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Luis Rodeiro
"El peronismo debe recuperar la rebeldía"
Por | Fotografía: Diego Cabrera
Foto: Luis Rodeiro plantea una visión crítica del peronismo cordobesista.
Con "El hecho maldito del país burgués", su nuevo libro, el periodista Luis Rodeiro parafrasea a John William Cooke para recuperar la historia y plantear los actuales desafíos del movimiento peronista.
Publicada el en Entrevistas

Luis Rodeiro tiene 79 años y una larga historia como periodista y militante –identidades a veces convergentes–, pero sobre todo como analista crítico de la conflictiva política argentina. Del activismo estudiantil al peronismo revolucionario, apenas iniciada la década del 70 conoció la cárcel y durante la última dictadura, el exilio. La vuelta a la democracia le dio la oportunidad de regresar al país y al periodismo, con varias experiencias en radio y alguna incursión televisiva, pero siempre escrito –porque Luis Rodeiro escribe todo, hasta sus charlas, aunque después improvise–. Y siempre político, desde la historia al presente.

Su nuevo libro, El hecho maldito del país burgués (Editorial Caterva, 2022), reúne textos atravesados por aquella idea del militante y pensador de la izquierda peronista John William Cooke, que invocan a protagonistas de la historia reciente –el mismo Cooke y Alicia Eguren, un Rodolfo Walsh político, el cura tercermundista Erio Vaudagna, los revolucionarios Héctor Jouve y Clara Zentner–, una selección de notas periodísticas y un capítulo final desde el bote de un Pescador de ideas, insumisa fauna ictícola que se retuerce sobre las tablas y vuelve a saltar al mar de la turbulenta política en la que el autor rema.

En sus primeras páginas, nos avisa: “No es un libro de investigación periodística / No es un libro de investigación histórica / No se trata de textos literarios / Son tan solo miradas sobre la puta realidad / No se desanime. A pesar de todo, tienen un poquitín de periodismo, algo de historia y, a veces, una pizca literaria. Y unas inmensas ganas de dar vuelta esa puta realidad, como una media. Que los pobres coman pan y los ricos, mierda-mierda”.

- ¿Qué significa la frase “el hecho maldito del país burgués”, en su tiempo y en el presente?

- La frase “el hecho maldito del país burgués” nace una vez derrocado el peronismo y en el comienzo de un proceso de resistencia. Es esa heroica resistencia “del caño”, centrada a veces en organizaciones espontáneas, pero fundamentalmente en los trabajadores, lo que para Cooke representa la oposición permanente a los intentos, a partir del golpe del 55, de eliminar al peronismo de la realidad nacional. La afirmación aparece después del golpe militar del 66, en su famoso Informe a las bases. Entonces, esa actitud combativa, de la que fue un gran protagonista, ha permitido la vigencia del peronismo y que para los sectores poderosos siga siendo el “hecho maldito del país burgués” que debe ser borrado del mapa, ayer y hoy. Si uno lee el libro de Mauricio Macri, encuentra los mismos conceptos de los proyectos liberales que se dieron a partir del 55 y han encontrado resistencia, muchas veces inorgánica. La enseñanza de Cooke al caracterizarlo como “hecho maldito”, pone al peronismo en el centro de cualquier tipo de cambio en el país, aún con sus contradicciones.  Con la realidad de que muchas veces tuvo la potencialidad de resistir, pero la incapacidad –por ser un movimiento “invertebrado y miope”, como decía Cooke– de ser un factor de cambio desde el Gobierno. Ese es uno de los grandes desafíos.

- ¿Cómo funciona esa contradicción entre fuerzas que permitieron su supervivencia y otras que, en sintonía con sus enemigos, contribuyeron a impedir el país que soñó Cooke?

- Precisamente, esa condición de un peronismo fuerte para resistir pero débil en el poder se da por otro elemento que aporta Cooke: el peronismo tiene en su seno una contradicción de clase, que permite el desarrollo de corrientes participacionistas e integracionistas, que se vienen desarrollando desde los tiempos mismos de Perón y siempre han obstaculizado la constitución de un movimiento histórico organizado con perfil combativo. Cuando hace ese Informe a las bases, señala muchos errores que nosotros después advertimos en el desarrollo histórico. El primero: la creencia de que el hecho de que el peronismo fuera un movimiento nacional de liberación terminaría inexorablemente en una revolución de tipo socialista, cosa que no sucedió por una mala lectura de la realidad. El peronismo tiene como sujeto político protagonista a un pueblo que sin duda tiene las contradicciones de un movimiento masivo en el que entran distintas vertientes. Pero Cooke también expone que quienes salvan al peronismo de los intentos de eliminarlo son los sectores combativos, que se expresan a través de grupos de la CGT, a través de dirigentes sociales y a veces –a pesar de todas las críticas que hemos hecho con los compañeros– a través de los momentos iniciales de los grupos armados. Desde esa idea del “hecho maldito” hay que repensar el peronismo. Ha habido intentos: uno fue el camporismo, que tenía esa iniciativa pero la misma burocracia peronista lo impidió. Lo derrocaron a (Ricardo) Obregón Cano, a (Jorge) Cepernic, a (Oscar) Bidegain… Un intento válido, pero incompleto. Otro momento histórico importante es el del kirchnerismo, que surge con una visión del peronismo combativo.

- ¿Cuánto de herencia de Cooke tuvo Montoneros?

- La peor fue el foquismo como receta totalizante, de la que Cooke no se salva y se desaprovecha su visión política para la construcción del movimiento. No era fácil, porque la guerrilla cubana instaló algo importante: la revolución era un tema pendiente pero inalcanzable en nuestro país, hasta que Cuba aparece como aseveración de que era posible. Cooke participó incluso como miliciano, en defensa de la revolución. Era el clima preponderante que coincidía con que en la izquierda una nueva generación rechazaba al Partido Comunista oficial, lo calificaba de reformista y obstáculo para los procesos revolucionarios. A su vez, en la Iglesia Católica la juventud enfrentaba a la Iglesia oficial y su apoyo al sistema capitalista. Estas cosas fueron uniéndose y una de las influencias de Cooke fue el planteo de que no había otro camino más que la lucha armada. Pero así como se ideologizó al movimiento peronista, de que era por sí mismo revolucionario, lo mismo sucedió con la lucha armada y el predominio del criterio cubano: la revolución venía de un grupo pequeño capaz de ser un foco –por eso se llamaba foquismo– que irradiara rebeliones. A ese método se lo pensaba válido para toda América Latina. Indudablemente, no lo fue, porque las realidades políticas eran distintas. En Cuba no había un movimiento obrero como en la Argentina. En Cuba los sectores dominantes tenían una presencia directa en la economía y las finanzas. Aquí esa dependencia existía, pero mucho más velada. No había una identificación abierta del enemigo. Montoneros tuvo una gran masividad, en los sectores juveniles pero también con un desarrollo importante entre los trabajadores. Sin embargo, por la preponderancia del foquismo en contra de lo político, eso prácticamente se perdió. En ese sentido, Cooke hablaba del peligro de la patrulla perdida, igual que Rodolfo Walsh tiempo después.

- Pensar a Cooke como quien sintetiza lo mejor del peronismo implica una ardua discusión, porque la historia lo ha puesto en uno de los extremos de sus tensiones.

- Es que intencionadamente lo han puesto ahí.

- Claro, porque en su tiempo dentro del peronismo también existía un Vandor, más adelante Norma Arrostito por un lado y López Rega por otro, y hasta el represor Ernesto Barreiro dice ser peronista y en La Perla fue victimario de Graciela Doldán, una militante arquetípica del peronismo revolucionario.

- Yo en el libro digo –robándole una idea a Néstor Kirchner, cuando dijo que él se sentía heredero o hijo de las Madres de Plaza de Mayo– que la generación nuestra se sentía hija política de John William Cooke, porque su visión era muy amplia y no se agotaba en la lucha armada, sino que él ya nos descubrió que en el peronismo hay lucha de clases y también sectores que trabajaron para el golpe de junio de 1966, como (Augusto Timoteo) Vandor. Es la riqueza de lo que nos queda hoy, una mirada teórica del peronismo, de cómo tiene que reconstruirse y construir fuerza política.

- Después de la dictadura, hay retornos en distintas versiones: el menemismo como peronismo integrado a los sectores de poder en los 90 y el kirchnerismo entre 2003 y 2015, más cercano a lo que Cooke planteaba. ¿Cómo sigue y se proyecta al presente esa disputa?

-Han cambiado muchas cosas. Cuando uno dice que la clase trabajadora es decisiva en la historia del peronismo, hay que tener en cuenta el desarrollo del movimiento obrero, que no es el mismo del período de 1945 al 55, ni del 55 al 66 o en los años 70. En esa transformación, muchos sindicalistas se enrolaron en una vertiente neoliberal, de no hacer olas, de comerse todas las medidas contra los trabajadores y quedarse callados. El grupo que hoy domina la CGT –los gordos– de peronismo combativo no tiene nada. Es más, ahora se juntan con sectores sospechosos de haber lucrado con la situación de mucha gente humilde para hacer un partido (el Movimiento Nacional Sindical Peronista), nada más que por las candidaturas. A eso se suman los políticos que entraron de lleno en el amarillismo macrista, como el candidato a vicepresidente de Macri, Miguel Ángel Pichetto, y las versiones del peronismo inventadas por el neoliberalismo, como el “peronismo racional”. Eso se concretó en Córdoba con el “cordobesismo” fundado por el Gallego (José Manuel) de la Sota, quien hizo un cambio sideral de la historia peronista, contrató los asesores más caros en materia de comunicación, hizo desaparecer todos los emblemas peronistas en su campaña, inventó una nueva estética, hizo el acuerdo electoral (Unión por Córdoba) con la Ucede (Unión de Centro Democrático) y celebró el triunfo con (Germán) Kammerath, (Carlos) Menem, (Juan) Schiaretti y hasta con Macri, como muestra una foto que está en el libro.

- ¿Qué hay del otro lado?

- Eso se encuentra con la aparición del kirchnerismo, que algunos definen como hecho inexplicable, pero no: es una corriente que se nutre de la conciencia en torno a los derechos humanos y contra la política –entre ellas, la de Menem– de opresión a los sectores más humildes. El kirchnerismo vino a cumplir esa tarea y la cumplió durante los gobiernos de Néstor y Cristina, porque avanzó en medidas concretas: el restablecimiento de las paritarias sin techo, la supresión de las AFJP que se robaban la plata de los jubilados, la Asignación Universal por Hijo y varios otros programas sociales, los juicios a los represores…

- ¿Y el peronismo del Gobierno actual?

- Tiene mucho de posibilismo. “No podemos hacer esto, porque no tenemos los votos en el Congreso…”. “No podemos hacer esto otro, porque…”. Se basan en las posibilidades y por lo general pierden. La frustrada intervención al grupo Vicentín pudo ser un paso fundamental para la recuperación del Paraná y de todo lo que negocian ahí, y se convirtió en nada. Lo mismo pasó con el impuesto a las ganancias extraordinarias. Ahora se levantó la bandera del impuesto a la Justicia, que si tuvieran la intención de concretarla debería terminar en una consulta popular, la única manera de hacerla efectiva. Son cosas que se dicen pero no se hacen. Incluso, está la famosa cantinela de la unidad –de la que también hablaba Cooke–. La unidad es necesaria y fundamental, pero ¿para qué?. Es lo que plantean Cristina y Máximo: la posibilidad de revertir este proceso y construir nuevamente el “hecho maldito del país burgués” depende de una política peronista, distribucionista y no posibilista.

- Supongo que por la vergüenza ajena de ese posibilismo, este libro que empieza con Cooke y Walsh termina con un pedido de disculpas a Milagro Sala, todavía presa “por decisión autoritaria del Emperador Morales” y como “símbolo del odio, que no supimos enfrentar”.

- Exactamente. Es que si no hay medidas concretas, nos vamos a la mierda. Esas palabras tan simples de “independencia económica, soberanía política y justicia social” encierran una programática inmensa, pero hay que llevarlas hasta las últimas consecuencias, no recitarlas en los actos.

- ¿El país burgués tiene a su servicio medios de comunicación burgueses?

- Es otro problema no resuelto. La manipulación de la información es cada vez mayor. En las políticas del kirchnerismo también estuvo cómo llevó adelante la ley de medios, con movilización, exponiendo y discutiéndola, y con gran apoyo popular. Y no llegó a concretarse, precisamente, ya con el Gobierno de Macri. Sigue siendo un problema central, para el que también debe haber una decisión más fuerte que la contemplación de si tenés o no los votos. Hay que buscar los apoyos posibles del peronismo. Hay uno fundamental, la calle, y además la consulta popular que jamás usamos y es la base para fortalecer un gobierno. Y también el debate interno. El kirchnerismo corre el riesgo de una dependencia muy fuerte de los pasos de Cristina y todo líder tiene errores. Yo la reconozco como jefa de un sector del peronismo, pero –como Perón– tampoco se salva de tener errores. Ahí viene otra lección de Cooke: la necesidad de tener espacio para el disenso, como bien lo practica Cristina.

- ¿Qué perspectivas tiene el periodismo hoy condenado a ser maldito?

- En este momento, las únicas posibilidades de periodismo auténtico son estos esfuerzos descomunales, experiencias pequeñas pero en las que hay que invertir un montón de trabajo y dinero. Tiene que haber un desarrollo de periodismo alternativo, pero además hay que apoyarlos. Desgraciadamente, la situación económica no permite otra cosa que hacerlo en medios digitales, pero igual se puede tener influencia –como El Cohete a la Luna, de Horacio Verbitsky, que es sólo digital y tiene una presencia importantísima en la sociedad–.

- La ley de medios establecía una reserva del 33 por ciento del espectro para los medios de organizaciones sociales, en su mayoría radios comunitarias que siguen resistiendo…

- Claro, pero eso no fue bandera de las estructuras políticas propias. En la presentación del libro, un joven periodista y militante preguntó qué hacer, y le respondí: “Primero, hay que leer, porque ninguno de nosotros, veteranos, te vamos a dar una receta de cómo hacer el cambio en la Argentina. Sí analizar las reflexiones de los viejos, pero para no repetir errores. Y nunca lo vas a lograr en soledad, sino en la confluencia con un grupo de compañeros”. Vuelvo a la gran virtud que tuvo el movimiento montonero cuando se inició: su trabajo barrial y con los sectores gremiales. A partir de construir una relación con la gente, no de imponer y venir con la banderita, sino con una actitud de servicio que después se politizaba y se hacía realidad. Hoy es una tarea ausente. Eso no fue un sueño. Eso existió.

La doble supervivencia

Luis Rodeiro pudo haber muerto el 7 de septiembre de 1970 en William Morris, provincia de Buenos Aires. Luego de la toma de La Calera, la militancia peronista revolucionaria de Córdoba debió refugiarse en otras provincias. En su caso, tras un periplo por el litoral, acudió a una cita en Buenos Aires, donde se definiría su próximo destino. Estaba sentado con Fernando Abal Medina y José Sabino Navarro en una mesa de la pizzería La Rueda, cuando llegaron tres policías. Uno se quedó afuera, otro en la puerta y el tercero entró, les pidió los documentos y pareció creer en las credenciales falsas de la Policía Federal que le mostraron. Encargado de custodiar desde la calle a sus compañeros, Gustavo Ramus abrió fuego cuando un agente se le acercó. Abal Medina y Ramus cayeron en el tiroteo. Navarro rompió una ventana y logró escapar. Rodeiro fue detenido. “Yo era el único desarmado, y eso es lo que en definitiva me salvó, porque me tuve que esconder en un lugar ahí”, relata más de medio siglo después.

En julio del año siguiente, José Sabino debió morir por su propia mano para no caer prisionero del Ejército y la Policía, cuando escapaba por las sierras de Calamuchita junto con Jorge Cottone, quien sobrevivió pero fue apresado. Rodeiro y Cottone se conocieron en la cárcel de Resistencia y desde entonces fueron amigos inseparables. “Hoy partió un enorme amigo. Murió (qué feo es escribirlo) Jorge Cottone. Mi hermano, por adopción mutua. El compañero de sueños de justicia y libertad. Luchaste con todo, como siempre hiciste ante las adversidades. Esa vez no pudo ser. Estoy desolado. (…) Te quiero, cabronazo. Este libro es para vos”, es lo primero que se lee en el texto de Rodeiro, con fecha 8 de agosto de 2022. Un año especialmente duro: el 5 de mayo perdió a otro hermano de la política y la vida: el militante sindical, de la Sabino Navarro y desde los 90 dirigente de la CTA, Victorio Paulón; y el 6 de octubre al intelectual y escritor Noe Jitrik, su amigo.

“Con Jorge celebrábamos dos cumpleaños: el del nacimiento natural y el de la fecha en que hubiéramos podido morir y sobrevivimos. Uno con festejo y para el otro nos llamábamos y hablábamos largo y tendido”, recuerda Rodeiro, quien el 7 de enero cumplirá 80 años de vida (“Tengo dos años más que el peronismo, no es poco”) y, el 7 de septiembre, 53 de sobrevida.

También es un sobreviviente del periodismo, en el que trabajó desde los inicios de su militancia, en el exilio en México –diario Excélsior– y a su retorno al país y Córdoba, donde transitó por Radio Nacional, el diario Córdoba, la versión mediterránea de Página 12, fue codirector de la revista Informe Córdoba y editor del suplemento Piel Morena en La Intemperie y –entre otros medios– escribió en el diario La Nueva Mañana. En ese recorrido, publicó los libros Vení, volá, sentí… (Navegaciones, México, 1978), Fantasías de bandoneón – Una disidencia montonera (Ediciones de la Cortada, 1996), Textos viscerales – Itinerario político (Caterva, 2015), mientras la concentración empresarial y la dependencia de la publicidad oficial en los medios cordobeses le fueron cerrando espacios a su prosa crítica.

- En este escenario adverso, ¿cómo te reinventás como periodista?

- En realidad, me han condenado a no ser periodista. Y sigo adelante por una realidad que te agobia y que tenés que tratar de cambiar.

Alexis Oliva
- Periodista -