I
Las ojeras pronunciadas y los párpados a media asta la delatan. Mirta lleva noches sin dormir. Por las mañanas, es una de las guías turísticas de las Salinas Grandes. Cuando cae la tarde, es una de las mujeres que le corta la ruta a esos mismos turistas que ella conduce por el impactante paisaje lunar.
Parece un contrasentido, pero es la manera que encontraron los jujeños de despabilar a un gobernador ciego, sordo y mudo a sus demandas. “Es cierto que esto que hacemos afecta nuestros bolsillos, pero peor es perder el agua y nuestras tierras para siempre ¿o no?”, avisa.
Antes de eso, antes de conocer a la Mirta combativa, la mujer de rostro cetrino y pelo azabache recogido en un cuellito polar cumple al pie de la letra con su labor rutinaria: explica que la extraordinaria concentración de sal –la tercera en el mundo- se produjo hace millones de años a causa de la erupción de un volcán, y se ofrece a fotografiar a una familia completa adentro de un mate o haciendo equilibrio sobre una bombilla.
Todo eso lo hace con eficiencia, pero en piloto automático. La mirada de Mirta se enciende, su voz gana una nota de color cuando habla de lo que le importa, el futuro de su pueblo en jaque. “Estamos acá porque el Gobierno provincial reformó la Constitución de Jujuy sin consultarnos a las comunidades indígenas, sobre todo a los que ocupamos los territorios de Salinas Grandes y Laguna de Guayatoyoc, que es donde se encuentra el litio”.
La nueva Constitución, dice, le da al Estado provincial las herramientas legales para vender los recursos naturales a las empresas privadas y para explotar económicamente los territorios de la quebrada y de la puna, sin el consentimiento de las comunidades.
Sin un título de propiedad sobre sus tierras, los pobladores de los cerros se sienten más vulnerables que nunca y en riesgo de sufrir desalojos masivos.
II
La Quebrada de Humahuaca, acaso la mayor belleza natural de un país al que le sobran paisajes impactantes, esta vez le cedió el protagonismo a los habitantes que bajaron de los cerros para ocupar las rutas y hacer oír su voz.
Para cubrir los 70 kilómetros que separan a Purmamarca de Humahuaca, había que sortear ¡cinco cortes de ruta! Del caos, surgió la organización. Para salvar lo que se pueda de la temporada de invierno y asegurar el traslado entre los pueblos turísticos, remiseros y taxistas se repartieron para llevar y traer pasajeros desde uno a otro corte. Lo hacían en “taxis comunitarios” que cobraban una tarifa apenas por encima de lo que habitualmente cobra el colectivo de línea.
Los que se arriesgaron a viajar a la Quebrada en sus autos fueron los más afectados por el reclamo, pues tuvieron que estacionarse horas en plena ruta hasta que les permitieran el paso.
Cuando finalmente lograban atravesar la zona de los piquetes, algunos automovilistas no se privaron de expresar su opinión, a través de sus bocinas. Unos hacían oír bocinazos furiosos para mostrar su descontento con la protesta. Otros, en cambio, dejaban sonar cuatro cornetazos cortos, replicando el “AR - GEN - TI - NA” que acompaña los festejos futboleros. Ninguno quedó indiferente, salvo los medios de prensa, que brillaron por su ausencia.
La revolución jujeña no será televisada, pero tiene voz y tiene rostro. Aquí, uno.
Pollera acampanada y sombrero de ala ancha, Aurora Choque está sentada sobre un tronco recostado en la ruta de acceso a Purmamarca. Sus dedos regordetes se mueven con presteza inmemorial. Con la ayuda de un palo, va enrollando y quitando los nudos a un mejunje de lana rosa. A eso se le llama mismear, explica Choque.
Es lo mismo que hace desde siempre en la comunidad Inti Llaku Apu Coyamboy. Pero ahora sobre la Ruta 9 y con una impaciente fila de autos, camionetas y camiones de testigo, mismear es sinónimo de resistir.
“Siempre vivimos sobre tierras fiscales, en realidad estábamos ahí desde antes de que esto fuera un país. Y ahora el gobernador quiere decirnos que no tenemos ningún derecho a la tierra. Por eso estoy aquí. Yo tendría que estar pastando mis ovejas y mis cabras, pero de acá no me muevo”, advierte.
Aurora Choque lleva más de un mes durmiendo en un enramado de molles, al costado de la ruta. Y, como si quisiera enviarle un mensaje directo al gobernador, dice: “Estoy acostumbrada, puedo estar meses, años durmiendo así”.
III
La caja de la camioneta se zamarrea en el camino de ripio y el cuerpo de Franco Samboni se bambolea y castiga la chapa dura sin que el empleado de la Municipalidad de Humahuaca pueda hacer demasiado para amortiguar los golpes. Va sentado con las manos esposadas, detrás de la espalda. Es la noche del miércoles 12 de julio. Ya pasaron doce horas desde que lo citaron a declarar en la comisaría de su pueblo y lo dejaron detenido. A él, a un compañero de trabajo y a un estudiante. A esa altura, sus familiares los buscan desesperados por las comisarías jujeñas, sin que nadie sepa nada de sus paraderos. Carola Samboni, la madre de Franco, es entrevistada en una radio barrial y enciende la voz de alerta: “Mi hijo y otros dos jóvenes están desaparecidos”.
A las tres de la mañana del día siguiente supieron que los tres estaban detenidos en el penal siete de Alto Comedero.
“Fue un calvario –cuenta Carola a El Sur-. Preguntamos en todos los cortes de ruta y ninguno había visto pasar un patrullero. Los habían llevado a San Salvador por un camino alternativo horrible, de ripio y apenas transitable, que va por los cerros. Actualmente, mi hijo y los otros dos muchachos son presos políticos”.
¿Qué delito cometieron? Haberse manifestado contra la reforma constitucional, frente a la Legislatura de Humahuaca. En Jujuy hoy eso es un delito que se paga con cárcel y con multas millonarias. La ristra de imputaciones que les hicieron incluye resistencia a la autoridad y sedición.
No fueron los únicos que vivieron en carne propia la avanzada represiva que ahora Gerardo Morales promociona como una prueba piloto en su gira nacional, de la mano de Horacio Rodríguez Larreta. La lista incluye abogados defensores detenidos, manifestantes que perdieron un ojo en la revuelta, heridos en el cráneo y mujeres con magullones por los perdigones que recibieron de la Policía.
“De eso, los medios no dicen nada –se lamenta Samboni-. Le doy las gracias a usted por difundir todo esto y que la gente de Argentina, y sobre todo de Córdoba, sepa todo lo que está sucediendo acá”.
***
Patas para arriba
YUJUJ! La última campaña publicitaria con la que el gobierno de Gerardo Morales buscó captar turistas se llamó así “Yujuj!, dale la vuelta a Jujuy” y, a su manera, resultó profética. No porque lograra un boom de visitantes, más bien todo lo contrario: este invierno la Quebrada de Humahuaca atravesó una de las peores temporadas en años, con cientos de cancelaciones de reservas a último momento en las posadas y hoteles de Tilcara, Purmamarca o Humahuaca. La frase fue premonitoria porque, efectivamente, hoy Jujuy quedó patas para arriba.
Cebado por el respaldo que los votantes le dieron a su fuerza el “Frente Cambia Jujuy”, Morales impulsó una reforma de la Constitución que dejó a los pueblos originarios de la Quebrada de Humahuaca al borde de perder sus tierras ancestrales. Pero no sólo eso, también corren riesgo el derecho a reclamar y hasta la libertad de quienes se manifiesten en contra de la reforma.
A pesar de eso (o precisamente por eso) cientos de jujeños protestaron en los cortes de ruta que desde el 16 de junio y durante más de un mes paralizaron durante largas horas al día el tránsito por el camino que conecta a Purmamarca, el pueblo del cerro de los siete colores, con Maimara, Tilcara, Uquía, Humahuaca y así hasta llegar a La Quiaca.
Rara vez aparecieron en la televisión. Los mal llamados canales nacionales no estuvieron en la ruta 9. Ni siquiera el Canal 7 “Somos Jujuy”, o el diario oficialista El Tribuno reflejaron el conflicto que desangra y divide las aguas de la sociedad jujeña. Algo de C5N, muy poco de la Televisión Pública y nada más.
Así, para informar a los turistas, los manifestantes reparten volantes donde explican que el reclamo de las comunidades aborígenes en Jujuy no es nuevo: se remonta a 1810, cuando se formó la República y los pueblos indígenas ya exigían el reconocimiento de sus territorios. Agregan que la falta de reconocimiento del derecho a la tierra motivó levantamientos en la puna entre los años 1874 y 1875, en los que murieron más de cien puneños.
No fue ese el único hito que la memoria colectiva mantiene vivo. En 1946, miembros de las comunidades jujeñas caminaron durante meses hasta Buenos Aires para reclamarle la restitución de las tierras al gobierno de Juan Domingo Perón. “No obtuvimos respuesta y nuestros abuelos fueron expulsados en vagones de tren”, evocan.
La reforma de la Constitución Nacional de 1994 estableció que los territorios aborígenes deben ser entregados a las comunidades, con sus títulos de propiedad. “Pero sólo un 12 por ciento recibieron el título comunitario”, explican. Y agregan un dato concluyente: durante los gobiernos de Gerardo Morales no se entregó ningún título de propiedad a las poblaciones nativas.
El apagón informativo no alcanza para mitigar la bronca de un pueblo al borde del estallido.