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#Eutanasia
A la espera de la "Ley Alfonso"
Foto: En Argentina existe la muerte digna; este año podría discutirse en el Congreso una ley de eutanasia.
El Congreso de la Nación tiene en agenda para este año el debate sobre la legalización de la eutanasia. Mientras los médicos en general acompañan, la iglesia se opone. El legado del joven Alfonso Oliva, inspirador del proyecto que espera tratamiento parlamentario.
Publicada el en Crónicas

Domingo tres de marzo de 2019. Alfonso Oliva está en la casa de su hermana melliza, Milagros. Postrado en una cama, es alimentado a través de un botón gástrico, debido a la imposibilidad de mover sus músculos faciales. Siente que ese aparato es una horca que presiona su cuello a diario. Le dicen que tiene la posibilidad de recibir un respirador artificial por los problemas respiratorios que genera su enfermedad, pero se niega a recibirlo. No quiere más ayuda. No quiere seguir viviendo así. Ya no puede mover sus piernas, ni sus manos; tampoco comer. Extraña jugar al futbol los domingos con sus amigos, disfrutar un mate con su hermana, caminar a la casa de su madre. Pero lo que más extraña es…vivir. Lo único que hoy puede hacer es mover las pestañas. Lo demás es cosa del pasado.

Ese día es otro que suma a la agonía y el dolor que lo acecha hace años, desde que le diagnosticaron ELA (Esclerosis Lateral Amiotrófica), una enfermedad irreversible que afecta las células nerviosas del cerebro y la médula espinal hasta causar la pérdida del control muscular. Antes de que la enfermedad lo consumiera, Alfonso redactó un testamento, que dejó en manos de sus familiares.

Carlos “Pecas” Soriano, médico especialista en bioética, acompañó el proceso de Alfonso desde 2014. Cuando leyó el testamento, las últimas palabras escritas por Alfonso le rompieron el corazón. Entonces decidió impulsar una ley que permitiera la eutanasia. “Yo no voy a llegar, pero quiero que las personas que sufran esta enfermedad y otro montón de enfermedades de este tipo tengan la posibilidad de elegir cómo morir”, escribió Alfonso en su testamento.

El caso Alfonso parece ser un divisorio de aguas entre la ciencia y la religión. Se busca poner sobre la mesa el debate para escuchar las voces de todos, incluso de los que ya no están. Desde Villa María, Gustavo Rodríguez -médico ginecólogo y docente de la Universidad de Villa María- explica los fundamentos del proyecto de ley de eutanasia: “Si todos tenemos libertad para vivir de la forma que cada uno quiere y poder elegir la forma de vida, entonces también tenemos que permitirnos decidir cómo queremos morir”, advierte. Y agrega que existen casos de enfermedades crónicas e invalidantes que no dejan otra salida a quienes las padecen. Rodríguez es católico, pero ello no le impide separar lo religioso de lo médico.

-El Papa Francisco dijo en estos días que “la eutanasia es sinónimo de una cultura del descarte: los viejos molestan y los enfermos terminales también” ¿Está de acuerdo?

- No creo que ningún individuo sea descartable, sino que tenemos derecho a una vida digna, que tampoco es un privilegio. Respeto mucho las opiniones lo de los religiosos -incluso yo soy creyente-, pero ellos venden la ley divina y a veces no entienden la ley humana. Cuando el paciente sufre y sabés que no habrá avance en su salud, solo queda esperar el milagro de la fe. Pero, ¿cómo vive esa persona? ¿Cuánto tiene que sufrir para para poder descansar? La legalización de la eutanasia no significa un arma para que matemos a todo el mundo. Hay que ser conscientes de lo que vivimos y saber que la ley tiene sus limitaciones.

Hace una pausa… Contemplativo, piensa en los casos urgentes que debió asistir -sobre todo como ginecólogo- de mujeres embarazadas a las que no pudo salvar, ni a ellas ni a sus bebés. Rememora episodios trágicos que vivió porque no se había aprobado todavía la legalización del aborto. Está convencido de que la situación es comparable con la discusión por la ley de eutanasia, que pondría fin a tantas vidas agonizantes que hoy no pueden ser salvadas, pero tampoco aliviadas.

En Argentina está vigente desde 2012 la Ley de Muerte Digna. El proyecto de “Ley Alfonso” plantea ir más allá de los límites actuales. “La muerte digna habla de quitar los soportes vitales para dejar morir a un paciente que tiene un respirador o no practicarle maniobras que prolonguen su vida. En el caso de aquellos que desean terminar con ésta, la eutanasia la debe practicar un médico”, explica Rodríguez.

En caso de que la eutanasia se legalizara, se actuaría en consonancia con lo que el paciente pide. En el anteproyecto que está en el Congreso se plantea, entre otras cosas, que la práctica de la eutanasia sea solicitada por pacientes mayores de 18 años, plenamente capaces, que padezca una enfermedad grave, incurable, que le ocasione padecimientos crónicos e imposibilitantes y dolores que ni siquiera los cuidados paliativos alivien.

La muerte digna se basa en no actuar; la eutanasia en decidir cómo y cuándo morir. “Yo no quiero que a mí no me pongan soporte vital, no quiero que me hagan reanimación, no quiero que hagan más nada, sólo que me dejen morir, ahí se crea  la muerte digna”, apunta Rodríguez. La diferencia no es menor.

Rodríguez reflexiona sobre el eterno conflicto entre la Iglesia y la ciencia: “Debemos vencer la barrera religiosa para debatir, ya que todos los extremos son malos”, advierte. Y defiende la libertad de poder expresar su punto de vista sin que se acuse a los médicos. También pide que se escuche a los pacientes, que son los verdaderos protagonistas del proyecto de ley.  

PALABRA SANTA   

Jueves once de octubre de 2021. La tarde está  gris después de que una tormenta azotó la ciudad. La calle Fitz Roy está cubierta de barro y a unos metros resalta el ladrillo visto de la fachada de la Iglesia San Roque. La secretaria señala la casita del fondo, con rejas verdes, donde está el padre Juan Carlos Juncos, que no tiene problema en opinar sobre un tema tan sensible: “Yo creo que la eutanasia, incluso para aquellos que la eligen, es una tragedia. No siempre se llega al extremo de suprimir una vida. Y vuelvo a decir también para quien elige esto o el suicidio asistido, es sinónimo de grandísimo dolor, que implica una tragedia que acaba con la vida”. El sacerdote entiende que haya personas que no compartan su postura y comprende a aquellos que buscan una salida a su agonía. Pero como hombre de fe dice que siempre se puede hacer algo más. Sentado frente a una mesa redonda donde hay un mate, un termo y varios libros desparramados, Juncos admite que el tema le preocupa.

- ¿Que piensa a cerca de los dichos del Papa Francisco sobre que “la eutanasia es sinónimo de una cultura del descarte: los viejos molestan y los enfermos terminales también?”

-Estoy totalmente de acuerdo con el Papa. Incluso en el contexto de la pandemia han ocurrido cosas que son terribles y no estamos hablando de teorías conspirativas ni mucho menos, sino de hechos que son públicos y oficiales. Hay países que dijeron: a las personas mayores de 80 años no las vamos a tratar cuando se infectan de coronavirus porque optamos por salvar a los jóvenes que tienen posibilidades. Y lo dijeron aún antes de saber si era necesario o no, solo en previsión de que tal vez los respiradores no iban a alcanzar para todos. No hay que dejar morir a nadie, aunque se disfrace eso de una actitud compasiva para decir que no sufra más.

En la conversación se cuelan las palabras de Milagros, la hermana de Alfonso, y su desesperado reclamo en los medios de comunicación pidiendo buscar un médico para que lo matara de forma clandestina porque su hermano ya no podía suicidarse. Su estado era desesperante, la agonía seguía y él no veía ninguna luz de esperanza.

-Si acudiera a usted una persona que sufre como le pasó a Alfonso, ¿Qué le diría?

- Que hay belleza en la vida, incluso en condiciones muy difíciles. Siempre hay alguna posibilidad de hacer algo, de un bien que se puede compartir.

Juncos aclara que está a favor del diálogo y el debate, pero advierte que puede desvirtuarse en una puja de poder que pierda de vista los puntos importantes del proyecto. “Puede pasar como ocurrió en el debate del aborto, uno se da cuenta de que a veces no se trata de la búsqueda de la verdad, sino de una correlación de fuerzas”, apunta. Y agrega que existe el riesgo de fomentar un negocio antes que dar una respuesta a las personas que padecen una enfermedad terminal.  

Sobre el caso Alfonso, Juncos apunta que se trata de casos particulares que no deberían generalizarse porque desvirtúan la situación y advierte sobre los riesgos de aprobar la eutanasia legal: “No cedan a la tentación de acabar abruptamente con la vida porque hay muchas posibilidades no de prolongarla inútilmente, sino de darle un final que sea digno y que no te quede en la conciencia el peso de haber decidido terminar con esa vida.”

Lucía Basualdo
- Estudiante de Comunicación Social -