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#PASO2021
Fotos
Foto: Elisa Carrio festejó su cumpleaños en plena pandemia con mariachis y más de 70 invitados.
“Foto va, foto viene, los muchachos se entretienen”, se podría parafrasear la canción de Dos Minutos. Todo sea por darle voltaje a una campaña electoral que no termina de arrancar.
Publicada el en Crónicas

Las fotos captan la imagen de un instante. Las expresiones de los circunstantes se amoldan por ese mandato de sentido común tácito o explícito: sonreí para la foto. Cumpleaños de la primera dama Fabiola Yañez con más invitados que los permitidos, sin distanciamiento y donde los barbijos brillan por su ausencia. Julio de 2020. Una foto se viraliza con la rapidez del combustible irredento de las redes sociales. El presidente Alberto Fernández herido, se disculpa, la fiesta ya estaba cuando llegó, tropieza, se vuelve a disculpar y así. Violando el mismo decreto que había firmado en julio 2020, la afrenta es peor por su investidura que las otras imágenes que exponen a otras figuras políticas de la oposición en el cumpleaños de Elisa Carrió.

La ley y las personas. El resguardo sanitario ordenado y la voluntad o no de cumplirlo, en ese libre albedrío que en definitiva decide, ahí donde no llega el Estado a controlar cómo te ponés el barbijo ni apersonarse en cada casa. Ni en la quinta de Olivos parece que se puede controlar la voluntad de sociabilidad en el marco de una pandemia que dejó y sigue dejando tantos heridos y muertos.

Cuando era adolescente, o en mi adultez temprana, los rollos de fotos se revelaban en diferido. Tenías que esperar a concurrir a la casa fotográfica para ver cómo había salido, cómo se veían retratados en las imágenes impresas esos momentos del pasado reciente dignos de recordación. Mediaban semanas, a veces meses entre la toma de la imagen y su impresión, y si al rollo lo tocaba la luz del sol se perdía todo y esos instantes que quisiste guardar iban a quedar sólo en un rincón recóndito de tu memoria.

Esta vez medió un año y un mes, trece meses entre la toma de la imagen y su publicación en las redes sociales, azuzada por una campaña electoral que viene floja en propuestas y que apunta más a hacerle daño al adversario que a atacar con las propias armas creativas. Llevándolo al fútbol, se busca más hacer echar a un jugador rival que encarar para desequilibrar y hacer un gol. Dos líneas de cuatro bien plantadas y que el otro se equivoque. Tan así es que, como reacción casi inmediata y por vehículo de un periodismo a ambos lados de la grieta subido a la misma ola, aparecieron enseguida las imputaciones a Macri de no cumplir la cuarentena luego de su viaje al exterior y las fotos tomadas en el cumpleaños de Elisa Carrió.

Dañar al otro

Destruir al otro, esa es la cuestión. Empatar de alguna forma la afrenta, neutralizar el golpe del rival, enredados en una lucha en el barro. Foto va, foto viene, los muchachos se entretienen, diría parafraseando la canción de Dos Minutos. Todo puede ser, por una campaña electoral.

Y la pregunta de si la foto o las fotos van a definir un voto. Y una escena preocupante, cuando la discusión política desciende a los subsuelos cloacales de las propias prácticas de los protagonistas que nublan la posibilidad de construcción de cualquier proyecto colectivo. La infracción, el delito individual cancelan, invalidan las políticas públicas generales encaradas durante el tiempo complejísimo de la pandemia o la idoneidad de la oposición para hacer reparos morales. Un juego de suma cero, donde la ciudadanía pierde porque se deja de hablar de propuestas, de políticas que permitan salir o al menos intentar reparar el daño hecho por un virus que asola todavía al mundo.

Una discusión política desteñida y que tal vez debería incluir el sentido mismo de las PASO como gran encuesta que termina provocando que, en la elección definitiva, un porcentaje significativo de los votos centrifuguen desde los partidos chicos hacia la polarización de votar a uno de los partidos grandes para que no gane el otro. Dañar al otro, bajarlo al barro y votar para que no gane. ¿Qué cosa  buena puede salir de ahí? ¿Qué estímulo brinda el sistema electoral para que los partidos se vean obligados a enriquecer y sumar creatividad a sus propuestas?

Una sociedad con un cincuenta por ciento de pobres merecía darse otro tipo de debates. Digo, de pronto, me parece. Dejar de mirar las fotos de los otros y la propia selfie. Mirar de frente a la sociedad y decir como expresión colectiva qué tienen para ofrecerle. Embarrarse los zapatos para acompañar a los más débiles, lo que requiere de parte de la dirigencia política una gran dosis de empatía. La que deshace la guerra de las fotos, que se pierde en lo superficial e intenta rescatar la propia y supuesta superioridad moral sobre el otro. Reconstruir las heridas desde la empatía. Que se vuelve cada vez más necesaria en una sociedad lastimada, que no cerrará sus heridas de un día para el otro. Ni con la foto del resultado de las PASO, gane quien gane y pierda quien pierda. Que la cosa, tal vez, pase por otro lado.

Sebastián Giménez
- Escritor -