Crónicas
Entrevistas
Actualidad
El Kiosco virtual
Reflexiones
Cultura
Música
Cine
Libros
Galería Magalú
Galerías multimedia
Quiénes Somos
Revista El Sur
Staff
Ediciones en papel
Suscripcion
#CasoDalmasso
¿Camino a la absolución?
Por | Fotografía: Matías Tambone
Foto: Defensor, fiscal y tribunal parecen actuar en forma coordinada para desechar las pruebas que comprometen al imputado.
En los primeros dos meses de audiencias, ningún testigo aportó elementos para sostener la acusación que pesa sobre el viudo de Nora Dalmasso, acusado de ser el instigador del crimen de su esposa. Sin querellante y con un fiscal que por momentos parece auxiliar del abogado defensor, el juicio oral y (no tan) público parece destinado a consagrar la impunidad.
Publicada el en Crónicas

Pasaron dos meses desde el inicio del juicio a Marcelo Macarrón, acusado de ser el instigador del crimen de su esposa, Nora Dalmasso. En este lapso de tiempo expusieron en el imponente edificio de los Tribunales de Río Cuarto casi 50 testigos -sin contar los ya fallecidos, cuyas declaraciones fueron leídas en voz alta para que las escucharan los jurados populares-, que poco aportaron a la acusación que pesa sobre el viudo y mucho menos al esclarecimiento del homicidio.

Hasta ahora, el juicio ha sido un pálido reflejo de la pésima instrucción previa, que sumó cinco fiscales y cuatro imputados a lo largo de quince años de ineficiencia y/o complicidad judicial.

Es llamativo el silencio del Tribunal Superior de Justicia ante el papelón que está haciendo la jurisdicción judicial de Río Cuarto: un tribunal obsesionado con obstaculizar el trabajo de los periodistas (al punto de esconder la lista de testigos hasta minutos antes de comenzar las audiencias); un abogado defensor abocado a embarrar la cancha -un clásico en la trayectoria profesional de Marcelo Brito-  y un fiscal desorientado, aferrado a una hipótesis improbable que parece haber renunciado a evaluar otras alternativas durante el proceso, posibilidad que le otorga expresamente el Código Penal.

La falta de estrategia(s) acusatoria y defensiva motivó que en las primeras siete semanas de juicio oral y (no tan) público el proceso haya tenido tantas idas y vueltas como en su etapa de instrucción. Con la diferencia que han pasado más de quince años entre el homicidio y este juicio y en aquél momento las contradicciones eran producto de la búsqueda a ciegas de un asesino, mientras que ahora son fruto de la improvisación, mala fe, torpeza y permisividad de un tribunal que no ha puesto reparos a la reiterada convocatoria de testigos absolutamente intrascendentes a los efectos de confirmar o desvirtuar la acusación que pesa sobre Macarrón.

El vocero y la dama

La primera señal sobre un posible pacto de impunidad entre el fiscal y la defensa  fue el fugaz paso por la sala de audiencias de Silvia Magallanes, la ex novia del vocero Daniel Lacase, una de las primeras en llegar a la casa de Nora Dalmasso el fin de semana que encontraron su cuerpo sin vida y una de las tantas intrusas que se asomaron sin pudor a la escena del crimen.

Magallanes -sobre quien ya pesaba un pedido de procesamiento por falso testimonio del fiscal Luis Pizarro- dijo lo que quiso, se volvió a contradecir -como cada vez que declaró en la causa- y se retiró con total impunidad de la sala de audiencias. ¿Qué le dejó su testimonio a los jurados populares, que deberán decidir si Macarrón es culpable o inocente al final del proceso? ¿Qué sentido tuvo citar a una testigo acusada de falso testimonio? ¿A quién beneficia o perjudica escuchar sus mentiras? ¿Qué aporta al proceso su testimonio? Nadie supo explicarlo.

Otra de las particularidades que tiene este juicio es que solo Brito habla con los periodistas. Y ya se sabe el valor que tiene la palabra del abogado defensor.

Julio Rivero, el representante del Ministerio Público Fiscal (el pueblo de Río Cuarto, en este caso), prefiere guardar silencio para no “adelantar opinión” (sic).  Una excusa pueril que no justifica su evidente falta de convicción a la hora de interrogar a los testigos y su especial consideración  hacia el abogado del imputado.

Este (des)concierto de fiscal y defensor motivó que Lacase,  señalado por decenas de testigos como el verdadero arquitecto de la imputación de los “perejiles” Rafael Magnasco y Gastón Zárate, pasara por la sala de audiencias sin que nadie lo incomodara. Y hasta se diera el gusto de compartir llanto a metros de su amigo Macarrón, recitar su curriculum vitae, dar fe de su devoción religiosa y contarle a los jurados populares que viajó al Vaticano para conocer personalmente a los últimos tres Papas.

Jueves negro

Al día siguiente, en su afán de esconder la lista de testigos a los periodistas, el tribunal se quedó sin testigos. Fue una situación escandalosa: los propios camaristas habían citado el lunes a Miguel Rohrer y su esposa para que se presentaran a declarar el jueves, pero un día antes cancelaron la citación. ¿El motivo? La oposición de Brito, el mismo que basó la defensa de su cliente en sembrar sospechas sobre el “francés” , que hizo declarar a los hijos del viudo en esa dirección e interrogó durante horas a diferentes testigos para interiorizarse de los negocios y la vida social de Rohrer.

En medio de este cambalache, Rivero dilapidó la prueba más consistente que tiene el expediente: la autopsia psicológica de Nora Dalmasso.  En vez de convocar a sus autores para que ilustraran al jurado popular sobre sus escalofriantes conclusiones -casi un traje a medida del imputado-, le pidió al tribunal que lo incorporara por lectura. Así, la secretaria leyó con voz monocorde, durante casi tres horas, las 68 páginas del mejor análisis de los primeros meses de investigación del crimen que, entre otras conclusiones, sostiene que el homicida era un varón, que el crimen fue planificado y que el móvil fue personal y no sexual, como pretendieron y pretenden imponer los Macarrón.

El puntilloso análisis -elaborado durante los primeros meses del crimen por la asistente social Ileana Benítez, la criminóloga Raquel Ibarra y el psicólogo Javier Chilo en base a las constancias del expediente y entrevistas propias- destroza la imagen construida casi con candor por Brito y los hijos del imputado en las primeras semanas del juicio: el de una familia ejemplar martirizada por una conspiración mediático-judicial.

Muy por el contrario, la autopsia psicológica confirma el carácter “disfuncional” del matrimonio Macarrón -señalado por el fiscal que elevó la causa a juicio-, destaca su irrefrenable vocación de ascenso social y “la existencia de secretos entre los miembros del grupo familiar, tales como las relaciones extramatrimoniales por parte de ambos integrantes de la pareja marital o la identidad homosexual del hijo varón”. También menciona expresamente como posible “factor estresante” la carta que Valentina Macarrón le envió a su papá desde Estados Unidos y que los testigos propuestos por Brito comentaron se exhibió con total naturalidad entre los comensales del último asado de cumpleaños que Macarrón compartió con su esposa.

En la misma audiencia, previo a la monocorde lectura de la autopsia psicológica, se leyeron las tres declaraciones que hizo a lo largo del proceso la madre de la víctima, María Delia “Nené” Grassi, apartada de la querella por decisión de sus hijos Juan y Susana y de los hijos del imputado, Facundo y Valentina Macarrón. Allí se pudo constatar por enésima vez que “Nené” cree que a Nora la mató “una mafia”  y que no pondría las manos en el fuego por su yerno.

Perfil de un asesino

¿Qué ocurrió la fatídica madrugada del 25 de noviembre de 2006? La autopsia psicológica lo describe con inquietante detalle: Nora tuvo tiempo para quitarse la ropa, fumar un cigarrillo y demaquillarse. Su(s) asesino(s) la esperaba(n) dentro de la vivienda -posiblemente tenían llaves, ya que eran del “entorno personal de la víctima”-, la sorprendieron acostada en su cama -probablemente dormida- y la ahorcaron en cinco minutos, en base a un mecanismo de compresión mixta: las manos del asesino y el cinto de toalla de la salida de baño de la víctima.

El minucioso trabajo elaborado por los especialistas cordobeses también proyecta la imagen del posible homicida: un varón que “pertenecía al entorno familiar de la víctima” -su vínculo emocional lo evidencia que haya tapado el cuerpo con la sábana luego de asesinarla-, con  “un perfil práctico y conservador” que lo llevó a organizar el crimen en base a una “planificación simple y primaria”. Cualquier semejanza con el imputado (no) es mera coincidencia.  Pero por si ésta escalofriante descripción no fuera suficiente, el trabajo es categórico sobre la presencia del ADN hallado en la escena del crimen y el cuerpo de la víctima: “Teniendo en cuenta las costumbres y últimas actividades de la víctima (natación, baños, lavados, etc.) y las constancias existentes en el expediente respecto al cambio de las sábanas de la cama donde fue hallado el cuerpo sin vida de Nora Dalmasso, resulta poco probable que el material biológico encontrado en la escena del hallazgo pudiera haberse encontrado antes a la comisión del hecho del homicidio o que resultara de contaminación posterior al hallazgo del cuerpo sin vida de la víctima”.

Varios años después de estas conclusiones el laboratorio del FBI estableció que ese ADN pertenecía a Marcelo Macarrón, que escuchó impertérrito el informe sentado en el banquillo de los acusados.

Hernán Vaca Narvaja
- Periodista y escritor -