“El periodismo es una profesión que valoro mucho en un mundo que tiene cada vez más noticias falsas. Acá vemos la importancia del periodista con nombre propio. Vamos hacia un periodismo al estilo de los médicos clínicos de antes: buscar aquel en el que confío realmente” dice Miguel Julio Rodríguez Villafañe, abogado, doctor en Derecho y Ciencias Sociales, ex juez federal y sin duda una de las personas que más sabe sobre derecho a la información en el país. Invitado por el Centro de Documentación del Cispren a presentar su nuevo libro “Libertad de expresión en la era digital”, dialogó en exclusiva con revista El Sur sobre el complejo panorama de la comunicación actual: “Los medios tienden al discurso único, pero también vemos opciones colectivas como las cooperativas de periodistas del diario Comercio y Justicia y La Mañana de Córdoba”, agrega, entusiasta aunque a renglón seguido aclara: “Tampoco vamos a tener el preconcepto de que todos los dueños de diarios tienen la lógica del discurso único, pero es parte de la lucha que tenemos hoy”.
- ¿Se puede limitar la libertad de expresión sin afectar la democracia?
- En primer lugar, la libertad de expresión no está prevista en términos de irresponsabilidad: no hay cesura previa, aunque los periodistas sí pueden tener responsabilidades ulteriores. En segundo lugar, tiene que haber un Estado que no sea miedoso para actuar. Durante la pandemia vimos cómo la periodista Viviana Canosa llegó a decir que había que tomar dióxido de carbono en la televisión… ¡y se murió un niño! Habría que haberle puesto una multa tremenda al canal. Lo que vemos es que la verdad no vende. Todos los días despegan miles de aviones, pero ninguno se cae y eso no vende. Vende el avión que se cayó. La mentira vende. Entonces los medios están para hacer plata, no para formarnos. El Papa dijo una cosa muy fuerte: nos estamos acostumbrando a la coprofilia. Quiere decir acostumbrarnos a consumir excrementos. Si recordamos a Joseph Goebbels, él decía: “miente, miente que algo quedará”. Si viviera en el siglo XXI se daría cuenta que se quedó corto, porque ahora la frase sería: miente, miente y no dejes de hacerlo porque me gusta. Pongo el ejemplo gracioso del GPS, uno a lo mejor dobla en un lugar donde la gallega te debería decir: animal ¿cómo hiciste eso? En cambio, se limita a decir: “recalculando”. Internet nunca te interpela, no existe el no. Todo esto genera hábitos sociales sobre los que hay que trabajar para poder ir construyendo comunidad y pluralidad. Las redes sociales tienen la ventaja de que sirven para intercambiar, pero no generan comunidad, porque al primero que discrepa se lo cancela.
- ¿Cómo pensar el periodismo con los últimos avances del ChatGPT?
- Hay un ejercicio que hizo el diario inglés The Guardian: le pidió a la Inteligencia Artificial (IA) que hiciera un artículo planteando que el robot no va a suplantar al ser humano. En vez de uno, la IA hizo tres artículos, todos de muy buena calidad. Al punto tal que el diario publicó los tres y el secretario de redacción dijo que no tenía nada que corregir que no fuera similar a lo que haría con cualquier periodista. Ahora ¿quién se hace cargo de eso?, ¿cómo sabemos cuáles son las fuentes? El periodista, aun usando esa herramienta, es quien puede garantizar la seriedad, puede chequear fuentes. La IA también se puede prestar a una serie de canalladas si no hay un periodista profesional que evalúe los contenidos. Es muy peligroso porque no es fácil distinguir qué es inventado y qué es cierto.
- ¿Qué sucede con la ciudadanía en la era digital?
- Estamos en ciudades que yo llamo telepolis, o sea “ciudad a la distancia”. Todo se da a la distancia: telefonía, teletrabajo, telecomercio. Esto hace que no vivamos más la comunidad como territorialidad. Antes el domicilio real era importantísimo para una persona: ahora el que no tiene una dirección de mail no existe, desaparece. Repito: No son situaciones necesariamente malas, pero tenemos que educarnos. Venimos de una experiencia en la que confiamos más en lo virtual que en lo real. Hay muchos jóvenes que son capaces de tener conversaciones de una tremenda profundidad con personas extrañas que no ven. Y no tienen esas conversaciones con sus padres o con sus amigos. La tecnología hace que ahora no tengamos contactos casuales. Con el GPS no hablás con nadie, ni para consultar una dirección. Y empieza a haber miedo a lo humano. Tenemos que volver a tocarnos, a abrazarnos. Cuando las personas vamos a lugares turísticos, ¿cuántas veces estamos más pendiente de filmar que de la experiencia en directo? Son cosas para trabajar, porque son hábitos que uno va adquiriendo.
- ¿Cómo se piensa el sentido de comunidad en un mundo virtualizado?
- Los cambios se dan a altísima velocidad. Uno no alcanza a adaptarse a una tecnología que la realidad ya te lleva a otra. Y si no te adaptás quedás fuera del juego. Han cambiado las lógicas de la experiencia: antes los adultos eran respetados por lo jóvenes por su experiencia; pero en lo tecnológico hoy es más fácil que nos asesoren los jóvenes. La juventud tiene que darse cuenta que la experiencia, el conocimiento, no es sólo la información, sino la visión, la templanza, la perspectiva de que no todas las situaciones son iguales, como lo puede plantear un algoritmo. Hoy ser profesor no es fácil, porque el alumno puede cotejar lo que decís cada tres minutos a través de google. Lo importante es trabajar desde la humanización. Lo holográfico nos está aislando del mundo real: una imagen puede tomar el lugar de una persona. Y empieza a aparecer un fenómeno nuevo que es la soledad. Tan es así que en Japón se ha creado el Ministerio de la Soledad, porque hay mucha gente sola. Hay que fortalecer la humanización para que nos encontremos y no se viva esa soledad individualista.
- ¿Cómo los cambios tecnológicos afectan nuestra seguridad?
- El tema de Internet es muy desafiante, pero a la vez muy peligroso si no se toman las medidas adecuadas. Se ha revolucionado la guerra. En Ucrania se está demostrando que hay dos ejércitos nuevos: el de la información y el cibernético. El de la información, para el manejo de la desinformación; y el informático es enorme y de altísima peligrosidad. Tanto Rusia como Ucrania tienen cerca de cuatrocientos mil hackers, algunos formalmente incorporados, otros espontáneamente. Unos dirán: odio a Ucrania; los otros: odio a Rusia. Constantemente tratan de entrar para afectar el funcionamiento de la electricidad, los aeropuertos. En Córdoba, por un hacker estuvimos veintidós días sin servicio de justicia. Lo cual obliga a tener recaudos tremendos en todos los ámbitos, también en el periodístico. Siempre les digo a los periodistas que están haciendo una investigación delicada que no trabajen con la computadora conectada a Internet, porque no se sabe en qué momento te pueden estar siguiendo o chequeado la información. Hace tiempo que ya han ocurridos homicidios por Internet. En Estados Unidos había un testigo protegido en una causa muy delicada que estaba en un hospital. Para llegar a él había que pasar una serie de controles. ¿Qué hizo la mafia? Contrató un hacker que se metió en el sistema del hospital y le cambio la orden de los medicamentos a la enfermera de la noche. Ella entró a trabajar sin saber que iba a ser instrumento de un homicidio. Cumplió la instrucción que le decía la pantalla y terminó matando a su paciente. Hay cosas que hay que cuidar, como el caso del ChatGPT3. Ahora piden que no salga el GPT5 porque se le podría pedir la mejor forma de hacer un sabotaje o cómo armar una bomba. Y te lo dice, no es una cosa hipotética, ya lo está usando la mafia para cometer delitos con información insospechada.
- ¿Qué lugar debe ocupar el Estado en este nuevo escenario?
- Hay que tomar conciencia de que este es un tema multidisciplinario, tienen que intervenir periodistas, abogados, psicólogos, etc. Y asumir que hay sectores sobre los cuales hay que ejercer una defensa particular. Argentina tiene una nube propia donde están los datos de Anses, Afip y Aduana. La información de los ciudadanos está en una nube, pero eso es un lenguaje ficcional, en realidad está en grandes granjas de bases de datos. ¿Quién las maneja?, ¿Quién tiene la llave de la puerta trasera para averiguar toda la información nuestra? Y a su vez es cierto que no se puede prescindir de tener información guardada en una nube para desarrollar las tareas cotidianas. Estamos hablando de datos personales. Ni le cuento lo que pueden ser los datos estratégicos, etc. El Estado debería tener una nube propia para el uso de sus ciudadanos. Eso permitiría quejarnos en algún lugar. El Estado debe educarse y educar. Y no generar discriminación con la virtualidad, porque hoy el Estado está siendo un vector de discriminación tremenda con las personas mayores. Si una persona mayor quiere tramitar algo lo tiene que hacer por Internet.
- ¿Cómo avanzar con la tecnología sin afectar el tejido social?
- No es fácil porque las sociedades actuales son complejas, realidades líquidas, cambiantes. Las nuevas fidelidades no se plantean como antes. Cada familia va a tener que encontrar su camino respecto al uso de las tecnologías: ya no va a haber un solo criterio, como era antes. No va a quedar otra que sentarse y analizar. Yo no le tengo miedo a la tecnología. En su momento la electricidad afecto el mundo laboral y hubo que ver como se la usaba para bien, sabiendo que si ponemos los dedos en el enchufe nos electrocutamos. No va a ser fácil porque no hay un único modelo, ni en lo social, ni en lo jurídico.