y el cuidado del medio ambiente. Radicado en el sur hace dos décadas, Morris admite que siempre vivió de la chacra, pero que en los últimos años la forma de producir cambió mucho “porque pasamos de una producción convencional a una orgánica y ahora estamos en tránsito a la producción biodinámica”.
- ¿Qué significa esto?
- El Valle de Río Negro está diseñado o estructurado para la fruticultura: acá cultivas peras, manzanas o carozo. Después puede ser que haya un cultivo diferente, pero son incipientes. Hay algunos que hacen almendras, otros cerezas o frutillas, pero la zona históricamente produce pepita y carozo. En Roca está la Fiesta Nacional de la Manzana y en Allen la Fiesta Nacional de la Pera.
- Es difícil escapar del monocultivo…
- Claro, todo está diseñado para un monocultivo y eso acarrea un montón de problemas. El más importante es la desaparición del pequeño productor, porque el monocultivo necesita grandes extensiones de tierra. Antes con tres o cuatro hectáreas una familia entraba en la categoría de pequeña productora; hoy con cuatro hectáreas no existís.
- ¿Y cómo se revierte este proceso?
- Ahora hay una tendencia a la diversificación, pero todas las decisiones que se toman no tienen origen en la sanidad ambiental, la autogestión o el autoabastecimiento, sino que son decisiones comerciales. Si hay demanda de algo se planta eso y si en cinco años nadie quiere comer más “Pink Lady” (una variedad de manzana), por ejemplo, se desmonta y se pone otra variedad. Cada cinco años aproximadamente suele aparecer una nueva variedad, por supuesto todas son marcas registradas, pagan Royalty, son experimentos de laboratorio que sacan una manzana rosadita o más roja, con más dulzor, o con mayor aletargamiento en la maduración, que se cosecha recién en abril. Todas características que tienen un único fin comercial. Llegar primero a diferentes puntos del planeta con la mejor fruta es el objetivo del Valle.
- ¿Y cómo hicieron los pequeños y medianos productores para sobrevivir a la concentración?
- Desaparecieron muchísimos productores pequeños o familiares. Los que quedamos estamos en cooperativas, yo estoy asociado en “La Primera Cooperativa Frutícola de Gral. Roca Ltda.” que es la más antigua, debe tener cien años. Está formada por pequeños productores como nosotros, que tenemos tres hectáreas, que es como dibujar un puntito en un plano, no existís. Si no fuésemos socios de la cooperativa sería imposible continuar porque tenés que salir a vender lo que cosechás y en 15 días tenés un montón de toneladas de peras y manzanas. Ese es el circuito que uno no tiene, ese circo lo tienen armado las grandes empresas, en su mayoría multinacionales, que trabajan cientos de hectáreas y tienen toda la cadena armada: desde la producción primaria, transporte, galpón de empaque, cámaras de frío, comercialización, puerto, buques y hasta el supermercado en Finlandia o en México. Todo ese circuito lo puedo hacer mediante la cooperativa, somos alrededor de 70 socios de tres a seis hectáreas; y hay otros medianos que tienen 50, 30 o 20 hectáreas. Todas las toneladas que producimos los socios se procesan en la cooperativa que tiene galpón de empaque, cámara de frío y vende a través de “Pai”, que funciona como una sociedad anónima, como “Agro Roca”, todas empresas grandes que exportan con los estándares de calidad que exigen los mercados a los que querés llegar.
- ¿El productor incide en el precio final de la fruta?
- No, el precio es totalmente ajeno al productor local. Yo me dedico a cultivar el fruto, de la parte comercial se encarga la cooperativa, que tiene una estructura armada de empleados dedicados a los negocios. La única diferencia con una sociedad anónima es que las ganancias se reparten entre los socios. Después tenés otros canales de comercialización, que puede ser la fruta de industria, con distintas categorías según sea fruta de la planta que por algún motivo no entró en los estándares de exportación (porque la afectó la helada y no tomó color, cayó el granizo y la golpeó, no alcanzó tamaño, etc.) o fruta para industria del piso, que por lo general va a la sidrera. Son toneladas y toneladas de fruta las que no alcanzan los requisitos de exportación. En mi caso, como soy orgánico, mi producción va a industria orgánica, que tiene un precio diferencial a la industrial común o convencional.
- ¿Cómo funciona la certificación orgánica?
- La cooperativa contrata a “Argencert”, que es una certificadora multinacional donde certificamos “Buenas Prácticas Agrícolas” y producto orgánico en mi caso. Después depende de cada mercado o país donde querés vender, que te piden otra certificación. Todo esto cuesta dinero, obviamente. Pero la certificadora también necesita al que quiere certificar: todo se resume a un acuerdo comercial, si se pone muy exigente con los requisitos yo probablemente me busque otra certificadora y pierde clientes, entonces esa flexibilización en los requisitos marca la pauta de que la certificación no es sinónimo de calidad, sólo sirve para exportar. No sirve para nada, es una planilla, es un papel mentiroso. La única certificación en la cual yo confío es en el “Sistema Participativo de Garantías”, que funciona con visita a campo, viene alguien a constatar la veracidad del proceso productivo. Por lo general los chacareros no quieren que nadie entre a sus chacras, es complicado. Son protocolos que tenés que cumplir con miles de requisitos lógicos, viables, pero la gente los trata de esquivar.
- ¿Qué te llevó a la transición de un modelo convencional a uno orgánico?
- Hoy en la cooperativa casi todos los socios somos orgánicos y el Valle todavía no, se maneja mucho el convencional. En convencional vas a usar una serie determinada de productos agroquímicos de una marca, no importa cual, y en orgánico vas a usar otros insumos de otra marca, es eso. No hay mucho cambio mental, interno, social, es una cuestión de mercado. Dejo de usar agroquímicos no por la salud, sino porque el orgánico vale más, entonces hagamos orgánico. El primer paso fue comercial, al estar saturado el mercado de convencional aparecen mercados en Europa que demandan frutas con cero tolerancia residual o poco nivel de agroquímico. Hay posibilidad de ser competitivo en ese mercado. Después el otro paso es pasar de orgánico a biodinámico, que es por una decisión de vida sana, no por lo comercial. Entre lo convencional y lo orgánico no hay tanta diferencia en el precio, lo que sucede es que cuando sos productor orgánico comprendés las aplicaciones agroquímicas que estabas haciendo antes con el alimento y no querés volver atrás. Te convences rápido con el orgánico.
- Ahora que producís manzanas y peras saludables ¿Cómo podrías llegar a otras provincias del país?
- Como todo el circo está armado para la exportación es muy difícil, el mercado interno funciona a pulmón. No hay infraestructura armada porque el volumen es otro. Este año hicimos viajes a Viedma y llevamos cien jaulas de fruta, es insignificante. El trabajo de armar el cajón, ponerle un cartoncito para meter la fruta y después al frío, por cien jaulas, no lo hace nadie. Incluso siendo socio de la cooperativa es un estorbo porque maneja mucho volumen. Entonces queda en el productor: tenés que garantizar todo y además necesitas flete. Yo le mando fruta de acá a Viedma en camioneta, de Viedma la llevan a San Antonio, donde la cargan en el tren y la llevan a Bariloche. Todo ese circo para armar bolsones agroecológicos de diferentes productores, que salen a abastecer porque no hay nadie que se dedique a hacer esto. Los precios se elevan por la cantidad de intermediarios que hay. El productor nunca va a intentar cobrar lo que paga el consumidor porque no vendería nada directamente. Todo se lo morfan los especialistas en negocios, que mandan fruta a Rusia, por ejemplo.
- ¿La gente busca fruta saludable?
- Yo voy a las capacitaciones de biodinámica y la gente quiere fruta orgánica, no sabe dónde conseguir porque este tipo de frutas se cosecha en dos o tres semanas y después no hay más, todas las cámaras frigoríficas del Valle están colmadas de convencional u orgánico, pero para exportación. El mercado interno está muy desatendido. Localmente hay canales de comercialización directos, hay ferias agroecológicas. Pero en mi caso no puedo vender cien toneladas de fruta en 15 días. Por eso digo que el monocultivo, además de todo el deterioro ambiental que genera, está pensado para mercados internacionales.
- ¿Hay diferencia entre lo orgánico y lo biodinámico?
- Insisto con la biodinámica, porque con lo orgánico te quedás corto. Siendo orgánico te deshacés de todos los agroquímicos, pero necesitas igualmente insumos: un control de plagas en el monte frutal no es como controlar una huerta, tenés que invertir bastante. Cuando empezás a entender cómo funcionan otras alternativas como los biofertilizantes, que alimentan el suelo en coexistencia con los microorganismos, prospera todo. El monocultivo no le devuelve nada al suelo, es extractivista total, cero diversidad. Por ejemplo la carpocapsa (mosca de los frutos) ya es endémica. Y así con un montón de plagas que se pueden controlar, pero siguen estando. Hay que abrir la cabeza, no todo es exportación o dólares. La biodinámica es una relación más amigable, más responsable con el medio ambiente y la vida.
Yael Ardiles
- Estudiante de Ciencia Política. -