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#DragQueen
"Soy un viejo puto con peluca"
Foto: La transformación de Federico en La Oh es un ritual que puede demorar varias horas.
Federico tiene 39 años y desde el 2014 se presenta en Río Cuarto como la Drag Queen “La Oh”.
Publicada el en Entrevistas

Tarde noche de mucho calor en la plaza Manuel Belgrano. Federico aparece con una cerveza. Antes de saludar, aclara que está “de civil”. Sus tatuajes, piercings y el pelo rosa atraen la atención de los curiosos que juegan en el subibaja, comparten una ronda de mate o hacen bramar el escape de sus motos. ¿Cómo empezó la conversión de Federico en una Drag Queen? Fue en la fiesta de Halloween de 2014. Tuvo miedo, pero igual se calzó caderas postizas, zapatos de taco y una peluca horrible. Se sintió “una diosa” y así irrumpió en Kalístrogo, un boliche de Banda Norte. Nacía la Drag Queen más conocida de Río Cuarto y principal animadora de la fiesta emblema de la comunidad LGBT+: la “Wacha Party”     

- ¿Fue difícil en aquél momento salir como Drag?

- La primera noche me dio miedo, obvio. Me dio mucho miedo. Pero igual lo re disfruté. A mí hace mucho tiempo que no me importa lo que dice la gente. Si la gente me mira es porque algo bien estoy haciendo. La idea del personaje es molestar, que se pregunten: ¿Es una mina?, ¿es un chabón?, ¿es las dos cosas?, ¿por qué esto?, ¿por qué lo otro? Lo odio, no lo odio. Esa es la idea.

- ¿Te afectan las opiniones adversas?

- Hace un tiempo que las opiniones y las miradas me resbalan. Por eso también nace “La Oh”. Soy políticamente incorrecto, tanto en la vida civil como en mi personaje, pero obviamente que en el personaje me potencio, me siento impune. ¿Por qué? Porque estoy arriba de unos tacos de quince centímetros, tengo una peluca fabulosa, un vestido fabuloso y todo el mundo me ama y me quiere, me halaga, qué se yo. Y también porque laburo con amigos. Y laburar con amigos es lo más lindo, es la familia que yo elijo. 

Federico descubrió el arte que hoy ejerce gracias al programa “RuPaul Drag Race”, un reality donde compiten distintos Drag Queens. Admite que su franquicia estandariza de alguna manera las formas de hacer Drag, pero dice que tanto a nivel tanto local como nacional y mundial las posibilidades de hacerlo son infinitas. “Reniego de que me incluyan en un grupo selecto, de ser Drag; porque posta que yo descubrí el mundo Drag mirando el viejo ese de dos metros, de color negro, insulso, pelado, pero que cuando se draguea me deja el ocote así, dado vuelta”, exclama.

Prefiere que “La Oh”, su personaje Drag, sea abierto, que no se lo encasille, que sea libre y evada los rótulos y etiquetas. “Reniego del qué sos, porque vos me preguntás: ¿Qué es La Oh?, ¿Es Drag? No, es un viejo puto con peluca, un monstruo. Yo no quiero estar en el grupo de las drags o de las personas que son drag. ¡Soy Drag! ¡Soy pintor! ¡Soy artista! No me copa eso. Es como que yo soy esto, yo soy lo otro. Y yo soy un viejo puto con peluca.  

- ¿Qué significa para vos el Drag?

- Es hermoso, formidable. A mí me hizo bien, me rescató de un momento difícil. Todos lo deberíamos hacer. Se trata de eso. A ver, loca, vos también estas dragueada, yo estoy dragueado, estoy vestido, tengo ropa, es un cuerpo con ropa.

Su proceso de transformación es un ritual solitario, intimista. Dice que lo disfruta y necesita relajarse. Alguna vez intentó compartir el proceso con personas de su círculo íntimo, pero terminaba renegando, no lo disfrutaba. ”Es como una metamorfosis –advierte-; al principio me divertía más que ahora porque era como un juego;ahora el proceso puede ser largo… o corto. ¡Nunca lo planeo! Nunca planeo ni siquiera el outfit”, insiste.

- ¿Cuáles son los pasos de ese ritual?

- Es muy introspectivo. Necesito estar solo, pongo música, antes me armo un porro, tal vez un vinito, tal vez un juguito, y siempre pongo música. Necesito que esté todo bien acomodado, cerca: lo que me voy a poner y lo que no lo decido en ese momento. Es una especie de ritual porque es pasar de esto a lo otro y no siempre me conforma lo que hago. A veces digo: “¡Oh, la ceja esta!”, y reniego con una ceja.

“La Oh” tiene como premisa “romper las bolas, hacer que la gente se confunda, se moleste por no entender que es lo que pasa frente a sus ojos, aunque quizás le fascine”. Se trata de generar todas las emociones que produzcan satisfacción, odio, amor, bronca, admiración. Cada reacción emocional la reafirma en su convicción de Drag.   “Putos, tortas, travestis”, saluda cuando hace su aparición en “La Wacha Party”, una fiesta que fue mutando hasta convertirse en el lugar de encuentro de la comunidad LGBT+ de la ciudad y zona. “Tampoco me gusta que la fiesta tenga una etiqueta”, se queja Federico. Y agrega, siempre rebelde: “No debería decir “fiesta gay” ni “fiesta heterosexual”. Ninguna fiesta se vende como hetero. Pero bueno, ya sabemos dónde podemos ir, dónde nos podemos sentir cómodos y dónde no. La fiesta se trata de eso. Por eso también festejamos la diversidad: puede ir todo el mundo. Hasta puede haber un viejo trolo como yo, con peluca, en el escenario, festejando la vida ¡No pasa nada!”

-¿El colectivo LGBT+ se apropió del lugar?

-  La gente se va adueñando de los lugares donde se siente cómoda. La Wacha viene mutando de otras fiestas. Con mis amigos empezamos en fiestas under, en un lugar que se llamaba “El Espacio Cultural Club”.

En Río Cuarto subsisten rasgos de homofobia y transfobia. A Federico y, sobre todo, a “La Oh”, los años le dieron la experiencia necesaria para sobreponerse a situaciones complejas. Hoy ninguna expresión de rechazo condiciona su libertad. “Hace mucho que no siento estas expresiones de rechazo –dice, convencido-: cuando era pequeño las re sentía, pero todo cambió un montón: hace veinte años atrás yo no veía chabones y chabonas en la calle de la mano; tampoco existía la Wacha Party. Igual, mientras siga existiendo el machismo existirán los micromachismos y ahí es donde está la transfobia, la homofobia y toda esa poronga que odio.

- ¿Cómo vivís esas manifestaciones?

- No me gusta. Y siguen existiendo, tal vez de otras formas, pero siguen existiendo hasta en la misma fiesta. Es algo de lo que reniego un montón. Hasta en el mismo colectivo existe, ¿entendés?, entre los mismos putos y tortas existe y yo de eso reniego un montonazo. Y eso a veces me hace preguntar un montón de cosas: si seguir, si irme. No es que quiera ser un referente, me pasó. Y también un poco lo busqué, porque sucedió en un momento de mi vida en el que perdí a alguien. Y gané otra cosa, que fue crear este personaje.

- ¿Participás de la Marcha del Orgullo Gay?

- Este año no participé porque a la noche laburaba en la fiesta, en La Wacha Party. Que si bien era a las once de la noche, a mí me implica mínimo tres horas de montaje. Y porque tampoco estoy de acuerdo con algunas cosas que se planteaban en la marcha. Pero está bien: tiene que haber desacuerdos, porque uno se pregunta ¿Por qué no participás y hablás de lo que sí y lo que no? Bueno, no estoy de acuerdo con un par de cosas, así que no participo. Indignada es la respuesta. 

Hace casi dos años que el mundo vive en crisis por la pandemia de COVID-19 y uno de los rubros más afectados fue el de las fiestas y los boliches nocturnos. En la pre-pandemia, La Wacha Party se hacía una vez al mes en The Rose o en Elvis. La última se iba a realizar el fin de semana que se decretó la cuarentena obligatoria. Desde entonces y hasta fines del año pasado, ”La Oh” no volvió a tener contacto con su público. De a poco, este año vuelve a ser la que era antes.

- ¿Cómo atravesaste la pandemia?

- En mi vida “de civil” tengo un laburo estable. En cambio mis amigos que laburan conmigo en la fiesta, que son DJ o iluminadores o qué se yo, todo lo demás que circunda a la fiesta, ellos sí la pasaron para el orto. Hasta hace poco dudamos si seguir o no con la fiesta, porque era remar en dulce de leche: los costos son altos, pero las ganas de la fiesta siguen estando. Así que se aceitó un poco todo y ahora esperamos que todo resurja. No sabemos bien para dónde vamos, pero allá vamos…

Ailén Antonella Baudino
- Estudiante de Comunicación Social -