Crónicas
Entrevistas
Actualidad
El Kiosco virtual
Reflexiones
Cultura
Música
Cine
Libros
Galería Magalú
Galerías multimedia
Quiénes Somos
Revista El Sur
Staff
Ediciones en papel
Suscripcion
Atascados en las vías y con el tren a toda velocidad
Sin consuelo
Por | Fotografía: Serko
Foto:
El que perdió tiene que hacerse cargo, no tiene densidad ninguna adjudicar la “culpa” indivisiblemente a los “medios hegemónicos”; hacerlo sin más equivale a tratar de estúpidos, al modo Páez a los porteños de hace una década (el músico había dicho que “le daban asco” luego del triunfo de Macri).
Publicada el en Reflexiones

Después de caer derrotado en política, hundirse en el más oscuro desasosiego suele ser la primera respuesta; también lo es no reconocer ni un solo dato de los muchos puestos en juego. Es lo acostumbrado, digamos. En opinión del cronista, hay otra variante, en el mismo plano del desconcierto. Caer derrotado fieramente, cuando se descuenta un triunfo, provoca un estado de ánimo todavía más lacerante; porque impone reconocer necesariamente ciertas razones que pudieran estar contenidas en el resultado adverso. ¿Advierten, la vacilación en la escritura de este intento analítico?…”ciertas razones que pudieran”…Porque es arriesgadísimo saber qué pasa por la cabeza de un ciudadano que entra solo al cuarto oscuro… Arriesgo: Lo presiona su propia historia como votante, el intento de no “traicionar” sus opciones; lo acorrala la situación económica familiar, esa idea de que si vota tal o cual sus hijos no tendrán mañana; ocupa su atención lo mucho malo, o bueno, que de sus preferencias – o las preferencias de los adversarios ideológicos – pueda haber dicho una prensa que juega sus fichas sin disimulo ni reparos; además, va a votar cargado de estímulos simbólicos, pequeños gestos sin peso político gravitante pero suficientemente fáciles de interpretar por cualquier persona sin pretensiones militantes; la foto vergonzante de Olivos es una muestra de lo anteriormente citado. La quema del ataúd de Herminio Iglesias en el 83, diría alguno; bueno, pero ese peronismo estaba muy cerca en la memoria corta de la sangre derramada de los 70, antes del golpe. La realidad es poliédrica, los resultados electorales también lo son. Multifactoriales y complejos.

De todos modos, la dureza de una realidad irrevocable hace estéril cualquier análisis con pretensiones semióticas: la pobreza espeluznante en que se hunde la mitad de los argentinos no habilitaba al afiche sonriente de ningún candidato; sobre todo de aquellos que tienen que administrar el desastre.

Ahora se vienen horas desafiantes, que pondrán en máxima tensión la declamada fortaleza de un sistema representativo tan largamente deudor del pueblo profundo. ¿Seremos capaces de organizar nuestras expectativas, aún con arreglo a los porotos que cada quien sacó en esta pulseada?… De nuevo, ¿será la dirigencia política en su conjunto, dejando de lado su propia promoción económica y social, capaz de reorientar los pocos recursos disponibles y honrar las obligaciones con el pueblo contraídas?…El cronista las expone, pero no firma ningún papel en blanco al respecto de lo retóricamente planteado. Entre un proyecto desteñido y claudicante como el del Frente de Todos, y el restaurador del conservadurismo – indulgente con los sectores desprotegidos –  hay diferencias que asoman irreconciliables. Uno no logra imponer fuera del núcleo duro de votantes, lo que de sí mismo cree: un frente que repele las asimetrías, que le “da batalla a los poderes concentrados”; el otro no desmonta la idea de acabar con el Estado “parasitario”, los “planeros”, la “dádiva” como zanahoria. Dos expresiones que, a su tiempo, han quedado desconectadas de las urgencias del pueblo.

La política agonista sigue en pleno desarrollo; estas elecciones primarias no operaron como sutura de la grieta. No había razón para adjudicarle tamaña responsabilidad; no podría fungir como cirujano un instrumento valioso para suprimir el dedo “regio”, orientando los liderazgos. ¿Qué más se le pude pedir?

El que perdió tiene que hacerse cargo, no tiene densidad ninguna adjudicar la “culpa” indivisiblemente a los “medios hegemónicos”; hacerlo sin más equivale a tratar de estúpidos, al modo Páez a los porteños de hace una década (el músico había dicho que “le daban asco”, luego del triunfo de Macri). Al arribar al cierre de esta columna, repaso una lectura de “Los intelectuales y la política en la Argentina”, Vicente Palermo toma tramos de la primera carta del grupo Carta Abierta – en relación a la áspera disputa con las patronales agrarias del 2008 – y contesta: “¡Por fin, me parece leer, ´el tipo de conflictos por los que la lucha política vale la pena. Pero, ¿´se ha instalado un clima destituyente´? No lo creo; pero, ¿a quién le cabría la principal responsabilidad por ello? ¿Quién hizo todo lo necesario para ´dar lugar a alianzas que llegaron enarbolando la amenaza del hambre…y agitaron cuestionamientos hacia el derecho y el poder político constitucional´? El propio gobierno con el que ustedes se alinean. Y ¿por qué lo hizo? ¿Porque ´intenta determinadas reformas en la distribución de la renta y estrategias de intervención en la economía´? (…) Si el gobierno se ve hoy frente a este cuadro, no es en razón de sus buenas intenciones sino, o bien por sus graves errores…”, y continúa, el único intelectual opositor al que Carta Abierta convocaba para escuchar. (De la cita, la comilla simple evoca la que hace Palermo)

La pandemia ha sido y es un calvario para todas las administraciones; gestionar: enfermedad colectiva, restricción externa (el dólar que nunca alcanza), demanda agregada estresada, 100 mil y pico de muertos, una derecha que se rearma, son retos demoníacos. Pero la culpa no la pueden tener siempre los otros, ´los que no entendieron nuestro mensaje´. Gran parte de las “masas populares” hoy le dieron la espalda al proyecto nacional y popular, infestado de extraños personajes disfrazados de progresistas. Caserio – Riutort, en Córdoba, fueron el límite para tantos emigrados. Caer con lo propio algo de romántico pudo haber tenido…sucumbir con tan variopinta oferta política no da lugar a ningún consuelo. La derecha “vela sus armas” otra vez, con entera legitimidad. Gana una contienda donde no jugó sucio ni encantó con espejitos de colores. ¿Y ahora?…

(Nota publicada originalmente en el sitio web nestorperez.com.ar, reproducida aquí con autorización del autor)

Néstor Pérez
- Periodista -