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A 14 años de la explosión en la planta piloto
Todos somos Juan
Por | Fotografía: Archivo Gentileza La Voz del Interior
Foto: Las explosiones en la planta piloto conmocionaron a la comunidad de la UNRC.
Juan Andrés Politano fue el único estudiante que falleció -junto a cinco docentes- tras la explosión de la planta piloto de la UNRC, en diciembre de 2007. Hoy un colegio lleva su nombre. Mañana a las diez se conmemorará un nuevo aniversario de la tragedia en el campus.
Publicada el en Crónicas

En el campus de la Universidad Nacional de Río Cuarto se escucha un estruendo que pone en alerta a todos. La planta piloto comienza a arder. Un estudiante, Juan Politano, estaba trabajando junto a un grupo de docentes e investigadores. En medio de la confusión, el ruido y el humo, logra salir. Recuerda que hay un mechero encendido y decide entrar de nuevo para apagarlo y ayudar a quienes todavía están dentro del lugar. Pero ya no volverá a salir. El fuego lo abraza y le provoca terribles quemaduras, que lo dejan en agonía. Lo suben a la ambulancia, pero horas más tarde fallece en el Hospital Central de la ciudad. 

Juan Andrés Politano fue el único estudiante que falleció ese fatídico cinco de diciembre de 2007. Era oriundo de Jovita y se había trasladado a Río Cuarto para estudiar algo relacionado a la química, que le apasionaba  desde chico. Solía participar en las ferias de ciencias, en las que siempre salía airoso. Se inscribió en Ingeniería Química, tenía la carrera al día y participaba del grupo de investigación que presidía Miguel Mattea y en el que colaboraban los docentes Liliana Giacomelli, Gladys Baralla, Damián Cardarelli y Carlos Ravera: un proyecto de extracción de aceites que utilizaba hexano, sustancia altamente inflamable que terminaría provocando la explosión que terminó con la vida de los seis.

 “Participaba de distintas actividades en la escuela y siempre acompañaba a algún compañero qué tuviera dificultades”, recuerda,14 años después de la explosión, Héctor Politano, el papá de Juan. Aunque sabe en su fuero íntimo que su hijo murió como un héroe, prefiere recordarlo como un chico común, al que le gustaba salir y hacer deporte.

“Fue el joven que dio su vida en el servicio a los demás, porque él había salido y volvió a buscar a sus compañeros. Además era un ejemplo como persona y como estudiante en Ingeniería Química”,  dice Laura Ponce, docente de Historia del IPET 362, al oeste de la ciudad. A  propuesta suya el establecimiento lleva desde hace algunos años el nombre de Juan Politano. Varios docentes de la escuela compartieron aulas con él en la Universidad y otros fueron profesores suyos en Jovita. La figura de Politano está omnipresente en el establecimiento que, además de llevar su nombre, enseña una de sus grandes pasiones: la Tecnicatura en Industria de Alimentos, que tiene en la química una de sus materias insignia. Formalmente, la escuela se llama “IPET 362 Ingeniero Póstumo Juan Andrés Politano” desde 2017, pero la comunidad educativa ya la denominaba con el nombre del estudiante fallecido desde 2013, cuando se presentó el proyecto.

Flavia Cerutti, docente en la escuela que lleva el nombre de Politano, fue su profesora. Su recuerdo emociona: “Juan era excelente, todo lo que hacía era diez, diez, ¡diez! Era participativo, buen compañero, buen alumno, siempre comprometido con todo”. No oculta su cariño y admiración para quien fue su alumno pero también, en alguna medida, su maestro.

Micaela Medina también es profesora en el IPET 362. Es  ingeniera química y fue compañera desde el comienzo de la carrera de “Juani”, como todavía lo nombran quienes lo conocieron. “Era super buen compañero, era una buena persona, muy alegre; le encantaba explicarte, era inteligente, y siempre estaba dispuesto a acudir en tu ayuda ante lo que necesitaras”, recuerda..

“Era mi hijo. Si no lo alabo yo, quien lo haría”, insiste Héctor, el papá de Juan. Se equivoca: desde 2013 todas las chombas color petróleo y las coloridas de los egresados del IPET 362 llevan el nombre de su hijo Juan Andrés; su breve historia recorre los pasillos del establecimiento y su rostro es lo primero que resalta de las paredes de ladrillo visto apenas se ingresa a la institución. Quizás alguno de esos adolescentes que hoy llevan su nombre en el lado izquierdo del pecho sea uno de los niños que, desde el jardín de infantes de la UNRC, lloraba y gritaba hace catorce años mientras Juan intentaba salvar a sus compañeros. 

Hexano

Una ingeniera que era alumna en el tiempo de la explosión recuerda que los estudiantes que cursaban en las aulas de la planta piloto convivían con los tambores de hexano. Eran trece, de 200 litros cada uno.  El día de las explosiones hacía mucho calor y el viento era terrible. Un tambor se desplomó y volcó el líquido que, debido a la ventisca, se esparció hasta hacer contacto con la llama de una autoclave que estaba esterilizando materiales.

Mauricio Natera, ingeniero químico y docente del IPET 362, había estado en el lugar apenas treinta minutos antes del suceso. Desde un cubículo de Agronomía y Veterinaria comenzó a escuchar gritos y corridas, hasta que alguien golpeó la puerta y anunció: “Explotó la planta piloto”. Ensu desesperación de no querer creer que aquello fuera cierto, pensó que era una broma de mal gusto. Pero lo que escuchaba y veía le confirmaba que algo se había quebrado en la UNRC. Salió corriendo a buscar a su hermano y lo encontró frente a la planta, porque su hermano había salido a buscarlo a él.  Nunca olvidará la enorme, interminable llamarada que envolvía la planta piloto y el olor penetrante del pelo quemado. Ese olor que, dice, vuelve cada tanto, como un doloroso recordatorio de la tragedia. Recuerda que había muchas personas intentando ayudar y contemplando la escena dantesca: corridas, camillas, las puertas de las ambulancias que se cerraban para llevar a los heridos más graves, entre los que estaba Juan Politano. Agradece no haber visto a los quemados. “Imagínate ver quemado al Juani, que lo conocía porque había cursado alguna materia con él; o a mis  profes. Eso me hubiese devastado”, admite. La última imagen que le quedó de Juan fue cuando lo saludó el día anterior a la explosión, en la planta piloto”.  

Hoy la planta está como la dejaron las llamas. Una fuente en la que siempre corre el agua y una placa con los nombres de las víctimas evocan lo ocurrido aquel fatídico cinco de diciembre de 2007.  

La Causa

En febrero del 2013 comenzó el juicio, con seis acusados, entre docentes y directivos de  la UNRC al momento de la tragedia. Fueron acusados de “estrago culposo agravado por la muerte de personas''. El Tribunal Oral Número Dos de Córdoba sentenció a Carlos Bortis -quien había firmado el convenio con una empresa belga para trabajar con hexano- a tres años y medio de prisión. Recibieron penas de dos años y medio de prisión quien era secretario de Coordinación Técnica, José Pincini, su subsecretario Sergio Antonelli y Ferrari, quien se desempeñaba como directora del Departamento de Tecnología Química. Edith Ducrós recibió la condena a seis meses como cómplice no necesaria. El tribunal ordenó investigar al entonces rector Oscar Spada, a una multinacional belga llamada Smet -la empresa que encargó el experimento- y a la Aceitera de General Deheza, que habría provisto los tambores de hexano. En 2015 la sala IV de la Cámara de Casación ratificó las condenas.

Liliana Ruestch, única sobreviviente del incendio, fue absuelta por la Justicia. Desde entonces no habló nunca más del tema. Hoy es jefa comunal de Ticino, una pequeña localidad de la provincia de Córdoba, ubicada a 40 kilómetros de la ciudad de Villa María.

“La Justicia actuó bien, pero no tuvo la colaboración necesaria de las autoridades de la Universidad. Era un grupo que puso una coraza sobre los responsables”, dice hoy Héctor Politano. Y agrega que nunca se logró esclarecer cómo esos tambores ingresaron a la planta piloto. En declaraciones al medio “Cita Directa”, Mariano Politano, hermano de Juan, dijo que la explosión de la planta piloto no fue un accidente porque se podría haber evitado: “Si las cosas se hicieron mal en ese momento, ahora tenemos que tratar, desde el lugar que ocupa cada uno, de que no vuelva a ocurrir”.

Mañana viernes a las diez, como todos los años, se rendirá un nuevo homenaje a las víctimas de la explosión frente a la planta piloto. En caso de lluvia, el acto se trasladará al Aula Mayor de la UNRC.

Ailén Antonella Baudino
- Estudiante de Comunicación Social -