Crónicas
Entrevistas
Actualidad
El Kiosco virtual
Reflexiones
Cultura
Música
Cine
Libros
Galería Magalú
Galerías multimedia
Quiénes Somos
Revista El Sur
Staff
Ediciones en papel
Suscripcion
Matías Cacciavillani
El Animal Planet del Imperio
Foto: Matías Cacciavillani tiene una relación especial con los animales.
Hace diez años que es voluntario en el Parque Ecológico Urbano de Río Cuarto. A los ocho quedó deslumbrado por las imágenes de Animal Planet; hoy cursa los últimos años de la carrera de biología y tiene su propio canal de You Tube, donde genera conciencia sobre el cuidado del medio ambiente.
Publicada el en Entrevistas

Mientras recorre a modo de guía turístico el Parque Ecológico Urbano (PEU), compartiendo unos mates amargos, Matías Cacciavillani cuenta su historia a revista El Sur. Es voluntario en el Parque Ecológico de Río Cuarto desde los 16 años y los animales son su compañía buena parte del día. Cuando se acerca a ellos, su gesto cambia, se dibujan unos hoyuelos alrededor de su boca que terminan con una sonrisa franca cada vez que toma contacto con sus “amigos”. Los animales lo reconocen apenas se acerca. Hay una sensación extraña en el ambiente, pareciera que se comunican, no con palabras, sino con gestos.

- ¿Cómo nació tu amor por los animales? ¿Viene de familia?

- Es más personal, mi familia me apoya, pero no comparten el amor que yo tengo por los animales. A los ocho años descubrí por medio de la pantalla del televisor un mundo totalmente desconocido: Animal Planet. Me volví loco y empecé a buscar más información sobre el tema. Así nació lo que hoy es mi vocación.

- ¿Cómo es tu relación con los animales?

- Es una conexión que no puedo explicar con palabras, es algo que nace solo, una sensación de felicidad que me recorre todo el cuerpo. Si estoy con un mal día o con muchas cosas en la cabeza, vengo al parque, estoy con ellos y me cambia completamente el humor.

El Parque Ecológico Urbano (PEU) está ubicado en la calle Río Limay 2.499. Fue inaugurado en 1996 y abarca una extensión de 12 hectáreas. Fue creado con el objetivo de rehabilitar animales silvestres y asegurar la perpetuación de especies en peligro de extinción. También recibe animales que han sido víctimas de mascotización o contrabando. Algunos se quedan un tiempo y logran reincorporarse a su hábitat, otros viven toda su vida en el parque. Otro objetivo del parque es concientizar a la población sobre el cuidado del medio ambiente, a través del recorrido que permite observar distintas especies en un ambiente que recrea su hábitat natural. También se dan charlas informativas.

Matías entró al PEU a los dieciséis años por invitación de una amiga que era voluntaria. Hizo un curso de pequeños guardabosques para entender a los diferentes animales del parque y del país; cómo son sus cuidados, la alimentación específica de cada especie y por qué llegan al parque. Este año cumple una década desde que ingresó al parque como voluntario. Aquí encontró su vocación y su lugar en el mundo, aunque ya tiene propuestas laborales de Misiones y sueña con conocer África.

- ¿Qué enseñanzas te dejó el parque a lo largo de estos años?

- Fueron diez años llenos de cosas lindas y, como todo en la vida, también feas y difíciles. Este lugar me permitió conocer a los animales y estar con ellos, tener la posibilidad de tocar un puma, interactuar con un mono. Es algo que me marcó. Pero también pude crecer como persona y adquirir más confianza para luchar por lo que me gusta y lo que me hace feliz, porque también aprendí que siempre habrá trabas en el camino.

Animales y rescatistas

Todas las personas tienen anécdotas graciosas, tristes y felices, y Matías no es la excepción. A lo largo de los años fue protagonizando distintas historias en el parque. Su amor por los animales lo lleva a hacer algunas locuras, como llevar una víbora a la farmacia o armarle un mini camping a un tapir. “Un día, haciendo el recorrido habitual por el parque, noté que una de las serpientes estaba extraña. Cuando la fuimos a examinar con el veterinario vimos que tenía un sarpullido en la piel. Yo estaba tan preocupado que la agarré, la guardé en mi mochila y salí a los piques en la bici hasta la farmacia”, recuerda entre risas.  En otra ocasión, esperando la llegada de “Gregorio”, un tapir, trabajaron para darle la “sorpresa” de un hábitat confortable. “Llegó bien entrada la madrugada y habíamos armado un mini campamento en el salón del parque para recibirlo. Cuando lo vimos por primera vez fue muy emocionante, con mis compañeros estábamos como locos”, apunta.

Hace algunos años llegó al parque un mono aullador, el mono más ruidoso del mundo, víctima de contrabando. Como todavía era bebé, los voluntarios debían tenerlo en una mochila para que se sintiera protegido y el mono sintiera que estaba con su mamá. “Todas las noches nos turnábamos para llevarnos a “Coco” a casa: cuando me tocaba a mí era un lío porque mi hermano se enojaba. Una de esas noches “Coco” se escapó de la mochila mientras yo dormía y le agarró la billetera a mi hermano. Al otro día me levanté con las puteadas de mi hermano porque le habían roto los billetes”, recuerda Matías mientras suelta su primera carcajada.

- ¿Cómo es su relación actual con “Coco”?

-  Con “Coco” forjé una relación muy fuerte, ya que lo vi crecer a lo largo de los años. Los monos tienen algo muy curioso: o les caes bien de entrada o no te pueden ni ver y te ignoran. “Coco” desde el primer momento me aceptó.  Y cuando me ve comienza a arrullar como loco. El sonido que emite genera una sensación de temblor en el pecho.

Matías cuenta que en el parque también hay animales peligrosos. “Un día llegó un puma, luego de una denuncia de un vecino a la policía animal. Los dueños lo tenían atado a un árbol y le habían sacado las garras y los colmillos para hacerlo pelear con perros de caza”, recuerda. Y se queja porque a pesar del maltrato, no tuvieron ningún castigo. “Los responsables de este acto ilegal están libres, por lo que no hay Justicia para el animal”, se queja mientras cuenta que es bastante habitual la apropiación de animales silvestres como pumas o gastos monteses para criarlos como mascotas. “Es un acto ilegal porque se trata de fauna que está protegida por la ley. Es muy perjudicial para el animal, porque no puede desarrollar las capacidades que necesita para sobrevivir”, cuenta Matías.

En el parque hay un puma que, como consecuencia del maltrato sufrido, ya no podrá reincorporarse a su hábitat natural. “Uno de los pumas sufre de enanismo – tiene las patas delanteras más pequeñas que las traseras- por haber sido apropiado por una familia como mascota: la mala alimentación no permitió que se desarrollara, lo cual le trajo grandes problemas físicos”, apunta Matías.

Además de voluntario y estudiante de la universidad, Matías tiene un canal de YouTube (Matías Cacciavillani) donde muestra sus días en el parque, filma cuando llegan animales nuevos o imágenes de la interacción cotidiana de los animales entre sí.

- ¿Cómo surgió la idea de crear un canal en YouTube?

-   Un poco surgió para poder cumplir ese sueño que tenía de chico: crear mi propio Animal Planet. Primero grababa con el celular, trataba de editar los videos y los subía. De a poco la gente me empezó a apoyar y ahora estoy muy contento con el canal. Mi idea es seguir porque me permite también generar conciencia frente al cuidado de los animales

- ¿Cuándo te recibas seguirás trabajando en el parque?

-    Soy voluntario, vengo por el amor y por la relación que tengo con los animales. Pero de algo hay que vivir y claro que gustaría poder formar parte del parque desde otro lado, como un profesional pago. También tengo una oferta para ir a trabajar a Misiones, pero me da un poco de miedo irme allá solo. Toda mi vida la hice acá en Río Cuarto y me costaría dejar la ciudad.

- ¿Qué les decís a las personas que vienen al parque?

-    A los nenes que vienen de las escuelas o con la familia y se acercan a preguntarme sobre los animales les cuento por qué están en el parque, cómo se llaman, qué comen. Trato de ser el adulto con el cual me hubiera gustado tratar de chico, con paciencia y amor por lo que hace.

María Ángela Butigue
- Estudiante de Comunicación Social -