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El equilibrio imposible
Foto: El presidente y su canciller siguen empeñados en seducir a un irreductible Joe Biden.
El fracaso del canciller Cafiero en su reciente viaje a Estados Unidos profundiza las dudas sobre un eventual acuerdo con el FMI. El gobierno, empeñado en cortejar a Biden, desconoce la lógica de sometimiento que implica aceptar una deuda inmoral.
Publicada el en Reflexiones

Muchos periodistas sostienen que la gestión de Santiago Cafiero en Estados Unidos por el acuerdo con el FMI fracasó porque el presidente Joe Biden tiene demasiados problemas como para fijarse en Argentina. Si bien es cierto que el conflicto con Rusia por Ucrania está al rojo vivo y hasta podría desencadenar una guerra, argumentar que la potencia más opresora de nuestro continente está “con otra agenda” es ingenua y omite la experiencia de nuestras relaciones con el gigante del norte. En todo caso los paupérrimos resultados de la misión diplomática argentina son lógicos en el contexto de la estrategia norteamericana de sojuzgar a la región a través de la deuda externa. La relación deudor - acreedor es una forma de dominación entre naciones. Mantenerla es el objetivo. Los cimientos de la política imperialista se basan en despotenciar las economías e impedir su desarrollo autónomo.

Para Estados Unidos pensar la geopolítica no es difícil. El Pentágono, una forma geométrica de cinco lados, es el nombre de la institución encargada de vigilar y gobernar los cinco continentes y es la más gravitante de su política exterior. La verdadera política de Estado se cocina hace años en esa multimillonaria institución con años de trayectoria y experiencia acumulada sobre la intromisión en los asuntos internos de otros países. Es más: la parte más importante de esa institución se basa en defender el patio trasero de Estados Unidos. La historia del siglo XX latinoamericano puede entenderse desde un común denominador: el de las intervenciones a sus democracias. Y esa continuidad, en materia de política económica, se basa en la reprimarización de las economías y en la relación deudor-acreedor.

La deuda es el sistema elegido para controlar la política económica. En Argentina la historia de los empréstitos empezó hace doscientos años con la Baring Brothers y terminó (o debería) con el FMI. Las oportunidades de construir una economía nacional de gravitación mundial fueron reprimidas con este mecanismo. La declamada austeridad fiscal deja al sistema de Ciencia y Técnica como el último orejón del tarro en materia de financiamiento, condena al país a vivir sumergido en un océano de problemas estructurales y a sus gobernantes a correr atormentados detrás del calendario de vencimientos de la deuda.

América Latina es demasiado importante para Estados Unidos. Nada de lo que pasa en ella es desatendido por los halcones del norte. No nos descuidan porque fuimos el continente de los movimientos revolucionarios que pusieron en jaque su hegemonía imperial. Es el fracaso de los intentos por romper esa dependencia lo que le da aire a su política exterior. Los “golpes blandos” inaugurados con el derrocamiento de Fernando Lugo en 2012; el golpe no tan blando a Evo Morales en 2019; los bloqueos comerciales (que incluyeron intentos de invasión) a Venezuela hace más de ocho años y a Cuba hace más de 60; el crédito más grande de la historia del FMI otorgado al gobierno de Mauricio Macri; y las irregularidades en la asunción de Xiomara Castro en Honduras son muestras de que la forzada estabilidad en América Latina es condición primordial para que Estados Unidos pueda avanzar en Medio Oriente, Europa del Este y Asia.

(In)conciencia nacional

La ventaja con que corre Estados Unidos es el perfeccionamiento del mecanismo de la deuda. La incapacidad de entender el rol que juega la potencia del norte no es solo un problema del sistema político argentino, sino un auténtico drama social y psicológico de sumisión a nuestra propia subjetividad neoliberal. La relación deudor-acreedor está presente en la vida cotidiana de las grandes mayorías, que en pos de sobrevivir a una economía excluyente naturaliza las desigualdades y hasta se predispone a las aventuras electorales del neoliberalismo.

El nuevo sujeto de la política latinoamericana es el hombre endeudado, que encuentra en el otro un obstáculo (tanto para el progreso como para sobrevivir). La “inflación por expectativas” que suele mencionar Martin Guzmán se debe a la constante presencia del dólar en las subjetividades de los ciudadanos. Esto se constata en el aumento del precio del kilo de pollo en una verdulería de barrio cada vez que se agranda la “brecha cambiaria”. ¿Qué insumo importado necesita el pollo? Ninguno. Pero los ciudadanos están atentos a lo que pasa en un mercado de cambio tan pequeño como ajeno a sus posibilidades. Quizás haya que remontarse al menemismo para entender qué sostiene esta economía bimonetaria que tanta mella hace en la cabeza de los argentinos

 

En este escenario complejo es crucial contemplar el reverso de esta situación: así como somos la prioridad en la geopolítica del imperio, también somos su talón de Aquiles. En el siglo XXI, el hartazgo a las medidas de austeridad fiscal y la capacidad de retomar las banderas históricas de los grandes movimientos antiimperialistas muestran la posibilidad de emprender un nuevo camino de integración regional, abierto a las posibilidades de un mundo multipolar: nuevos mercados donde exportar los bienes argentinos, transferencia tecnológica como condición a las inversiones extranjeras y participación en organismos multilaterales emergentes son algunas posibilidades que se abren en el nuevo equilibrio internacional.

Para Estados Unidos, este nuevo equilibrio mundial significa un duro golpe a las bases de su gobernanza mundial, cuya raíz histórica es la Doctrina Monroe.

Alberto Fernández puede modificar el panorama regional otorgando mayor gravitación a los intereses chinos y rusos. Lo seguirían gobiernos progresistas como los de Boric en Chile, Arce en Bolivia, Castillo en Perú, la posible sorpresa de Petro en Colombia y la inminente vuelta de Lula en Brasil. Sin embargo, la estrategia del gobierno pareciera limitarse a tenderle la mano una y otra vez a Biden. ¿Con qué objetivo?

Sería saludable que el presidente y su canciller (re)leyeran “Salir del Neoliberalismo, de Claudio Katz, donde advierte con implacable lucidez la disyuntiva actual: “Argentina cuenta con muchos instrumentos para evitar el padecimiento griego. Está ubicada en una franja internacional de economías gravitantes, mantiene una moneda propia y preserva una estructura industrial significativa… cuenta con significativas exportaciones primarias. Está exenta de bases de la OTAN y alejada de los centros de conflicto geopolítico internacional. Sin embargo, la utilización de esas ventajas presupone la confrontación y no el sometimiento al FMI”.

Federico Vaca Narvaja
- Estudiante de Sociología -