Paula Mónaco Felipe es una periodista cordobesa que lleva 18 años viviendo y trabajando en México. Es autora del libro “Ayotzinapa, horas eternas”, que reconstruye el caso de los 43 estudiantes desaparecidos en la ciudad de Iguala a fines de 2014, y ganadora de los premios Nacional de Periodismo 2019 y Breach-Valdez de Periodismo y Derechos Humanos 2022. “Las distinciones sirven para que las historias sigan rebotando y que muchas personas sepan que sus testimonios y sus vivencias importan”, asegura la egresada de la Facultad de Comunicación de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC) e integrante de la agrupación HIJOS.
“Mi militancia hoy es mi trabajo. Escribir la historia en tiempo presente con la esperanza de que algún día las cosas puedan cambiar en un país tan doliente, donde hacer periodismo se hace cada vez más peligroso”, enfatiza. Y apoya sus dichos en un informe de ARTICLE 19, organización que defiende la libertad de expresión y el derecho a la información, que reporta 156 asesinatos vinculados a la labor informativa (142 hombres y 14 mujeres) entre 2000 y 2022. Paula nació en Villa María en 1977 y es hija del periodista Luis Mónaco y la psicóloga Ester Felipe, ambos secuestrados y desaparecidos durante la última dictadura militar argentina.
-¿Qué es ser periodista en México hoy?
-Ser periodista en México se ha ido convirtiendo en una situación cada vez más precarizada laboralmente y con muy pocas garantías. La mayoría de quienes hacen esta tarea no tienen un empleador que lo proteja, una cobertura social, acceso a la salud y tampoco tendrán una jubilación. Hay muchas carencias y a veces falta hasta lo más básico, como tener saldo para hablar por teléfono y pasar las notas. Esta precarización está muy vinculada a la violencia contra periodistas. En lo que va del año llevamos 11 asesinatos y sumamos 36 en los últimos tres años, durante la presidencia de Manuel López Obrador. México es uno de los países más peligrosos para ejercer el periodismo, detrás de Afganistán y de Ucrania. Los asesinatos y ataques violentos son comparables con los de un país en guerra y estamos en democracia. Este presente tan oscuro y tan difícil es un horror, pero tiene su contracara en la entrega, la pasión y el compromiso de muchos colegas de todo el país que hacen un trabajo de mucha calidad y sacan a la luz cosas que los medios grandes no cuentan. Episodios como Ayotzinapa no han sido silenciados ni olvidados gracias al trabajo de periodistas. La mayoría de ellos ejercen de oficio y tienen otras ocupaciones, pero son voces que realmente incomodan y hacen que no triunfen la mentira y el silencio que muchas veces se imponen desde el gobierno y el poder. Esa entrega infinita y maravillosa es la parte rescatable de esta historia.
-¿A quiénes hacemos referencia cuando hablamos de “el poder”?
-Eso también forma parte de la complejidad de México. Acá no es que los únicos malos son los narcos. El país ha sufrido un deterioro de las condiciones de seguridad desde que se implementó la mal llamada guerra contra el narcotráfico. Hay estudios que identifican al crimen organizado con al menos 23 tipos delictivos: tráfico de armas, tráfico de personas, lavado de dinero… Hay muchos negocios turbios y sangrientos, no son sólo las drogas. También hay una complejidad en cuanto a las complicidades: en muchos lugares el poder no está en el Estado o aparece cruzado con grupos armados. Existen empresarios que tienen sus milicias paralelas, por ejemplo. Ayotzinapa es un caso paradigmático: hubo 43 desaparecidos y aún no se sabe dónde están. En su momento se demostró que los movimientos fueron coordinados por el gobierno local y un cartel, y ahora se sabe que el mismísimo Procurador de Justicia de ese momento estuvo implicado y que un grupo de la Marina contribuyó al ocultamiento de pruebas. Pero pasaron ocho años y seguimos sin saber quién ordenó eso. Ni siquiera el por entonces presidente (Enrique) Peña Nieto dio respuestas.
-De aquel tiempo a esta parte las cosas no parecen haber cambiado demasiado.
-No se ve una salida en el presente y es muy triste decirlo. El actual gobierno se topó de lleno con estos poderes fácticos tan fuertes y no ha podido frenar la inseguridad y la violencia, que se han incrementado notablemente en el país desde 2006. Y tampoco se notan avances en los esfuerzos de la Justicia. En el caso de los ataques contra la prensa pensábamos que los casos iban a empezar a descender, pero fue al revés. Matar a periodistas no cuesta caro en México. El índice de impunidad para este tipo de delitos es superior al 90 por ciento. Y en los casos en los que ha habido avances, se llegaron a detener a los autores materiales, que son gente contratada para hacer su nefasto trabajo. Eso es muy desolador.
-¿Ayotzinapa marcó un antes y un después en tu vida profesional?
-Claramente. Animarte a publicar un libro te lanza a otros mundos posibles. Significa trabajar con historias de largo aliento y también representa una búsqueda en cuanto a nuevas narrativas para enganchar al lector. Llevaba dos o tres años documentando sobre desapariciones forzadas de personas, como el caso de quienes buscan a sus familiares en fosas clandestinas. Esa investigación (Premio Nacional de Periodismo 2019) se publicó en 17 medios diferentes y formó parte de la agenda del país, y también generó una causa que está abierta porque hubo empresas privadas y parte del Estado que traficaron con la identificación de los ADN de los desaparecidos. Uno no puede ser indiferente ante determinadas situaciones. La desaparición de personas en México es una gran tragedia: se denuncian 13 casos por día y ya llegamos a la cifra de 100 mil personas desde 2006
-¿Cómo se articula esta realidad con tu historia personal?
-La desaparición es algo que me toca muy de cerca en mi vida. En mi infancia fue mucho dolor; en mi juventud fue enojo, rabia e impotencia; y luego de los avances que hubo en la Justicia se hizo algo más sobrellevable, a partir de saber que se puede hacer un país un poco más justo. Para mí es volver a empezar todos los días, ya que es la misma forma de olvido e impunidad. Sigo siendo parte de HIJOS, por supuesto, pero mi militancia hoy es mi trabajo. Escribir la historia en tiempo presente, con la esperanza de que estas cosas se terminen alguna vez y de que pueda haber justicia.
-Da la impresión de que la mayoría de los argentinos tiene una visión parcial de México, vinculada exclusivamente al turismo ¿Coincidís?
-No hay un sólo México. Es la playa, es lugares increíbles y paisajes inabarcables, es Acapulco y Cancún, pero no sólo eso. También es desigualdad. México es uno de los países más desiguales del mundo. Aquí tenemos a una de las más grandes fortunas del planeta, como Carlos Slim, y un índice de pobreza que desde hace rato no baja del 45 por ciento y que llega hasta un 80 por ciento si sumamos alguna carencia básica. México es un país muy injusto, con muchos pobres y muy pocos ricos. Y el turismo contribuye ingenuamente a acentuar esa desigualdad, porque detrás de esos paraísos hay mucha discriminación. Si un nativo quiere nadar en el mar de determinadas playas, la policía lo saca. Y me ha tocado que empleados de un hotel me pidan sacarles dinero de los cajeros, porque no les permiten utilizar los que están en sus lugares de trabajo. Y esas cosas también tienen mucho que ver con la violencia. México es un país riquísimo pero saqueado. Y muy doliente: entre ocho y diez adolescentes mueren por día.
-El anclaje de tus referencias es 2006, ¿Por qué?
-Porque es cuando el gobierno de Felipe Calderón pone en marcha la estrategia de militarización de la seguridad que se conoce como guerra contra el narcotráfico. Eso siguió durante la presidencia de Peña Nieto. La gestión de (Andrés) López Obrador cambió el discurso, pero el territorio sigue muy militarizado. En definitiva se trata de un eufemismo, porque se habla de Estado contra narcos y en realidad lo que hicieron fue aliarse con algunos de los carteles y romper la paz mafiosa que pactaban estos grupos. La estrategia de favorecer a unos o atacar menos a otros rompió el equilibrio y multiplicó el fenómeno. En este momento las fuerzas armadas son el principal aliado político e incluso económico del gobierno. Hay una relación estratégica entre ellos. La realidad es que no cambiaron mucho las cosas a nivel del gobierno nacional. Claramente no estamos en otra era.
Noticia de un secuestro
“Nos metieron dentro de un auto y nos obligaron a cubrirnos la cabeza con abrigos. De repente todo era oscuro. Por una rendija entre la ropa solo veía una luz roja: el láser del arma recorriendo nuestros cuerpos. Éramos tres periodistas en Tijuana, en la frontera con Estados Unidos. Trabajábamos en una zona peligrosa pero sin ánimo de arriesgarnos cuando, en segundos, había un grupo de hombres armados rodeándonos. Nos secuestraron. Así es la vida si eres periodista en México: trabajamos y vivimos en peligro”.
Estos son los primeros dos párrafos de la nota que Paula Mónaco Felipe escribió para la versión en español de New York Times el 11 de febrero de 2019. Allí relató en primera persona el episodio que le había tocado vivir un par de meses antes junto a dos colegas con los que documentaba, cerca de la frontera estadounidense, el primer gran éxodo de migrantes centroamericanos. “No fue un ataque intimidatorio sino parte del riesgo que asumimos al hacer nuestro trabajo. Fue estar en el momento equivocado y en el lugar equivocado, ya que no es mi estilo ser una kamikaze. Esos lugares tienen dueños ilegales y grupos que operan. Nos secuestraron por unas horas, nos robaron todo y nos vaciaron las cuentas bancarias”, relata la cordobesa. “Sí tenían en claro que éramos periodistas”, puntualiza.
“Fue una experiencia muy fea y muy traumática, porque mi suerte podría haber sido la misma que la de mis padres. Pero no me enojó con la profesión. Cuando sobreviví a eso me replanteé, como cualquiera lo hubiese hecho, si quería seguir haciendo esto. Y decidí que sí, porque es lo que me mueve”, sostiene. Y añade: “Tuve la suerte que no tuvieron un montón de colegas y quiero darle un sentido a estar en el mundo. Seguir haciendo periodismo es mi forma de no ser indiferente a un montón de cosas que pasan en un país con una crisis y una oscuridad tremendas”.
Distinción especial
El 13 de mayo pasado, Paula Mónaco Felipe fue distinguida en México con el Premio Breach-Valdez de Periodismo y Derechos Humanos, por un trabajo de investigación vinculado a la problemática de los femicidios que realizó junto a su colega Wendy Selene Pérez. “No soy una experta en el tema, pero la idea fue tratar de encontrarle nuevos ángulos. Quisimos saber quiénes son las mujeres que investigan los asesinatos de mujeres, las fiscales, las forenses y las peritas. Encontramos que ellas trabajan con muchas desigualdades respecto a sus colegas hombres, pero que son sumamente profesionales y aportan el plus de un compromiso diferente y una mirada más fuerte e inteligente que se traduce en resultados”, cuenta la cordobesa. “El clima de inseguridad que se vive en México arrastra fuertemente a las mujeres, y hay una luz de esperanza en ese trabajo. Una llave para salir de este mundo tan horrible”, destaca la periodista.
“Es un premio que me honra y me llena de orgullo, porque es muy simbólico. Fue instituido en memoria de dos colegas muy lúcidos y reconocidos (Miroslava Breach y Javier Valdez) que fueron asesinados en Sinaloa en 2017, y que muchos de nosotros admiramos”, concluye.