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Luis Grasso
"Algo por lo que valga la pena dar la vida"
Foto: Luis Grasso, ex director de la Escuela de Ciencias de la Información de la UNC.
Director de la Escuela de Ciencias de la Información entre 1973 y 74 y sobreviviente de la represión en la UNC, Luis Grasso revindica la vigencia de una comunicación para “el develamiento de la realidad social”.
Publicada el en Entrevistas

—Hola, señor director –lo saludó una estudiante.

—Qué tal, director –insistió otro.

— ¿Qué les pasa? No jodan… –respondió el profesor Luis Grasso, jefe de trabajos prácticos en la cátedra de Filosofía de la recién nacida Escuela de Ciencias de la Información (ECI) –hoy Facultad de Ciencias de la Comunicación (FCC)– de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC).

“En serio, te elegimos a vos”, le aclaró otro integrante de aquella asamblea de estudiantes y docentes. Diez días antes, el 25 de mayo de 1973, había sido recuperada la democracia, con la asunción de Héctor Cámpora como presidente y Ricardo Obregón Cano como gobernador de Córdoba. En ese escenario, la comunidad de la ECI asumió el derecho a elegir al reemplazante de Adelmo Montenegro, el primer director tras su creación, el 30 de diciembre de 1971 (1), y el inicio de clases –forzado por otra asamblea de ingresantes– el 22 de junio de 1972, con 718 inscriptos.

Un año después, el 6 de junio del ´73, motivado por “la situación creada en la Escuela de Ciencias de la Información a raíz de la ocupación del edificio por parte de los estudiantes reclamando la renuncia del Dr. Adelmo Montenegro” (2), el interventor de la UNC, Francisco Lípari, le rescindía el contrato al prestigioso filósofo, escritor y periodista que había organizado la carrera donde se formarían los comunicadores sociales. Al día siguiente asumían Grasso como director y el recordado intelectual y referente de la comunicación popular Alfredo Paiva como secretario general.

“Me tocó a mí, pero pudo haber sido cualquier otro de los docentes, porque teníamos un hermoso equipo”, dice Grasso 50 años después, y conjetura que en su elección fue determinante una clase sobre Sócrates en la que explicaba cómo a partir de preguntas el filósofo griego construía “un discurso de develamiento de la realidad social”, propósito inherente a los estudios y práctica de la Comunicación Social. “Parece que a los changuitos les gustó esa clase. Así que me encontré, en el momento político en que Cámpora estaba en el gobierno y se accedía a la universidad, con la responsabilidad de dirigir la escuela. ¿Qué tenía yo para eso? Creo que tenía un tesoro: todo lo que habíamos hecho hasta ahí había sido participativo, de modo que sentí inmediatamente que no era yo solo el que tenía que dirigir la escuela. Inmediatamente, bajé todos los problemas que teníamos a la participación.

- ¿Por dónde pasaba el debate político en aquellos años y cómo se vivía en la ECI?

- Teníamos un diagnóstico latinoamericano. A la Patria Grande la sentíamos como propia –aún la sentimos, no hemos perdido eso– y la sentíamos colonia. Básicamente, la colonia consistía en que nosotros producíamos cosas de la naturaleza, nos vendían máquinas y sobre todo –y es lo peor que nos vendían– nos vendían plata. Les dábamos las cosas, nos daban una máquina y la teníamos que pagar con la plata que ellos nos daban, y encima nos cobraban interés por la plata. Se nota lo que pasa hoy, ¿no? Eso sentíamos nosotros: esa dependencia, a la que oponíamos la liberación. Nuestra contradicción básica era dependencia o liberación.

Trelew, Chile y la contrainformación

Agosto y septiembre del ´73 fueron meses agitados en la ECI. Al cumplirse el primer aniversario de la masacre de Trelew, María Antonia Berger y Alberto Camps, dos de los tres sobrevivientes de los fusilamientos del 22 de agosto del ´72, en que 16 presas y presos políticos fueron asesinados, visitaron la sede de Vélez Sarsfield y Caseros. En los días previos, una asamblea estudiantil bautizó la ECI como “Héroes de Trelew”. “Ante semejante visita, ¡asamblea! Y se propone ponerle nombre a la escuela, porque hasta entonces era Ciencias de la Información y no tenía subtítulo, no tenía destino explícito… Entonces, en la asamblea, sale mártires y salió la voz de un alumno –yo la escuché– que dijo: ‘No son mártires, son héroes’. Y fue una aclamación inmediata. Después, hablando con los alumnos, les dije: Se pueden tomar muchos modelos para definir un proyecto de vida, pero hay uno que es indefectiblemente valioso: cuando uno da la vida por algo. No estoy diciendo que ustedes den la vida por lo que los compañeros estos dieron la vida. Digo que busquen ustedes orientarse con algo por lo que valga la pena dar la vida”.

“Quien propuso la designación de Héroes de Trelew fue (Raúl) Paco Bauducco, militante del Partido Revolucionario de los Trabajadores”, apunta Julio Ataide, entonces estudiante de la ECI, hoy docente y activista de la memoria en la FCC. “El día que llegaron los sobrevivientes, se descubrió una placa y después en el auditorio, en un fondo decorado con las banderas del ERP y Montoneros, junto al presidente del centro de estudiantes Roberto Maldonado Costa, tanto Camps como Berger relataron los momentos trágicos que les tocó vivir”, añade. Bauducco era militante del Partido Revolucionario de los Trabajadores y fue asesinado en la Unidad Penitenciaria N° 1 de barrio San Martín, el 5 de agosto de 1976, ya durante la dictadura cívico-militar.

Veinte días después del acto por Trelew, el golpe de Estado contra el socialismo democrático de Salvador Allende en Chile amargó el clima triunfal en la militancia argentina y alertó sobre la reacción que se avecinaba en el país y el continente. En la ECI, la alarma llamó a la acción comunicativa. Estudiantes y docentes organizaron una radio abierta de “contrainformación” para denunciar el asalto criminal encabezado por el general Augusto Pinochet.

“Afuera las cosas estaban cada vez más calientes –recuerda Grasso–. De repente, pasa lo de Chile… Nuestra hipótesis era: los medios hegemónicos van a decir ‘por fin cae Allende’ y nos van a contar una historia que no va a ser la real. El contenido de nuestra radio era exactamente al revés: ‘Es muy lamentable que esté cayendo Allende’. La denuncia del golpe. Informábamos, interpretábamos y hacíamos contrainformación. Las fuentes nuestras eran los mismos muchachos que estaban enseñando, eran todos periodistas y tenían lugares de donde conseguir fuentes. Y los changos empezaron a inventar cosas, que a mí me parecían hermosas: uno habló con un verdulero y al lado del precio de las verduras ponía ‘Golpe en Chile’”.

- ¿Qué sentido tuvo esa experiencia en términos de identidad?

- Nos dimos cuenta de cómo un trabajo alternativo, que nosotros habíamos estudiado pero no lo habíamos visto, podía tener un desarrollo. Es decir, sintetizábamos la idea de una escuela que fuera bien informativa, descriptiva, que diera interpretaciones adecuadas de la realidad y que se animara explícitamente a decir lo que opinaba. Esto me parece que puso un gen a la identidad de la escuela: alternativa, contracultural, con un deseo de develamiento de lo que pasaba y crítica a lo estándar. Ojalá esa intención inicial no se pierda nunca.

La escalada represiva

El 28 de febrero de 1974, el golpe de Estado provincial conocido como “Navarrazo” –por su cabecilla, el jefe de Policía teniente coronel (RE) Antonio Domingo Navarro– derrocó al gobierno popular de Ricardo Obregón Cano y Atilio López y fue la antesala del terrorismo de Estado en Córdoba. También interrumpió el proyecto de una universidad para el pueblo, que recogiera las banderas de la Reforma de 1918 y profundizara sus reivindicaciones. En la ECI, la escalada represiva se hacía sentir con delaciones, amenazas, detenciones y golpizas a estudiantes que militaban en las organizaciones revolucionarias.

En mayo de 1974, la sede de Vélez Sarsfield y Caseros (actual Facultad de Lenguas) fue asaltada en dos ocasiones por una patota ligada al sindicalista de la derecha peronista Adalberto Orbisso, quien sería designado interventor del SMATA y del Banco Social de Córdoba. “Orbisso y los otros grupos venidos de Buenos Aires tenían estrechos vínculos con el Ministerio de Bienestar Social y en particular con su jefe, José López Rega. En Córdoba entraron en relación con la ortodoxia peronista local, empeñados en eliminar ‘la infiltración marxista’ en el justicialismo”, explica Norma San Nicolás (3).

Así relatan esos episodios los investigadores Pablo Ponza y Carolina Wild: “El 7 de mayo de 1974 ingresaron a la ECI alrededor de cincuenta militantes armados de la Juventud Sindical Peronista (JSP), luego de tomar el local de la CGT. Entraron disparando, retuvieron a docentes, alumnos y obligaron a todos los presentes a cantar la marcha peronista y vitorear otras consignas de su preferencia. El 15 de ese mismo mes, nuevamente grupos armados pero esta vez minoritarios, intentaron nuevamente tomar la ECI, pero en dicha ocasión los estudiantes lograron detenerlos, reducirlos, atarlos e interrogarlos. A propósito de ello, descubrieron que los asaltadores poseían credenciales del llamado Comando de Las 62 Organizaciones y documentación que los vinculaba con el gobierno provincial” (4).

Tres la muerte del presidente Juan Perón el primero de julio del 74, la asunción de su esposa María Estela Martínez y el nombramiento de Oscar Ivanissevich como ministro de Educación de la Nación el 14 de agosto del 74, “se reinstalaron y agudizaron los métodos represivos y de control político e ideológico que habían tenido vigencia en las universidades desde el gobierno de facto del General  Juan Carlos Onganía”, señala San Nicolás.

En el país y en Córdoba, la violencia de la derecha alcanzó su apoteosis en septiembre. Los asesinatos de la Triple A en Buenos Aires, entre ellos los del intelectual de izquierda Silvio Frondizi y de Julio Troxler, sobreviviente de los fusilamientos de José León Suárez en el ´56, incluyeron a cordobeses como el abogado Alfredo Curutchet, el ex vicegobernador Atilio López y el ex funcionario del depuesto gobierno democrático Juan José Varas. En la provincia mediterránea, la llegada del interventor Raúl Lacabanne propició, entre otros crímenes, el del militante de la Juventud Peronista Luis Santillán, en el contexto del secuestro de los estudiantes de la IPEA de El Brete, firmado por la banda parapolicial creada por José López Rega.

Ese mismo mes, una patota de la Triple A asaltó la casa del director de la ECI y amenazó con matar a su esposa y sus pequeños hijos: “Me fueron a buscar a casa. Ahí fue la tradicional: bajan, entran, tiran todo… los pibes llorando. Horrible. Llego yo y veo eso. Y evalúo: sigamos acá o no sigamos acá. ¿Qué podía hacer uno?”. “Hasta aquí llegamos. Nos vamos”, le dijo Grasso a su esposa, la trabajadora social Alejandra García Morillo. Al día siguiente presentó su renuncia ante el rector Luperi y recién pudo encontrarse con su familia cuatro meses después, en Río Gallegos.

Despojado de toda evocación épica, rememora: “Me dediqué a trabajar detrás de un mostrador… y nada más. Fue un exilio interno, insoportable, porque me parecía injusto. El exilio duele porque uno está todo el tiempo queriendo volver. Yo supongo que si uno está en un exilio y se conforma donde está, puede ser llevadero. Pero cuando uno desea volver, es insoportable”.

-¿Qué significó en su vida la Escuela de Ciencias de la Información?

-Hay momentos de la vida estables y otros momentos que son inolvidables, porque son un puente entre un tiempo y otro, y porque en ese puente uno se juega el destino. Para mí, la experiencia de la Escuela fue exactamente eso. No porque yo haya elegido el destino posterior, sino porque me sacaron el destino posterior. Hubiera querido seguir allí, pero me dijeron: “Te vas o te matamos”.

50 años, 55 ausencias

Tras la renuncia de Grasso y un breve interinato del profesor de Sociología Raúl Ávila, el interventor de la UNC Mario Víctor Menso designó el 18 de febrero de 1975 a Antonio María Requena al frente de la ECI (5). En la investigación citada, San Nicolás refiere: “El nuevo director contrató una custodia personal de civil, pero armada, que hacía ostentación de sus armas dentro del edificio. Esta custodia, junto al ordenanza, controlaba el acceso de los estudiantes, exigiendo el documento o la exhibición de la libreta universitaria, una vez identificados los estudiantes eran palpados de armas antes de ingresar a clase. Las amenazas y el amedrentamiento eran constantes”.

Fue la antesala de la dictadura iniciada el 24 de marzo de 1976, que convertiría la represión en un plan sistemático de exterminio de opositores políticos. El seis de abril de ese año, el interventor militar Hugo Crosa anunció el cierre de la ECI. La decisión se tomó en una reunión de la Comunidad Informativa –órgano de inteligencia y coordinación represiva– del Tercer Cuerpo de Ejército, presidida por Luciano Benjamín Menéndez, en la que se alertó sobre “el problema que significa la circunstancia de que este año saldrán los primeros egresados, casi todos elementos marxistas que se injertarían en los distintos medios de comunicación y/o difusión”. En septiembre del ´76, se reabre la escuela en un pequeño edificio que hasta entonces albergaba la guardia policial de la Ciudad Universitaria. A esa altura, la mayoría de sus estudiantes habían sido represaliados, presos, expulsados u obligados a marchar al exilio.

Desde la vuelta a la democracia hasta el actual 50 aniversario de su creación, la comunidad de la ECI-FCC ha afrontado el arduo proceso de investigación del estrago causado por la represión y la reconstrucción de la memoria de sus 54 estudiantes y un docente víctimas del terrorismo de Estado. Sus rostros reciben cada día a los estudiantes que cursan en el auditorio de su sede en la Ciudad Universitaria. La sala de su Honorable Consejo Directivo lleva el nombre de aquel joven que propuso denominarla “Héroes de Trelew”.

Un lugar para volver a ser

Luis y Alejandra viven en Mar del Plata, a donde llegaron hace cuarenta años a pasear con sus hijos. Al verlos jugar bajo un ombú, decidieron que ahí intentarían rehacer sus vidas. Ahí también tendrían su revancha: “Me enteré que en la Escuela de Artes Visuales buscaban docentes para una cátedra de Comunicación, fui a ver y me quedé ahí. Ya era el ´82 y después vino la democracia. Hice muy buenas migas con el grupo de docentes, aprovechamos la posibilidad de modificar la Escuela y pasó a ser un proyecto piloto curricular como el que yo añoraba. Con los mismos criterios de participación, transversalidad e integración docente. Y fue muy exitoso, porque se tomó esa experiencia y, con algunas modificaciones, se aplicó a toda la provincia”.

Luis y Alejandra tienen una casa llena de libros, con un patio frondoso y poblado de obras de artistas amigos. Hasta allí fuimos a buscar su testimonio, gracias a que Liliana Arraya –una de aquellas primeras estudiantes de Comunicación– nos confirmó que estaba vivo. Ella lo recuerda como “un tipo muy abierto, que participaba en nuestras asambleas. Nosotros lo queríamos mucho. Era muy joven, de alrededor de treinta, pero todos lo respetábamos”. También para él hay nombres imborrables, muchos que ya no están y quisiera abrazar.

Hoy Luis tiene 80 años, la pasó mal durante la pandemia y el año pasado estuvo al borde de la muerte. Ya recuperado, hace planes propios y colectivos, como tejedor de redes de pedagogía y comunicación. Su horizonte sigue siendo la conciencia y la liberación. Al despedirnos, nos dice: “Es bueno saber que uno no fue olvidado”.

Notas:

(1) Ordenanza Nº 52/71 del Consejo Superior de la UNC. 30/12/1971. Archivo General e Histórico de la UNC. (2) Resolución Rectoral Nº 9/73. 06/06/73. AGH-UNC. (3) Norma San Nicolás, Reflexiones sobre la Universidad y el terrorismo de Estado, 1974-1976, en Historias Recientes de Córdoba, Silvia Romano (comp), Editorial Filosofía y Humanidades UNC, Córdoba, 2017. (4) Ponza, Pablo y Wild, Carolina. (2017). Escuela de Ciencias de la Información (1972-1984): Composición institucional y socio-cultural del Colectivo Estudiantil. Trabajo presentado en las VI Jornadas de Historia Social y IV Encuentro de la Red Internacional de Historia Social. La Falda. Inédito. Disponible en: http://hdl.handle.net/11086/5029 (5) Resolución Rectoral Nº 169/75. 12/02/75. AGH-UNC.

Alexis Oliva
- Periodista -