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#CasoDalmasso
El triángulo de las bermudas
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Las primeras semanas del juicio a Marcelo Macarrón naufragaron entre los caprichos del abogado Marcelo Brito, las restricciones al periodismo y la intrascendencia de testigos guionados. Hasta que las amigas de Nora evocaron al poderoso trío que integraba el viudo, hoy blanco de sus acusaciones.
Publicada el en Crónicas

Una vez más, como lo hizo durante los últimos quince años a través de la pésima investigación penal del cobarde asesinato de Nora Dalmasso, el Poder Judicial de Córdoba muestra su peor rostro: el de una corporación patriarcal, cerrada y clasista, que no está dispuesta a resignar privilegios, democratizarse ni adaptarse a  los nuevos tiempos.

Cuando tenía la oportunidad de abrir sus puertas para empezar a saldar su deuda en uno de los casos policiales más resonantes del país, el nobel tribunal integrado por Daniel Vaudagna (presidente), Natacha García y Gustavo Echenique Esteve decretó que el esperado juicio oral y público contra Marcelo Macarrón mutara en un inédito proceso semi privado: los periodistas no pueden ingresar a la sala de audiencias con sus teléfonos celulares -ni siquiera apagados-, ni registrar imágenes, ni grabar a los testigos. Deben transmitir desde una sala de prensa con pésimo sonido y sin conexión de wi fi . Y se enteran de quiénes son los testigos una vez que comienzan las audiencias. Sin mencionar el vallado a los ingresos a las cocheras, inhabilitadas mientras dure el juicio hasta para los propios trabajadores del Palacio de Justicia.

Tanto celo para proteger al único imputado por el crimen de Nora Dalmasso tuvo éxito: tras su esperado desembarco en Rio Cuarto el día del (comienzo del) juicio, los medios de comunicación nacionales ordenaron el repliegue de sus frustrados corresponsales.

Nuevo viudo

Las primeras semanas del proceso evidenciaron la estrategia defensiva del abogado Marcelo Brito: presentar a su cliente como un hombre de bien, víctima de una conspiración  judicial/mediática que hoy lo tiene injustamente sentado en el banquillo de los acusados.

En tribunales nació en marzo un nuevo y desconocido Marcelo Macarrón: un hombre sensible y triste, algo encorvado, predispuesto al diálogo con los periodistas, que dice ser la víctima pese a que está acusado de ser el instigador del crimen de su esposa.

En su primera declaración como imputado en quince años, Macarrón dijo que vive una pesadilla, estuvo en estado de shock y toma antidepresivos desde el fin de semana del asesinato en Villa Golf, hace quince años. Una imagen ciertamente incompatible con la del hombre arrogante y frío que luego del crimen siguió viviendo en la misma casa, atendió su consultorio, jugó al golf, se mostró en eventos sociales con su nueva pareja -la abogada Pía Cardoso, luego condenada por integrar una asociación ilícita que estafaba indigentes para evadir impuestos- y compró un departamento en Miami. Y que en quince años no derramó una sola lágrima (en público), pero no para de llorar en las audiencias.  

Otra vez los amantes

Pese a que el fiscal Julio Rivero advirtió en su presentación del caso ante el jurado popular que adoptaría una perspectiva de género para abordar el crimen de Nora Dalmasso y advirtió  que “si Nora descansa en paz, la mujer como género descansará en paz”, la defensa de Macarrón volvió a sugerir que a Nora la asesinó uno de sus  amantes: Miguel Rohrer, (a) “El Francés”, el acaudalado empresario agropecuario que en aquél tiempo presidía la delegación argentina de la multinacional Del Monte Fresh.

Por primera vez en quince años, Brito logró abroquelar a toda la familia -biológica y política- en defensa del viudo. Para ello hicieron renunciar a la querella a la madre de Nora, Delia “Nené” Grassi, quien sufrió hace un par de años un Accidente Cerebro Vascular (ACV)  y perdió la capacidad de hablar. Pero está lúcida y ratificó su voluntad de ser querellante ante dos funcionarias judiciales. Sin embargo, un acuerdo posterior entre los hijos del imputado y los hermanos de la víctima (Juan y Susana Dalmasso) la terminaron dejando afuera del juicio. El episodio fue revelado casi por casualidad en tribunales cuando declaró Juan Dalmasso y dijo recordar que su hermana se sentaba en la falda de su cuñado en una fiesta de cumpleaños realizada en 2006, pero no se acordaba que hacía unos meses llevó el borrador de la renuncia de su madre a una escribanía y luego a tribunales. Su esposa, Sandra López, cambió la declaración prestada hace menos de tres años ante el fiscal Luis Pizarro -en la que había calificado de “frio” e “hipócrita” a Macarrón- por una serie de loas al viudo, devenido esposo devoto y ejemplar padre de familia. “A Marcelo nunca lo vi llorar, ¡ni una lágrima!, había dicho en 2019. ¿Era el mismo viudo que lloraba desconsolado a escasos metros de la declarante? Lamentablemente, el fiscal Julio Rivero no le preguntó a la testigo por sus palmarias contradicciones. Tampoco lo hizo con otros testigos. Su llamativa condescendencia es otro de los grandes interrogantes del proceso. ¿Tendrá un as bajo la manga o le falta convicción para sostener la acusación del Ministerio Público Fiscal?

(Puede leer la nota completa en la edición impresa de revista El Sur, de venta en librería El Espejo y kioscos de Córdoba)

Hernán Vaca Narvaja
- Periodista y escritor -