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Griselda Gambaro
Incandescente e incendiaria
Foto: Griselda Gambaro, una pluma de exquisita sensibilidad artística.
Celebrada por su obra teatral, las novelas de Griselda Gambaro son el secreto mejor guardado de aquellos lectores que busan más allá del best seller.
Publicada el en Libros

Cuando se lee desde el puro placer, sin orden ni demasiada planificación como nos ocurre con la mayoría de los libros que caen en nuestras manos, aparecen enormes huecos en la lista de escritores que aún no visitamos. Esas omisiones –imperdonables para los más exigentes catadores de la literatura, no tanto para los lectores diletantes- se hacen más notorias con el tiempo por la sencilla razón de que cuanto más se lee, se vuelve más nítido el océano de lecturas que no lograremos abarcar en los limitados márgenes de una vida.

Por eso mismo, porque esa tragedia del lector lo obliga a ser cada vez más selectivo y a evitar títulos y autores que son una pérdida de tiempo, es que el descubrimiento de una pluma descollante se celebra como un gol de Lionel Messi en el Mundial de Qatar.

A Griselda Gambaro se la evoca de tanto en tanto en los suplementos literarios (¿existen todavía?), se la cita para abrir la feria del libro de Buenos Aires o de Frankfurt, pero sus libros están lejos de ser best sellers. Gambaro  -esa mujer de rulos indómitos y sonrisa bonachona que cruzó largamente los noventa años- es dentro de la literatura argentina, la pariente entrañable a la que dejamos de visitar hace años. O, peor aún, a la que jamás visitamos.

Después de embarcarnos en dos de sus novelas –“El mar que nos trajo” y “Ganarse la muerte”- uno descubre una pluma sensible y, sobre todo, una escritora que, como pocos, maneja el oficio con solvencia. En su caja de herramientas sobran recursos para pasearnos por todos los estados de ánimo. Las novelas “El mar que nos trajo” y “Ganarse la muerte” muestran dos facetas distintas de la escritura de Gambaro. Una es pura poesía, el relato de una historia de amor y desamor entre dos orillas; la otra es pura violencia y crueldad.

Publicada en 2001, “El mar que nos trajo” está inspirada en los antepasados de la escritora. Narra la travesía de Agostino, un pescador de 19 años que a poco de casarse con Adele, la belleza de la isla italiana en la que nació y vivió hasta entonces, se embarca solo desde el puerto de Génova a Buenos Aires para buscar el bienestar económico que se le niega en su patria. Pero el regreso se demora más de la cuenta. En Buenos Aires, Agostino no se topa con el paraíso en la tierra. Tiene que esforzarse apaleando carbón para poder vivir. En una cena conoce a Luisa, una adolescente flacucha y apocada que trabaja cama adentro sin recibir un peso. La presencia de Agostino provoca en ella el súbito rubor en el rostro que anticipa el chispazo.

Se van a vivir juntos a una pensión y tienen una hija, Isabella, la debilidad de Agostino. Cuando Adele –la esposa que quedó en la otra orilla- empieza a difuminarse en su vida, aparecen los hermanos de ella dispuestos a lavar la afrenta familiar y, con amenazas de muerte, llevan a Agostino de regreso a Italia.  Todo un océano separa y tiende puentes en una novela breve –apenas 168 páginas-, de efecto incandescente.

 Si decimos  que “El mar que nos trajo” es incandescente, “Ganarse la muerte” es incendiaria. Publicada en 1976 por Ediciones De la Flor, la novela en la que Gambaro narra los padecimientos de una niña bastarda que queda a merced del patronato de menores le valió la censura y el pasaporte a un exilio en España.

La cándida Cledy, de 15 años, acaba de perder a sus padres en un accidente y esa fatalidad la coloca en un tobogán emocional que no tendrá fin. El maltrato y el abuso en el orfanato son apenas el prólogo de la sucesión de padecimientos que Cledy sufrirá a manos de la familia que decide darle un techo. “Ganarse la muerte” es un texto claustrofóbico que apenas concede respiro y no deja institución en pie.

En un país sumido en la más oscura de las noches, el texto de Gambaro –filoso, mordaz como pocos en la época- escandalizó a la junta militar porque “lesiona a la sociedad, la condición humana, la familia, las instituciones armadas y el principio de autoridad”, según se lee en el informe que la SIDE emitió en 1977.

La indispensable edición que El cuenco de plata lanzó en 2016, en ocasión de cumplirse 40 años de su publicación, incluye el informe completo que emitió el organismo que censuró y secuestró todos los ejemplares de “Ganarse la muerte”.

Lo paradójico, es que el infame decreto castrense reconoce abiertamente la calidad del libro que está mandando al cadalso. “La obra en sí, tiene un muy buen nivel literario y se encuentra correctamente balanceado lo metafórico de lo real; de lo que se deduce que la autora es una “escritora” en el sentido técnico de la palabra”, dice la SIDE y acto seguido agrega: “de lo que no hay ningún lugar a dudas es que la obra es altamente destructiva de los valores, con la peligrosa característica de haber sido realizada con la maestría propia de quien fuera calificada como lo fue”.

En un país patas para arriba, la maestría literaria es peligrosa.

“Ganarse la muerte” tuvo un parto dificultoso. Nació en las peores condiciones pero pudo sobreponerse al ostracismo y tuvo la revancha de los tiempos. Reeditada de tanto en tanto, hoy aquella novela irreverente es parte de la Colección de Libros del Tesoro de la Biblioteca Nacional.

Alejandro Fara
- Periodista -