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#EditorialesIndependientes
La otra Vaca Muerta
Por | Fotografía: Diego Cabrera
Foto: Manuela Orosz en plena faena editorial. El emprendimiento nació en pandemia y fue idea suya y de su padre Demian.
Manuela y Demián Orosz aprendieron juntos un oficio ancestral: manufacturar, coser y encuadernar libros. Su editorial,Vaca Muerta, nace con "Irremediable", de Candelaria Olmos.
Publicada el en Entrevistas

“Fue uno de esos días o de esas noches de encierro e incertidumbre pandémica que nos dijimos casi a dúo: ¿y si nos ponemos a hacer libros?”, recuerda Demián Orosz.  Sólo había un problema: no tenían ni la menor idea de cómo hacerlo. Manuela venía de haber hecho un par de años de Artes Visuales y Demián de una larga carrera como periodista y editor de contenidos. Pero de libros, nada. Aún en medio de la pandemia pusieron manos a la obra y empezaron por el principio: tomaron un par de talleres virtuales sobre edición artesanal con Eric Schierloh (factótum de la editorial y taller tipográfico Barba de Abejas), otro con Alejandro Reynoso, del taller Perronautas; la artistas y encuadernadora Romina Toranzo les enseñó a coser cuadernillos; Gaspar Ramos Lara los inició en el Illustrator y unos amigos les regalaron una guillotina que todavía están aprendiendo a usar. Lo que siguió fue abastecerse de hilo, agujas curvas, una impresora, una plancha de trabajo, una cuna de encuadernación, un punzón, cola vinílica y mucho papel rosado de 220 gramos para armar las tapas de lo que sería su primer libro: ‘Irremediable’, de Candelaria Olmos.

“Siempre sentimos ese deseo de tener una editorial. Hemos vivido siempre rodeados de libros y nos dimos cuenta que el camino que queríamos hacer era aprender a hacerlos. Más allá de pensar en una editorial en términos de tener un catálogo o de intervenir en el campo cultural con determinados contenidos, que es algo que se va armando con el tiempo, o qué lugar vas a ocupar o en qué nicho”, dice Demián.

Y aunque lo más común es que las editoriales piensen primeramente en un catálogo de libros, -“mientras nos capacitábamos siempre surgía el tema de la definición del catálogo antes de empezar”, dice Manuela-, ellos sostenían que lo primero era aprender a hacer los libros.

“Nosotros queríamos hacer todo, aunque no sabíamos nada: ni imprimir, ni plegar, ni configurar un cuadernillo. Pero entramos por ahí y la verdad es que haber llegado al primer libro fue maravilloso. Fue decir: yo estoy haciendo libros con mis manos, coser libros es una delicia”, cuenta Demián, que asegura que hoy cose un libro entero en media hora.

El primer libro les demandó unos seis meses y -contra todo pronóstico- ya llevan hechos 300 ejemplares. “En un momento pensamos en hacer sólo 100, porque yo pensaba que un libro de poesía, que es editado en Córdoba y al que le va muy bien, suele imprimir 100 ejemplares. Pero estamos en el triple de esa tirada que hubiéramos imaginado. Y como nosotros los hacemos de a uno, los vamos haciendo a medida que vamos necesitando”, aclara Demián.

Si bien este primer libro inició con un camino digital, a través de Instagram, y de boca en boca, al menor estilo tradicional, hace un par de meses empezaron tímidamente a salir a librerías. Hoy están en Rubén Libros, El Espejo, Volcán Azul “y en una librería punky que está en Alto Alberdi, que se llama Las panteras y el templo”, detallan.

Vaca Muerta en números. Una de las cosas que aprendieron de Eric Schierloh (“el sensei de este magnífico mundo”, dice Demián) tiene que ver con cómo aparecer en un mercado editorial tremendamente concentrado, en el que las librerías juegan muy fuerte. “En la cadena de distribución del libro vos tenés un 30 o 40% que se come la distribuidora; luego, un 40% que le dejás a la librería. Y normalmente se le deja un 10% al autor, lo que hace que te quede un 20% como editor. Pero nosotros le damos el 20% al autor, que es lo que normalmente le da una editorial como Planeta o Penguin. Y cuando empezamos en librerías, ahí lo dejamos con el 30%”, explica Demián.

En términos numéricos, el papel juega un rol importante: “Hay ediciones más artesanales que imprimen con resmas o sobrantes de papel. Pero nosotros queríamos que funcione como libro, cuidar el refilado, que esté cosido firme, que lo puedas manipular; y me gusta que el papel que usemos sea un buen papel. El problema del papel no hace imposible que hagamos el proyecto pero sí es complicado cuando no se consigue o cuando te sale el triple”, especifica Manuela, también a cargo de llevar las cuentas de la editorial. 

Demián señala que el mercado es muy salvaje y que hay en la actualidad una discusión sobre la necesidad de una papelera estatal. “Hay miles de emprendimientos editoriales, los grandes pulpos editoriales hacen desaparecer el papel. Y luego está el tema de las papeleras que especulan con el dólar”, afirma.  

Nuevos proyectos. El objetivo es claro: no convertirse en una imprenta sino elegir los proyectos en los que se embarcan. “Ahora estamos trabajando en algo bastante particular, pero que también tiene que ver con cómo hemos pensado este proyecto editorial. Es una tirada muy pequeña para la presentación de tesis de Soledad Simón y Constanza Ruibal, (su seudónimo es Desarmario), ellas están cerrando un ciclo de laburo con textiles. Entonces les estamos haciendo ‘Todo lo que un textil puede’, que es más tipo fanzine”, detalla Manuela.

Además, la idea de Vaca Muerta Ediciones es que cada autor que pasa por la editorial se vincule, pueda aprender a coser y hasta llevarse un libro hecho con sus propias manos. “Hay una especie de disociación con esta cosa de la tercerización y es totalmente lógica porque un escritor no tiene por qué ponerse a coser. Pero no es que no pueda. Y esa experiencia es maravillosa. Mucha gente peregrina por las editoriales pidiendo que los publiquen y la auto publicación está algo criticada, como si fuera una cuestión egocéntrica, pero publicarse a sí mismo es también una salida”.

Sin ISBN. Por decisión editorial (y un tinte algo anarquista) ninguna de sus publicaciones tiene ISBN (International Standard Book Number). “Es como ser medio indocumentados. Sin ISBN no podés acceder a determinados subsidios por ejemplo, pero nuestra idea es no transar en eso. Es como tener cierto flequillo de ‘rebeldía’. Y hay algo de cosa filosófica o conceptual también. Está esa cosa de lo Standard, justamente en un sistema editorial que está totalmente estandarizado, porque más allá de las portadas distintas o que adentro sean diferentes, todos los libros son más o menos iguales y se hacen de determinada manera. Y nosotros no queremos eso. Porque hoy conseguimos un papel para una portada y después compramos  otro, entonces el libro va a cambiar. Es como decir: ‘¿Documento? No, no tengo’”, afirman.

- ¿Cómo se imaginan la editorial en diez años?

- Manuela: muy ligada a mi vida siempre. Me gustaría que sea como nuestro trabajo de todos los días. A nivel escala, no lo sé. Pero imagino incluso que este año podamos hacer cosas nuevas. Ir ampliando el catálogo. Me gusta organizar cosas, me gustaría organizar alguna feria.

- Demián: Creciendo, pero en el sentido de poder hacer cada vez más cosas, tener una variedad de contenidos, de autores. Algo que a mí me gusta mucho de este mundo es la posibilidad, no solo para nosotros de hacer y aprender todo el tiempo cosas nuevas, sino de que mucha gente, que por diversas razones no tendría otra chance de publicar, pueda hacerlo. Somos un vehículo de eso. Mucha gente del campo editorial independiente empezó así y en algún momento se cansó de coser libros y empezó a trabajar con modelos mixtos: son editoriales independientes, pero no artesanales, trabajan con imprentas. A mí me gustaría morir en esta. No quiero sacar las manos del libro. Y haberlo hecho con Manuela es un sueño cumplido.

Vida de ferias

Si bien la presentación oficial de su primer libro -y de su sello editorial- fue en el Hotel Inminente, en diciembre del año pasado, con un evento que superó sus expectativas, Demián y Manuela afirman que el circuito natural está en las ferias. “Nuestra idea es poder mover los libros en las ferias porque es el espacio donde estas publicaciones se conocen y circulan. Y acá hay un circuito alucinante. En la feria del libro el año pasado estuvimos feriando en el Cabildo, en el espacio Barón Biza. Ahí debutamos. Y nos fue muy bien. Compartimos stand con editoriales más asentadas e ‘Irremediable’ fue el libro que más se vendió; vendimos como 50 ejemplares en 12 días de feria”, se entusiasman.

El placer de hacer libros

Demián y Manuela coinciden en que la experiencia de pasar de no saber nada a hacer un libro, pasar por una librería y ver que está en la vidriera es impresionante. Son dos apasionados del laborioso proceso mismo: Primero imprimimos los cuadernillos (son seis cuadernillos de 32 páginas, como mini libros, y fue una lógica complicada de aprender), marcamos el plegado con una plegadera; luego, en la cuna de encuadernación, se hacen los huequitos por donde pasará la aguja después. Los seis cuadernillos agujereados se cosen, después van a la prensa y se les da una primera mano de cola en el lomo. Luego se colocan las hojas de guarda o de respeto, después la tapa, se marcan las bisagras y con una escuadra se hace una marca que permite el trabajo de apertura del libro. Finalmente pasa a la guillotina para el refilado final”. 

Irremediable: el primogénito  

La diferencia está en los pequeños detalles. E ‘Irremediable’, la primera ficción de Candelaria de Olmos (a la sazón: el primer proyecto editorial de Vaca Muerta), está llena de ellos. La presentación es exquisita: una pastilla pegada a la portada- una aspirineta, un amoxidal, un reliverán o un evanol- es la antesala de cada capítulo del libro, que usando como excusa ciertos medicamentos, lleva al lector por pasajes de una infancia común y le devuelve recuerdos que creía olvidados. Pero antes, un prólogo externo que tiene forma de origami se mete por los vericuetos de “un camino incaminable de lo que no deja de ocurrir”, en palabras de Federico Alcalá Riff. La presentación incluye esos “pirinchos de corte” que quedaron del refilado del libro y que hacen al detalle último: volver a lo artesanal como respuesta a todo.

Guillermina Delupi
- Periodista -