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Edward Bunker
El hombre que sabía demasiado
Foto: Edward Bunker, una literatura inquietante.
Pasó la mayor parte de su vida en prisión y lo refleja en su obra literaria. "No hay bestia tan feroz", su primera novela, fue traducida al español. Viaje inquietante al submundo de un sobreviviente.
Publicada el en Libros

“No hay bestia tan feroz”, la primera novela que escribiera Edward Bunker en 1973, circula por estos días en las librerías argentinas y es un acontecimiento para celebrar. Cuenta el derrotero de Max Dembo, un hombre que pasó sus últimos ocho años en el encierro y está a punto de salir en libertad condicional.

La escena inicial lo muestra lustrándose unos viejos zapatones apoyando el pie en la taza del inodoro, mientras fantasea con lo que le espera del otro lado de la puerta del penal. Para alguien que pasó tanto tiempo encarcelado -dice- ese día, el día que le conceden la chance de salir, le provoca más terror que la primera vez que se pisa el penal. Ese hombre que ahora empieza a despedirse de sus compañeros de celda -sin demasiada alharaca para no alimentar el resentimiento de los que se quedan- se llama Max Dembo, pero podría llamarse Edward Bunker.

Bunker (Los Ángeles, 1933–Burbank, 2005) pasó cuarenta años de su vida encerrado entre reformatorios y cárceles. Su prontuario arrancó con episodios de ratería y se fue adensando con estafas y robos de mayor escala, con portación de armas y tráfico de drogas.

Entre unas y otras condenas, se aficionó a la lectura como una manera de pasar el tiempo. Bunker leía sin método ni paladar, ya fuese un libro de Voltaire o una novelita rosa. Lo primero que caía en sus manos servía para matar la abulia. A la par de la lectura adquirió otro hábito, el de escribir, y esa nueva “fajina” no se le daba nada mal. En el encierro escribió cinco novelas y un centenar de cuentos.

Aunque no pasaba por su cabeza la idea de publicar, Bunker se tomaba en serio su escritura a tal punto que, muchos años después, en una entrevista que le hiciera el periódico Los Angeles Times,  aún recordaba de memoria la primera frase que garabateó entre las cuatro paredes de su celda: “Dos muchachos fueron a robar una licorería”.

Hoy, más de uno de los fans de la pluma de Bunker, que los hay principalmente en Estados Unidos, Inglaterra, España y Francia, podría tatuarse la oración a modo de fetiche. Es que, sin sospecharlo, esa frase simple y directa inauguraba la obra de uno de los mayores escritores del submundo que integran los que viven al margen de la ley.

Precisamente “Al margen” se llama la colección que la pequeña editorial española Sajalín creó a partir de la publicación de “No hay bestia tan feroz”. La decisión de rescatar del olvido esa novela llegó acompañada de un boom de ventas que facilitó la posterior publicación del resto de su obra, traducida al español.

En las 419 páginas de “No hay bestia tan feroz” corren ríos de adrenalina. La ilusión de Max Dembo de encarrilar su vida y conseguir un trabajo honesto choca de frente con la burocracia penitenciaria norteamericana, que lo obliga a blanquear su condición de ex convicto en cada cita laboral. Entonces sucede lo previsible: segregado de los trabajos formales, Dembo no tarda en manotear la soga que le tiran sus excompañeros de andanzas. ¿Una sugerencia para no extraviarse?: tomen servilleta y lápiz y apunten la inolvidable fauna de personajes que orbita en torno a Dembo, ese ángel caído.

El submundo del hampa que Bunker traza con diálogos furibundos es tan verídico que el lector queda convencido de que el autor de la novela HA ESTADO AHÍ y, por esos raros caprichos del destino, se las ingenió para escabullirse y contarlo en un texto trepidante.

Alejandro Fara
- Periodista -