Crónicas
Entrevistas
Actualidad
El Kiosco virtual
Reflexiones
Cultura
Música
Cine
Libros
Galería Magalú
Galerías multimedia
Quiénes Somos
Revista El Sur
Staff
Ediciones en papel
Suscripcion
#DiaInternacionalDeLosDerechosHumanos
Semillas de la memoria
Foto: Alberto Lelvi, sobreviviente del terrorismo de Estado, en la Casa de la Memoria de Río Cuarto.
Mercedes Brusa y Alberto "Toto" Levi, ex presos políticos, cuentan en primera persona cómo padecieron la violencia del terrorismo de Estado.
Publicada el en Crónicas

Un hombre que, todavía hoy, se sienta cerca de la puerta del ómnibus para poder bajarse rápido. Una mujer a la que se le llenan los ojos de lágrimas cuando huele leche materna. Dos personas marcadas por el terrorismo de Estado. Alberto “Toto” Levi y Mercedes Brusa son dos de los centenares de presos políticos que tuvo Río Cuarto durante la última dictadura cívico militar. Un tiempo oscuro en el que las personas eran secuestradas en la calle, en  los cines, en los bares, en sus viviendas o en cualquier lugar donde se encontraran. El terrorismo de Estado tuvo un saldo de 30 mil desaparecidos, miles de presos políticos, asesinatos, torturas, violaciones, exilios y niños nacidos en cautiverio, arrancados de los brazos de sus madres, detenidas ilegales en centros clandestinos. En Río Cuarto hubo 41 desaparecidos y más de 170 presos políticos.

Alberto "Toto" Levi regresaba a su casa, cerca de las tres de la tarde, de una reunión con sus compañeros. Era estudiante de la Universidad Nacional de Córdoba y formaba parte de una organización que no tenía vínculo con ningún partido político. Junto a sus compañeros, militaba por algunos cambios en cuanto a lo académico en su Facultad. La tarde del 24 de marzo de 1976, bajo el sol de la ciudad,  transitaba por un puente y se encontró con un operativo. Su nombre integraba la lista negra. Fue detenido y trasladado a un centro clandestino militar. “Entre la mañana temprano y la noche, en Córdoba habían detenido a más de 9.200 personas. Estaban llenas las comisarías, la cárceles de encausados, los sótanos de tribunales, la Municipalidad, todos lados”, recuerda con pesar.

Mercedes Brusa es enfermera profesional. Trabajaba en el hospital piloto Posadas, en Buenos Aires. El 28 de marzo el hospital fue tomado.  “Ese día no tenía que ir, tenía franco. Fui al día siguiente y me encontré con que algunas compañeras ya estaban detenidas”, recuerda.  Tenía a su hijo Ernesto en brazos para dejarlo en la guardería del hospital. Pero la detuvieron en la entrada. Su nombre estaba en las listas negras.  “Hasta el día de hoy no se a quien le entregué a Ernesto”, evoca. Fue detenida junto a otras 12 personas, en la casa de Julio César Rodríguez Otero, el director del hospital, también detenido.  Al otro día los sacaron de allí y los trasladaron en un celular (camión) hacia la cárcel de Devoto. "Ahí dije: acá nos matan'', recuerda Mercedes.

 Huellas

 Levi fue trasladado desde el centro militar al campo de La Ribera, donde estuvo algunos días: “No pude precisar con exactitud porque estábamos vendados y no podíamos distinguir cuándo era de día y cuándo era de noche”, recuerda. Fue llevado a La Perla y liberado 12 o 15 días después del golpe.

Su historia se remonta al 3 de noviembre de 1952. Hijo único de un matrimonio italiano, terminó el colegio secundario a los 16 años, se fue de su casa y se instaló en Córdoba. Al principio siguió las ideas de economía que su padre le había enseñado, pero luego cambió y se incorporó a la Facultad de Ciencias Químicas de la UNC. Allí comenzó a militar. Entre 1972 y 1973 abrazó el ideario peronista. Fue detenido tres veces: en el ´74, ´75 y a principios del ´76. Su detención del 24 de marzo no sería la última. Haber sido liberado le dio cierta tranquilidad, pero se dio cuenta de que en cualquier momento podría volver a ser “chupado”. En el receso universitario de 1977 volvió  a Río Cuarto y ayudó, junto a su familia, a otros presos políticos con medicamentos, suplementos y leche en polvo. Hasta que un día lo detuvieron por orden del Ejército y lo mandaron a Córdoba. “En el trayecto traté de conversar, para hacer una conversación no tan tirante”, recuerda. Iba custodiado por dos militares. Temió por su vida cuando a mitad del camino le dijeron: “Si querés opinar, bajá”, y lo hicieron caminar 20 metros por la banquina mientras los soldados blandían sus fusiles.

Cuando llegaron a Córdoba lo llevaron a La Ribera y le pusieron una capucha.  Estuvo unos días allí y luego lo trasladaron a La Perla. “Me quisieron sacar información. Eestuve allí 10 días y después me soltaron porque no pudieron sacarme nada”, asegura. Lo llevaron  a la penitenciaría de barrio San Martín, en Córdoba, y le avisaron a su familia que estaba allí detenido. Cuando por fin lo liberaron, el miedo se había impregnado en sus huesos: “Salías con miedo porque por la ruta pasaban los autos que te secuestraban y te desaparecían. Salías mirando para todos lados”, asegura. Todavía hoy, cuando sube al ómnibus, Alberto Levi trata de sentarse cerca de la puerta para poder bajarse rápido. “Uno creía por ahí que las cosas estaban superadas, pero todos salimos medio rayados por el miedo, por la paranoia. Cada uno lo hace como puede o como le sale", admite.

 Ausencias

La militancia estuvo presente siempre en la vida de Mercedes Brusa. Su padre participaba en política. Fue detenido en el año ´55 por la Revolución Libertadora. "Mi familia volvió a vivir lo mismo conmigo", cuenta. Ella comenzó su militancia poco antes de que asumiera el presidente Héctor Cámpora como miembro de la Juventud Peronista. Estudiaba en el colegio Cristo Rey, donde compartió aula con compañeras que hoy están desaparecidas. Cuando las recuerda su voz se quiebra. A salir de la cárcel tuvo el apoyo de su familia y pudo sobreponerse a lo vivido. Pero ya en democracia, le costó mucho tiempo volver a convertirse “en un ser social”. “Cuando me detuvieron yo amamantaba a Solana, que tenía tres meses. Yo perdía leche y cuando le conté al oficial, me dijo: “No se preocupe señora, cuando venga la familia le vamos a poner una faja bien fuerte”. Desde entonces, cada vez que siente olor a leche de bebé, se acuerda de aquél momento de angustia. Hoy celebra la democracia y, sobre todo, la vida. Y dice que sigue en pie en homenaje a los compañeros y las compañeras que ya no están. "A ellos no los dejaron vivir y eso lo tengo muy claro", dice con la voz entrecortada. Y agrega: "Los que militamos en derechos humanos lo hacemos con amor, por la vida, porque el enemigo quería la muerte. Quisieron eliminarnos, pero no pudieron”.  

 

 -¿Por qué es importante educar en la memoria?

 -Porque tenemos derechos y no todos saben que los tienen. Muchas veces piensan que es porque los políticos son buenos, y no es así: hay que entender que nos corresponden.  A nosotros nos cercenaron los derechos y eso significó que nos cercenaran la vida.

 Hoy Mercedes Brusa tiene 76 años y está jubilada de enfermera y archivera. Madre de dos hijos -Solana y Ernesto-, trabaja ad honorem en la Casa de la Memoria de Río Cuarto, en la vieja casona ubicada en el predio del Andino. Es la responsable del Archivo Municipal de la Memoria y de la biblioteca Jorge Harriague. “Sembramos semillas de la memoria para que las generaciones futuras no tengan que pasar lo que nosotros pasamos”, concluye.

Stefani Ladino
- Estudiante de Comunicación Social -