La nota de tapa de revista El Sur de hace dos meses, en el ejemplar de setiembre, fue precisamente sobre la escandalosa discrecionalidad con la que el Tribunal Superior de Justicia (TSJ) manejaba la asignación de vehículos de alta gama.

Contamos que un BMW muy parecido al que usaba Oscar González había sido entregado a una clínica privada donde trabajaba la hermana de una de las juezas del TSJ. Una nave de 45 mil dólares.

Mostramos lo injusto que era el sistema. Mostramos lo poco solidaria que era su aplicación. Mostramos la discrecionalidad con la que se asignaban. Mostramos el perjuicio que le causa al mismo sistema de administración de justicia.

Lo hicimos confirmando los datos a partir de una Solicitud de Acceso a la Información Pública. Hicimos el trámite, tuvimos paciencia, esperamos. Confirmamos, documentamos, publicamos.

Era un escándalo. Demostrado. Documentado.

Es un escándalo.

Pero mayor poder que ese escándalo tuvo el blindaje mediático que rige en Córdoba. Gobierno / Justicia / Empresas periodísticas.

Hasta el sábado pasado, poner de relieve a la vista de todos lo que sucedía no pareció movilizar a nadie.

Hoy nos queda la sensación de que ese blindaje sólo se puede romper con una muerte.

Por si a alguien le quedaban dudas, así es como funciona el sistema de comunicación en Córdoba. Con un blindaje enorme y poderoso que se llama pauta.

Tan poderoso que debió morir una docente en las Altas Cumbres para que nos animáramos a hablar de este escándalo.

Nos quedará siempre la duda. Si ese informe publicado hace dos meses no se hubiera chocado contra el blindaje, tal vez el sábado último González no se hubiera animado a salir en su BMW de patente melliza.

Y tal vez entonces, Alejandra Bengoa hoy seguiría siendo una ignota docente, y no la víctima fatal que hizo falta para destapar toda esta vergüenza.