Distintivo por excelencia, compañero por preferencia, el mate es la infusión preferida por muchos argentinos y argentinas. Como dice el dicho, el mate es exactamente lo contrario a la televisión: te hace conversar si estás con alguien y te hace pensar cuando estás sólo. En diálogo con El Sur, Denis Bochert, director del Instituto Nacional de la Yerba Mate (INYM), traza un diagnóstico del sector y se esperanza con una mayor planificación y ordenamiento del sector en los próximos años.
- ¿Qué es el INYM?
- El INYM es un ente de derecho público no estatal creado en el año 2002. Regula la actividad, pero no pertenece al estado. El directorio está compuesto por representantes de los productores (las asociaciones de productores eligen tres representantes), un representante por los secaderos de yerba mate -que es la actividad industrial primaria-, dos representantes por la molinería -que es una actividad secundaria que envasa el producto-, un representante por los trabajadores rurales y dos representantes por el sector cooperativo. A lo que hay que sumar tres representantes por los gobiernos nacional y por cada provincia productora, que son Corrientes y Misiones.
- ¿Qué actividades regulan?
- Como ente regulamos la producción de yerba mate, desde la plantación hasta lo que va al paquete, digamos. Si bien estamos incluidos en el presupuesto nacional, no tenemos partidas, sino que nos autofinanciamos a través del cobro de la tasa de inspección, que es la estampilla de garantía que se ve en los paquetes de yerba mate.
- ¿Cómo está la situación del mercado regional de la yerba mate?
- Como todos sabemos, hay tres países productores y la región donde se produce es muy acotada: norte de Argentina, sur de Brasil y todo lo que es Paraguay. El mayor consumidor en cantidad de kilos es Argentina, seguido por Uruguay, Brasil y Chile. El mercado crece muy poco año a año y el consumo interno está atado al crecimiento demográfico: la gente que tiene la costumbre de tomar mate le traspasa esa práctica a sus hijos, pero no es que hay una explosión de yerba mate. Y en el mundo -a mí que me tocó pasear un poco- es muy difícil convencer a un europeo o alguien de otra región de que consuma mate con la presentación a la que estamos acostumbrados nosotros.
- ¿Qué cantidad de yerba se exporta?
- De las 800/900 millones de toneladas de hoja verde que se cosechan, que se transforman en 300 millones de toneladas de hoja seca por el proceso de secado, se exportan 40 millones de toneladas. Argentina es el principal exportador y el resto es consumo interno. En el consumo per cápita venimos a la baja: hace muchos años se consumía 6,5 kilos anuales por habitante y hoy estamos en 5,7 kilos. Se vende más porque hay más población, pero la gente consume menos.
- ¿Hay concentración en la producción, como pasa en otros cultivos?
- La zona de Corrientes y Misiones tiene colonias con inmigrantes europeos que producían pequeñas chacras de 25, 30 o 40 hectáreas. En ese proceso de colonización se le pidió a la gente que plantaran yerba porque es un cultivo que tarda varios años en producir y era una forma de fomentar el arraigo. La producción en general está muy atomizada: hay muchos productores muy pequeños. Pero también hay productores que se integraron verticalmente a la industria, que fueron acumulando tierras y factores de la producción en las plantaciones. Hoy si hacemos la división por estratos, tenemos que los 9.000 productores más pequeños alcanzan los 50/60mil kilos cada uno, con pocas hectáreas y muy diversificados dentro de su propio campo. Por ejemplo: 10 hectáreas de yerba, 10 de animales de granja, 5 hectáreas de pino, horticultura y mucha avicultura en pequeña escala. Este grupo produce lo mismo que los 17 productores más grandes y entre ambos representan un 60 por ciento de la producción. El otro 40 por ciento está en un universo intermedio.
- ¿Cómo está el precio en relación a los costos?
- Venimos de un 2020 muy seco y un 2019 muy lluvioso, dos años con cambios muy drásticos: mucha lluvia produce caída de la hoja y mucha sequía quita vigorosidad al brote. Entonces hubo una caída en la producción, aunque en la industria siempre hay un stock permanente. En 2021 nos encontramos con una situación donde el precio que se está pagando en el mercado está muy por encima de los valores mínimos de referencia que nosotros fijamos en el instituto. El INYM se creó hace veinte años, yo estoy hace cuatro y siempre vimos como algo utópico que se pueda pagar bien el mínimo de referencia obligatorio. Es una lucha conseguir un valor que cubra los costos de todos los eslabones de la producción. Hoy el valor de la yerba se está pagando bastante por arriba de esa referencia: de 30 pesos por kilo como mínimo se está pagando en el mercado 43, 45 o 46 pesos, depende de la zona.
- ¿A qué se debe esa diferencia?
- Con esa diferencia importante se incentivó que muchas personas plantaran nuevas hectáreas. En estos ciclos donde hay muy buen precio la gente planta más, después el precio baja y las plantas siguen estando, porque son árboles (no es como la soja o el maíz), entonces baja mucho por la sobreoferta. Así es que tenemos dos años buenos y dieciocho años malos.
- ¿Hay alguna forma de equilibrar esta situación?
- Como estamos en el pico de los años buenos, lo que hicimos es tratar de regular la oferta que se está planteando ahora. La planta entra en pico de producción a los ocho años, si no regulamos la situación ahora nos vamos a encontrar con el problema de la sobreoferta otra vez y los precios no van a cubrir ni siquiera los costos de cosecha. Es similar a la producción de peras, donde puede haber buen precio y todo el mundo se prende, y después cuando baja no sabés qué hacer. En Misiones hay muy pocos cultivos alternativos: somos yerbateros, forestales o ganaderos, muy pocos tabacaleros y silvicultores. Cuando un cultivo funciona todos quieren pasarse a ese tren y el productor, en sus ansias de querer ganar algo, pasa a ser instrumento de su propia debacle más tarde.
- La regulación es preventiva y temporal, ¿podrían tomarse otras medidas?
- Si, puede haber otros mecanismos, pero serían más “traumáticos”. Se podrían hacer cupificaciones, pero son muy difíciles de controlar en nuestro territorio y además cómo repartís los cupos. Se hizo antes de que (el ex presidente Carlos) Menem desregulara el Estado, cuando existía la Comisión Reguladora de la Yerba Mate (CRYM). Ellos tenían un sistema de cupificación y un sistema de mercado de consignatarios.
- ¿Cómo funcionaría esto?
- Para hacer andar el mercado de consignatarios necesitamos un monto de dinero muy grande que en este momento no tenemos de dónde sacarlo. Y el sistema de cupos es muy traumático: la persona produce y tiene todos los años mucha más cantidad en la planta, es difícil de controlar y también es más injusto con los pequeños productores. Entonces la idea nuestra, en base a los datos que tenemos, es planificar a futuro nuestra demanda, que sabemos que no va a crecer más que la demografía. Las plantaciones que tenemos ya tienen un declive natural del 2, 3 o 4 por ciento que se va perdiendo cada año, indefectiblemente. No le prohibimos a nadie entrar al negocio, ¡pero no nos matemos entre nosotros!
- Debería aumentar el consumo externo...
- Claro, hace tres o cuatro semanas atrás se abrió el mercado indio a la yerba. Si aumenta el consumo podría haber más oferta, pero es muy difícil abrir al mercado externo y va a pasitos de tortuga. Hay que incentivar a una persona que no conoce el mate a que tome esta infusión.
- ¿Qué otros desafíos tienen desde el instituto?
- Además de todo esto de las regulaciones, los ingenieros debemos trabajar en la metodología agronómica que hoy utilizamos. Hay muchos productores que continúan explotando los yerbales de sus abuelos o sus padres, y realmente no son competitivos a largo plazo. Cuando asesoro como agrónomo siempre digo que si querés producir como tu abuelo, con la tecnología que tenía tu abuelo, vas a tener que vivir como tu abuelo: en un rancho sin luz y con un carro, para eso te alcanza bien el yerbal. Pero si querés tener un auto, celular, luz, tv, cable, tenés que mejorar la tecnología.
- Mejorar el factor tecnológico...
- Desde el INYM estamos fomentando que los productores mejoren sus procesos tecnológicos. Tenemos un servicio de extensión yerbatero que funciona igual que los programas Cambio Rural: un grupo de ingenieros, divididos en la provincia, con grupos que aprenden a mejorar su productividad. Desde algo tan sencillo como la densidad de plantación, por ejemplo: antes se plantaban 1.000 plantas por hectárea, hoy estamos en 3.000/3.500 plantas. Hasta la correcta fertilización: no es lo mismo la fertilización de reposición que la fertilización de reposición y la corrección de los suelos (nuestro suelo rojo es muy bueno físicamente, pero nutricionalmente está lavado, lixiviado). Entonces se necesitan procesos que no están tan estudiados como en otros cultivos, con pequeñas mejoras podríamos producir mejor en la misma superficie.