Terminó el misterio. La convocatoria del gobernador Juan Schiaretti a votar el 25 de junio a quien será su sucesor despejó casi de inmediato la novela de la oposición: Rodrigo De Loredo, la figurita difícil del radicalismo cordobés, optó por dar un paso al costado a su candidatura para dejarle allanado el camino al (¿ex?) peronista Luis Juez, quien intentará por tercera vez desplazar a sus (ex) compañeros del poder mediterráneo luego de casi un cuarto de siglo de gozar del favor popular en las urnas.
El deceso de José Manuel De la Sota y la imposibilidad del gobernador Juan Schiaretti de buscar la reelección obligaron al peronismo cordobés a poner en marcha una renovación dirigencial que se hizo esperar más de la cuenta y que no está exenta de tensiones.
Al cierre de esta edición, el intendente Martín Llaryora deshojaba la margarita para decidir si pegaba o no la elección de la ciudad capital a la provincial. Tampoco había elegido a quien será su compañero o compañera de fórmula, tal vez a la espera de que el propio De Loredo confirme si acompañará a Juez en el binomio provincial o intentará por segunda vez consecutiva acceder al sillón principal del Paladio 6 de Julio.
En un contexto nacional de crisis económica, con índices inflacionarios históricos y creciente inequidad, la elección en Córdoba tendrá ingredientes propios, pero su resultado impactará también en la Nación. A eso apuesta Schiaretti, que antes de jubilarse intentará meterse en la disputa nacional en lo que algunos ya llaman el poscristinismo y que obligará a una redefinición de las alianzas políticas y de la forma misma de gobernar.
"Al bajarse Macri y Cristina estamos asistiendo al poscristinismo y esto es toda una novedad para la política argentina. Hoy la mayoría de los gobernadores adelantan las elecciones para refugiarse en sus provincias", advierte el consultor Gustavo Córdoba.
Los números
Para el analista político y uno de los fundadores de la consultora Zuban/Córdoba, la lectura del escenario electoral suele ser más simple que la compleja alquimia pergeñada en el "microclima" de sus principales actores. Las últimas mediciones de su consultora dan claramente ganador a Martín Llaryora en la disputa por la Gobernación y auguran una elección "cabeza a cabeza" entre Daniel Passerini y Rodrigo De Loredo en el caso de que el radical finalmente "baje" a disputar la intendencia capitalina.
Al cierre de esta edición, si bien había despejado el capítulo principal de la novela al ceder la candidatura a gobernador a Juez, De Loredo no había decidido todavía si será candidato a vicegobernador, a intendente, a ambos cargos o a ninguno.
"Nuestros números dan una pelea muy reñida entre De Loredo y Passerini. Y para De Loredo, que tiene mucho futuro porque es un político joven con proyección nacional, perder por segunda vez consecutiva la elección municipal en Córdoba podría producirle un daño político considerable", advierte Gustavo Córdoba.
En el mismo sentido se expresa, en riguroso off the record, un dirigente del centenario partido que tiene diálogo fluido con Juez y De Loredo: "No descartamos que Rodrigo vaya de vice porque no se puede arriesgar a perder por segunda vez la intendencia de Córdoba. Y además está medido por todas las encuestas: la fórmula más competitiva para la provincia es Juez/De Loredo".
El razonamiento del dirigente radical no está exento de especulación política: "Si se pierde, pierde Juez y Rodrigo se queda con el radicalismo de Córdoba; si se gana, cualquiera sea el candidato le podemos pelear la intendencia a Passerini".
El escenario cambia si Llaryora decide unificar y se vota el mismo día gobernador e intendente: "En ese caso el candidato a intendente sí tendría que ser Rodrigo, porque es el que más votos le suma a Juez en capital", admite el dirigente radical.
Como en el juego de ajedrez, los jugadores anticipan sus movimientos en función de los posibles desplazamientos que puedan hacer sus oponentes. Y cualquier movimiento en falso puede dejarlos descolocados.
Desconfianzas
El año electoral encuentra a los argentinos -y a los cordobeses- malhumorados con la dirigencia política y afligidos por la situación económica. Y si bien no está claro cómo se proyectará en Córdoba el fenómeno Milei como curiosa expresión de la anti política, la definición de la elección tendrá un fuerte impacto nacional y alimentará -o sepultará definitivamente- las ambiciones del gobernador Juan Schiaretti, que aspira a terciar con su propia cosecha de votos en un escenario que imagina fragmentado tras las renuncias a sus candidaturas presidenciales de Cristina Fernández de Kirchner y Mauricio Macri.
Más allá de las naturales pujas internas en las fuerzas mayoritarias, lo que prima en estos días es la desconfianza mutua. En el oficialismo, la proyección nacional de Schiaretti requiere de un tiempo que, a entender de los llaryoristas, termina perjudicando sus chances de asegurarse el triunfo. Es sabido que el intendente pretendía que se votara cuanto antes -se habló de abril o mayo- y que su idea siempre fue alejar la elección provincial lo más posible de las PASO y la elección nacional. En su afán por ganar tiempo, Schiaretti pone en riesgo un triunfo que hoy parece seguro y le da oxígeno a la oposición para organizarse mejor de cara a la contienda provincial. Hasta el mes pasado no se sabía quién encabezaría la fórmula y rondaba el fantasma de la división. Hoy la única duda es si De Loredo acompañará a Juez en la fórmula provincial o irá por la intendencia.
Con el mazo todavía en su poder, Llaryora tiene hasta fin de mes para jugar su última carta y convocar a elecciones en la ciudad de Córdoba. Pero cualquiera sea la fecha que elija, el calendario lo acerca inexorablemente a las PASO, convocadas por la Cámara Nacional Electoral para el domingo 13 de agosto. En el medio están las vacaciones de julio. Y después de las PASO la elección general -prevista para el 22 de octubre- y un eventual balotaje (19 de noviembre).
Mediciones
Lejos de la discusión doctrinaria y el debate de propuestas, tanto el oficialismo como la oposición otorgan un rol protagónico a los encuestadores. "Se van a medir escenarios", responden a coro de uno y otro lado cuando son consultados sobre los eventuales compañeros de fórmula de Llaryora y Juez. En el caso del intendente capitalino, ese lugar es codiciado por el intendente de Río Cuarto, Juan Manuel Llamosas, la diputada nacional Natalia De la Sota y la propia esposa del gobernador, Alejandra Vigo. En el caso de Juez, De Loredo es número puesto para acompañarlo -"es la fórmula más competitiva", insisten propios y extraños-, pero si finalmente el radical disputa la intendencia, su lugar quedaría para otro correligionario. Suenan con fuerza el diputado nacional y presidente de la UCR provincial, Marcos Carasso y el jefe del bloque opositor en la Legislatura, Juan Jure, cuyas chances se incrementarían en caso de que su coterráneo Llamosas integre el binomio del oficialismo.
Sumas y restas
La aparición de los radicales "auténticos" que siguen a la intendenta Miriam Prunotto revitalizó la coalición que impulsa a Llaryora, quien ha dicho en más de una oportunidad que aspira a ampliar la alianza que gobierna la provincia desde 1999. Sin embargo, las pujas internas, las aspiraciones nacionales de Schiaretti -el padre de la criatura y el dirigente con mayor consenso electoral en Córdoba- y los tironeos propios del recambio generacional en el peronismo cordobés acotan su margen de maniobra.
¿A qué sectores podrá convocar Llaryora para ampliar -o al menos lavarle la cara- a la exitosa sociedad política que le aseguró al peronismo y aliados su permanencia en el poder luego de 16 años de hegemonía radical? ¿Buscará en los sectores de la derecha, hoy deslumbrados por la fulgurante estrella política de Javier Milei? ¿O apostará a un electorado más tradicional como el que podría seguir a los "radicales auténticos" de Prunotto?
No es muy distinta la disyuntiva que enfrenta Juez. A la histórica desconfianza que su figura genera en la dirigencia que hoy lo lleva como candidato -les ha dicho de todo menos lindos a los radicales y una denuncia suya llevó a Germán Kammerath a la cárcel por corrupción- se suma la zigzagueante trayectoria del propio De Loredo, que por momentos parece más un dirigente del PRO que de la UCR.
"El electorado de Córdoba ha demostrado ser muy conservador y pragmático. Para desafiar el statu quo Juntos por el Cambio va a tener que proponer algo mucho mejor. Hoy Llaryora es a Schiaretti lo que en su momento fue Ramón Mestre (padre) a Eduardo César Angeloz: una renovación dentro de la continuidad", apunta con buena memoria Gustavo Córdoba.
En aquella oportunidad ganó Mestre, pero su traumática gestión en la vieja Casa de las Tejas-caracterizada por un ajuste brutal y despiadado- allanó al camino a dos décadas de peronismo.
¿Se preservará De Loredo a la espera de que la historia se repita?
Sólo él lo sabe.
El Frente sin Todos
A diferencia de lo que podría ocurrir a nivel nacional -donde el crecimiento de la figura de Milei y la fragmentación del voto marcarían la tendencia al menos del primer turno electoral-, Córdoba se perfila hacia un escenario de polarización entre las dos alianzas mayoritarias: Hacemos por Córdoba y Juntos por el Cambio. Esta situación dejaría escaso margen para la irrupción de terceras fuerzas, incluidos los seguidores vernáculos de Milei.
La versión cordobesa del Frente de Todos sufre una dispersión casi tan profunda como la coalición nacional. En un contexto inflacionario, con un presidente desdibujado y varios intendentes que no pueden repetir, reina la desazón y la apatía. Habrá que ver si prospera la prematura candidatura del tercerense Federico Alessandri -apadrinado por Carlos Caserio-, si la gerenta de La Cámpora en Córdoba lo secunda y, sobre todo, si el polifuncional Martín Gill se suma a ese tren o acompaña por lo bajo al peronismo de Llaryora. La izquierda disputará seguramente parte del voto progresista que suele alimentar al devaluado kirchnerismo cordobés.
Sin García Elorrio como candidato -anunció que no lo será, aunque en política nunca está dicha la última palabra- habrá que ver si los seguidores cordobeses de Milei logran capitalizar algo de lo que vaticinan las encuestas a nivel nacional (si es que las encuestas aciertan).
El 25 de junio Córdoba será, una vez más, el rostro anticipado del país. Un país que pareciera correrse irremediable e irresponsablemente a la derecha.