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Fútbol, política y agradecimientos
Preso de tu ilusión
Foto: Argentina vuelve a conquistar la cima del fútbol mundial consagrándose tricampeón
Se han dicho tantas cosas de nuestra selección nacional de fútbol, que seguir hablando en la misma frecuencia podría resultar fútil. A pesar de las distintas tribus que reviven durante los episodios futbolísticos donde hay algo en juego, es un momento oportuno para pensar acerca de nuestra esencia nacional, de aproximarnos a explicar nuestro folklore criollo, que tiene rasgos tan hermosos a veces que nos desborda el alma, como lo fue este domingo de la final del mundo.
Publicada el en Reflexiones

Como parte integrante de una de las tribus que anteceden a este campeonato mundial, que podríamos denominar 'la del fútbol y la política', que creció sin demasiados triunfos de la selección entre los '90 y los 2000 -mientras vimos a Brasil festejar dos veces entre el '94 y el 2002- y está involucrada en las izquierdas, por ende, bordeando la racionalidad de pensar al fútbol también como uno de los negocios más importantes del comercio internacional, sostenido por muchísimas multinacionales, pero desechando todo desvío positivista, lo sentimos y vivimos como lo que es: un deporte con capacidad de congregar a las mayorías del país en un sentimiento.

Hay tribus reconocidas por todos, comenzando por algunos 'periodistas deportivos' que tanto daño suelen causar a la salud mental de los jugadores; 'los que prefieren jugarlo' antes que ser espectadores del fútbol; 'los fanáticos' que conocen la trayectoria de los jugadores; 'los fanáticos nivel práctico' que destinan tiempo y dinero en su club; 'los fanáticos nivel analítico' que saben mucho de fútbol, de la historia del fútbol, pero además conocen hasta la cotización en el mercado de pases de los jugadores; 'los dementes' que corren riesgo de toparse con algún principio de infarto durante los mundiales; 'los conspiranoicos' que piensan que todo está arreglado y prefieren no ser otra oveja del rebaño; 'los antifútbol' que sólo ven veintidós tipos corriendo atrás de una pelota; 'los intermitentes' que tienen un conocimiento básico y se prenden cuando suele haber ciertas expectativas de ganar algo; 'los opinólogos' que analizan el fútbol, pero subyacente a esto, enfatizan bastante más en divulgar su opinión... En fin, diferentes dinámicas culturales combinadas que giran en torno a este deporte que logramos conquistar por tercera vez en tan sólo veintidós intentos.

Pero los que integramos 'fútbol y política' tenemos que tomar nota de los acontecimientos y poner a funcionar la materia gris. El fútbol logra cosas que la política no puede hacer, como movilizar voluntariamente a personas que dejan literalmente todo para viajar 13809 kilómetros hasta Qatar y alentar durante noventa minutos, o generar tal camaradería para alentar a la selección. El espacio social se altera por un breve lapso de tiempo y las distancias, las madrugadas u horarios laborales se paralizan, y si ganamos, mejor: hay feriado nacional. Qué importante y necesario se vuelve planificar el ocio en nuestras sociedades regidas por el productivismo desacatado. Cuánta salud mental recuperamos celebrando triunfos en comunidad. Cuánta solidaridad desprenden los actos que circularon por redes sociales: el hincha que le obsequia una camiseta de Argentina al abuelo cartonero que no tenía nada, el señor que se puso a regalar banderas por la ventana de su comercio de telas. O simplemente poner unos mangos demás para el amigo que anda escaso de plata, pero que tiene más valor compartir el momento con su presencia que sin ella... La realización colectiva de la alegría popular, que es de masas. Igualmente no todo lo vinculado al fútbol es una novela romántica, lejos de simular el paraíso en la tierra, la violencia durante las trifulcas entre hinchadas que se chocan durante los festejos, los arrebatos y los botellazos indiscriminados que vuelan por los aires también existen, lamentablemente.

El orgullo de Messi

Este pibe, del cual ya sabemos casi todo, es un símbolo diferente de aquellas figuras deportivas que reivindicaron la política habiendo alcanzado el estrellato. Estamos hablando de nuestro Diego, por ejemplo, o el brasileño Sócrates entre muchos más. Nuestra tribu suele molestarse con la impostura política de las personas importantes de origen humilde frente a determinados acontecimientos, ni que hablar de las personas desclasadas que se vuelcan a apoyar sectores conservadores de la política o tienen prácticas de oligarcas. Pero bueno, lidiar con esa parte de la realidad es un problemilla más que inalcanzable.

Messi logró cosechar tanto cariño en su país, entre sus amigos y rivales durante estos veinte años, que esto lo ubica en una posición distinta a las demás estrellas deportivas. Lionel no ha reivindicado la política ni se ha expresado en torno a ella por el momento, rasgo que lo mantiene inmune a la polarización que atraviesa nuestro país. Pero su figura sí encarna un valor imprescindible que lo aleja aún más de esta clase política: humildad. Ese es el sentimiento que valoramos quienes lo seguimos desde su debut en 2004, es el de los más nobles que existen en el mundo de la redonda y también es su fortaleza para ser respetado con la autoridad moral que impone. Si pensamos en otras estrellas contemporáneas como Cristiano Ronaldo o Mbappé, podemos decir que Messi no es héroe ni villano, está por encima de esos roles, es más grande porque les ganó a todos y ganó absolutamente todo, y sigue siendo el mismo pibe que se sonroja en una entrevista cuando le señalan lo feliz que nos hace a los argentinos.

Lionel es un líder indiscutido, y como todo líder ha enfrentado grandes triunfos y enormes derrotas. Pero su voluntad de reponerse frente a la adversidad es admirable, sobre todo cuando él convive con la voracidad de esas instituciones futbolísticas que son la élite mundial y la canallada periodística que en el afán de producir contenido para vender 'noticias', son capaces de decir semejantes barbaridades sin reflexionar ni reconocer errores. Esa voluntad existe debido al enorme orgullo de Messi, el mismo orgullo que comparten los líderes naturales que creen en lo que hacen. Distinto a los dirigentes que se elijen a dedo, Messi emerge entre un grupo de estrellas del calibre del Kun Agüero, Angelito Di María, Higuaín, Mascherano... Llama enormemente la atención que las principales figuras de este mundial sintieran más entusiasmo por ver a Messi ganar su primera copa mundial y no tanto ver a Mbappé ganar su tercera copa a los veinticuatro años.

Ese es el sello distintivo de Lionel, un jugador temido por todos sus rivales que no lo pueden parar y a la vez un jugador respetado por esos mismos rivales. Nunca se escuchó decir a jugadores de Brasil que sintieran alegría de ver a Messi ganar la Copa América (2021) por ejemplo, a pesar de haber perdido la final contra Argentina. Esa rivalidad es ejemplar, fuera de serie, no es solamente fútbol lo que hace Messi, también es encarnar valores que esta jungla neoliberal ataca: es más rentable la rivalidad que inventaron entre Messi y Ronaldo que la amistad que tienen Messi y Neymar. Messi es la síntesis de luchar para que los sueños se hagan realidad.

La incomodidad de los ilustrados

La comunidad 'fútbol y política' puede presentar tensiones cuando se ejercitan ciertas analogías. Convengamos en que las izquierdas no logran resolver en buenos términos la cuestión de las conducciones políticas. Dejando de lado las prácticas miserables de las militancias criadas en esta sociedad neoliberal, la noción del líder aclamado no es algo que agrade mucho. A veces se sostienen hipótesis o ensayos de conducciones colectivas, apuestas a estructuras democráticas y no tanto lo que se conoció como la vanguardia revolucionaria. También puede ocurrir lo contrario, se genera una dependencia tan profunda hacia el líder que frente a su ausencia, la estructura se paraliza por completo y queda a la deriva de los acontecimientos. Scalabrini Ortiz presentaba este debate sutilmente y con su audacia de pensador sostenía que "los hombres siguen a los hombres, no a las ideas. Las ideas sin encarnación corporal humana son entelequias que pueden disciplinar a los filósofos, pero no a los pueblos."

En un pasaje de su libro "Yrigoyen y Perón", escribía: "En las cosas humanas el número tiene una grandeza particular por sí mismo. En ese fenómeno majestuoso a que asistía, el hombre aislado es nadie, apenas algo más que un aterido grano de sombra que a sí mismo se sostiene y que el impalpable viento de las horas desparrama. Pero la multitud tiene un cuerpo y un ademán de siglos. Éramos briznas de multitud y el alma de todos nos redimía. Presentía que la historia estaba pasando junto a nosotros y nos acariciaba suavemente como la brisa fresca del río.

Lo que yo había soñado e intuido durante muchos años estaba allí presente, corpóreo, tenso, multifacetado, pero único en espíritu conjunto. Eran los hombres que están solos y esperan que reiniciaban sus tareas de reivindicación. El espíritu de la tierra estaba presente como nunca creí verlo (...) Creer, he allí toda la magia de la vida. Atreverse a erigir en creencias los sentimientos arraigados en cada uno por mucho que contraríen la rutina de creencias extintas, he allí todo el arte de la vida." Y agrega: "Más que pesquisar similitudes minuciosas por el engorroso camino del razonamiento, he preferido transferir una suma de emociones que verifican la identidad histórica con más certeza que un rígido silogismo."

Scalabrini Ortiz sostenía que las mismas masas que salvaron a Perón del cautiverio y paralizaron al país en su homenaje, eran las que se lamentaron por el fallecimiento de Yrigoyen cuando el pueblo argentino comenzó a reconocerse a sí mismo. "Las mismas multitudes argentinas que están armadas de un poderoso instinto de orientación política e histórica que desde 1810 obran inspiradas por los más nobles ideales cuando confían en el conductor que las guía".

Estamos jugando un rato con ideas de fútbol y política, no esbozando un análisis pormenorizado del país. Pero qué importante es un proyecto que logre captar la esencia nacional argentina a través de un líder aclamado. El Diego logró representar un poco la reafirmación del derecho del pueblo argentino a ser feliz en el '86, además de la revancha contra los ingleses por Malvinas o la dignidad del pueblo Napolitano que se batió contra la reacción del norte italiano de la mano del diez. Lionel contribuyó a su manera y desde su lugar a hacer algo parecido durante este mundial, a reconocernos a nosotros mismos como pueblo, a reconocer su grandeza sin la necesidad de haberse coronado campeón mundial. Las expectativas, las ilusiones, las angustias individuales, los fracasos colectivos, los gritos y lágrimas, todo se consumió en la misma llama después de la final más sufrida de la historia del fútbol mundial. Lo último que podríamos agradecerle a Lionel Messi ahora que desembarcó con la copa de oro y sus titanes en Ezeiza, es: gracias a Dios por no creer en lo que tuviste que oír tantas veces y por la tozudez de tu orgullo.

Yael Ardiles
- Estudiante de Ciencia Política. -