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¿Se rompe la oposición en Córdoba?
A dos voces
Foto: Juez y De Loredo, la fórmula del éxito o el principio del fin.
El líder del Frente Cívico no se baja de la candidatura a gobernador. Y De Loredo quiere subirse. ¿Cómo se resolverá el intríngulis de cara a las elecciones provinciales, que se harían en mayo del año próximo?
Publicada el en Crónicas

No son lo mismo, pero se parecen mucho. Más de lo que ellos mismos están dispuestos a reconocer. A pesar de su diferencia generacional, uno imita al otro y ambos se consideran outsiders de la política, aunque siempre vivieron del Estado. Luis Juez y Rodrigo De Loredo son las dos caras de una misma moneda, la carta del triunfo o el rostro anticipado del fracaso de Juntos por el Cambio, que se ilusiona como nunca antes con desplazar del Panal al peronismo cordobesista que asienta su hegemonía política en más de dos décadas de ejercicio ininterrumpido del poder. 

Luis Juez y Rodrigo De Loredo son la esperanza blanca de una alianza que pareció tocar fondo cuando el radicalismo perdió su principal bastión político: la Municipalidad de Córdoba. En esa elección, a la que fue solo, Juez salió cuarto, detrás del  candidato peronista, el propio De Loredo y el periodista Tomás Méndez (ADN).

El botín de aquella contienda electoral, paradójicamente, es hoy la plataforma de lanzamiento del dirigente que aspira a quedarse con el poder político que supieron construir el extinto José Manuel De la Sota y su veterano socio Juan Schiaretti, heredero natural de aquella vieja sociedad política, hoy inhabilitado constitucionalmente para buscar su reelección.

Lo cierto es que más por imperio de la biología que por mérito propio de algún dirigente, hoy Córdoba está a las puertas de una histórica renovación dirigencial. En el peronismo, detrás del liderazgo indiscutido de Schiaretti, asoma como postulante indiscutido a sucederlo el intendente Martín Llaryora. Muy por detrás -sobre todo en las encuestas- figuran un puñado de dirigentes con trayectoria en la función pública o  portación de apellido, la mayoría oriundos -o radicados hace mucho tiempo- de la capital provincial: Daniel Passarini, Miguel Siciliano, Natalia De la Sota, entre otros. Ninguno supera hoy los 20 puntos de intención de voto y algunos todavía tienen un enorme grado de desconocimiento entre los cordobeses. 

Con Llaryora lanzado a la Gobernación, la pelea por la sucesión en la capital provincial se queda sin un referente de peso en el peronismo. El problema es mayor para el oficialismo si finalmente la coalición opositora apuesta sus fichas a la candidatura de Rodrigo De Loredo, el joven radical cuya ascendencia política pareciera no tener techo en estos días. “Si Martín es candidato nos queda la sábana corta: cubrimos la Gobernación, pero dejamos destapada la intendencia”, admiten en un sector del oficialismo. Otros, más optimistas, confían en presentar el paquete all inclusive para seducir al electorado cordobés: se vota equipo, no personas. Y el equipo estará liderado por Schiaretti -el dirigente político con mejor imagen en la provincia-, el propio Llaryora y quien finalmente sea elegido para sucederlo al frente del municipio. Este esquema se potencia si De Loredo acompaña a Juez o encabeza la lista como candidato a gobernador, porque entonces tampoco la coalición opositora tendrá un dirigente de peso para disputar el Palacio 6 de Julio.

A Llaryora le queda un año largo para marcar diferencias con las dos gestiones de Ramón Mestre en Córdoba. Además de alumbrado, barrido y limpieza -los tres ítems en los que  no puede fallar un intendente-, Llaryora prepara una batería de inauguraciones de obras de impacto directo en la ciudadanía y fuerte repercusión mediática.

Además de concentrarse en la gestión, en el oficialismo confían en que el “factor Milei” les jugará a favor, por cuanto todas las encuestas indican que los libertarios autóctonos suman a costa del electorado de Juntos por el Cambio. La única incógnita todavía abierta es si una eventual fórmula “K” le restaría votos a Hacemos por Córdoba. Y en qué porcentaje. Fragmentados, “colonizados” por el delasotismo residual y sin liderazgos claros, el kirchnerismo arañó el diez por ciento de los votos en la última elección legislativa. Un caudal más que suficiente para inclinar la balanza en una elección reñida.

Egos y recelos

Para Luis Juez, la tercera es la vencida. No está dispuesto a ceder lo que siente le corresponde por derecho propio tras la paliza que le dio el año pasado tanto a sus rivales internos -Mario Negri y Gustavo Santos- como a la lista que encabezó  la esposa del gobernador Schiaretti, Alejandra Vigo.

Lo paradójico de Juez es que su virtud es su mayor problema: autoerigido como un outsider de la política, hace décadas que vive del Estado.  Y si bien en las elecciones legislativas su slogan de campaña le dio muy buen resultado: “Un Juez para Cristina”, además de ingenioso juego de palabras, le permitió capitalizar el furioso antikirchnerismo del cordobés medio. Pero su prédica anti K no le suma en una elección ejecutiva porque Llaryora no está identificado con el gobierno nacional, pero sobre todo porque los cordobeses no olvidan la pálida gestión que hizo cuando le tocó gobernar los destinos de la ciudad. El contraste con su eventual oponente sería un ancla difícil de levantar. Y a su edad, Juez no puede mostrarse como “lo nuevo” de la política. “Es la vieja política”, retrucan con entusiasmo desde el oficialismo, convencidos de que a Llaryora le conviene más enfrentar a Juez que a De Loredo.

Y es que a diferencia del senador del Frente Cívico, De Loredo si expresa al menos una renovación generacional en el radicalismo. Al estilo desenfadado que parece haber copiado del propio Juez, el (ex) yerno de Oscar Aguad suma una pálida gestión al frente de Arsat,  prácticamente desmantelada durante la administración de Mauricio Macri. 

Más allá de sus características personales y sus potencialidades electorales, lo cierto es que existe un indisimulable recelo entre los seguidores de Juez y los radicales. No le perdonan al senador del Frente Cívico los reiterados improperios contra el ex intendente Ramón Mestre y, básicamente, desconfían. Entusiasmados con la posibilidad de impulsar a un dirigente radical para disputar la presidencia -ya se anotaron  en esa carrera Facundo Manes y Gerardo Morales-, los boina blanca cordobeses no están dispuestos a resignar el primer lugar de la fórmula a un extra partidario. Sobre todo si tienen un “pura sangre” dispuesto a recorrer la provincia en búsqueda del premio mayor.

¿Jure vice?

En la previa a la elección hubo un fuerte reacomodamiento en el ámbito legislativo. La reunificación del bloque que ahora preside el riocuartense Juan Jure implicó que el radicalismo recuperar su condición de primera minoría. Que, traducido en términos políticos, desplaza al PRO a un lugar secundario, que para los radicales refleja la verdadera correlación de fuerzas en la provincia. ¿Por qué cederle a Juez una candidatura que por estructura, aparato e historia le pertenece al radicalismo? “Una cosa es volver con Aguad o Negri, que están recontra gastados, y otra impulsar a Rodrigo, que es lo nuevo en el radicalismo y en la política cordobesa”, razona un entusiasta militante radical.

¿Están dispuestos a romper o solo se doblan a la espera de una mejor negociación con Juez?, es la pregunta del millón.

Hay tantas respuestas como interlocutores dentro del centenario partido. Por lo pronto, en la Legislatura ya corre el rumor de que el presidente del flamante bloque radical, Juan Jure, podría ser el vice de Juez. “Con Juez no alcanza, pero sin Juez no se gana”, dicen los boinas blancas parafraseando el silogismo que catapultó a Alberto Fernández a la Casa Rosada. Unidad, sí, pero... ¿a qué costo? “Hay muchos intendentes radicales que confían más en un gobierno de Hacemos por Córdoba que en uno de Juez”, admiten en la Casa Radical.

Según las encuestas, que oficialismo y oposición deglute por igual con indisimulada voracidad todas las semanas, Juez desciende en las preferencias de la gente en proporciones similares al  crecimiento de De Loredo. Si esa tendencia se consolida, el radical estirará lo más que pueda una definición por la sencilla razón de que mientras más cerca esté la elección provincial mejores chances tendrá de sentarse con autoridad en la mesa de negociaciones.

Tanto Juez como De Loredo saben que la única chance que tienen de desplazar al peronismo del poder es si van juntos a la elección. Pero los egos y el recelo mutuo dificultan las gestiones de unidad. No se descarta que si finalmente ninguno acata la voz de las encuestas, en Córdoba se convoque a una gran interna abierta   -tipo PASO- que permita acomodar los melones dejando la menor cantidad posible de heridos.

¿De Cara candidato?

Mientras radicales y juecistas afilan sus cuchillos para la disputa final, desde El Panal miran con cariño hacia la Defensoría del Pueblo de Córdoba, donde el radical Mario De Cara no oculta sus ambiciones políticas.

De profusa campaña publicitaria, el eterno y funcional ombudsman de la ciudad podría lanzarse al ruedo con el único objetivo de restarle votos a la fórmula opositora y buscar una banca en la Unicameral.

“De Cara candidato le saca entre ocho y diez puntos al radicalismo. Es un porcentaje que tranquilamente define una elección reñida como la que va a haber el año que viene”, dicen los alquimistas de la política, aplicando idéntica lógica en relación al oficialismo y la posible aparición de una fórmula K para disputar la Gobernación. 

El escenario nacional

De aquí a mayo falta una eternidad, pero cada pieza que se mueve puede alterar el escenario electoral. La posible incursión nacional de Schiaretti -lanzado al ruedo desde la emblemática Fundación Mediterránea- condiciona el discurso opositor en Córdoba. Es que el gobernador tiene un núcleo electoral decididamente conservador que puesto a decidir termina votando a quienes llevaron adelante las obras que están a la vista de todos.

Los coqueteos de Schiaretti con Horacio Rodríguez Larreta -lanzado a la carrera presidencial por el PRO- y la acción conjunta del bloque federal con la oposición en el Congreso Nacional también condiciona a la oposición en Córdoba, que de por sí no es propensa a lanzar una campaña frontal contra el dirigente que mejor imagen tiene en la provincia. Pero si no se diferencian de alguna manera será difícil que el electorado conservador de Córdoba elija cambiar. “Más vale bueno conocido que malo... conocido (Juez) o por conocer (De Loredo)”, ironiza un viejo dirigente peronista.

Especulaciones hay de todo tipo y todas apuntan a inclinar la balanza en la próxima parada electoral, que tendrá a Córdoba como protagonista. Por idiosincrasia y conveniencia, el oficialismo presentará a Llaryora como la continuidad de Schiaretti, lo mismo quien finalmente sea el candidato a sucederlo en el Palacio 6 de Julio.

¿Hará Juntos por el Cambio desembarcar a los popes del PRO como Mauricio Macri y Patricia Bullrich? ¿Suman o restan? ¿Qué pasará con el voto de la derecha más dura? ¿Migrará a las filas de los libertarios? ¿Será Córdoba la plataforma de lanzamiento de la candidatura presidencial de Javier Milei?

Mientras todos esperan la bandera de largada -la culminación del próximo Mundial de fútbol, en noviembre-, cada uno procura sumar agua a su molino, convencidos de que Córdoba será, otra vez, el rostro anticipado del país.

Hernán Vaca Narvaja
- Periodista y escritor -