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Rodrigo De Loredo, la esperanza blanca de la UCR
Bajo vuelo
Foto: Rodrigo De Loredo y Oscar Aguad, del desastre en Comunicaciones a la disputa por la Gobernación de Córdoba.
Es el radical mejor posicionado en las encuestas. Puede ser intendente de Córdoba, pero quiere ser gobernador. En su único cargo ejecutivo casi deja al país sin satélites.
Publicada el en Crónicas

Es la esperanza blanca del radicalismo cordobés. Surgido bajo el ala del inefable “milico” Oscar Aguad, fue concejal, legislador provincial y diputado nacional. Pero Rodrigo De Loredo sueña con volver a ocupar un cargo ejecutivo –como gobernador o intendente de Córdoba- para apuntalar una carrera política hasta sustentada en los padrinazgos, la exposición mediática y el marketing.

Como un espejo invertido y renovado de Luis Juez, De Loredo se presenta como la renovación dirigencial del centenario partido radical, pese a que lleva años viviendo de la política. También se muestra ante los cordobeses como promotor de ideas novedosas y superadoras, pese a que su único paso por la gestión pública dejó tierra arrasada: como presidente de Arsat, la empresa nacional de telecomunicaciones, dejó un tendal de despidos arbitrarios, juicios civiles y penales, una alarmante desinversión y deudas a granel. Tan desastroso fue su paso por Arsat que puso en riesgo el programa nacional de producción de satélites más exitoso de la historia argentina, que ubicó al  país en la elite de naciones capaces de producir sus propias unidades satelitales para ser lanzadas al espacio.

“A fines de 2015, ARSAT era una empresa en expansión que contaba con dos satélites de diseño y construcción nacional, que ocupaban las dos posiciones orbitales argentinas, un Centro de Datos de 4.500 metros cuadrados con certificación internacional Tire III y personal calificado, 88 estaciones terrestres de Televisión Digital Abierta (TDA) en su última etapa de despliegue, que había logrado cubrir el 80% de la población con el servicio terrestre y el 100% del territorio con el servicio satelital –incluyendo la Península Antártica y las Islas Malvinas–, en proceso de tendido de una red troncal, clientes como los operadores Claro o Telefónica Argentina y un cronograma para finalizar la puesta en operación a fines de 2016 (Rus, 2017a)”, precisan los investigadores Diego Hurtado, Matías Bianchi y Diego Lawler en un trabajo titulado “Tecnología, políticas de Estado y modelo de país: el caso ARSAT, los satélites geoestacionarios versus “los cielos abiertos”, donde analizan con rigor científico el desastre ocasionado por la gestión de Macri, Aguad y De Loredo entre 2016 y 2019.

Cambio de paradigma

El incondicional alineamiento de Aguad al modelo neoliberal del presidente Mauricio Macri, el total desconocimiento que él y su yerno tenían –y tienen- en materia de comunicaciones y su indisimulado afán por hacer pingues negocios con empresarios amigos o empresas extranjeras lograron lo que parecía imposible: transformar una empresa estatal exitosa, superavitaria y con reconocimiento internacional en una unidad de negocios inconexa, con una brutal desinversión, juicios millonarios y problemas de inserción mundial, al punto de casi hacerle perder al país las posiciones orbitales oportunamente asignadas por la Unión Internacional de Telecomunicaciones (UIT), organismo dependiente de las Naciones Unidas (ONU).

Cuando llegó al gabinete de Macri, lo primero que hizo Aguad fue desguazar la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual. Lo segundo, designar a su yerno –un neófito absoluto en materia de telecomunicaciones- al frente de la empresa estatal de comunicaciones (Arsat). Lo secundó como vicepresidente Henoch Aguiar,  un técnico que había trabajado en el área durante los gobiernos de Raúl Alfonsín y Fernando De la Rúa,  cuyo afán privatizador era casi compulsivo.

En vez de apelar a los recursos humanos que habían hecho de Arsat un ejemplo mundial, De Loredo contrató por 12,5 millones de pesos los servicios de consultoría de la firma estadounidense McKinsey. El resultado fue más que previsible: le sugirieron entregar el negocio de banda ancha a la empresa norteamericana Hugues.

Sin ponerse colorado, De Loredo anunció en Washington la firma de una carta de intención o pre contrato con sus flamantes socios norteamericanos, a quienes prometió entregar el 51 por ciento del paquete accionario de Arsat, otorgándoles así -además del control de la empresa estatal de comunicaciones- la administración del espacio orbital asignado al país para poner en órbita el ARSAT-3.

Enterados del anuncio oficial, los directivos del Instituto Arturo Enrique Sampay Jorge Cholvis, Eduardo Barcesat y Arístides Corti denunciaron penalmente al presidente Macri, al ministro Aguad y al presidentes y vice de Arsat, De Loredo y Aguiar, por la posible comisión de los delitos de  “abuso de autoridad y administración fraudulenta”. Días antes, un grupo de diputados de la oposición habían hecho lo propio –incluyendo en su denuncia también al jefe de gabinete Marcos  Peña – por considerar que el convenio en cuestión violaba de punta a punta la Ley 27.208 de Desarrollo de la Industria Satelital.

La pesada herencia

Cuando Aguad y De Loredo llegaron al Gobierno, recibieron una Arsat floreciente, con fuerte incidencia y predicamento en la definición de la política nacional de telecomunicaciones. “Durante el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner (…) se inicia la construcción de la primera red troncal de fibra óptica estatal de Sudamérica, un proyecto que se propone la construcción de más de 35.000 kilómetros de conexiones federales con el propósito de cambiar el paradigma de las comunicaciones en nuestro país. También se inicia ese año la construcción de la plataforma de distribución de la Televisión Digital Abierta, gratuita y de alta calidad. Todas estas acciones están orientadas a la satisfacción de los desafíos técnicos que exigía la hoy trunca Ley de Servicios Comunicación Audiovisual”, recuerdan Hurtado, Bianchi y Lawler en el trabajo citado. Y destacan que para entonces Arsat  se había convertido en “un jugador temido por los oligopolios de telefonía celular y televisión por cable, que eran los mismos que manejaban los medios masivos de comunicación”.

En 2011 INVAP –la empresa estatal rionegrina asociada a Arsat- estaba construyendo tres satélites en simultáneo: SAC-D, SAOCOM-1ª y ARSAT-1. Dos años después inauguraba en Bariloche el Centro de Ensayos de Alta Tecnología (CEATSA), una sociedad entre INVAP y ARSAT cuyas instalaciones permitirían hacer los ensayos ambientales para la industria satelital. “En una década (2003- 2013) el personal de INVAP paso de 350 a 1.100 personas y elevó su facturación de 30 a 200 millones de dólares anuales. También en 2012, ARSAT comenzó la construcción del Centro de Datos más grande y seguro de nuestro país y de América Latina. Poco más tarde, ARSAT pasa a la fase de comercialización y agregación de valor a estas infraestructuras, productos de la inversión del Estado nacional”, detallan Hurtado, Bianchi y Lawler.

El 16 de octubre de 2014 se lanzó al espacio el ARSAT-1 desde la base de Kourou, en la Guayana Francesa y el 30 de septiembre del año siguiente se lanzó el ARSAT 2. A fines de 2015, ARSAT tenía dos satélites de diseño y construcción nacional ocupando las dos posiciones orbitales argentinas, un Centro de Datos de 4.500 metros cuadrados con certificación internacional Tire III y personal calificado, 88 estaciones terrestres de Televisión Digital Abierta (TDA)  -que cubría el 80% de la población con el servicio terrestre y el 100% del territorio con el servicio satelital, incluidas la Península Antártica y las Islas Malvinas– y clientes de la talla de Claro o Telefónica Argentina.

Aguad y De Loredo no podían recibir una empresa más exitosa.

La chocaron.

Cielos "abiertos"

Desde que se hizo cargo de la presidencia de una empresa de la que desconocía todo, De Loredo dio un giro de 180 grados a la política que hizo de Arsat en un ejemplo para el mundo. Desactivó el programa ARSAT-3, que debía comenzar a construirse en 2016 para ser puesto en órbita en 2019 –cosa que jamás sucedió-, con lo que puso en riesgo la tercera órbita satelital del país. También paralizó la instalación de antenas de Televisión Digital Abierta (TDA) y discontinuó la entrega de decodificadores a los usuarios. Además, en lo que definió –no sin una cuota de cinismo- como una política de “cielos abiertos”, permitió en sus primeros dos años de gestión que ingresaran al país 14 satélites extranjeros. “El desmembramiento y cambio de rumbo de la empresa ARSAT y la búsqueda de socios extranjeros coincide con un acelerado proceso de desindustrialización, el desmantelamiento de otros sectores estratégicos – producción pública de medicamentos, agricultura familiar, energía eólica, algunos proyectos del sector nuclear, entre los más visibles– y el desfinanciamiento del sector público de ciencia y tecnología”, advierten Hurtado, Bianchi y Lawler en el artículo citado, que publicaron en 2017 en la revista especializada Epistemología e Historia de la Ciencia.

 “La trayectoria de Arsat fue deslumbrante por donde se la mire y se coronó con la puesta en órbita de dos satélites geoestacionarios en 2014 y 2015 y con la ley de Promoción de la Industria Satelital. Fue un hito tecnológico inédito, no sólo para la Argentina, sino para toda la región”, evoca hoy, entusiasta, Diego Hurtado en diálogo con revista El Sur.

Hurtado es doctor en Física, investigador y docente de la Universidad Nacional de San Martín. Actual secretario de Planeamiento e Investigación en Ciencia, Tecnología e Innovación del Ministerio de Ciencia y Tecnología de la Nación y vicepresidente de la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA), no titubea cuando esta revista le pide que defina en un párrafo la gestión de Rodrigo De Loredo en Arsat: “(Oscar) Aguad como ministro de Comunicaciones y su yerno como presidente de Arsat -, ambos abogados, lo mismo que el vicepresidente Henoch Aguiar, que ya había hecho su propio desastre en la década de los ´90- implementaron una política de financiarización y extranjerización del sector satelital, e intentaron otorgar el negocio de la banda ancha a la empresa norteamericana Hugues”.

“La gestión de De Loredo fue una bisagra –agrega-: de hito deslumbrante en el campo tecnológico de un sector estratégico como las telecomunicaciones se pasó a una política de financiarización y entrega de los cielos, de las posiciones orbitales y los satélites nacionales a empresas extranjeras”.

Con la llegada de Alberto Fernández a la Casa Rosada en 2019 se retomó el paradigma que hizo de Arsat un ejemplo virtuoso de desarrollo tecnológico nacional: “Se inició un proceso de recuperación y continuidad de lo que había sido abandonado en 2016 por el gobierno de Macri, retomando un sendero de autonomía tecnológica en el campo satelital. El proyecto ARSAT-3 se reconvirtió en el SG-1, que hoy está en marcha y será el tercer satélite geoestacionario producido en Argentina.  Y también se retomaron los proyectos de banda ancha y fibra óptica”, precisa Hurtado.

Rodrigo De Loredo, el mismo funcionario que discontinuó la producción de satélites y puso en riesgo la continuidad del programa satelital argentino, promete ahora hacer que Córdoba vuele más alto.

Tan alto como el cóndor domesticado que muestra en su brazo en una de las peores campañas publicitarias que se recuerden en La Docta.

Hernán Vaca Narvaja
- Periodista y escritor -