“Ahora lo dicen en ingles pero el law fare es la criminalización como persecución política”, dice Raúl Eugenio Zaffaroni, con joviales 83 años a cuestas mientras departe en medio de una ronda de periodistas en la casa de Patricia Copola, en barrio Juniors, donde la referente del Instituto de Estudios Comparados en Ciencias Penales y Sociales (Inecip) lo convocó después de participar de la última de las jornadas del Primer Congreso sobre Violencia Institucional que centro de estudios jurídicos organizó en la tercera semana de abril en la Facultad de Derecho de la UNC.
Zaffaroni cerró el Congreso con una clase magistral en el auditorio para 400 personas de la Facultad, que quedó chico ante la atracción que genera este jurista que integró los mejores años de la Corte Suprema de Justicia de la Nación, la de la renovación que inauguró Néstor Kirchner después de la Corte menemista de la famosa ‘mayoría automática’. Pocos recuerdan ya que aquella ‘Corte de la mayoría automática’ terminó defenestrada entre otras causas por exculpar a Mauricio Macri -por entonces empresario y presidente de Boca Juniors- en la causa en que estaba acusado por contrabando de autos.
El curriculum de Zaffa, como lo llaman cariñosamente conocidos y admiradores, no entra en esta revista. Muchas universidades, incluida la de Córdoba, le otorgaron el título Honoris causa. Dio clases en todo el mundo y su destacado papel como penalista concita el reconocimiento de las más altas escuelas en la materia.
En su paso por Córdoba Zaffaroni no se privó de responder sobre la situación de la Corte ni sobre el caso puntual del cortesano Juan Carlos Maqueda, aunque prefiera halar de cuestiones estructurales y le escape a definiciones personales. También se refirió a la grave situación de las cárceles, la política criminal de persecución del delito y las propuestas irresponsables de candidatos como Patricia Bullrich o Martín Llaryora de involucrar al Ejército en el combate del narcotráfico.
El juez jubilado, cuyo último cargo de relevancia fue un lugar en la Corte Interamericana de Derechos Humanos, fustigó el fallo que condenó a Cristina Kirchner el año pasado, a partir del cual la vicepresidenta se considera proscripta. “La sentencia dice que ella no podía no saber, aunque se ahorraron la prueba concreta”, se ríe con ironía. “Se considera un delito de violación de deber. A Correa lo condenador por ‘influencia psicológica’. Son sentencias clásicas de law fare”, ilustra.
La Corte actual
Zaffaroni considera que la estructura institucional de la Corte “es demencial” y que la concentración del poder en cinco miembros –que ahora son cuatro- es absolutamente antirrepublicana. “En nuestra época, aun con siete miembros, también era una estructura incapacitada de funcionar correctamente. Pero si una Corte con un proyecto institucional muy defectuoso se completa con personas incapacitadas, se puede llegar a esto. Y un día llegó”, sentencia.
Afirma que hay muchas causas para hacerle juicio político a la Corte, pero advierte que “la peor, que pocos señalan, es la decisión de haber habilitado las clases en las escuelas durante la pandemia en la ciudad de Buenos Aires sin consultar siquiera a un médico. Los pibes no se morían por el contagio, pero llevaron el virus a sus casas. ¿Cuántos murieron por esa decisión infundada?”, advierte.
- Se cumplen 20 años de la renovación de la Corte por iniciativa del presidente Néstor Kirchner. ¿Cómo se explica el paso de la mayoría automática de Menem a la prestigiosa Corte de Kirchner y la que hoy encabeza Rosatti?
- Sea como sea, la Corte de siete miembros es chica. Cuando tenés defectos institucionales, esos déficits se notan menos en tanto a la gente que ocupa funciones le hagan sinapsis dos neuronas. Pero cuando proyectás una institución nunca tenés que pensar que llegarán los mejores, sino que pueden llegar los peores y es ahí donde se empiezan a notar los defectos.
- ¿Se puede asignar a un proceso político que en dos décadas haya variado de esta forma la actualidad de la Corte?
- Pasó otra cosa que es grave. Nosotros hemos tenido cortes problemáticas, recordemos la Corte oligárquica a la que Perón le hizo juicio político en el ’47, la Corte de la mayoría automática de Menem. En general eran Cortes donde uno se paraba en la vereda de enfrente por razones ideológicas. La Corte de la década infame era de tipo oligárquica, con una ideología propia de la república oligárquica. La Corte de la mayoría automática era aquella que se jugaba por Cavallo, el neoliberalismo, las privatizaciones. Te parabas enfrente y la criticabas por razones ideológicas. Pero si me preguntas cuál es la ideología de esta Corte, no puedo decírtela. Es una cuestión convertida en una especie de pugna de poder que podría verse en la unidad básica del barrio o en la sociedad de fomento. Salvo Rosenkrantz (como quedó claramente explicitado cuando declaró en Chile que era mentira el apotegma de Evita que dice ‘donde hay una necesidad, nace un derecho’), al resto no los puedo identificar.
- ¿Qué mirada tiene en particular sobre el cordobés Juan Carlos Maqueda el único que integró las tres Cortes (la menemista, la progresista y la actual)?
- Hoy la Corte tiene una interna pública, que no es ideológica. Maqueda siempre me dio la impresión de ser un hombre más bien populista, no sé (duda)… De la Corte que integré, quizás el más cercano a mí era Maqueda por razones ideológicas. No sé tampoco por qué se quedó 21 años. Yo estuve 11 años y para mí fueron suficientes.
- ¿Le decepciona la actualidad de Maqueda en esta Corte? ¿Esperaría otra cosa en función de esa cercanía que usted sintió en algún momento?
- Hoy todos le cargan el fardo a Maqueda por el manejo de la obra social. En los once años que convivimos en la Corte, nunca tuve razones para pensar que Maqueda es un corrupto. No sé, habrá confiado en la gente que puso. Pero todo lo que se resolvía pasaba por la presidencia de la Corte: Maqueda no tenía el poder de nombrar a la gente. Esas decisiones pasaron por la presidencia de la Corte, en aquel momento a cargo de (Ricardo) Lorenzetti. Ahora Lorenzetti se lo carga a Maqueda, pero porque Maqueda lo votó a (Horacio) Rosatti. Esa es la interna.
- ¿Cómo manejaban las diferencias internas durante su paso por la Corte?
- En nuestra época fue distinto. Teníamos diferencias, éramos los sietes locos, con biografías distintas, historias distintas, con percepciones políticas bien diferentes, pero resolvíamos nuestras cosas versallescamente, entre nosotros y cuidábamos la imagen de la empresa. A la calle salíamos todos sonrientes. Ahora, se acabó hasta eso.