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El vocero sin voz y la periodista opositora
Durmiendo con el enemigo
Foto: Pareja dispar: el vocero presidencial y la periodista opositora.
La filtración de la foto del cumpleaños de Fabiola Yañez en Olivos desnuda el amateurismo del entorno presidencial, que deja expuesto al jefe de Estado ante una elección crucial. ¿Habrá golpe de timón en la (in)comunicación del gobierno?
Publicada el en Reflexiones

En Argentina la tragedia suele devenir en comedia. El penoso episodio de la foto del (in)feliz cumpleaños de la primera dama en la Residencia Presidencial de Olivos deja al desnudo el amateurismo del círculo íntimo del presidente Alberto Fernández. En lo que aparece como una grotesca remake casera de Borgen –la exitosa serie ficcional de Netflix que retrata a la primera ministra danesa Birgitte Nyborg- , el sigiloso vocero presidencial Juan Pablo Biondi aparece implicado en una novela de enredos con Guadalupe Vázquez, periodista del canal de cable porteño La Nación+, indisimulado think tank comunicacional del macrismo.

A más de un año del festejo en Olivos, la periodista exhibe en televisión la foto de una decena de invitados junto al jefe de Estado violando los protocolos sanitarios dispuestos por él mismo para prevenir contagios de Covid 19 en los días más aciagos de la cuarentena. Y se jacta en sus redes sociales de haber obtenido la foto porque hace “periodismo de investigación” (sic).

La difusión de la foto del cumpleaños de Yañez es un cachetazo a miles de argentines que perdieron a familiares y amigues en la pandemia. Al corroborar su autenticidad, el gobierno la convirtió en un hecho objetivo, incontrastable y penoso. “Se pegó un tiro en los pies”, dice la versión edulcorada del refrán popular. Alberto pidió disculpas. Primero con tibieza, después con mayor énfasis. Pero el daño está hecho.

En la última edición de El Cohete a la luna, Horacio Verbitsky develó la génesis del escándalo, generado por un técnico informático del grupo Clarín y una periodista del canal de La Nación+. El primero, Gonzalo Vergareche, accedió al listado de visitas a Olivos; la segunda, Guadalupe Vázquez, obtuvo la foto del cumpleaños de la primera dama. El informático utilizó el listado oficial -al que ya había accedido la ONG Poder Ciudadano- para generar suspicacias desde su cuenta de tweeter (@gonziver), potenciando la lógica descalificadora de esa red social; la periodista militante utilizó la foto para inocular odio entre los telespectadores del canal macrista. El resto de los medios que responden a Clarín y La Nación replicaron una y otra vez la foto mientras sus periodistas editorializaban contra el presidente y los acongojados diputados de Cambiemos –los mismos que marcharon contra la “infectadura” y quemaron barbijos en el Obelisco- anunciaban el juicio político de Alberto Fernández y lo denunciaban en Comodoro Py.

Hasta aquí nada diferente a lo que ya venían haciendo en las últimas campañas electorales: una previsible y aceitada maniobra de lawfare.

Solo que el escenario parecía haber cambiado: muerto el inefable juez Claudio Bonadío, procesado el fiscal Carlos Stornelli y en la mira del Consejo de la Magistratura los camaristas que jugaban al paddle con el presidente Macri en Olivos, la oposición parecía haberse quedado sin aire para repetir la exitosa fórmula del lawfare.  Imposible reeditar el “asesinato” (sic) del fiscal Nisman o reflotar los “Cuadernos (fotocopias) de la corrupción”. Encima la propia Justicia sobreseyó a los ex funcionarios denunciados por “Dólar futuro” y “Plan Qunitas” y la causa por el “Memorandum con Irán” se cae a pedazos, sobre todo después de la brillante exposición de la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner, que explicó los mecanismos del lawfare y señaló a los “jueces de atracción” que la denunciaron en todas las causas.

Desorientada, con su máximo líder en el (auto)exilio, su operador judicial prófugo en Uruguay, sin autoridad política (ni moral) para hablar de economía, la oposición parecía encaminarse hacia una categórica derrota en las urnas. Hasta que apareció esa foto, tomada en el corazón de la quinta de Olivos y difundida por la (¿ex?) pareja del vocero presidencial.

Tal vez la foto no cambie el resultado de la elección –todavía está fresco el recuerdo de la tragedia económica y social del gobierno de Cambiemos-, pero sin duda erosionó la credibilidad de la palabra presidencial. Y esa erosión es injusta porque Alberto Fernández reconstruyó en tiempo récord un sistema de salud devastado, gestionó millones de vacunas y auxilió a empresas, trabajadores y sectores vulnerables con una fuerte inversión en programas alimentarios, laborales y sociales.

Si ese esfuerzo no ha sido percibido en toda su dimensión por la población es por las notorias fallas de la comunicación oficial, de la que es responsable el vocero sin voz, el funcionario que no funciona pero juega alegremente a Borgen mientras el gobierno hace malabares para aprobar su primer examen en las urnas.  

Hernán Vaca Narvaja
- Periodista y escritor -