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#SanadoresEgipcios
“Las situaciones más violentas no me las provocó la secta, sino la Justicia”
Por | Fotografía: Tanya Leyria
Foto: Carolina Altamirano, doble víctima: de la secta Sanadores Egipcios y de la impericia del Poder Judicial de Córdoba.
La historia desgarradora de una de las víctimas. Fue reducida a la esclavitud, padeció terrorismo psicológico y torturas físicas. Le entregó su vida al líder, además de todos sus ahorros. Insólitamente, la justicia de Córdoba la tuvo casi dos años presa. Carolina Altamirano habla por primera vez con la prensa, donde repasa los años más oscuros de su vida. Su tiempo en la secta, la espantosa labor de la fiscalía, su encarcelamiento, su reconstrucción. Una entrevista a corazón abierto, que demuestra hasta qué punto el ser humano puede volverse extremadamente vulnerable, y cómo el Estado puede empeorar aún el más siniestro de los calvarios.
Publicada el en Entrevistas

Se llama Carolina Altamirano. Tiene 45 años. Madre de dos adolescentes. Vive en Mina Clavero. Estuvo 16 meses detenida en Bouwer. La fiscal de Cura Brochero la consideraba pieza clave de una asociación ilícita encargada de estafar a desprevenidos, ofreciéndoles una supuesta “terapia de sanación egipcia”. Sí: 16 meses en preventiva por un supuesto ejercicio ilegal de la profesión.

Cuando la Justicia puso sus manos sobre ella, esta mujer en realidad estaba siendo víctima de una brutal secta, que la tenía sometida a la servidumbre y que constituía un flagrante caso de trata de personas. Ella y nueve personas más eran víctimas. La justicia los mandó a todos a prisión.

La historia de la secta de los “sanadores egipcios” fue motivo de un informe en la edición de agosto de Revista El Sur: “Encarcelar a las víctimas”. Esas víctimas recién recuperaron su libertad cuando la causa pasó al fuero federal. El juez Miguel Hugo Vaca Narvaja hizo propio el planteo de los abogados Carlos Hairabedian y Miguel Juárez, entendió que se trataba de un caso de trata de personas y reclamó la competencia, aun yendo en contra del planteo del fiscal Carlos Casas Nóblega. Su primer acto procesal fue liberar a todas las víctimas. Sólo quedaron detenidos Álvaro Aparicio Díaz, “el maestro”, el fundador de la escuela, y su esposa, Carolina Cannes.

“Hoy estamos a la espera del sobreseimiento. Mientras tanto, todos los meses nos tenemos que presentar ante la Policía. No es un acto muy complicado. Pero te recuerda que todavía no sos libre”, dice Carolina, quien por primera vez desde su liberación decidió hablar con un medio de prensa. Y para eso eligió a Revista El Sur.

-¿Por qué te decidiste a hablar?

Porque quiero evitar que esto vuelva a pasar. Porque me parece que estamos viviendo una situación muy grave en Córdoba respecto a la desprotección jurídica que hay, con muchísimo abuso de poder.

-Cualquiera que lee esta historia, lo primero que se pregunta es cómo puede ser que personas formadas hayan caído en las manos de este estafador. ¿Cómo lo explicarías?

Cuando uno acude a este tipo de terapias o a cualquier terapia, la persona está en un momento vulnerable. Y las está buscando por una inquietud de sanación, de búsqueda de crecimiento personal, de bienestar.

-De por sí, estás con la guardia baja. Por eso vas…

Claro. En mi caso, el primer vínculo fue por un interés netamente académico. Yo estaba estudiando psicología, y me inclinaba más por las terapias holísticas alternativas. El tema es que una vez que entrás, Aparicio se posiciona como un poseedor del conocimiento, como alguien superior, con mucho enigma también, dosificándote el conocimiento. Y ahí es que despierta ese interés. Y luego aprovecha cuando ve que estás pasando por un mal momento familiar, por ejemplo. En mi caso fue por una causa de violencia de género y maltrato psicológico. Entonces él me plantea y me promete toda una protección, pero al mismo tiempo empieza a captarme. 

-Había una especie de terrorismo psicológico, ya que tomaba los que sus “pacientes” y seguidores le iban dando, para luego usarlo en su contra ¿Cómo lo hacía?

Él obtenía toda la información a través de las terapias. Al principio eran una sugerencia y después se tornaban obligatorias. En mi caso particular, fue bestial. Yo tengo una costumbre de escribir un diario íntimo, desde los 12 años. En un momento me dijo que le prestara ese material, porque quería saber qué grado de conciencia tenía yo sobre lo que había sido él en mi vida. Con eso generó una estructura de manipulación tremenda, porque se apoderó no solo desde mi presente, sino de mi pasado. Y empezó a posicionarse dentro de mi historia. Todo éxito posible, todo bienestar de mi vida se lo debía a él. Y viceversa.

-¿De qué manera los líderes de esta secta afectaron tu vida familiar?

De una manera espantosa. En uno de los viajes a Egipto, me llaman aparte Álvaro y Carolina Cannes, t empiezan a decirme que estaban preocupados por mí, porque yo tenía una disociación tan grande que podía terminar internada en el neuro. Y que ellos estaban dispuestos a ayudarme, pero para eso debía asumir el compromiso de estudiar más y de hacer terapia cada semana. Después Álvaro me indica que por ser yo una maestra de su escuela iba a hacer una excepción y me iba a contar la terapia de mi pareja, ya que “tenía que salvarme”. Así me convence que mi pareja maltrataba a mis hijos a escondidas, y que a causa de mi locura tenía pensado quitarme a F. Y que permanecía a mi lado para usarme, ya que lo único que le gustaba de mí era el sexo. Con eso me aterrorizaba, y me decía que según la lectura de vidas pasadas que me había hecho, a mí nadie me cuidaba porque yo tenía como destino ser sacrificada.

-¿Eso que hacían con vos, era un método también con el resto?

Sí. Pero sólo después nos dimos cuenta, cuando pudimos hablar entre nosotros, porque nos mantuvo siempre en situación de aislamiento e incluso con mucha falsa información, que generaba disputas y resentimientos entre unos y otros... Había sanciones muy fuertes para aquéllos que generaban algún tipo de vínculo.

-Cuando uno habla de secta se imagina un maestro con una túnica y todos orando en un templo, y en realidad no era ese formato...

No, el formato de venta era una academia de estudios, con un hombre de traje, con hoteles y salas de conferencia carísimas. Con un bagaje de 14 libros escritos. Siempre alardeaba de sus títulos, de su maestría, de sus conferencias por todo el mundo, de su reconocimiento en Egipto.

-¿En qué momento lograste darte cuenta?

Aun cuando nos detuvieron, yo confiaba en él en cuanto a su posición como líder espiritual, y esperaba que dijera la verdad. Incluso estaba dispuesta a perdonarlo. Pero después, en la indagatoria, cuando nos leen la acusación, me entero de la cantidad de propiedades que tenía (NdR: al menos siete departamentos de lujo en Nueva Córdoba). Sostuve esa ilusión o esa creencia hasta la indagatoria. Cuando vi que negaba todo, fue un derrumbe catastrófico. 

-¿Quién te ayudó a abrir los ojos?

Puede sonar muy loco, pero al estar detenida, en contacto con mujeres delincuentes, fueron ellas las que se dieron cuenta, porque leían el modus operandi y enseguida detectaban todas las artimañas.  Por eso fui una de las primeras del grupo en tomar conciencia de lo que había pasado.

-¿Creés que hubo alguna connivencia con la justicia o con la fiscalía?

De lo que estoy segura es que hubo un mal accionar de la fiscalía. Las pruebas eran absolutamente claras de quiénes participaban y quiénes no, quiénes estaban involucrados. Y fue muy arbitraria la encarcelación, porque fue elegir un grupo, dejando libertad a otros que sí estaban muy implicados. Y el predio donde funcionaba y las propiedades que él tenía nunca fueron precintadas. Entraban y salían, y se llevaron mucho dinero. El hijo, que era señalado por Aparicio como el heredero del trono, fue el encargado de hacer que la organización siguiera funcionando y manejando plata.

-¿Mala praxis, o algo más?

Seguramente hay algo más. Estamos en Traslasierra. En este momento todos están pendientes de lo que resuelva esta fiscal que investiga el homicidio cometido por Oscar González. Y el señor legislador no está detenido. Y de estos ejemplos tenemos un millón. La Justicia acá no es igual para todos.

-¿Te sigue preocupando ese accionar de la fiscalía, por más que ya no tenga la causa?

Y… yo sigo viviendo acá, sigo expuesta a las mismas personas que participaron en todo ese procedimiento. Y por cómo se dio la causa, sabemos que Aparicio tuvo acceso al expediente, tuvo conocimiento antes de que fuéramos detenidos. Eso es inexplicable si no hay una conexión.

ALEJAR A LAS FAMILIAS

Una de las características más frecuentes en las sectas, y también en la trata de personas, es la separación del núcleo familiar de cada una de las víctimas. Resulta esencial. Aparicio y su esposa eran verdaderos maestros en estas maniobras. Carolina Altamirano las padeció en carne propia. “Por las terapias, él tenía conocimiento de tu historia y de las cosas dolorosas que le habías contado. Todos tenemos algún conflicto sin resolver con la familia, y él se encargaba de explotarlo a niveles delirantes”, cuenta.

-¿Qué serían esos “niveles delirantes”?

Delirantes, por ejemplo, de llegarnos a instaurar el terror de que tu propia pareja o tu padre, o tu madre puedan haberte abusado, violado o haberte entregado. Con toda esta información, lograba determinar dónde estaban las relaciones débiles para empezar a romperlas. Hasta que llegaba un punto en el que te alejabas de todo el mundo, porque lograba generarte una paranoia. Y además te hacía ver a tus familiares como sádicos: como que habían gozado de hacer eso. Y que lo único salvador que podía sacarte de ese lugar era él. Nos llevaba a extremos de sentir que era una cuestión de supervivencia.

-También llevaba todo al terreno de la vida sexual ¿es así?

Siempre era todo muy relacionado a la sexualidad y a los abusos, tema que él explotaba. A mí siempre me resultó muy difícil hablar de sexo. En dos ocasiones estuve sometida a una rueda donde nos obligaban a exponer problemas sexuales. Y la pasaba muy mal. Tuve crisis de nervios y siempre terminaba con una sanción, porque me decía que todos los esfuerzos que él hacía no funcionaban porque mi energía se oponía a la de él. Te sentías culpable hasta de respirar. Era aterrorizante. 

-En uno de tus escritos afirmás algo terrible: que el plan era explotarlos hasta consumirles todos los recursos y luego empujarlos al suicidio para limpiar evidencias. ¿Realmente ése era el plan?

Él dictaba talleres que tenían que ver con una aceptación de la muerte como algo positivo. Nos hacía practicar “estar muertos”. Enseñaba que el que no cumplía con los estándares de exigencia, que eran el sometimiento y el servilismo total hacia él, no merecía estar vivo. Entonces, como nos iba consumiendo los recursos económicos, los recursos afectivos, los recursos mentales, como nos iba anulando de a poco, nos iba preparando para aceptar la muerte como algo bueno. Hugo gente con intentos de suicidio. Él era conocedor de eso, y te seguía empujando.

-¿A la fecha sigue teniendo seguidores?

Hay muchísima gente que lo sigue hasta el día de hoy, que está absolutamente captada y que estaría dispuesta a darle lo que pida.

-¿Y tenés idea si sigue en contacto con esos seguidores? ¿Lo visitan en la cárcel?

No tengo ni idea. Yo a los 30 días, cuando fuimos trasladados a Bouwer, pedí ser completamente apartada del grupo. Estuve encerrada en una celda pidiendo ayuda por la ventana, porque habían mandado una persona que me mantuviera amenazada. Carol Cannes me encerró en un baño y pensé que me iba a golpear, porque me amenazaba. Y como pedí resguardo físico, el Servicio Penitenciario me castigó mandándome a un pabellón de reincidentes. Me dijeron que tomaban esta medida porque me gustaba "mandar papelitos a tribunales" y que si seguía haciéndolo la cosa se iba a poner peor. Mientras tanto, mi familia, mi prima, mi hermana, recibían llamadas amenazantes.

-En la cárcel tuviste un momento terrible, cuando quisiste quitarte la vida. ¿Qué fue lo que pasó?

Hay algo que por ahí no se visibiliza ni se tiene en cuenta en los encarcelamientos, que son las víctimas secundarias, que son nuestras familias y en particular nuestros hijos. A ocho meses de estar detenida aún no me habían realizado las pericias psicológicas. Y en una visita de mi hijo menor, me dijo que antes que seguir viéndome en la cárcel, prefería quitarse la vida. Yo realmente vi que mi vida no tenía más sentido y que mis hijos estaban sufriendo demasiado, y que yo ya no lo toleraba más. Y los tiempos de la justicia era tan largos, que en ese momento lo que pensé es que mis hijos iban a superar un duelo más rápido que esta tortura. 

-Una situación límite…

Sí. Entonces fui trasladada al Neuropsiquiátrico, donde realmente después de haber estado presa, fue como tener vacaciones. Una institución médica donde te tratan con respeto, con dignidad. Ahí me pusieron en contacto otra vez con esto de estar viva. 

-¿Te salvaron la vida?

Claro. Es que vivir en la cárcel no es vida. La gente no sabe lo que es estar en la cárcel, que encima está llena de personas inocentes esperando un proceso.

-En otro de tus textos comentás que te indujeron a mantener relaciones con alguien elegido por ellos. No hacen falta detalles, pero ¿qué fue lo que pasó?

Lo contesto en general, porque no es la intención exponer mi intimidad ni la de nadie.

-Por su puesto.

En general, Aparicio iba transmitiendo un concepto de que las parejas las tenía que armar él. Otorgar la bendición y realizar una especie de limpieza de karma, para purificarnos. De la misma manera que destruía casi todos los vínculos familiares, también formaba las parejas. Y explotaba una parte muy morbosa que era obtener información sobre la sexualidad. Era una herramienta tremenda, porque después te exponía delante de clases con 50 personas. Te liquidaba. 

-En un escrito detallaste lo siguiente: “La esclavitud que imponía terminó sometiendo a algunas de mis compañeras a ser sus juguetes sexuales”. ¿Qué más podés contar sobre esto?

Yo puedo contar que leí los escritos de M.I. (NdR: reservamos la identidad porque es otra de las víctimas). Son escalofriantes. Sobre lo que tuvo que soportar, y sobre el hecho de que Aparicio elegía a las chicas para que subieran a su habitación. También que no la veía bien a N.L. (ídem). Cuando me dijeron que ellos tenían una relación amorosa, yo no lo podía creer. Es una chica muy joven. Yo la conocía a ella y a su familia. Y no le veía bien, la veía enferma. Estaba cada vez peor. Siempre descompuesta, siempre al borde del desmayo, siempre tirada en una cama.

-¿Y por qué creés que estaba tan mal?

Era parte de lo que todos fuimos viviendo. En realidad, todos nos enfermábamos. Cada vez peor. El que no se enfermaba mentalmente se enfermaba físicamente.

 

DE DELINCUENTES A VÍCTIMAS

-La causa sufrió un giro absoluto cuando la Justicia Federal accedió al pedido de la defensa y entendió que en realidad casi todos los detenidos eran víctimas. ¿Por qué razón creés que esto constituyó trata de personas?

Porque la finalidad de todo, tanto de sus enseñanzas como las de su terapia, era la explotación laboral y la reducción a la servidumbre. Y porque un común denominador en todas sus víctimas fue el habernos empobrecido económicamente, y el haber sido sometidos a trabajos forzados. En sus enseñanzas, era muy habitual que dijera que los límites físicos debían superarse. Una persona que tenía contacto con lo espiritual no tenía que sentir ni el dolor ni el cansancio. Cuando le planteabas, por ejemplo: "Maestro, no sé si llego a presentar el examen porque he estado con mucho trabajo y tengo problemas con mis hijos". Él te decía: "No duermas. Cuando a vos te pasa algo a las dos de la mañana y necesitas de mi ayuda yo estoy despierto”. Y así con todos.

-Eso se agudizó cuando estalló la pandemia y decidió trasladar el grupo al predio de Pozos Azules, en Traslasierra. ¿Cómo fueron esos tiempos?

Terroríficos, porque el caos también reinaba en el exterior. Nos había convencido de que el mundo se iba a terminar, y que el único lugar astronómica, astrológica, geofísica y geográficamente viable era ése. Fue el escenario apocalíptico perfecto para convencernos de que era el momento en el que teníamos que actuar. Él estaba preparando un ejército. Un ejército de supervivientes. Y nos preparaba para morir o matar. A todos.

-¿En qué términos?

En términos de que el refugio tenía recursos limitados, y que solo los maestros y los elegidos podían estar. Y que, si alguno de nuestros seres queridos intentaba acercarse pidiendo ayuda, no lo teníamos que dejar entrar. Incluso nos instaba a aprender a manejar armas para defendernos y para matar en caso de que fuéramos invadidos.

-¿Cuánta gente se trasladó a vivir ahí?

Al principio eran siete u ocho. Y como yo no podía trasladarme, porque estaba con mis dos hijos menores, me decía que tenía que compensar trabajando todo el tiempo para la fundación. Para mí era un momento de desesperación, porque la justicia justo había sentenciado que mi hijo iría a vivir con su agresor. Le daban la tenencia unilateral al padre que jamás la había pedido. Fue hacia finales del 2020. Entonces yo accedí, porque me habían prometido protección. En palabras textuales me dijo: "Vas a tener que ser mi esclava". Y a partir de ahí tenía que ir todos los días a Pozos Azules. Cuando incumplía alguna cosa ínfima, como por ejemplo saludar a una persona antes que a él, recibía sanciones de 14 horas de trabajo durante tres días consecutivos. 

-¿Y en qué consistía ese trabajo?

Desmalezar, desmontar, trasladar troncos, limpieza de terreno, ocuparse de los animales, construir un corral, construir un gallinero, pintar, arreglar su propiedad. O bien, pagar más dinero.

-¿Ahí vos ya veías a los otros seguidores que estaban internados trabajando como esclavos?

Y yo veía la precariedad en la que estaban ellos. Porque dormían en el piso, porque no tenían agua caliente, porque no tenían calefacción, y porque tenían hambre. Porque no tenían comida. Lo único que agradecía era que, así fuera las dos o a las tres de la mañana, podía irme. Venir a casa y comer, y darme una ducha. Y esto me lo hacía saber Aparicio, que me decía que el amor y la devoción que los otros le tenían era superior, y que todo lo que yo hacía nunca alcanzaba.

-¿Hoy tenés contacto con algunas de esas personas?

Apenas mínimo de diálogo con dos o tres. Y que nos une más la desgracia y el horror. Pero no nos conocemos. Porque la versión que tenemos uno del otro, fue construida por él. No existe, ni ahora ni antes, algo así como "compañeros" dentro de este grupo. Y justamente eso es lo más terrible del accionar de la justicia. Crearon una asociación ilícita entre personas que no teníamos diálogo. Lo único que nos unía era el sometimiento. Nada más.

-¿Considerás que la justicia debería investigar a la fiscal que tuvo a todas las víctimas detenidas? 

Urgente. Nos tienen que escuchar y ver el daño que hemos sufrido, el daño colateral de nuestras familias, la situación en la que nos han dejado. Totalmente sin recursos de todo tipo, con niños traumatizados, con familias destruidas, con un estigma social enorme, todo a causa de no haber reconocido el delito y de no haber realizado una investigación objetiva basada en pruebas.

-Aparicio te hizo mucho daño en tu vida, pero la fiscal no se quedó muy atrás. ¿Cómo sopesás esas dos cosas? 

Hace más de un año que estoy en tratamiento psicológico. Y hoy por hoy, gracias a toda la ayuda que he tenido, la contención familiar y el tratamiento profesional, puedo hablar, relatar, contar todo lo que viví mientras fui víctima de trata, con bastante objetividad. De lo que no me puedo recuperar es del trauma de haber sido encarcelada injustamente. Y de haber destrozado la vida de mis hijos con la ausencia de la madre durante un año y cuatro meses.

-¿Cuáles son las consecuencias directas?

No me puedo recuperar del pánico que le tengo a la intervención policial, a la violencia. No me recupero de los abusos sexuales que se viven dentro de la cárcel. Porque, aunque los quieran disfrazar de procedimientos, una persona que no pertenece al ambiente delictivo jamás va a prestar su cuerpo, por ejemplo, para ocultar droga. Y sin embargo teníamos que desnudarnos y ser revisadas y manoseadas una o dos veces por semana por personal que no te trata ni con respeto ni con dignidad. Es sumamente traumatizante. Todavía tengo pesadillas. Todavía no puedo dormir cuando veo un patrullero. Tengo que frenar el auto porque sufro ataques de pánico, porque jamás en la vida cometí ningún tipo de delito. Mis hijos tampoco se pueden recuperar. Del tiempo que estuve en la academia, del sufrimiento que yo viví dentro de la secta y como víctima de trata, eso era por una decisión personal y está demostrado que no les afectó. A mis hijos yo no les trasladaba nada. Sin embargo, el encarcelamiento sí fue un ataque directo hacia ellos. Ellos tampoco pueden dormir, ellos también tienen miedo de perderme. Porque fue inexplicable: de la noche a la mañana mamá desapareció. 

-¿Qué deberíamos hacer para que esto no vuelva a suceder?

Para mí lo más urgente es que en Córdoba exista algún tipo de reforma respecto a los tiempos judiciales. Porque lamentablemente esta provincia vive aislada del resto del país y transgrede la Constitución, abusando del poder conferido a los funcionarios, sin ningún tipo de control. Los derechos de las personas están totalmente mancillados. Incluso en situación de detención. Que sea tan traumático e insuperable se debe a esto. 

-¿Cuál es el sentido de tu vida a partir de ahora? ¿Cómo reconstruís lo que viene?

A maternar, cien por cien. Porque ha sido siempre mi punto fuerte, lo que más amo en el mundo. Pero tratando de recomponerme. A animarme a visibilizar esto porque sigo entendiendo que le puede pasar a cualquiera. Sigo entendiendo que no hay nadie que esté exento de ser víctima de trata, y mucho menos que no hay nadie que esté exento de ser víctima de la Justicia.

-Increíble que tengas que decirlo así. Ponés la trata y la justicia en el mismo plano.

Exactamente. En el mismo plano. Si te ponés a analizar, las situaciones más bruscas y más violentas son las que provocó la justicia, antes que la secta. De todo de lo que se acusa a nuestros tratantes, la justicia se encargó de revictimizarnos y aumentar esas situaciones a la enésima potencia. En el peor momento de mi captación, mi único resguardo era saber que, aunque fuera a las tres de la mañana, podía volver a casa y ver a mis hijos. Pero durante el año y cuatro meses que estuve presa, eso no estuvo. 

EL "LÍDER" ESPERA EL JUICIO EN BOUWER

Una vez que la Justicia entendió que tenía a las víctimas encarceladas, algo que sucedió recién cuando el expediente pasó al fuero federal, la causa dio un giro absoluto que terminó agravando seriamente las imputaciones en contra del matrimonio de “sanadores egipcios”. Álvaro Aparicio y Carolina Cannes, quienes cumplen prisión preventiva en Bouwer, enfrentan ahora gravísimas acusaciones y la Justicia parece decidida a avanzar.

Así lo hizo saber el fiscal Carlos Casas Nóblega en octubre, desandando el camino que él mismo había explorado sólo meses atrás, cuando se opuso a que la causa le fuera arrebatada a la Fiscalía de Cura Brochero, que había mantenido un año y medio a las víctimas tras las rejas.

Ante la insistencia de las defensas, del propio juez federal N°3 Hugo Vaca Narvaja, y tras la confirmación del Juzgado de Control, el fiscal Casas Nóblega entendió de qué se trataba esta barbarie desplegada por la Justicia y pareció decidido a enderezar el rumbo. Fue así como suscribió la promoción de acción penal y no dudó -a lo largo de 46 páginas- en acusar a Aparicio y a Canes por el delito de trata de personas con fines de explotación laboral y económica y reducción a la servidumbre o condición análoga agravada por la cantidad de víctimas, por ser ministro de culto, por la consumación de la explotación. A ello le sumó la figura de asociación ilícita en concurso real con los delitos de ejercicio ilegal de la profesión de psicología continuada y estafas reiteradas. Bajo esta acusación también incluyó al hijo de la pareja, Máximo Ángel Aparicio Cannes, de 22 años, acusado de partícipe necesario, pero aún en libertad.

En el caso del "maestro" Aparicio se suma la demoledora acusación por abuso sexual con acceso carnal reiterado, agravado por ser efectuado por ministro de culto. Y también el delito de coacciones.

En contrapartida, además de liberar a las víctimas, el Juzgado Federal avanza en los pasos decretar el sobreseimiento definitivo. Ya fueron devueltos dos de los vehículos que les había secuestrado la fiscal Analía Gallarato. Mientras tanto, se aguardan los informes bancarios para terminar de desvincular a las víctimas, que en febrero obtendrían el ansiado sobreseimiento.

Adolfo Ruiz
- Periodista -