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La interna del Frente de Todos
Estás mojado, ya no te quiero
Foto: Alberto y Cristina en uno de los momentos más críticos de su alianza política.
Taparse la nariz y acompañar. O votar en contra, desligándose por izquierda de esa medida. ¿Cuál es la verdadera disyuntiva del oficialismo frente al acuerdo con el FMI? ¿Se dobla pero no se rompe, o se rompe todo?
Publicada el en Reflexiones

Estalla el nuevo capítulo de la interna. Una guerra fría en que los más importantes no hablan tanto y declaran los funcionarios. El caso más exacerbado, el de Claudio Lozano, que siendo funcionario realiza una presentación judicial contra el acuerdo con el FMI y el propio gobierno del que forma parte. La votación en Diputados y en el Senado como foto del cisma. Pero la aprobación se logra por el centro. En política, parece que los penales se convierten pateando al medio y burlando al arquero que elige los extremos.

El triunfo holgado de los moderados, los de Juntos por el Cambio y los del Frente de Todos. Casi fiel al pasado del presidente de operador político. “Che, nosotros les votamos para que puedan arreglar con los fondos buitres, ahora necesitamos que nos acompañen en este arreglo de la deuda que encima tomaron ustedes”. Las manos se levantan, cacarean, rezongan y aprueban pero sin querer mancharse. “Te aprobamos el acuerdo pero no el programa de gobierno”, esa disposición que puso en escena con una hábil maniobra Elisa Carrió. “Evitemos el default y ya”. Pero el kirchnerismo duro no acompaña. Son treinta y pico de votos en Diputados que se van por izquierda pero en la foto aparecen por esas cosas de la política votando como Milei y también como Del Caño. En la circunferencia, los extremos se unen por motivaciones e ideologías completamente diferentes.

Y aquí aparecen cuestiones vinculadas a las responsabilidades de gobierno y su parte ingrata: los arreglos de deuda, de las cuentas que no cierran, las refinanciaciones que nunca son gratis sino a costa del pueblo argentino, el monitoreo del acuerdo cada tres meses de parte del organismo multilateral como una intrusión a nuestra soberanía.

Nos vamos a tener que acostumbrar a los personeros que envíe Kristalina a ver si hacemos las cosas bien, que no son por supuesto ni el salariazo ni la revolución productiva sino esa palabra ajuste que a todos nos trae tan malos recuerdos. Pero la alternativa al acuerdo se planteaba como un salto al vacío, al default, verdadero agujero negro. Elegir entre lo malo y lo espantoso, entre lo oneroso y lo angustioso desconocido. Los argentinos nos terminamos conformando con perder pero lo menos posible.

¿Había margen para una impugnación judicial? Vaya uno a saber en qué juzgado internacional caería una causa como esa, lo indudable era que el poder de presión de Argentina sería mucho menor que el de los numerosos países que integran el FMI. Y el default se resolvía en días, y las causas judiciales en lustros. Y Néstor Kirchner, en su presidencia. ¿No le pagó taca taca los diez mil millones de dólares sin cuestionar la legitimidad de esa deuda? El país ganó entonces mayor soberanía en la definición de sus políticas económicas. Reconociendo eso, vestir extemporáneamente a los mandatarios de un principismo contestatario que no tuvieron no contribuye a analizar la realidad actual. Nos liberó de la tutela del Fondo pagando la deuda, no desconociéndola o cayendo en default

Acompañar o especular

¿Y entonces? Taparse la nariz y acompañar. O votar en contra, desligándose por izquierda de esa medida. Y entonces, a futuro contar con un dudoso capital político en el mediano plazo, cuando se pueda argumentar que no se acompañó el acuerdo:”Nosotros no ajustamos”. ¿Hay espacio para ese tipo de planteo político sin darle de comer a la oposición?

Y en la política argentina, ¿si te radicalizás perdés? Perón lanzó enojado, furibundo, el discurso del cinco por uno a una multitud enardecida y a las pocas semanas estaba en una cañonera paraguaya camino al exilio. Illia se quiso oponer al negocio de las farmaceúticas con la ley de genéricos y lo echaron a la mierda. Cuanto más a la izquierda o a la derecha te vas, parece que más solo te quedás. Herminio Iglesias quemó un cajón y perdió las elecciones.

La recomposición de la autoridad política después de 2001 la logró Néstor Kirchner y no Luis Zamora. Cristina eligió a Alberto; no podía ungir a Guillermo Moreno o a Luis D’Elía como candidatos. Los argentinos parecen resolver por el centro. Por eso, cuanto más cerca del gobierno, más se moderan los discursos de los candidatos. Había que acallar en la campaña la reforma agraria propuesta por Grabois.

¿Hay espacio entonces para un rompimiento del Frente de Todos por izquierda que no le dé de comer a la oposición que ansía volver al poder en 2023? En el espacio opositor principal también se vislumbran internas, disputas de poder. Pero la diferencia es que no tienen responsabilidad de gestión.

El Frente de Todos dirime sus rencillas internas con la responsabilidad de la gestión, habiendo recibido una herencia de pies de plomo en 2019, que todos conocemos. País endeudado, cincuenta y cuatro por ciento de inflación. Y luego pandemia, cuarentena y después. Pero si no creía que se podía arreglar, no se hubiera presentado como alternativa.

En el barro de uno de los momentos más difíciles de la gestión, con la inflación trepando al sesenta por ciento, con algunas voces a favor de la dolarización, con el  pretendido consejo de gurúes económicos en programas de TV que ya fracasaron en la gestión, no parece una buena decisión horadar la autoridad del presidente con cuestionamientos desde dentro mismo de la plana de funcionarios.

Si antes podía haber funcionarios que no funcionaban, ahora parece haber funcionarios que no acompañan. “La otra noche te esperé bajo la lluvia dos horas, mil horas, como un perro”, dice el tema inmortal de los Abuelos de la Nada en la voz de Andrés Calamaro. ¿Cuántos años se demoró en alcanzar la unidad amplia, aún contradictoria del peronismo, posibilitando la división anterior el acceso al poder del espacio opositor actual? Unidad que se gestó en el llano, en la tribuna, pero que tambalea en el barro de la gestión en el  momento en que llega la hora de las tareas ingratas, como si fuera posible gobernar de forma virginal, principista y sin costos. “Y cuando llegaste me miraste, y me dijiste: Loco, estás mojado, ya no te quiero”.  

Sebastián Giménez
- Escritor -