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Elecciones en Córdoba capital
Luis y Olga se van a la cama
Foto: Luis Juez y Olga Riutort comparten una fórmula surrealista.
Llora Luis Juez. Llora Olga Riutort. Lloran todos los cordobeses capitalinos viendo quiénes son los candidatos entre los que saldrá el futuro intendente. ¿Le hicieron un gualicho a la ciudad de Córdoba? ¿Por qué lleva 16 años seguidos de decadencia y fracaso? Esta nota no responde ninguna de esas preguntas pero vení, traé tu pañuelo y leéla. Y llorá también.
Publicada el en Crónicas

Él, se llama Luis.

Ella, se llama Olga.

Juntos son Luisolga, la nueva sensación de la temporada otoño-invierno mediterráneo.

Antes, él era justiciero.

Ella, quería ser mucama. La mejor mucama que va a tener la ciudad de Córdoba, decía.

A él lo engañó De la Sota, renunció a su cargo y salió a armarse un nuevo partido.

A ella, la engañó De la Sota, renunció a su matrimonio y salió a armarse una nueva vida.

Antes se odiaron, ahora dicen que se aman.

Él le decía ladrona, corrupta, delincuente.

Ella le respondía mentiroso, fabulador, amoral.

Ahora se dicen querida, querido.

Se preguntan ¿cuántas cucharitas de azúcar en el café, cariño?

“Siempre nos amamos”, afirman mirándose a los ojos frente a las cámaras.

“Es mucho más lo que nos une”.

“Dejamos los rencores atrás”.

“Nadie conoce esta ciudad como nosotros, ¿no, darling?”

No eras vos, era yo

La unión entre el senador nacional por Córdoba Luis Juez y la concejala de la ciudad de Córdoba Olga Riutort es la relación más patológica que ha dado la política cordobesa en las últimas décadas.

Una cosa es que en Argentina estemos acostumbrados a los políticos canguros, esos que brincan de un partido blanco a una alianza roja, y luego a un candidato azul para al fin sumarse a una coalición verde.

Hoy a nadie le asombra que Mauricio Macri diga que es peronista y después se una con Elisa Carrió. O que Sergio Massa pase de ser jefe de gabinete del kirchnerismo al antikirchnerismo duro. Como a nadie asombraría que Patricia Bullrich se candidatee al Parlasur o a la presidencia del club Temperley.

Pero, ¿Juez y Riutort? ¿Luisolga? ¡Andaaaaá!

Luis Juez es Luis Juez, es el político que es, en buena parte gracias a su enfrentamiento con Olga Riutort.

Todos los cordobeses conocen la historia: en octubre de 2002 Juez renunció como fiscal Anticorrupción, luego de inundar con denuncias de corrupción al gobierno de De la Sota. Entre esas denuncias, la más potente, la que mayor repercusión encontró en todo el país, la que lo tuvo mordiendo con más ganas el tobillo del gobernador, fue la que acusaba a Olga Riutort.

Tal como conté en esta nota publicada en La Voz del Interior en julio de 2002, Riutort protagonizó un accidentado viaje secreto, en noviembre de 2001. Fue en un jet privado, un insólito día domingo, con la intención de traer desde la Casa de la Moneda de Santiago de Chile 50 millones de pesos en bonos Lecor. Por gracia de la Convertibilidad, en ese momento esos bonos tenían un valor de 50 millones de dólares.

Ese viaje era secreto porque nadie en Córdoba sabía que el gobierno de De la Sota (del cual Riutort era secretaría general de la Gobernación, además de esposa) había decidido imprimir bonos.

Entre otras lindezas, Olga volvía con 50 millones en bonos de la serie E, cuando todavía no se habían impreso las series A, B, C y D.

Tampoco lo correspondía a ella realizar esa gestión, propia de las autoridades del banco provincial o del área de Finanzas.

Cuando quiso salir de Chile con los 1.015 kilogramos de billetes, se lo impidieron, porque no había declarado la carga correctamente. Eso está detallado en esta otra nota, de agosto de 2002.

Y cuando luego de la intervención de algunos funcionarios nacionales Olga logró viajar, al llegar a Córdoba su carga le fue interdictada por la oficina local de la Aduana porque no cumplía con requisitos legales. De la Sota, me contaron dos ex ministros suyos de aquellos días, caminaba por las paredes.

Nunca se terminó de conocer claramente cómo se integraron esos 50 millones de bonos al circuito legal. Por esos días, De la Sota planeaba el lanzamiento de su campaña presidencial por el peronismo, en la que luego sería apadrinado por el presidente Eduardo Duhalde y reemplazado por Néstor Kirchner.

Como fiscal Anticorrupción, Luis Juez hizo dulce y mermelada con ese caso. Las pantallas estaban enamoradas de su figura justiciera. De su bigote de caballero medieval. Olga pasó a ser, en labios de Juez, sinónimo de delincuencia y corrupción.

Cuando Luis renunció al cargo, “asqueado”, una módica multitud de cordobeses lo esperó frente a su oficina, en la avenida General Paz, para vivarlo. Era Luis Pueblo. Y así Luis Juez se convirtió en Luis Juez.

Del otro lado de la vidriera, contra las cuerdas, Olga lo veía como lo peor que le había pasado a su carrera política. Si el Poder Judicial cordobés, siempre tan sensible a los oficialismos, le hubiera dado medio metro para correr a la denuncia de Juez, probablemente Olga habría visto terminada su vida pública.

La Olga es para el fernet

De vuelta al presente, apenas se conoció la candidatura de ambos para intendente y vice de la ciudad de Córdoba, muchos dijeron que se habían juntado el agua y el aceite. Lo cierto es que se quedaron muy cortos. Esta candidatura es fósforo y dinamita. Ángel y demonio. Es Salieri llevándolo en andas a Mozart.

Por eso es que todavía no pueden dar una sola entrevista sin tener que justificar públicamente la insólita, inesperada, enfermiza decisión que tomaron.

“Dejamos de lado los rencores”, explicó Riutort, cuando para todos es obvio que lo que había no eran inocentes rencores sino graves denuncias por delincuencia, por corrupción.

Es decir, los afectados por la conducta de Olga, que denunció Luis, fueron todos los cordobeses. No se trató de una conducta privada que sólo rozó los sensibles corazones de ambos.

La intención de Luisolga, hasta el momento, ha sido la de intentar reducir el enfrentamiento anterior a una cuestión sentimental o moral. Todavía no ha nacido la persona que se crea ese cuento.

Más bien se trata, por supuesto, de mera conveniencia. Olga carga con la némesis de su ex marido que se ha prometido no dejarla crecer políticamente y que le traba el apoyo del justicialismo a su candidatura.

Nadie duda de que es la mejor candidata a ganar la ciudad de Córdoba que ha tenido ese partido en la última década. En su anterior cargo como vicegobernadora de hecho de su ex marido, además de denuncias varias y acusaciones de autoritarismo, demostró capacidad de trabajo y gestión.

Además, Olga eligió mal el caballo para la carrera de la presidencia. Sergio Massa se mancó y luego -horror- acordó ir a internas con De la Sota.

El apoyo político para la campaña de Olga -y uno supone que también el económico-, comenzó a irse al tacho. Volvía a ser una pobre huérfana. Iba derecho a otra segura derrota. Para colmo, luego de dos periodos como concejala, la ley le prohibía el tercero al hilo.

Luis, en tanto, había hecho un arreglo malo con los radicales y el macrismo, que apenas le reservaba la repetición como senador nacional. Era la admisión de la derrota. Su tropa se deshacía.

No le daba el piné para pelearla como candidato a gobernador, ya había perdido dos veces la elección, y dio la impresión de preferir retirarse a cuarteles de invierno.

Esperaría cuatro años más para tratar de hacer realidad la predicción de una gitana: usted será presidente, le dijo. Y él lo creyó.

Antes, en sus cuatro años como intendente (2003-2007) no deslumbró, pero completó la gestión más normal y menos sospechada de los últimos 16 años. Y tuvo que remontar el cataclismo de la gestión de Germán Kammerath. No es poco.

Pero después de la buena elección a gobernador que hizo su aliado, el radical Oscar Aguad, perdiendo más que dignamente frente a Juan Schiaretti, comenzó a aparecer la táctica final de Juez. Varios de sus colaboradores llevaban dos años tratando de convencerlo para volver a pelear la intendencia, dada la falta de estructura de su partido en el interior provincial. Ser intendente para, desde ahí, construir para llegar al Panal.

El principal ayudante que tuvo Juez en ese momento fue el intendente radical Ramón Mestre. Ha encabezado una gestión tan opaca, tan sospechada, tan inepta, ha sido tan evidente su fracaso en poner en marcha una ciudad que viene castigada hace 16 años, que la mejor obra pública que hizo fue pavimentar el camino para la candidatura de Juez.

Luego Luisolga contó que hacía dos años que se venían queriendo. Que como dos tortolitos se veían en un bar de la avenida Colón, casi Cañada. Que tenían oficinas cercanas. Que en realidad no se odiaban. Que se empezaron a mirar distinto. Que él la veía como a una coca, que ella lo veía como a un fernet. Que un día uno fue a pedir azúcar y el otro le derramó su dulzura tanto tiempo contenida.

Un teleteatro andante, escrito por un guionista malo.

Para ser Luisolga, Luis dejó de ser lo que era. O lo dejó de ser Olga.

O él no era tan anticorrupción.

O ella no era tan delincuente como él decía.

Olga dice que Luis le pidió perdón. Luis dice que estaba equivocado.

Luisolga dice que nadie conoce mejor la ciudad.

Uno piensa que, tan mal está la cosa, que tienen chances grandes de ganar.

Ella sueña con ascender a intendente dentro de cuatro años.

Para esa misma época él sueña con ser gobernador.

Igual, Luis debería cuidarse de Olga.

Olga, sabe que debe cuidarse de Luis: no hay aliado que le dure.

Luis lloró de emoción al explicar este íncubo político. Olga dice que también lloró.

Uno piensa que quienes deberían llorar son los cordobeses de Capital.

Uno piensa que, como mínimo, en honor a su historia, Córdoba no debería creer en lágrimas.

Sergio Carreras
- Periodista -