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#LaUltimaEstación
Historia de un libro
Por | Fotografía: Nerina Bertola
Foto: Maximiliano Luna, Elena Berruti, Juan Carlos Giuliani y Hernán Vaca Narvaja durante la presentación de La última estación.
El martes pasado, en el marco de la Semana de la Memoria, se presentó la reedición de La última estación, el libro póstumo de Miguel Hugo Vaca Narvaja (h), fusilado por el terrorismo de Estado el 12 de agosto de 1976. En una biblioteca Mariano Moreno colmada de público, integraron la mesa Maximiliano Luna (subsecretario de DDHH de la Municipalidad de Río Cuarto), Juan Carlos Giuliani (ex secretario general del Cispren y ex preso político), Elena Berruti (poeta y editora) y Hernán Vaca Narvaja, hijo del autor.
Publicada el en Libros

Buenas tardes, buena semana de la memoria, buena lucha para todes.

Gracias enormes a Hernán Vaca Narvaja por invitarme, invitarnos a acompañarlo en esta presentación, en esta semana y en este lugar; gracias enormes y renovadas a UniRío editora en la persona de su director José Di marco y del equipo editorial todo: Daniel Ferniot, Maxi Brito, Lara Oviedo, José Ammann, Carolina Savino, Roberto Guardia, Marcela Rapetti por la decisión y el esfuerzo en el trabajo de reedición (en tiempos en los que conseguir papel y otros insumos para publicaciones en ese soporte es una patriada).

Arco de tiempo: la presentación de la primera vez que este libro vio la luz y se ofreció a la lectura, digo, este libro de Miguel Hugo Vaca Narvaja (h) -Huguito-, fue en el contexto de la Feria del Libro de Córdoba capital del año 2012, hace una década y un año (guau). El lema de esa feria y de ese año fue “La literatura en el centro” y vaya si plantamos La última Estación (las banderas que alza) en el núcleo neurálgico. El auditorio del salón Obispo Mercadillo ese jueves 13 de septiembre a las 19,30 estaba pleno de gente, de militancia.

Habíamos viajado en vehículo de la Uni (acá hay varias personas que fueron parte de ese viaje breve pero muy significativo) y todes y cada une de quienes estábamos ahí sabíamos que no sólo asistíamos a la presentación de un libro.

En el hall nos esperaba una fabulosa (y a la vez amorosa) reconstrucción identitaria del autor de La última estación (LUE), documentada y tratada tanto estética como ideológicamente desde el fervor de hija y artista de Carolina Vaca Narvaja.

Estaban dispuestas en caballetes las bellas y profusas siete -si recuerdo bien- propuestas de arte de tapa de Jimena Mateo (todavía me arrepiento de no haberme robado una, bah, tomado prestada, bah, comprado, bah, llevarme una a casa, ustedes entenderán).

Marcelo Scelso (prologuista del libro y lector de referencia, de esos que acompañan una edición tan intensa como ésta) ofició de copresentador. Y la puesta teatral de Tres Tigres Teatro -otra vez, Carolina y sus cumpas- nos rescató de toda tristeza, como sólo el arte, la amistad y el amor pueden hacerlo.

Luego La Última Estación se presentaría acá en casa, en la Feria del Libro Juan Filloy, en el Salón Blanco del Palacio Municipal, con otro copresentador -Marcelo Ruiz- y con un guión que recuerdo precioso de Daila Prado, con citas textuales del libro que se ponía en circulación en ese momento en Río Cuarto.

El libro

Decir que UniRío editora, la editorial de nuestra Uni nacional, pública y gratuita editó aquel y este libro de reedición aumentada o ampliada, es decir verdad, pero tal vez sólo parte de ella.

Hernán Vaca Narvaja, compañero querido y respetado, fue motor, decisión, empuje y energía en acción para que aquél y este libro se dieran a leer.

Hernán, hijo de Miguel Hugo (H) y de Raquel Altamira, hermano de Miguel Hugo (n) y de Carolina; Hernán nieto; Hernán sobrino, ahijado, primo. El árbol familiar Altamira/Vaca Narvaja se las trae, en un cruce entramado entre la historia colectiva y la historia de las personas, de las generaciones.

Comparto con ustedes, en esta nueva semana de la memoria, en esta nueva edición aumentada de este libro, algunas escenas/fogonazo:

Una de ellas: Es 2011 todavía y estamos en la Secretaría Académica de la Uni, comprometida y hermosamente comandada por mi corazón hermano Claudio Asaad (Claudio, al menos tomémonos un café porque nos estamos viendo sólo en presentaciones de libros), sigo, el rectorado de la UNRC conducido por Ruiz /Salminis… 

Decía, estábamos laburando en la Secretaría Académica y llega Hernán (no es que no nos conociéramos, claro que no). Hernán tan alto como es, tan serio y decidido como puede estar, al borde de fruncir el ceño y con un bolso portafolio aferrado a su costado izquierdo, custodiado en modo extremo. Saca y pone sobre la mesa-escritorio de trabajo, de manera resuelta, papeles, borradores: un original, como se dice en edición.

Es el libro inédito (será póstumo) de su padre Miguel Hugo Vaca Narvaja (h). Primera cuestión: un hijo (familia mediante, claro) recupera, custodia y busca publicar el libro de su padre muerto. No –me corregía entonces, nos corregíamos-, un hijo periodista y militante (del hacer memoria) está decidido a publicar la obra de su padre detenido, preso político, torturado,  fusilado por los genocidas de la última dictadura cívico militar eclesiástica empresarial y judicial 1976-1983 que diezmó a nuestro país, que privó a familias de sus amados/as y a nuestra nación y a nuestro pueblo de una generación que me cuesta llamar perdida.

El gesto de Hernán, su lenguaje corporal, gestual y verbal decían (le decía a la editorial de la Uni pública del 2011): “Hay que publicarlo”, así póstumo, post mortem, pero VIVO con un corazón textual de siete cuentos escritos por Miguel Hugo Vaca Narvaja (H) en su despacho o en la parte de arriba de su casa, a la noche –mientras los hijos duermen-, porque de día se trabaja y se milita. Dos lugares para escribir ficción plena de ecos de la trama social más o menos figurativizados, dos máquinas de escribir, dos colores de tinta. Los cuentos: Cándido, Cumbre, Noche de ánimas, La verdad, Aída, La oreja y Carta de la ausente.

“Sí, hay que publicarlo”, nos dijimos. Una edición también es una decisión política y a mucha honra. Lo fue entonces, lo es ahora. Y nos decíamos entonces, es una edición particular, especial (por decirlo de alguna manera y nos quedábamos cortos). Y Hernán es una tromba, ya lo sabemos.

El corazón textual literario estaba y está arropado y cobijado por otras textualidades con las que dialogaba y dialoga. De autorías diversas, las voces discursivas en tramas variadas brindan tomas desde distintos ángulos territoriales, temporales, institucionales que reponen una y otra vez la info que necesitan quienes leen, algunes para recordar y seguir rumiando, otres para darse por enterados/as.

La edición

Otras escenas /fogonazo tienen que ver con el laburo editorial propiamente dicho del equipo del cual me honró en aquel momento ser parte: viaje a Córdoba capital a buscar imprenta que dé con las necesidades de calidad de impresión (LUE contiene también la reproducción de obras visuales de artistas de acá, cuento por cuento). Tareas de control de tipeado, de micro y macro edición, de construcción de paratextos, de registro de ISBN, de pruebas de galera con un Hernán que se hace co-editor de la obra de su padre y en más de un sentido co-autor.

La última escena que deseo comentarles podría llamarse: de cómo un libro trae o atrae otro y otro y de ahí una colección; es que luego de la primera edición de LUE, vendría Crónica militante de una lucha colectiva (Juan Muzzolón y cumpas), entre otros y finalmente la colección De la eterna memoria termina de afincar para siempre en el catálogo editorial universitario el memoriar en clave de ficción.

Un arco de tiempo profundamente histórico 2012/2023. Tal vez alguien se pregunte para qué, por qué reeditar LUE. Empecemos a ensayar algún intento de respuesta vinculada a los tiempos históricos que vivimos: 40 años de democracia se cumplen -¿se cumplen?- en este 2023 pospandémico y al historiquísimo “Memoria verdad y justicia” es necesario predicarle “para defender y profundizar la democracia” y el Nunca Más ahora también involucra en la consigna/convicción a la corporación judicial.

Por qué, para qué: Es que cada Semana de la Memoria, cada 24 de marzo, cada acto de carga y apuesta simbólica como lo es la presentación de un libro, es una manera de resistir contra el olvido y el negacionismo tan en boga, es un modo de insistir qué sí y qué no permitiremos como pueblo.  El “preciado tesoro” (inicialmente los cuentos del padre de Carolina, Miguel Hugo y Hernán) se reescribe una y otra vez en cada lectura y escritura, en cada pañuelo que se sitúa, en cada marcha, en cada silueta dibujada de quienes ya no están: Memoria, Verdad y Justicia/más y mejor democracia/ y es con más política no con menos, no con la despolitización y la desideologización pseudo aséptica que la derecha conservadora y monopólica quiere vender como neutral.

Por qué, para qué reeditar LUE en un sello editorial universitario: La UNRC es pública y nacional, también gratuita. Ojalá recorra los tramos que faltan para que sea popular. Y hago votos para que su política editorial y su praxis de edición y publicación sigan estos itinerarios que hasta ahora nos brinda a lectores de distintas generaciones y que nos enorgullece.

La reedición

La reedición de LUE es aumentada: más voces, más testimonios, otras texturas discursivas (noticia, nota periodística, relato, testimonio) y el paso no pasivo del tiempo reclama esas incorporaciones. Así, la primera parte del libro se enriquece y adensa respecto de la primera edición con “Historia de un plan de escape”, por Marta Platía y con “Del altillo al exilio”, por el mismo Hernán. La segunda parte recibe en esta aparición “El crimen imperfecto y “La última batalla de la Ma”. De ambas partes textuales es autor/cuidador quien está aquí en esta mesa a nuestro lado.

Sólo diré esto: Tremenda mujer Raquel Altamira. Madre y padre a la vez, laburanta y estudiosa; compañera /memoria de su compañero; protección y salvoconducto para su hija y sus hijos en pleno exilio… como dice Hernán en el libro: “Mi madre Raquel Altamira estuvo, está y estará siempre con nosotros (…) porque como decía Walsh, el único cementerio es la memoria”. En ella honremos hoy y acá a todas las mujeres que se encargaron del cuidado de la cría, incluso en el cultivo del bajo perfil, militaban, militan vida.

Dice Claudio en su lectura de LUE: “Hay una memoria que no sigue la impostura del paso del tiempo. Es la de la ficción, sobre todo la literaria”. Acordamos. La literatura sigue insistiendo, resistiendo e interpelándonos (en sus diversas e hibridadas matrices textuales emparentadas con la crónica, el testimonio, la nota periodística y más), como uno de los modos posibles de escritura que hace mundo, que repele la actitud negadora y que apuesta al memoriar como manera de acrecentar humanidad “contra las bestias, el olvido”, al decir de Gelman.

Gracias Hernán por confiar otra vez.

Elena Berruti
- Poeta, editora y docente universitaria -