Crónicas
Entrevistas
Actualidad
El Kiosco virtual
Reflexiones
Cultura
Música
Cine
Libros
Galería Magalú
Galerías multimedia
Quiénes Somos
Revista El Sur
Staff
Ediciones en papel
Suscripcion
Constanza Urquiza
"Bailar es una pasión"
Foto: Constanza Urquiza en plena danza con bombos.
Con solo 19 años Constanza Urquiza cumplió su sueño de recorrer diferentes escenarios de Argentina y el mundo, interpretando una variedad de danzas que explora desde su infancia. De bailar con su papá a integrar el elenco de Stravaganza.
Publicada el en Entrevistas

Desde la ilusión del recuerdo, a pesar de su corta edad, la bailarina Constanza Urquiza cuenta la historia del detrás de escena de su breve e intensa vida y, sobre todo, de cómo pasó de espectar su sueño a concretarlo. “Los sueños están para cumplirse”, dice convencida esta joven cabrerence de 19 años que desde que dio sus primeros pasos en el mundo de la danza no paró, visitó varios países e integra el selecto elenco de Flavio Mendoza en Argentina. Heredó la danza folklórica de sus padres, pero desde pequeña incursionó en otros matices del baile y en noviembre del año pasado se coronó Campeona Nacional Juvenil de Malambo.

- ¿Cuándo descubriste tu pasión por el baile?

- No hay un momento especifico, la danza es algo que traigo en la sangre, mis papás toda la vida se dedicaron a eso. Mi mamá aun estando embarazada de mí seguía bailando y desde que nací me inculcaron esto, que es lo que me apasiona y amo. Antes de aprender a caminar me enseñaron los pasos básicos del folklore-, cuenta entre risas.

A los dos años “Coti”, como le dicen, comenzó a bailar junto a su papá, su primer maestro en el mundo de la danza. A los nueve años empezó a participar de diversos seminarios de otras danzas con profesores de renombre como Facundo Mazzei y Soledad Bayona, que pertenecen a la academia de Flavio Mendoza. Allí Constanza constató que “bailar era más que un hobbie: era una pasión”.

- ¿Cómo llegaste a la academia de Flavio Mendoza?

- Después de hacer los seminarios me contactaron desde el estudio de Flavio Mendoza y me dijeron que estaba becada por una semana. Así que viajé a Buenos Aires a tomar clases y preparé una coreografía para la muestra de fin de año. Al terminar me dieron la noticia de que la beca se extendía por tres años más y en ese lapso de tiempo pude aprender acrobacia, contemporáneo, teatro, jazz, clásico, hip hop y demás; un poco de lo que ya había aprendido y mucho más. Con trece años viajaba todos los meses una semana y estaba desde las diez de la mañana hasta las nueve de la noche. Tomaba todas las clases porque quería aprender lo que más pudiera, se me volaba la cabeza de información, pero yo sabía que me iba a servir para el día de mañana.

Tras cada extensa y agotadora jornada en la academia, Constanza se ponía a copiar lo que habían hecho en el día sus compañeros del secundario. El esfuerzo no es un mal recuerdo para ella: dice que aquel sacrificio redundó en los frutos que hoy le da su pasión por la danza.

- ¿Qué hiciste con respecto a la danza después de que volviste de Buenos Aires?

- En el 2020 comencé a ser parte de un grupo de malambo llamado “Imperio Gaucho”, a cargo de Emilio Viale, compañero y profesor de nuestra academia familiar Atahualpa Yupanqui. Con ellos hacíamos un poco de todo dentro de la rama del folklore: boleadoras, poncho, látigo y bombo. Emilio ya hacía tres años que estaba trabajando en China y su jefa, Florencia Cura, necesitaba un grupo de diez mujeres que hicieran lo mismo que él. Quería mostrar una faceta distinta, donde  las mujeres pudieran hacer lo mismo que hacen los gauchos. Emilio me recomendó y Flor me contactó. Yo tenía dieciséis años y me pidieron un video mostrando lo que sabía hacer. Comenzaron a armar un grupo de diez mujeres, con algunas chicas de San Juan, Buenos Aires y otros lados. Al grupo lo nombraron “Bravas” y de un día para el otro nos avisaron que nos íbamos a China. Era una de las últimas cosas que me podía imaginar, no lo podía creer. La semana antes de irnos fuimos a Buenos Aires a ensayar y partimos a destino. Estuvimos un mes en China. Fue una experiencia hermosa, inolvidable, conocí mucho de la cultura y mucha gente que ahora llevo en mi corazón.

- Después de la experiencia en China, ¿Cómo fue llegar al escenario de Stravaganza?

- Con Emi Viale nos enteramos de que había un casting para Stravaganza, el espectáculo de Flavio Mendoza en Buenos Aires. Cuando llegamos, nos encontramos con dos filas llenas de gente, habíamos hecho un viaje largo y lo que menos esperábamos era quedar entre semejante multitud. Lo primero que tuvimos que hacer era un minuto de lo que nosotros sabíamos, más algo de bombo y demás, y cuando te bajabas del escenario te decían: “Te quedás o te vas a tu casa”. Pasamos la primera etapa, que ya era un alivio; después de eso nos hicieron repasar unas cinco veces la coreo en distintos grupos, hasta que en la etapa final quedamos tres mujeres y ocho varones. Cuando terminamos nos dijeron: “Bueno, mañana les avisamos quien queda y quien no”. Estábamos pagando el estacionamiento, porque nos había llevado mi papá, cuando veo que viene Lore, la productora, abro la puerta del auto y me dice: “Estás adentro de Stravaganza”. No lo podía creer, mi papá lloraba, nunca me lo imaginé. Me tuve que quedar, porque al otro día empezábamos a ensayar. 

- ¿Cómo fue tu debut como parte del elenco?

- Comencé con los ensayos y el fin de semana tuve mi primer debut, en Mendoza. Tenía los ojos abiertos gigantes, no entendía nada, veía que se subían al escenario, que se tiraban al agua, y yo pensaba: “¿Que hago acá?”. Mucha emoción. Cada vez que termina una función me largo a llorar. Cuando Flavio habla al terminar el show y cuando tengo que subir al escenario me acuerdo de todo lo que pasé, de todos los sacrificios.

- ¿Qué sentimientos tenés por la danza?

- La danza es mi vida. Ver gente que se frustra mucho, que no puede hacer danza por los costos, me destruye, me parte el alma, porque me gustaría poder ayudarlos, que vivan lo que yo vivo, porque es una familia que te abraza, que te salva y espero que el día de mañana no se tome como un hobbie, sino que la gente lo valore como el trabajo que es. Cuando me subo a un escenario lo hago por mi familia, por mí y por los que me acompañaron, lo disfruto un montón y agradezco a la vida por todo lo que me está dando. Tengo mil emociones cuando bailo. Siempre digo que el día que esos nervios no existan cuando vayas a bailar, no subas nunca más al escenario, porque es esa adrenalina la que mantiene todo encendido.

Sabrina Dedominici
- Estudiante de Comunicación Social -