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Sanadores egipcios
Encarcelar a las víctimas
Foto: Alvaro Aparicia, el manochanta que engrupió a decenas de cordobesas.
La Justicia provincial tuvo durante más de un año presas a víctimas de un manochanta autoerigido maestro de la sanación egipcia, que los sometió a trabajo esclavo mientras adquiría siete departamentos en Nueva Córdoba. Quién es Álvaro Aparicio, el uruguayo que se hacía llamar Sahú Ari Merek para estafar a sus víctimas.
Publicada el en Crónicas

Engañadas. Sometidas. Vulneradas. Humilladas. Aterrorizadas. Amenazadas. Obligadas a pagar fortunas y a tomar deudas que pagarán por años. Reducidas. Esclavizadas. Y además... encarceladas por la Justicia de Córdoba.

Difícil imaginar un infierno peor que el que vivieron Verónica Floridia, Maximiliano Icksisonas, Noelia López, Carolina Altamirano, Alejandra García, Flavia Stefanich, Claudio Urtiaga, Liliana Marcial y Liliana Dariomerlo.

Fueron y son víctimas de Álvaro Aparicio Díaz, el uruguayo manosanta que se presentaba como "Máster en Psicología", se hacía llamar Sahú Ari Merek y convencía a sus adeptos de que era un sabio maestro, cultor de los ancestrales saberes egipcios que denominaba "Terapia Seshen".

No se sabe cuándo fue que Aparicio y su mujer, Laura Cannes, comenzaron con su actividad en Córdoba. Pero hay registros que se remontan hasta el año 2010. Para la Justicia de Córdoba todo comenzó en 2014. Antes, "el maestro" desarrolló actividades similares en la provincia de Buenos Aires.

A esta provincia llegó de la mano de su nueva pareja, Cannes, y en poco tiempo forjaron una verdadera mina de oro asentada en el terrorismo psicológico. Pero todo comenzó a resquebrajarse el 26 de agosto de 2020, cuando una humilde mujer de Traslasierra presentó una denuncia por ejercicio ilegal de la profesión contra otra mujer, también sencilla, llamada Carolina Altamirano, que se presentaba como psicóloga especialista en sanación egipcia.

La hija de la denunciante había concurrido a dos sesiones de terapia con Altamirano. Con sólo 22 años, buscó ayuda para salir de una severa depresión. Pero no le cerró lo que vio y vivió. Su madre compartió sus sospechas y ambas comenzaron a buscar más información sobre la supuesta "Terapia Seshen". Encontraron denuncias en las redes sociales. Decían que era una secta. No tardaron mucho en averiguar que Carolina Altamirano no era psicóloga. Y que las habían estafado. Decidieron llevar el caso a la Justicia de Villa Cura Brochero. La denuncia cayó en las manos de la fiscal Analía Gallaratto, que instruyó la causa hasta junio de este año. 

Caballo de Troya

Aparicio no era un improvisado. Buscaba profesionales con ingresos fijos y en situación de vulnerabilidad. La mayoría de sus víctimas fueron mujeres profesionales que vivían una crisis matrimonial. En sus manos cayeron médicas, fisioterapeutas, comerciantes, funcionarias de la Justicia, profesores de educación física, psicólogas, maestras de yoga, productoras audiovisuales. ¿Cómo llegaban a Seshen? En la mayoría de los casos, por recomendación de algún conocido o conocida. Eran gente con problemas personales que pedían hacer terapia con el gran maestro. En las sesiones, que se cobraban a precios altísimos, se instalaba en realidad un caballo de Troya en la mente de sus víctimas. Las conocía, develaba su intimidad, detectaba sus puntos débiles, miserias, mentiras, vacilaciones. Se apoderaba de sus historias, y con ellas, de sus vidas.

Pasar por las terapias era la antesala para ingresar a Escuela Seshen. Aparicio montó una increíble arquitectura de dominación psicológica bajo la modalidad de cursos y especializaciones desplegadas en 33 grados, que permitirían llegar al nivel máximo: Sahú. Pero antes de la meta, los cursos habilitaban a sus seguidores a ejercer la "sanación egipcia". Con una condición: para poder hacer los cursos, antes debían ser pacientes del maestro.

"No me alcanzaría la vida para enseñarles todo lo que sé", les decía Aparicio a quienes emprendían el camino. Cada grado se alcanzaba luego de aprobar cursos que se extendían entre cinco y siete meses y por los que había que pagar valores que a veces superaban los mil dólares.

Al terminar el quinto nivel, el estudiante alcanzaba el grado de “maestro”. Y llegaba el momento de la ceremonia, que se realizaba en la estancia Pozos Azules, en Villa Cura Brochero, donde Aparicio "ungía" a los egresados dentro de una pirámide ubicada en medio del campo. Les otorgaba el título y les asignaba un nuevo nombre en egipcio. Obviamente, primero había que pagar los costosos honorarios.

Pero con los cursos no alcanzaba. También había que participar de las "campañas a Egipto", viajes a la tierra de los faraones en los que además del pasaje aéreo y la estadía había que pagarle dos mil dólares a Aparicio, que los acompañaba como guía y maestro. Y, por supuesto, además del suyo, también los pasajes de su mujer y su hijo.

Los viajes eran una obligación para poder continuar con el ascenso. El que se rehusaba corría el riesgo de ser expulsado de la comunidad. Y ser expulsado era peligroso.

Aparicio también cobraba por sus "iluminaciones, transmutaciones y potenciaciones", prácticas que el maestro "vendía como un trabajo que él hacía, supuestamente de madrugada, durante 28 días, varias horas, y que le demandaba gran esfuerzo. La persona se iba a enterar porque comenzaría a sentirse mejor gracias a esa sanación a distancia". La descripción de las tareas del “maestro” es de Nancy N., una médica con vasta experiencia en hospitales públicos y privados de Córdoba y el exterior. "Me cobró, a fines de 2015, 10 mil pesos para iluminar a mi madre cuando le comenté que estaba enferma", agrega. Eran unos mil dólares a la cotización de ese momento.

Trabajo esclavo

La fiscal Gallaratto fue acumulando denuncias de estafados por falsos psicólogos mientras iba conociendo algunos pormenores de la organización. Ordenó escuchas telefónicas que demostraban el grado de sumisión y dependencia de las víctimas hacia el “maestro” Sahú Ari Merek; secuestró teléfonos celulares que probaban que estas personas estaban completamente subsumidas y eran capaces de hacer cuanto les fuera indicado.

"Jai Maestro, buenas tardes", saludaba Carolina Altamirano en una conversación por WhatsApp el 11 de agosto de 2020. "Me llamó XXX casi llorando. Le dije que usted nunca se equivocaba en lo que veía, y que sus palabras siempre tienen fundamento en la verdad. Que a veces nos duele ver lo que es, pero que sus intervenciones eran siempre certeras", le escribió, sumisa. "Sigo inundada de emoción por la oportunidad que me da...”, insistió una semana más tarde. “La reconozco, me comprometo a sanar, para ocupar el lugar que me ofrece, que es único en el mundo", agregó.

Altamirano, junto a un grupo de ocho personas, pasaba sus días recluida en la finca de Pozos Azules, donde sometía a sus huéspedes a trabajo esclavo: debían labrar la tierra hasta convertir ese páramo en tierra sagrada. "Hace un año creí haber tocado fondo en mi vida con lo que viví en el campo de este monstruo", recordó Maximiliano Icicksonas, otra de sus víctimas, que terminó preso. "Convencidos de que con la pandemia se aproximaba el fin de la humanidad, fuimos arrastrados a vivir en la estancia Pozos Azules. Allí trabajamos de sol a sol, de lunes a lunes, sin descanso ni remuneración alguna. Era el precio a pagar ya que nos estaba salvando la vida", agregó Icicksonas, en una nota que escribió "in pauperis" desde el penal de Bouwer.

"Mientras este señor, sentado a la sombra en una reposera, supervisaba nuestras tareas, desmalezamos más de cinco hectáreas, extrayendo árboles, sacando piedra por piedra, yuyo por yuyo, con las manos ensangrentadas", relató.

Pese a la crudeza del testimonio, para la fiscal Gallaratto seguía siendo un caso de asociación ilícita y ejercicio ilegal de la profesión.

Siete departamentos

Mientras sus adeptos trabajaban bajo condiciones infrahumanas, la economía del maestro Sahú no paraba de crecer. La Justicia encontró 333 mil pesos y 12.128 dólares en sus cuentas bancarias. Ni hablar de sus negocios inmobiliarios: el “maestro” adquirió siete departamentos en Nueva Córdoba, todos con ubicaciones privilegiadas.

Una de esas operaciones la concretó con la Inmobiliaria Aconcagua SRL, que documentó  la compra de tres departamentos en un edificio de calle Laprida 145 de la ciudad de Córdoba: dos unidades de 82 m2 en los pisos 7 y 8. Y una tercera de 45m2 en el 6. La operación, de 16,1 millón de pesos, incluyó una entrega de $3 millones y 80 cuotas de $162 mil. Cómo habrán ido de bien los números de la Fundación Seshen que se encontró un recibo de pago por adelantado de cuotas -de la 1 a la 8- por 269.607 pesos.

La Justicia encontró una segunda carpeta de la empresa Desarrollos Nazareno SRL por la compra de otras dos unidades en la torre Nazareno XV, ubicada en la exclusiva zona de Avenida Estrada 36 de Nueva Córdoba. Allí el “maestro” adquirió dos increíbles penthouses de 162 m2 en el piso 15 (unidades C y D), por un total de 7,7 millones de pesos a abril de 2018. Hizo una entrega y acordó pagar en 30 meses un saldo de 6,3 millones. Cuando la pareja fue detenida ya habían cancelado 24 de las 30 cuotas, por un total de $9,49 millones. La cuota 23 fue de 414 mil pesos.

A estos cinco departamentos sumaron dos más en el complejo Cañitas Salguero Este, comercializados por JB Srur. Allí adquirieron las unidades 12A y 12B del edificio de Obispo Salguero 655. La operación se pactó en 40 pagos, con cuotas de 176 mil pesos a noviembre de 2018.

En total, entre mayo de 2018 y noviembre del año siguiente, Cannes y Aparicio habían abonado 9,9 millones de pesos y 7.200 dólares por la compra y pago de cuotas de siete departamentos, todos adquiridos gracias a la redituable filosofía egipcia.

Esta prolífica economía contrastaba con los rojos constantes, sonantes y crecientes de su círculo íntimo de adeptos, como lo manifestaron tanto los denunciantes como los imputados, que permanecieron más de un año en prisión.

"Me arruinó económicamente", escribió Icicksonas. "Entré en una vorágine de viajes a Egipto y costosísimos cursos que hicieron que me endeudara con él y su mujer. Impulsándome a solicitar créditos para poder ser 'digno' de escuchar los conocimientos que compartía. Es probable que me pase los años que resten de mi vida pagando esas deudas a bancos, tarjetas de crédito y financieras", sostuvo, en un relato que se repetía sistemáticamente entre las víctimas de Aparicio.

Disputa de fueros

En marzo de este año la fiscal Gallaratto dio por cerrada la investigación y solicitó la elevación a juicio de la causa. Una semana más tarde fue notificada de que el Juez Federal N°3, Hugo Vaca Narvaja, había hecho lugar al pedido de tres personas detenidas, al entender que la causa involucraba un caso manifiesto de trata de personas. Por esa razón, y al tratarse de un delito complejo, pidió la inhibitoria a la instructora para que le remitiera la causa. El magistrado argumentó que las personas detenidas se encontraban en realidad "inmersas en esta secta por circunstancias ajenas a su voluntad, convirtiéndose por ello en víctimas de delito de trata de personas para someterlas a la más cruda explotación laboral y económica”.

"Se advierte la existencia de un movimiento de características sectarias y peligrosos efectos", escribió el juez. Y detalló la existencia de "un grupo encabezado por un líder: Álvaro Aparicio Díaz”. Señaló también que se verifica “el empleo de técnicas de persuasión coercitiva, la 'robotización' de los adeptos, la pérdida de capacidad crítica de éstos, la destrucción de los lazos afectivos previos y de la comunicación con el entorno social y familiar de origen. Se advierte asimismo el traspaso de bienes personales a favor del líder y/o del grupo, así como la contribución económica a su sostenimiento".

El juez federal fue más allá al advertir que "aquellos ilícitos que pudieran haber cometido las personas víctimas del delito de trata... deben ser considerados de forma inescindible del delito de trata de personas". Y advirtió que “las víctimas no son punibles por la comisión de cualquier delito que sea el resultado directo de haber sido objeto de trata”. “Escindir tales conductas supone una visión sesgada, fragmentada, que parece ignorar –no sabemos si de manera indolente o directamente deliberada- cómo funcionan los movimientos sectarios de características peligrosas como el aquí denunciado”, insistió.

Gallarato se opuso y el diferendo fue resuelto por el juez de Control José María Estigarribia, quien firmó una resolución el 3 de junio pasado en la que confirmó que el expediente debe ir a la torre de Tribunales Federales. El 7 de julio, tras 16 meses bajo prisión preventiva, todos los imputados, a excepción del maestro Sahú y su mujer, recuperaron la libertad.

En el más completo sentido de la palabra.

Adolfo Ruiz
- Periodista -