La foto muestra una tranquera frente a un bosque serrano, con una sombra larga proyectada por la primera o la última luz del día. Es la última imagen posteada en su cuenta de Facebook, el 7 de febrero. El mismo día en que su familia perdió contacto con él, dos días antes de que se confirmara su muerte en la cascada La Estancita, cerca de Salsipuedes. Quizás, cerca de esa tranquera.
“Acá nomás…”, sólo decía el epígrafe de la foto. Y acá nomás entre nosotros estaba Hugo Suárez, hasta que la noticia de su desaparición nos alteró la rutina y la de su muerte nos golpeó con una brutalidad inusitada y nos dejó ese sentimiento de impotencia e injusticia. Porque tan acá nomás encontró su final un ser humano lleno de vitalidad y proyectos, de inteligencia y pasión, de conciencia y compromiso con luchas, derechos y sueños colectivos.
Tantos como expresiones de dolor, gratitud y homenaje se manifestaron por estos días, cara a cara y en redes sociales, de amigos y amigas, compañeros y compañeras de trabajo, referentes, instituciones y colectivos sociales, políticos y culturales. Una masiva y conmovedora despedida a un artista, docente y comunicador enraizado en las militancias a contramano de la Córdoba hegemónica.
La mirada colectiva
Hugo Suárez tenía 45 años y era un tipo polifacético. Fotógrafo, cronista, artista plástico y profesor de Ciencias de la Educación; trabajaba en El Espejo Libros, tocaba el bajo, cantaba en la banda de rock Luz Azul y metía goles en el Deportivo Dalla Costa, varias veces campeón del torneo Golden de fútbol amateur.
En los últimos años, esas vocaciones tuvieron como avenida principal la fotografía. En 2021 publicó Ladrilleros, donde retrata y narra la vida de los cortaderos de la zona sur de la ciudad. Fotorreportero de cuanta actividad colectiva tuviera como escenario las calles, retrató protestas y carnavales, conflictos sociales y festejos populares, desde la Marcha de la Gorra hasta la fiesta de la Virgen de Urkupiña en su querido Villa el Libertador.
Oportuna, sensible y profunda, su lente reflejaba el afuera y el adentro, las calles y la tierra, lo social y lo natural, miradas y sentires, búsquedas y encuentros... Y siempre el ser uno en los otros, la humanidad en lo colectivo.
Retratos y certezas
Para su proyecto más ambicioso, Hugo comenzó a convocar a mediados de 2019 a referentes del arte, la literatura, la comunicación, la cultura y la militancia por los derechos humanos y sociales. Poetas, escritores, periodistas, filósofos, activistas, dramaturgos, músicos y actores plantaron sus rostros ante su cámara y sus luces, su mirada y su empatía, y acompañaron esa imagen con un breve texto que enunciaba una certeza. La primera difusión fue a través del Facebook y generó una gran repercusión.
-¿Por qué se llama Certezas? –le preguntó Barbi Couto en una entrevista para La Nueva Mañana publicada en noviembre de 2019.
-Se llamó Certezas para punzar aún más la iniciativa, sabiendo básicamente que no tenemos muchas certezas en este mundo, pero que también es bueno enarbolar alguna y jugarse por alguna palabra y dejar por escrito algo. La idea es que en este año, esencialmente político, esas certezas estuvieran alineadas con alguna posibilidad de molestar en la conciencia de las personas y sobre todo de aguijonear en las decisiones políticas de cara a la votación.
En 2017, para un libro sobre el género entrevista, el comunicador social Luis Alberto Escudero había entrevistado a Hugo sobre su trabajo como fotorreportero. “Donde yo trabajo las imágenes sirven como fotogalería intercaladas en el texto, y si la imagen es muy fuerte puede interpelar”, decía Hugo y ejemplificaba con el retrato de Santiago Maldonado como elemento indispensable del reclamo por su aparición con vida y luego por justicia: “En el caso Maldonado su cara estuvo presente tres meses en los medios y sirvió como presión (…) O sea, ¿cuánto dura una imagen en escena?”. En esa entrevista, definía a la fotografía como “un arte que si no se lo toma en serio corre el riesgo de convertirse en un arte menor”. Y a Couto le dijo: “Entiendo la fotografía como una pausa, como un recreo, como un detenimiento”.
Y así era. Se tomaba su arte en serio y con tranquilidad. Poco tiempo después, emprendería ese enorme proyecto que con puro empuje, talento y paciencia logró sostener en tiempos de pandemia y hacia mediados del año pasado alcanzaba su culminación con el retrato y la certeza número cien.
Un arte para todos
Entonces comenzó un arduo trabajo de edición. Él quería hacer algo bello “pero no elitista”. Había rechazado algunos diseños que le parecían pretenciosos. Buscaba la simpleza, la autenticidad, la humanidad. La última vez que nos vimos me mostró la portada. Había logrado seleccionar la imagen que interpretaba su trabajo. Su publicación ya estaba cerca.
Fue una tarde de fines de enero en El Espejo, todavía con el agite post Mundial, así que obviamente hablamos de fútbol. Era maradoniano Hugo, hasta la médula, incluso después de esta histórica final del 18 de diciembre sostenía que Maradona era más grande que Messi. Yo mismo llevaba una remera del Diego ese día, así que le discutí con poca convicción y me derrotó en el último penal inapelable de su argumento: “Diego tenía una estética única. Hacía arte”.
Y claro, a Hugo le preocupaba la estética, creaba arte, pero insisto: ese no era su único norte. También construía solidaridad, empatía, conciencia, comunidad… Esa tarde le encargué un ejemplar, le pedí que me avisara si había una preventa o seña o lo que pintara. Así quedamos. Y días después, como piña en la boca del estómago, la noticia de su muerte. Y el derrumbe de las certezas.
El legado imprescindible
Esa obra inédita es parte de su legado, pero sobre todo es un símbolo, porque así se truncó su vida, justo en el momento en que brillaba, justo en el tiempo de empezar la cosecha. Por eso la sensación de impotencia e injusticia, porque al fin y al cabo “no conocemos nada mejor que estar vivos”, como escribió Martín Cristal en la Certeza 02.
Por eso es justo que empujemos para que Certezas pueda editarse. Justo como reconocimiento para su obra. Justo como herencia para su familia. Justo como bitácora para los que estamos cada día más huérfanos de certezas. Justo para este año también “esencialmente político” que tanto necesita de su aguijón.
Entre los invitados por Hugo para ese trabajo, también hubo otros a quienes perdimos demasiado temprano, como la narradora y poetisa Mariela Laudecina, el filósofo Juan Pablo Abratte y el poeta Javier Almeida. Cuando se fue Laudecina, Hugo escribió: "Está muriendo mucha gente, mucha más de la que podemos soportar. Estamos en esa edad que comienza a pasar, muchas veces todo el tiempo. En todos los perfiles hay gente despidiéndose de amigxs. Que la fatalidad no opaque la inmortalidad de una sonrisa”.
Que así sea, también por él.