Leticia Massimino y Joel Osorio son jóvenes feriantes de Córdoba que producen libros encuadernados artesanalmente. Su emprendimiento lleva el nombre de un libro de poesía del célebre escritor Jorge Luis Borges: “El oro de los tigres”. “Empezamos hace cinco años, hice un taller de encuadernación y empecé haciendo unos libros para mí, porque no podía pagar el precio de los libros que vendían en las librerías”, recuerda Osorio. El joven, que por entonces estudiaba Filosofía, empezó a encuadernar también para sus compañeros de estudio. Hasta que comenzó a participar de ferias y encuentros que se hacían en la Facultad. Allí conoció a Leticia, estudiante de Letras, que se sumó al novel oficio de encuadernar. En 2015 asistieron a la feria “Libros Son”, una de las más importantes de libros independientes, que se realiza en Córdoba desde 2009, como parte de las experiencias de autogestión devenidas de la crisis del 2001.
- ¿Cómo fue esa primera experiencia?
- Cuando entré se realizaba una vez al año y era un lugar que concentraba a la mayoría de las editoriales independientes de Córdoba. Es como un movimiento de ediciones nacionales, que se llama “FLIA” (Feria del Libro Independiente y Autogestiva de Argentina) y tiene diferentes sedes: en Rosario, Traslasierra, Buenos Aires. En Córdoba capital no había ninguna, hasta que se hizo “Libros Son”. Empezamos a formalizar un poco más el trabajo: ya no era sólo venderles a nuestras amistades. Así conocimos circuitos de ferias en casas particulares y plazas. Esto obvio estuvo relacionado a lo que produjo el gobierno de (Mauricio) Macri: al haber más necesidad, se activaron ferias en muchas casas.
- ¿Hay mercado para los libros independientes?
- Sí, hay un público cautivo vinculado a los textos académicos que está condicionado por los precios. Muchos de estos libros se hacen en España, por ejemplo, y ese circuito eleva los costos. Entonces ese público está asegurado de alguna forma. Durante el macrismo muchos artesanes de La Cañada o de otras ferias no la pasaron nada bien. Nosotros más o menos nos mantuvimos porque nuestros compradores consumen para la Facultad. Tuvimos que hacer incluso más libros, porque los que antes compraban en las editoriales se les dispararon los precios.
- El formato papel sigue vigente...
- Al formato papel le quedan algunos años no más. Digamos que ahora el libro es una cuestión fetichista, de tener el objeto, porque ahora casi todo está digitalizado. Y también es una cuestión de espacio y economía: hoy un e-book o un kindle permite tener todos los archivos guardados y es mucho más práctico. Todavía convivimos con generaciones que nacieron con los libros y se aferran al objeto, pero no sé cuánto tiempo más durará.
- Desde su experiencia como feriantes ¿Cómo es el circuito de los libros en la ciudad de Córdoba?
- En los espacios independientes hay una linda movida de fanzines, revistas y producciones gráficas. Cuando vinimos al Paseo de las Artes nos profesionalizamos un poco más y dejamos de ir a tantas ferias. Muchas veces participamos para apoyar eventos específicos, pero no deja rédito económico.
- ¿Cómo es el vínculo con la Municipalidad?
- A nivel municipal no hay tanto apoyo. Me parece que ahí entra en juego la presión de la industria. Como hacemos libros pirateados, ingresar a una feria del libro y tener un puesto es muy costoso. Además no contamos con el apoyo de los libreros. La Municipalidad viene intentando hace unos años, no sé con qué objetivo, tener la indexación de todas las editoriales de Córdoba. Para acceder a una beca o a financiamiento estatal tenés que contar con personería jurídica y nosotros no la tenemos.
- ¿Qué perspectivas ven en el mercado de los libros independientes?
- Por un lado está creciendo, pero al mismo tiempo hay mecanismos de control que funcionan para restringir lo que les reditúe económicamente. Para hacer un paralelismo, hoy podés descargar películas o música, pero de repente aparece spotify, que es un modo de controlar. Y si bien está bueno que la app le pague a los artistas, hace unos años todos pirateábamos música y ahora le pagamos a un servicio de streaming. Internet tiene esa particularidad: es libre, pero la idea de control sobre los derechos siempre está presente. Con los libros pasa algo parecido: por el público que nosotros tenemos y los libros que elegimos poner en el paño, ayudamos a difundir ideas que de otro modo no estarían al alcance de todos. Entendemos que el mundo de las empresas editoriales es excluyente. Sobre todo ahora, que cuesta tanto pagar algunos libros que mucha gente necesita para trabajar o estudiar.