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#40AñosDeDemocracia
¿Qué democracia para qué país?
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En diciembre se cumplirán cuatro décadas de democracia vigente en el país. Los cordobeses podrían concurrir hasta cinco veces este año a las urnas. ¿Alcanza con el voto?
Publicada el en Reflexiones

Los análisis de la democracia en Argentina vienen jalonados desde diferentes aristas, pero responden a una generalidad que recubre una idea cargada de valoraciones y adjetivos. La actual coyuntura encuadra una valoración en dos sentidos: todo lo que falta son las deudas de la democracia (no se pudo) y todo lo que significa no estar en democracia es peor (no se debe). En otras palabras, se plantea la imposibilidad de superar democráticamente el actual orden de cosas sin salirse de los marcos acordados socialmente en 1983. ¿Qué dice sobre esto la teoría crítica?

Es importante pensar estos sucesos a contrapelo de la historia para evitar que la corriente nos arrastre mientras dormimos. Si los argentinos no queremos ser cartera de nadie, debemos formular las preguntas que la teoría convencional no hace como esfuerzo inicial para desbordar lo viejo conocido ¿Es la democracia el gobierno de los iguales o de los desiguales? ¿Los principios de la democracia abstracta sirven para describir el movimiento de lo real? La pregunta clásica de la Ciencia Política, el por qué obedecemos, sirve para describir el síntoma que resulta de una causa: llámese dominación, opresión, explotación, alienación, etc. Pero no nos ofrece emancipar el horizonte de sucesos, y en una coyuntura tan crítica para la vida democrática argentina, es prudente animarse a responder el por qué no desobedecemos a las causas que nos trajeron hasta aquí, el por qué es legítimo desobedecer.

La democracia contemporánea es, ante todo, un complemento del gobierno político. Una forma de producir orden social que se distingue de otras formasde gobierno, como el gobierno de los sabios (dominio de las leyes: parlamentarismo) o el gobierno de cuna (derecho de nacimiento: monarquía). El dato irreductible del gobierno político continúa siendo una sociedad de gobernantes y gobernados, que es el fundamento por el que existe la política. En nuestras sociedades modernas, la política es un subsistema social encargado de lograr la paz; así como la economía es la encargada de resolver la escasez y lograr la reproducción social; el derecho es quien debe evitar la desintegración, logrando la integración; y la cultura, la encargada de evitar el sinsentido, dotando a la sociedad de sentido y felicidad. Esto es teoría social, que la humanidad construye con el objetivo de interpretar mejor la realidad.

Pero la historia es mucho más compleja, zigzagueante e inoportuna que la teoría abstracta. Ejemplos de la realidad que no encaja en la teoría convencional son aquellas sociedades que intentaron superar la distancia que diferencia políticamente a dirigentes y dirigidos ensayando a su manera, en el marco de sus posibilidades históricas y dentro de sus características particulares, los principios de autogobierno y emancipación. También hubo experiencias que no se plantearon erradicar el elemento determinante entre gobernantes y gobernados y centraron su búsqueda en nuevas formas del manejo y contención de la crisis, sin transgredir los marcos normativos que ofrece el capitalismo. Quienes pretendieron superar la barrera entre los desiguales por la vía revolucionaria y construyendo el poder de los muchos encontraron límites en su hipótesis respecto al orden social capaz de sustituir al capitalismo. Y quienes traspusieron esa barrera por la vía democrática se toparon con los límites de la política y el poder de los pocos.

Fundamentalistas del mercado

La palabra democracia tiene más años que Argentina. Y no fue inventada para distinguir formas de gobiernos o tipos de sociedad, sino que remite originalmente a la idea de que el poder de una asamblea de hombres iguales no podía ser otra cosa que caos. Pero con el devenir histórico de la sociedad de clases, la democracia adquirió otras significaciones.

La democracia que conquistamos en 1983 dio lugar al advenimiento de una nueva clase social: la clase política. La transición democrática no alcanzó la estabilidad y fortaleza necesarias para mantenerse estable. Por el contrario, el Pacto de Olivos derivó en el monopolio de la clase política. La tendencia se verifica con el correr de los años cuando vemos que, a pesar de la voluntad social de la mayoría, la orientación de los gobiernos que ganan las elecciones no puede salirse del modelo neoliberal.

Finalizada la guerra fría, la globalización neoliberal se impuso sobre aquellos sistemas políticos autoritarios y totalitarios que perdieron consenso. El reverso de esa tendencia en el síntoma que expresa la creciente apatía frente a una clase política que, corporativamente, ignora las necesidades sociales. ¿Qué significó la crisis del 2001? La versión actualizada de gobernantes y gobernados encuentra sentido en el dualismo excluyentes – excluidos, donde los excluyentes concentran la riqueza social y ejercen un poder con capacidad de dirigir a sectores de la clase política argentina.

Este repliegue de la democracia no se observa exclusivamente en la periferia global. También asistimos al agotamiento y fragmentación de potencias occidentales: Europa como carne de cañón para revitalizar la economía yanqui. La toma del Capitolio en Estados Unidos y la irrupción pública de los herederos del Ku Kux Klan; ingleses soltando la mano a la Unión Europea; alemanes y franceses en guerra contra los rusos para mantener aliados en el comercio internacional. Las perlitas de occidente hace años que combinan democracias internas con guerras externas.  ¿Cuánto más durará esta situación?

Menem lo hizo

Cuando los Redondos entonaban las estrofas de 'vencedores vencidos', nos invitaban a poner manos a la obra porque nuestro momento de tirar había llegado, era un mensaje a la juventud en 1987. Firmenich nos advertía, quince años después, que la profesionalización de la militancia política durante los '90 llevó al ascenso económico de una nueva clase social que privilegia una conducta de solidaridad corporativa entre sus expresiones teóricamente enfrentadas. Ejemplos de negociaciones sin escrúpulos sobran: Menem es quizás la representación más acaba. Pero también está el caso de La Cámpora, flamante aliada de la UCR en Río Negro; o la unidad de negocios cordobecista que encuentra en connivencia a radicales y peronistas; ni hablar de alianzas en universidades nacionales, sindicatos, municipios y demás.

La lógica empresarial del neoliberalismo permeó al conjunto del sistema político argentino. El deterioro de la voluntad transformadora de muchos jóvenes se debe a estas dinámicas excluyentes. Como todo monopolio, el de la política también persigue privilegios económicos y antepone la vocación de ocupar lugares en el Estado por sobre un proceso que mejore efectivamente la calidad de vida de la ciudadanía. Los programas políticos devinieron en adornos que quedaron en la historia del siglo XX. La democracia degeneró entre las negociaciones de una élite política centralizada en Buenos Aires y las concesiones de una oligarquía que, vale recordar, pudo proliferar en tiempos no democráticos.

Mientras se garanticen principios de soberanía popular y ciertas libertades individuales, la democracia puede seguir reduciéndose a elegir la opción menos peor de gobierno cada cuatro años. Hoy pareciera que Sergio Massa sería el mandatado a ocupar ese rol. Pero también encierra el principio de igualdad radical capaz de desbordar estas instituciones disfuncionales porque la democracia, como la política, no son autosuficientes: en cuarenta años aprendimos que con democracia no se come, no se cura ni se educa. Pero la democracia sí es contingente a la propia desigualdad que genera, en esencia, la política misma.

Las sociedades se vuelven permeables cuando chocan con sus límites. Una salida positiva de la crisis actual es completar democráticamente lo que no pudo brindar este ciclo histórico de la democracia republicana. Conforme pasan los años y los gobiernos en Argentina, es necesario avanzar hacia la democracia participativa, en un proyecto nacional para un mundo globalizado que vuelva a calibrar las dinámicas estatales como el federalismo o la integración regional. Contra el corporativismo de la clase política hay que reconstruir la práctica de la discusión, analizar mejor la coyuntura y alimentar un paradigma teórico emancipador con mucha lectura y escritura.

Yael Ardiles
- Estudiante de Ciencia Política. -