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#EUTANASIA
¿Homicidio por piedad o última voluntad del paciente?
Foto: La eutanasia divide a la Iglesia y la medicina.
A pesar de que en 2012 se sancionó en Argentina la Ley de Muerte Digna, muchos consideran que no es suficiente para quienes sufren enfermedades terminales.La Iglesia y la medicina discrepan sobre los efectos de una posible despenalización.
Publicada el en Crónicas

Congreso de la Nación, año 2012. Banderazos, saltos, gritos, aplausos, abrazos, lágrimas de tristeza y felicidad; una sensación agridulce se instala en boca de quienes libran una batalla legal hace más de tres años. Selva Herbón y su esposo viven una mezcla de emociones: el alivio porque ya no se prolongará el sufrimiento de su hija y el dolor que oprime sus pechos por su partida. Camila Sánchez, una niña de tres años, vive en estado vegetativo desde su nacimiento a causa de una Encefalopatía Hipóxica Severa. Sus padres acaban de lograr la sanción de la Ley de Muerte Digna. “Camila, nuestro ángel, puedo partir”, le dice Selva Herbón entre lágrimas y con la voz cortada a Página 12. Asegura que el sufrimiento de su hija no fue en vano, que su paso por el mundo fue para dejarles más derechos a los ciudadanos.

La diferencia entre la muerte digna y eutanasia radica en que la primera es el derecho que tienen los pacientes terminales de rechazar aquellos procedimientos médicos que posterguen su vida, mientras que la segunda –según la Organización Mundial de la Salud- es la acción a partir de la cual un médico provoca deliberadamente la muerte de un paciente. En otras palabras, la eutanasia acelera la muerte de una persona para evitar su sufrimiento.

“La eutanasia es un homicidio por piedad”, dice el padre Carlos Juncos, sacerdote encargado de la Parroquia San Roque, en Río Cuarto. Sentado entre cajas destinadas a las obras de caridad de las que participa todos los fines de semana, acepta hablar de esta problemática. Como sacerdote, pero fundamentalmente como teólogo, asegura que la Iglesia está a favor de la muerte digna pero no acepta la eutanasia. “Nosotros defendemos el valor de la vida y la eutanasia es cuando hacemos algo para matar a alguien. No estamos a favor de aplicarle a alguien un veneno para matarlo” advierte. Dice que en una catequesis mal dada pareciera que uno tiene que sufrir, pero no es así: se debe aceptar cuando una vida ha terminado y se la está prolongando inútilmente. “También es pertinente hablar de la sedación para evitar un sufrimiento irreversible y entender que medicamentos como la morfina debilitan el sistema nervioso y provocan una serie de deterioros que pueden adelantar la muerte del paciente”, insiste. Y advierte que está en contra de la privación de la conciencia porque todas las personas tienen el derecho de saber el momento de su propia muerte.

Qué dicen los médicos

La opinión de la medicina difiere de la comunidad religiosa en relación a la aplicación de la eutanasia porque priorizan la decisión del paciente. Las médicas Ivana Giachino y Ana Fiol, del Nuevo Hospital San Antonio de Padua de Río Cuarto, apoyan la sanción de una ley de eutanasia. Giachino cree que es válida para el paciente en caso de encarnizamiento terapéutico, cuando se mantiene viva a una persona a costa de prolongar su enfermedad por egoísmo emocional de sus familiares. Fiol tiene un posicionamiento similar y está de acuerdo con la interrupción voluntaria de la vida cuando la situación es irreversible y siempre y cuando tanto el paciente como su familia estén de acuerdo.

Holanda, España, Canadá y Nueva Zelanda son algunos de los países que tienen ley de despenalización de la eutanasia. En Latinoamérica el único país que la tiene es Colombia. En Argentina, luego de la sanción de la Interrupción Voluntaria del Embarazo a fines del 2020, la Interrupción Voluntaria de la Vida pareciera abrirse camino en la agenda legislativa y mediática de la mano del “caso Alfonso”. Alfonso Oliva fue un cordobés diagnosticado con Esclerosis Lateral Amiotrófica a los 31 años. Su estado de salud se tornó irreversible, tenía afectado el sistema nervioso y parálisis muscular. Falleció en 2019, a los 39 años. Fueron ocho años de un interminable calvario en los que Oliva pidió a sus allegados que impulsaran el debate por la sanción de una ley de eutanasia para que gente como él pudiera decidir sobre su propia muerte.

Tanto en la Muerte Digna como en la eutanasia, el personal médico y los familiares del enfermo juegan un papel fundamental y esta es una posición que Iglesia y medicina comparten. “Lo más importante es que haya empatía y cariño”, sostiene el padre Juncos. “El paciente tiene la necesidad de estar acompañado por el personal médico y por sus seres queridos”, apunta el doctor Marco Gómez Sancho, presidente de la Comisión Central de Deontología del Consejo General de Colegios de Médicos de España. “La familia y los doctores deben aceptar la voluntad del paciente, a pesar de que quieran pronunciarse en contra de la misma. Lo importante es no hacerles sentir culpa, sino darles la paz y tranquilidad que necesitan”, advierte ante la resistencia de algunos de sus colegas para cumplir la ley de eutanasia sancionada en su país.

El día después

El post mortem de quien decide acabar con su vida también preocupa a la Iglesia. “Los momentos que vienen después de la muerte asistida no se borran más de la conciencia de quienes acompañan al enfermo porque la culpa genera un dolor inmenso en todas las personas que avalaron esa decisión. Esto sucede tanto si la familia decide la situación del enfermo como si quien padece la enfermedad comunica su propia voluntad”, advierte Juncos.

En una encuesta realizada a familiares de personas que padecen o padecieron cáncer, el 69 por ciento de los encuestados respondieron a favor de la interrupción voluntaria de la vida para evitar la prolongación del sufrimiento en vano. “Cuando ya se sabe el desenlace de una enfermedad tan fea como el cáncer, no vale la pena seguir reteniendo a la persona, a pesar de que duela mucho dejarla ir”, afirma uno de los consultados, que perdió a su madre. Y sugiere dejar de lado el egoísmo de los familiares -y en algunos casos de los médicos- para empezar a ser empáticos con los pacientes, que son quienes transitan el doloroso camino sin retorno de una enfermedad terminal.

La Iglesia y la medicina, a pesar de sus diferentes posiciones respecto a la interrupción voluntaria de la vida, comparten que prolongar el sufrimiento de una persona que padece una enfermedad terminal es una actitud inmoral, porque hay que reconocer cuando una vida termina. La Iglesia justifica este posicionamiento a partir de aceptar la muerte digna; la medicina avanza un poco más y aboga por el derecho de una persona de decidir su propio final.

Sofía Gallardo
- Estudiante de Comunicación Social -