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#EnterramientoSanitario
El gran basural
Foto: El enterramiento sanitario de Río Cuarto ofrece una postal dantesca: residuos sin clasificar, animales muertos y carroñeros vivos.
Al enterramiento de residuos en Río Cuarto le quedaba un año de vida útil, pero el municipio expropió 10 hectáreas a la familia Calvo para estirar ese plazo fatal. Los vecinos se oponen y luchan para que sea reubicado. Cómo es vivir detrás del gran basural.
Publicada el en Crónicas

“No sé lo que es la vida sin el basural”, dice Joaquín Muñoz, estudiante de tercer año de la carrera de Agronomía en la Universidad Nacional de Río Cuarto. Forma parte de la protesta que 20 familias llevan a cabo el último verano contra del enterramiento que realiza Cotreco a pocos kilómetros de la ciudad de Río Cuarto, 700 metros del río y escasas cuadras de su propia casa.

Por la Ruta Nacional N° 8, sobre el viejo camino a La Carlota, a ocho kilómetros del centro, se ubica el camino que lleva al enterramiento “sanitario”. Al volante Joaquín Muñoz. De acompañante, Victoria Cossarini. Me llevan a conocer el basural. Mientras compartimos unos mates y escuchamos folclore, comentan lo difícil que es ingresar a sus viviendas: el camino ahora es sinuoso como consecuencia del incesante tránsito de los pesados camiones con basura, que pasan cada hora y media durante las 24 horas del día.

Al adentrarnos por la calle de tierra vemos que viene de frente una camioneta de Cotreco a toda velocidad. Nos orillamos para darle paso. Los vecinos contarán que más de una vez deben orillarse para evitar que los camiones se les tiren encima. Un vecino cuenta que casi fue atropellado cuando volvía a su casa      en moto. “No podemos circular tranquilos, yo tengo miedo que pase un camión y me aplaste”, agrega Juan Muñoz, abuelo de Joaquín.

El olor que emana el basural es muy fuerte. Bastan diez minutos recorriendo la zona para que el aire se torne pesado y nauseabundo hasta producir dolor en la sien y mareos. En verano, las elevadas temperaturas y las copiosas precipitaciones vuelven los olores aún más intensos. Y es tal la invasión de moscas que las familias dejaron de comer al aire libre.

En un día de viento fuerte, tan habitual en la ciudad, las 20 familias vecinas del enterramiento de Cotreco –empresa que recientemente cambió su razón social- agregan a la tierra y las hojas de los árboles innumerables bolsas de plástico, desperdicios y el olor fétido de animales muertos. Otros animales, vivos, encuentran en el basural el lugar para criarse y comer, formando verdaderas jaurías de hasta de 30 perros, que contraen y transmiten enfermedades al alimentarse de la basura. El jote, un pájaro carroñero similar a una gallina grande de color negro, come los restos de animales muertos. Otros animales de la zona, como los chimangos, suelen morir asfixiados por ingerir pedazos de plásticos o restos de basura.

“No, no es enterramiento de residuos; eso es un basural que tiene 20 hectáreas y mide 40 metros de altura”, corrige Muñoz cuando le preguntamos por el enterramiento de residuos. Cotreco recolecta los residuos de la ciudad y de localidades cercanas gracias a un convenio firmado por el ex intendente Juan Jure, que el gobierno de Juan Manuel Llamosas ratificó.

El 26 de octubre del año pasado, los concejales votaron a favor de recibir también la basura de Holmberg, a pesar de que al enterramiento le quedaba un año de vida útil. Gracias a los votos del oficialismo, al enterramiento sanitario ahora llega la basura de 19 municipios. El paisaje es realmente tenebroso: residuos patógenos, electrodomésticos viejos, animales muertos, plásticos, ruedas de autos y otros elementos indescifrables que se confunden entre los desechos.

Para evitar la contaminación por inhalación de tóxicos y mitigar el olor nauseabundo, Cotreco prometió colocar doble alambrado y doble cortina forestal. Pero cuando nos acercamos al basural percibimos que el alambrado tiene partes rotas y la doble cortina forestal es apenas una escuálida fila de álamos, en su mayoría caídos y secos. “Hace más de siete años que no tomamos agua de la canilla”, dice Carolina Calvo, vecina del lugar. La contaminación llegó a las napas de agua: un análisis realizado por el área de Geología de la UNRC mostró que el agua extraída de la bomba de una vivienda del sector contiene  80 mg de nitrato por litro, cuando el máximo permitido es de 45 mg por litro.

Enterramiento ¿sanitario?

La página oficial de Cotreco explica en qué consiste el “enterramiento sanitario controlado” y la “planta de tratamiento de residuos sólidos urbanos domiciliarios”. Lo define como un método de disposición final de los residuos en el suelo sin deteriorar el medio ambiente ni ocasionar molestias ni peligros para la salud y/o la seguridad de la población. El método, dice Cotreco, consiste en depositar en el suelo los desechos sólidos, que luego se esparcen y compactan para reducirlos lo más que se pueda. Luego se cubren con una capa de tierra y se compactan otra vez.  El procedimiento se reitera todos los días.

La Municipalidad de Río Cuarto expropió otras diez hectáreas para ampliar el enterramiento sanitario, con lo cual el cementerio de residuos de la ciudad pasará de 20 a 30 hectáreas.

El antecedente del actual basural se remonta al año 1969. La ciudad era más chica y no se generaba tanta basura. Los memoriosos recuerdan que la basura era transportada en grandes tarros de lata que se vaciaban directamente en las cajas de los camiones. Después de 32 años sin el basural, en 2001 se instaló el actual enterramiento de Cotreco. La abuela de Joaquín Muñoz, Eva Milanesio, recuerda que les prometieron que harían una planta de depuración y un espacio verde con un bosque autóctono. Pero las plantas murieron al poco tiempo por falta de mantenimiento. Otros vecinos aseguran que se enteraron del enterramiento cuando vieron aparecer los camiones y la maquinaria para hacer los primeros movimientos de tierra. Al principio se hicieron varios pozos en el terreno para que los camiones de Cotreco tiraran ahí la basura. Luego una máquina aplastaba los desperdicios y les colocaba tierra encima. Hasta que se llenaron los pozos. Entonces la basura se empezó a acumular sobre la tierra hasta formar una pequeña montaña. Una fétida montaña de desperdicios.

“Estamos cansados de luchar, yo me casé y me vine a vivir al campo. Con Juan no nos podemos ir tampoco queremos porque acá es nuestro proyecto de vida, acá empezamos desde cero y es nuestro orgullo. Es lo que le queremos dejar a nuestros hijos y nietos. Cuando uno proyecta quiere dejar algo bueno y lamentablemente ahora, con el basural, no podemos dejar nada bueno”, agrega Eva Milanesio con un dejo de resignación. “Antes nos levantábamos y veíamos el campo; ahora nos levantábamos y vemos eso que parece un sierra de basura. Además de perder el sentido de pertenencia, esto va a hacer que en el futuro nos saquen de acá, que todo lo que proyectamos quede debajo de la basura”, agrega Juan Muñoz con un gesto de amargura, bronca e impotencia

Ecovecinos

En Río Cuarto existe, desde el año 2020, un grupo de vecinos que se proponen cambiar el sistema de desecho de residuos en la ciudad. Se autodenominan “ecovecinos”  y buscan formas alternativas de tratamiento de residuos que sean social, ambiental y económicamente sustentables. Integrada mayormente por familias de Banda Norte, dicen que el modelo de saneamiento de Río Cuarto es caro y no contempla a las organizaciones de recuperadores urbanos.

Claudio Demo, integrante de Ecovecinos y profesor de la UNRC, cuenta que en marzo cumplieron tres años, aunque apenas arrancaron debieron hacer un largo parate por las restricciones que impuso la pandemia del coronavirus. En junio del año pasado, Ecovecinos tenía 155 miembros que separaban sus residuos domiciliarios a la espera de que alguien de la organización fuera a recogerlos. “El año pasado contabilizamos 82 recolecciones, lo que suma un total de 27 toneladas de residuos reciclados que no fueron enterrados y reingresaron al circuito productivo”, dice Demo, orgulloso.

“En Ecovecinos todos realizamos separación domiciliaria de nuestros residuos. Principalmente se reciclan: vidrio, aluminio, latas, cartón y papel. Los envases “de un solo uso”, como envoltorios de golosinas, paquetes de galletitas, entre otros, son considerados como material de “rechazo” (no reciclables).En ese caso comenzamos a implementar la elaboración de ecobotellas. Muchos también juntan tapitas, recuperan residuos de la vía pública y están compostando”, explica Demo, que destaca el carácter social de buscar un destino productivo para la basura.

-¿Qué hacen con los reciclables que recolectan?

-Las bolsas de residuos se ponen a disposición de la Cooperativa de Trabajo Todo Sirve. Allí los recicladores vuelven a clasificar los materiales y se encargan de su comercialización. Las       ecobotellas fueron utilizadas en construcciones sustentables como aislantes térmicos en techos o como relleno en paredes de quincha (sistema de varillas de madera fina armando una trama doble, rellena en su interior con barro y paja)

-¿Por qué hay tanta resistencia de la sociedad al reciclaje?

-Hay menos resistencia de la que parece. En el proyecto de Ecovecinos, haciendo los recorridos, me han pasado situaciones muy lindas e inesperadas: cuando pasó a juntar los reciclables la gente tiene muy buena onda, siempre agradecen, ayudan a cargar y hasta me han regalado chocolates en agradecimiento. Lo que pasa es que es muy fácil no hacerse cargo de que uno ensucia. La publicidad fomenta la sociedad capitalista del consumismo, construye el ideal de que el exitoso consume y tira. No existe la idea de que el exitoso es el que recicla, separa, ordena y limpia.

María Ángela Butigue
- Estudiante de Comunicación Social -